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Montañismo y Exploración
El Río Congo
25 noviembre 2010

El río Congo es el segundo río más largo de África y su historia, además de tener nombres de exploradores famosos, tiene también un profundo sentido humano. Un libro impresionante.







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Peter Forbath. El Río Congo. Descubrimiento, exploración y explotación del río más dramático de la Tierra. Fondo de Cultura Económica.

 

Si los wasungu [los blancos] desean desperdiciar la vida, los árabes no tenemos que hacer otro tanto. Viajamos con lentitud para conseguir marfil —ya hace nueve años que salí de Zanzíbar—, pero los blancos sólo buscan ríos y lagos y montañas, y viven la vida sin ninguna razón, ni objetivo.

Tippoo Tib

El río CongoPeter Forbath fue reportero en África para la revista Time y decidió escribir un libro sobre el Segundo río más largo del continente negro, impresionado por el libro El Nilo Blanco de David Moorehead, que es un clásico en la literatura de la exploración y la historia.

Forbath comienza por describir al continente tal como se le conocía en la época de las cruzadas, cuando surgió el mito del Preste Juan, un hombre que, se decía, era descendiente directo de los apóstoles y que seguía la causa de la iglesia católica. El Preste Juan se escondió a lo largo de la historia en diferentes partes del mundo: Asia, África e incluso en América, tal como hacen los auténticos mitos. En una época en que era vital consolidar cualquier victoria sobre los infieles, buscar al Preste Juan se volvió en una necesidad imperiosa. Y se ubicaba, según muchos datos… en el interior de África.

Pero nadie fue a buscarlo hasta que Enrique de Avis y Lancaster, mejor conocido como El Navegante, emprendió una serie de expediciones. La primera de ellas fue ganar una batalla para alejar a los moros. Después enviaría a varias tripulaciones a dar la vuelta a África en busca del Preste Juan. Tras muchas expediciones, una de ellas llegó a la desembocadura del Río Congo y se encontró con el Reino del Kongo.

“Hemos estado hablando de un reino y no de un cacicazgo supremo, término que podría resultar más adecuado en el caso de África. Siempre y cuando entendamos que nos estamos refiriendo a un grupo de principados feudales que habían jurado lealtad a una autoridad central hereditaria, a un reino…” (p. 109)

No se llegó más lejos en tiempos del Infante Don Enrique pero a cambio los portugueses iniciaron en Europa el comercio de esclavos: “[En Lagos] 8 de agosto de 1441, muy temprano en la mañana, los prisioneros fueron desembarcados de las carabelas y conducidos a un prado situado en las afueras de la ciudad. Allí se organizó el primer mercado de esclavos europeo.” (p. 71)

Durante un par de siglos el conocimiento de Europa sobre África se redujo a ese comercio, sin ir tierra adentro. “Las carabelas traían cuentas, alambre de latón, artículos manufacturados, estaño, coral y hematites, y llevaban de vuelta esclavos, marfil y oro.” (p. 74) Pero el siglo XVIII vería cambios en todo ello. Primero, Inglaterra consideró la esclavitud un delito:

“En 1772 lord Mansfield, presidente del Tribunal Supremo, dictaminó que “el estado de esclavitud es tan deleznable que sólo puede apoyarse en el derecho positivo”. Como en aquellos tiempos ese tipo de derecho no existía, de inmediato la esclavitud pasó a ser una actividad ilícita en Inglaterra. Cualquier esclavo que pisara tierra inglesa obtenía la libertad de forma automática. Aquella decisión resultó memorable.” (p. 173)

El río Congo

El segundo paso fue la creación de la primera Sociedad Africana con el siguiente pretexto:

“Mientras sigamos desconociendo una porción tan grande del mundo, ese desconocimiento ha de considerarse una deshonra para la época actual. Sensibles a este estigma y deseosos de liberar a estos tiempos de la acusación de ignorancia, que en otros sentidos tiene tan poco que ver con su naturaleza, algunos individuos, firmemente convencidos de la viabilidad y utilidad de ampliar así el caudal de conocimiento humano, han elaborado el plan de una asociación para promover el Descubrimiento de las Partes Interiores de África.” (p. 177)

Este movimiento fue creciendo hasta llegar a los exploradores legendarios, que se dirigieron al Nilo y no al Congo. A uno de ellos, David Livingstone, se le encomendó encontrar las fuentes del Nilo porque sus antecesores no lo habían dejado claro tras sus exploraciones y se manejaban diferentes hipótesis. Sin embargo, Livingstone se dirigió no a las fuentes del Nilo sino unos cientos de kilómetros más al sur y encontró las fuentes del río Congo, que él consideraba como una posibilidad de ser la fuente del Nilo.

Tras seis años de no dar señal de vida y permanecer en el interior de África más tiempo del que ningún europeo hubiera estado antes, un periódico estadounidense envió a Henry Morton Stanley a buscarlo… y lo halló, pasó unos meses con él y regresó sin el doctor Livingstone porque é no quería dejar de explorar. Livingstone moriría meses después en el interior de África y su hipótesis de que el Lualaba (origen del Congo) podría ser el origen del Nilo, fue llevado a Europa por Stanley.

El misterio no se había terminado y fue entonces cuando Stanley regresó a África y decidió hacer una exploración que terminara de una vez por todas con las dudas. Llegó a las fuentes del Nilo y después bajó el Lualaba hasta llegar al mar, en un recorrido que no fue precisamente pacífico. Esta expedición terminaba cualquier discusión sobre los orígenes de los dos ríos más importantes de África y con ello se terminaba la época de oro de la exploración en África.

Vendría la explotación, a cargo del rey de Bélgica Leopoldo II, quien a base de un manejo político impresionante, logró que Europa le diera a todo el Congo a él en propiedad. Una inmensa superficie de África era propiedad de una sola persona. Hubo quienes descubrieron que la capacidad altruista de Leopoldo II era nula, entre ellos Joseph Conrad, que escribió todo lo que vio en El corazón de las tinieblas. Treinta años después, Europa le quitó al Congo y su fortuna y se debatió a quién podían dársela. “A nadie se le ocurrió devolvérsela a los habitantes de África”.

El libro es impresionante. Es tal como debieran enseñar la historia, como un panorama. La documentación y la narrativa son excelentes y el autor llegó a deshacerse de simpatías o antipatías por algún personaje en su búsqueda por ser parcial: lo logró. Publicado en su idioma original en 1977 y fue uno de los cinco libros que escribió, tres de ellos sobre África.



 



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