EXPEDICIÃ?N MARES DE MÃ?XICO
Diciembre 1, 2000
Empezó por una idea que parecÃa descabellada y que se fue convirtiendo poco a poco en algo sólido. Finalmente, en 1993 estuvo hecho todo y el proyecto se llamó "Rutas de navegación Maya" que pretendÃa recorrer las rutas marÃtimas y fluviales que se usaban para comerciar entre diferentes zonas dentro y fuera del territorio maya. Al menos eso pensaban algunos arqueólogos y a evidencia indicaba que era cierto. Sólo faltaba recorrerlas para demostrar, tal como lo hiciera Thor Heyerdahl en la Kon-Tiki.
Pero se nos adelantó el subcomandante Marcos y los acontecimientos en Chiapas hicieron decir a los patrocinadores "no". El resultado de esa negativa fue la enorme experiencia de estar en alta mar en una embarcación de cinco metros de largo que la mayorÃa de ustedes conoce. Pero esa idea que se habÃa concretado en planes no dejaba de estar en la lista de pendientes y ahora, finalmente, nos vamos a la penÃnsula de Yucatán con casi el mismo objetivo. Ya no tratamos de probar nada, pues somos conscientes de que lo hacemos primeramente porque nos gusta. La justificación la buscaremos después, si es que alguien necesita alguna.
Esa idea, además de luchar por hacerse lugar entre a los hechos ya realizados, se desarrolló de manera que ahora se trata no sólo de las rutas de navegación de los mayas, sino de recorrer la totalidad de la costa de México en varias expediciones. La penÃnsula de Yucatán, que es sólo una primera etapa, abarca 1,700 kilómetros y tendremos que remar esa distancia en un máximo de cien dÃas.
Debo decir que el puro inicio de esta expedición nos ha costado mucho trabajo. Sólo arrancar ya fue difÃcil. Pero sabemos ya que lo más difÃcil es irse, sacudirse el miedo de adentrarse a una zona que no se conoce, con sólo un compañero, en kayaks de mar, dejarse de lado un poco esa nostalgia de querer quedarse en tierra para echar raÃces... Echar raÃces. ¿En dónde? ¿Para qué? Una de las facetas más bellas del hombre aparece cuando se está precisamente lejos de lo acostumbrado, cuando se siente la incertidumbre total: no saber en dónde se dormirá por la noche, por ejemplo, lejos de la cama que yace cansada de tanto soportar nuestro peso y nuestros ronquidos en muchÃsimas noches y muchas más horas.
Lo importante ahora es que salimos dentro de dos horas rumbo a Chetumal. Nos haremos a la mar y aunque no estaremos muy lejos de la costa y dormiremos en tierra siempre, la experiencia es nueva para ambos. Nueva y reconfortante.
Esto no es una despedida, sino un pequeño escrito antes de meterse a la oscuridad de la madrugada rumbo al mar, como lo haremos cada dÃa en tantas semanas.
Estarán recibiendo noticias de nosotros siempre que podamos encontrar una oficina de Internet público. Es un tanto extraño mezclar el alejamiento de la ciudad con la necesidad de acercarse al sÃmbolo de la modernidad para comunicarse con quienes queremos y con el mundo; pero existe, lo mismo que esa fuerte sensación de disfrutar todo a partir de ahora.
Partiremos en poco tiempo, pero no por eso estamos solos. Todos ustedes están con nosotros. Muchos nos han apoyado, otros nos desean suerte... En 1994, cuando zarpábamos hacia el PacÃfico, quienes nos despedÃan eran marinos que poco tiempo antes no conocÃa. Desde los parámetros de la ciudad, eran unos desconocidos. Pero en el mar -aunque sea en la orilla, pero con hombres de mar- todo es más intenso, más fuerte y después de una semana nos sentÃamos amigos de siempre. Pero a la hora de partir, mezclados entre aquellos que estaban de pie en el muelle o en las lanchas de motor que nos siguieron por un buen rato, estaban los amigos de tierra, los compañeros de la montaña, los familiares. Ahora es lo mismo. Nos vamos pero ustedes nos acompañan. Eso no es estar solo.
Gracias por esa compañÃa.
Carlos Rangel
Bitácora
de la expedición