En 1976, seis universitarios explorábamos el cañón del Diablo, en la Sierra San Pedro Mártir, Baja California. Un error de apreciación de los mapas nos había conducido ahí pero desde el punto más alto al que llegamos pudimos ver una montaña rocosa como aquellas en las que uno sueña cuando comienza a hacer montañismo. Nosotros apenas comenzábamos y esa visión me capturó por mucho tiempo. El 29 de diciembre de 1999, cinco universitarios estábamos en la cumbre del Picacho del Diablo. Habíamos escalado por primera vez la pared norte que había visto casi 24 años antes.

¿De qué estoy hablando? De una pared de más de mil metros de desnivel que nadie había escalado antes que nosotros... o al menos no ha dejado registro de su ascenso. Se trata de un primer ascenso mundial, aunque la cumbre sea hollada por cientos de personas al año. En este número presentamos una breve narración de la expedición y un poco de la historia de los intentos que realizamos en la pared. Es el testimonio de nuestro ascenso y de algo que en un número anterior definíamos como la filosofía del montañismo en la UNAM.

Esa misma filosofía hizo que cinco universitarios acudieran al llamado de auxilio de un grupo de espeleólogos canadienses que habían sufrido un accidente. El mensaje llegó al foro de espeleología Iztaxochitla y se organizó el rescate con tal velocidad que los propios canadienses quedaron sorprendidos, tanto de la velocidad de respuesta como de la calidad de nuestros espeleólogos. También damos un fragmento de la noticia, pues estamos en espera de la declaración del jefe de la expedición para publicarla en este boletín.

Son dos aspectos de las actividades de nuestra Asociación que nos revelan que la calidad de nuestro montañismo está a la altura de los mejores del mundo.