El desafío
Nosotros somos el Homo sapiens que se sirve de útiles. Merecemos el nombre por haber fabricado utensilios que han aumentado nuestras posibilidades de dominar el mundo que nos rodea; además, este desarrollo tecnológico incrementa nuestra sensación de fuerza. Esta posición de ventaja que nos protege de la naturaleza salvaje la llamamos civilización. Nuestra seguridad se acrecienta a medida que utilizamos más instrumentos, pero al mismo tiempo percibimos cada vez más un mayor distanciamiento de la tierra. Nos encerramos en las ciudades que ignoran los ritmos del planeta: las auroras, las mareas, los cirros entrelazados y altos que presagian el mal tiempo, el surgir de la Luna y Orión que se dirige hacia el sur en invierno. Nuestras percepciones se debilitan y dejamos que se emboten nuestros sentidos por la sombra de la seguridad. Ebrio de poder, descubro que estoy perdiendo la percepción de mis sentidos. Yo, hombre instrumento, aspiro a un contacto inmediato para recuperar mi vigor, para recobrar mis sentidos y acercarme al mundo que me rodea una vez más; en mi seguridad olvidé cómo se baila.
Así, como reacción, afrontamos los océanos con barcos sin motor con la esperanza de sentir el viento; dejamos atrás el Land Rover y nos adentramos en el desierto a la búsqueda del sol y de un mundo de luz casi olvidado, y llevados por las alas de la fantasía nos dejamos transportar hacia playas salvajes donde las olas acarician la orilla, y sentimos el perfume de las flores silvestres que nos llegan con la brisa. No estamos buscando aquello que los utensilios pueden hacer por nosotros, sino lo que podamos sentir y conocer directamente sin su ayuda. Aprendemos hasta dónde nuestros esfuerzos, sin la colaboración de medios artificiales, nos pueden llevar en este mundo imprevisible. Aceptar estas reglas del juego en las dimensiones verticales de la naturaleza es lo que nos convierte en escaladores. Sólo si se llega a obtener el máximo del placer y confort, uno desea de buena gana la adversidad. El alpinismo es un síntoma del hombre post-industrial.
Algunos escaladores sostienen que el uso del equipo y material modernos y el de las técnicas (como, por ejemplo, el piolet-tracción) disminuyen el sentido de aventura que es intrínseco en las escaladas sobre hielo. Estos, sin embargo, olvidan de todos modos que el piolet de pico curvado, los crampones rígidos y el piolet-tracción fueron expresamente diseñados para escalar hielo más escarpado y difícil y con un estilo mejor. Estos instrumentos y técnicas no fueron ideados para "acabar" con las dificultades normales que deparan las vías clásicas. Los instrumentos pueden eliminar, y de hecho ya lo han conseguido, la necesidad de técnicas sofisticadas.
En lugar de abrirse camino poco a poco hacia las vías clásicas, los alpinistas actuales tienen prisa y ciertamente las aportaciones en materia de escalada contribuyen a hacer que las ascensiones sean mucho más fáciles. Todos aquellos individuos que gocen de perfecta forma física pueden, incluso en su primer día de crampones escalar hielo vertical. Esta es la razón por la cual las escaladas sobre hielo se están haciendo tan populares. Inevitablemente esto significa también que se abusará de los instrumentos especializados, perdiéndose con ello el verdadero sentido de la aventura de las escaladas sobre hielo.
Sobre hielo, la manera en que se escala no es tan importante para los demás como lo es sobre roca, donde el modo de escalar condiciona la vía de las futuras cordadas, a veces para siempre (como por ejemplo el caso de las pitonisas de expansión cuando son innecesarias). El hielo se regenera siempre, a nadie le importa lo que se ha hecho más arriba. Incluso una fila de peldaños en forma de escalera se convierte al cabo de uno o dos días en una superficie lisa. Sin embargo, el respeto por el prójimo es importante, y aunque sólo sea para nuestra propia satisfacción y disfrute, debemos establecer las reglas del juego, si no queremos sufrir una desilusión después.
La evolución de las reglas del juego
Al alpinista cansado de las escasas dificultades de las vías clásicas y harto de la monotonía de las puntas delanteras, se le presentan varias alternativas. Puede realizar las ascensiones en condiciones más difíciles, con un estilo mejor, o efectuar una escalada verdaderamente dura.
Condiciones más difíciles se pueden encontrar en invierno o hacia la mitad del verano. Hace pocos años, las grandes paredes de nieve y hielo de los Alpes eran consideradas "no aptas" cuando en agosto hacía su aparición el hielo. Actualmente algunos alpinistas no las consideran "aptas" hasta que no se forma el hielo.
Condiciones invernales implica el tener que luchar con dificultades de aproximación, pesadas mochilas, peligro de aludes de hielo frágil y frío penetrante. Puesto que las condiciones del hielo y de la nieve varían considerablemente entre invierno y verano, o incluso de un día a otro, es inútil intentar clasificarlas. Si uno escala deprisa el Zero Gully en Escocia en perfectas condiciones de hielo y nieve y no queda satisfecho, sólo tiene que repetir la escalada cuando el canal esté recubierto de hielo delgado y transparente; en tal caso, en los primeros largos de cuerda no se puede lograr ninguna clase de aseguramiento satisfactorio.
Escalar con un estilo mejor significa no tener que tallar demasiados peldaños, eliminar los medios artificiales y utilizar menos material o escalar en solitario.
La escalada en solitario no debe ser necesariamente una danza con la muerte o un "desesperado" intento de conseguir algo más. En efecto, para un experto escalador éste puede llegar a ser el modo más lógico y seguro de realizar una ascensión clásica. El aseguramiento de piolet-tracción facilita un buen autoaseguramiento que justifica la no utilización de la cuerda en una escalada estándar en condiciones normales. Por otra parte, la cuerda sólo ofrece una seguridad psicológica, particularmente en las escaladas de nieve que se llevan a cabo a principios de la temporada, pero no ofrece ninguna protección contra los aludes, las estalactitas de hielo y las caídas de piedras. Además, yo preferiría escalar sin cuerda antes que hacerlo junto a un escalador de habilidad dudosa.
El mejor de los glaciaristas escoceses, Tom Patey, escribió en su libro One Man's Mountains una apología de las escaladas en solitario (un poco difícil de tomar en serio):
"A veces nos apetece escalar en solitario. Tradicionalmente esta costumbre no se puede defender. Pero a mí me gustaría intentarlo. En alpinismo existen dos preceptos importantísimos: (1) el primero de cuerda no debe "volar"; (2) el primero de cuerda debe escalar como si la cuerda no existiera. El primer postulado es evidente por sí solo. Una caída del primero no ayudaría para nada al compañero; sólo podría entrenar al segundo en la práctica del aseguramiento. Para el segundo postulado sólo hay una manera para asegurarnos que el primero escale como si la cuerda no existiese: eliminando la cuerda. Además, no es verdad que dos hombres que avanzan sin encordarse están más seguros que uno solo. Ergo: la mejor solución es escalar en solitario."
Todavía no ha sido escalada la vía más difícil sobre hielo. Ésta bien puede ser un canal de hielo negro en el Himalaya, una cascada de hielo de unos mil metros en Alaska, o una pared vertical de hielo de escarcha. Un escalador escocés frustrado puede encontrar todos los canales nuevos que desee en Noruega. Los couloirs escondidos o las goulottes alpinas heladas en invierno difícilmente han sido hollados. En otras palabras, quedan todavía nuevas posibilidades para un escalador creativo que desee abrir su propio camino.
Aquellos que prefieren escalar vías abiertas por pioneros, deben actualizar constantemente las reglas de juego para estar al día con la creciente tecnología moderna. De lo contrario, se "pulverizarían" las escaladas clásicas, y nos engañaríamos pensando que somos mejores escaladores que los pioneros.
El imperativo tecnológico del hombre industrial ha sido siempre el siguiente: si algo puede hacerse, debe hacerse. No hay elección; si es posible, es justo. El hombre moderno, esclavo de su imaginación técnica, está tirando carbón en una locomotora en plena marcha. Pero la tecnología debería dejarlo libre, abrir nuevas posibilidades en lugar de cerrarlas. Declinar una posible tecnología es el primer paso hacia su liberación de estos lazos y una vuelta al control de los valores humanos. Las nuevas direcciones del alpinismo van en contra del abismo tecnológico. Aquí, las cualidades como iniciativa, capacidad y técnica están potenciadas más. que suprimidas por los instrumentos de escalada que aparecen en el mercado.
En los últimos años, en cuanto me sentí más seguro de mí mismo y más en equilibrio sobre hielo, ideé mi propia técnica. Por ejemplo, utilizaba el piolet como medio de aseguramiento exclusivamente sobre hielo muy escarpado y frágil. Solía llevar el martillo en la cintura unido por medio de un cordino durante muchos largos de cuerda, y a veces no lo hacía servir en toda la escalada. Esto es la antítesis de la tecnología: menos instrumentos y mejor utilizados. Mi recompensa fue descubrir estas nuevas tierras, pudiendo apreciar mejor todo lo que me rodeaba. Thoreau dijo que «la simplificación de los medios y la elevación de los fines es la meta». Estas dos cosas no suceden solas. El escalador se mueve en la misma dirección cuando pasa de la escalada artificial a la libre, del empleo de pitones a la menos segura pero mucho más natural protección del "clean climbing". En muchas vías clásicas surge la iniciativa de desclavar los pitones, y muchos escaladores se han visto obligados a buscar sus propios pasajes y colocar sus seguros naturales.
Lo que ahora está sucediendo en las escaladas sobre hielo es un temporal desequilibrio de valores. La revolución del hielo ha originado esta nueva tecnología, pues los escaladores no han aprendido todavía a controlarla. Algunos piensan que escalar las clásicas sólo con crampones y piolet es dar un paso hacia atrás en el arte de las escaladas sobre hielo. Pero ahora, la menor seguridad debida a aquel piolet o martillo de menos debería estar sustituida por una técnica más genuina, aunque sea necesario volver a aprender aquel sentido de equilibrio y de adherencia que es la base de la escalada natural sobre hielo.
Sería muy bonito que el hombre consiguiera escalar con naturalidad sobre hielo como el mono que trepa sobre los árboles y las rocas. Desafortunadamente, el hielo no es el terreno más adecuado para el hombre. Para conseguir caminar sobre él, el hombre precisa de un equipo y de un material adecuados. Cuando los escaladores hayan conseguido eliminar la tecnología, habrán reconquistado aquella libertad física característica de las escaladas libres sobre roca, aquella sensación de que cada movimiento nos conduce a la solución de un nuevo problema, a una nueva geometría que creamos sin cesar. Junto a esta libertad, el alpinista que escala sobre hielo se habrá merecido un moderno dividendo: el raro privilegio de estar lejos de la multitud y de su locura.