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Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili, Parte XIV
10 febrero 1999

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







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Capítulo XV

ADIÓS AL KHILI-KHILI


Al día siguiente hicimos el inventario de nuestro stock de víveres, y comprobamos que los porteadores se lo habían comido casi todo, no dejando más que algunos sacos de judías. Esto era grave. No podíamos alimentar a los porteadores ni un día más; había que despedirlos sobre el terreno. Decidimos no guardar más que un solo portador para transportar nuestro abastecimiento durante el viaje de regreso. Debimos abandonar todo nuestro equipo, no guardando más que nuestro efectos personales más indispensables, tales como los despertadores.


Constant arengó a los portadores y, después de algún alboroto, nos anunció que ellos comprendían perfectamente la situación. Insistieron, no obstante, en ser pagados hasta la fecha probable de nuestra llegada a Chaikohsi. Como discutir con ellos hubiera significado tener que alimentarlos algunos días más, no hubo más remedio que acceder a su demanda. Les pagamos, pues, y les dijimos que partieran. Pero en lugar de irse, vinieron todos a plantarse ante mi tienda, donde yo estaba ocupado en cortarme las uñas de los pies. Cuando salí para ver lo que querían, Bing avanzó y se detuvo ante mí. Me miró a los ojos y soltó un eructo sonorísisimo. Después se alejó. Bung le siguió; después, So Lo; luego Lo Too, y todos los demás.


Uno tras otro se aproximaron y vinieron a eructar ante mí. El glaciar resonaba de eructos, desde el bajo y grave de Bing hasta los cacareos agrios de los muchachos. Burley dijo que eso le recordaba el concurso agrícola. Uno de los jóvenes porteadores tenía, parece, el estómago apretado por la emoción. Se plantó ante mí tímidamente, incapaz de emitir un sonido. Después emitió una especie de pequeña tos y se fue entre un coro de risas. El último era Pong. El pobre diablo tenía el rostro cubierto de lágrimas. Su magnífico eructo hizo correr un murmullo de admiración en la asistencia. Nos abrazamos y me puso en la mano un pequeño objeto negro de forma indeterminada..


Lo examiné atentamente, pero sin adivinar de qué se trataba. Lo mostré a los otros, que sacudieron la cabeza. Wish súbitamente lanzó un grito y me arrancó el objeto de las manos. íEra una transversión! Ennegrecida, quemada, ciertamente; pero íuna transgresión! Wish pidió a Constant que se informara. Pong le dijo que la transversión era considerada una golosina por los yoguistaneses. Sus pinches las recogían todas las mañanas antes del desayuno. Wish dijo a Constant que ofreciera un bohee por cada transversión que se le llevara. Los portadores se dispersaron en seguida por todas direcciones, y no tardaron en regresar cargados de transversiones, que depositaron a los pies de Wish, después de haber percibido su recompensa. Este tuvo muy pronto ante sí una pila de un metro de alta, y se encontró sin fondos.


Pidió a Constant que detuviera ya a los porteadores; pero éstos continuaron hasta que los alrededores estuvieron completamente despoblados de transversiones. Wish estaba ahora rodeado de una muralla de transversiones. Los porteadores estuvieron, al fin, dispuestos a la partida. Siendo de carácter escrupuloso, juzgaron necesario recomenzar sus adioses. Una vez más el glaciar se pobló de los ecos de sus regüeldos. Una vez más Pong y yo cambiamos adioses conmovedores. No dudamos apenas que estábamos destinados a vernos de nuevo muy pronto.


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