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Montañismo y Exploración
Sobre el Polo Norte en dirigible
12 febrero 2010

Roald Amundsen, quien dirigiera la primera expedición en alcanzar el Polo Sur en 1914, se convertía en uno de los hombres en cruzar por primera vez el Polo Norte, esta vez en un dirigible que hacía el primer vuelo de Europa a América cruzando precisamente por el Polo.







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Roald Amunden et. al. Sobre el Polo Norte en dirigible. Interfolio, 2009. 334 páginas. ISBN: 978-84-936950-1-9

 

…estoy seguro de que pura y simplemente el deseo de aventuras es la causa principal de que uno entre con tanto gusto en ellas cuando se ofrece la oportunidad de interrumpir la rutina ordinaria de la vida.

Gustavo Amundsen

 

Sobre el Polo Norte en dirigibleRoald Amundsen es conocido por haber sido el jefe de la expedición que llegara por primera vez al Polo Sur Geográfico, adelantándose casi un mes a la expedición británica dirigida por Robert Scott. Pero su vida como explorador no comienza ni termina ahí. Uno de los hechos contundentes de su historia como explorador fue el haber sido el primer hombre (junto con Oscar Wisting) en tocar los dos polos geográficos.

Entonces nadie lo sabía, pero ni Robert Peary ni Frederick Cook habían llegado al Polo y el vuelo que hiciera Byrd un día antes del de Amundsen, tampoco había alcanzado el objetivo. Pero los tres dijeron que lo hicieron. Tuvieron que pasar varias décadas para que se descubrieran las mentiras en las declaraciones.

Así, este libro viene a ser el relato de un viaje en globo de un continente a otro, pasando por el Polo Norte, pero también cómo dos hombres, compañeros de varias expediciones, alcanzan ambos polos. Uno por tierra y el otro por aire. Pero no dejan de ser los primeros en alcanzarlos.

“No se pronunció una sola palabra: era inútil. Aquellas mismas manos habían plantado la misma bandera en el Polo sur el 14 de diciembre de 1911.” (p. 131) “El primer vuelo de un continente a otro vía Polo Norte había sido realizado sin contratiempo grave ni desgracia personal alguna.” (p. 139)

Por supuesto, el libro no menciona esto sino la ardua tarea de echar a andar una expedición en globo cuyo vuelo duró sólo 70 horas, aunque trajo muchas consecuencias más. Escrito no sólo por Roald Amundsen sino también por sus colaboradores, el libro tiene un sello más de ensayo científico que de narrativa de viajes. Pero hay que comprenderlo: en ese tiempo había que justificar el viaje por todos lados.

Aunque ese toque deja claras muchos detalles técnicos, el libro se puede volver aburrido para aquellos no interesados en conocer cómo volaba un dirigible. Un aspecto que me llamó mucho la atención fue que Amundsen continuamente habla de que no hay rivalidad entre Byrd y él. ¿En dónde quedó el espíritu competitivo de 1910? Y el libro podría ser perfecto en cuanto a convivencia, salvo por un detalle:

“Antes de emprender el vuelo habíamos sido advertidos para que llevásemos la menor cantidad posible de peso y claro que nos atuvimos a esta orden. Era, sin embargo, un espectáculo sorprendente y desconsolador ver al coronel Nobile y a dos de sus compañeros italianos luciendo brillantes uniformes. Verdaderamente era para incomodarse y así me pasó a mí; pero ¿qué adelantaba con ello? El vuelo había terminado feliz mente y todo lo demás no debía tener importancia. No estoy seguro, sin embargo, de que en otras circunstancias, por ejemplo, si hubiéramos tenido que ir hacia casa caminando por el hielo, no me hubiese desahogado diciendo cuatro frases a propósito de los uniformes militares en las expediciones polares.” (p. 149)

Quizá por eso, el libro de la Expedición Amundsen-Ellsworth-Nobile de 1926, no tiene una sola palabra de Umberto Nobile, constructor del dirigible.

El mismo coronel Nobile habría de construir otro globo y dirigirse nuevamente al Polo dos años después. A su regreso, el globo caería en el Océano Ártico y varios exploradores polares se lanzaron en su búsqueda con la intención de ayudar. Incluso Amundsen. Pero éste no regresaría del Polo.

Llama mucho la atención el concepto de explorador que se tenía entonces: “…el explorador típico era sin embargo en aquella época la figura de más relieve: trabajador, honrado, serio y hospitalario, siempre alegre y lleno de fe en el futuro.” (p. 144) Y por supuesto, el recibimiento que les hacían en los lugares por donde pasaban de regreso a su país era el de héroes, algo que ha desaparecido hoy.

Así que el libro viene a ser una buena zambullida en el mundo de los exploradores de principios del siglo XX, cuando el mundo aceptaba entre sus héroes a hombres que se aventuraban en cualquier lugar que no se conocía. Aunque de lectura lenta, vale la pena leer este libro, que es uno de los tres tomos que hasta ahora Interfolio ha publicado en el tema de exploraciones polares, aunque tiene en puerta algunos más.

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