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Montañismo y Exploración
El México Desconocido
15 octubre 2009

A fines del siglo XIX un explorador noruego se internó en las entrañas de la Sierra Madre Occidental y a lo largo de varios viajes que fueron de 1980 a 1898, descubrió un México que los mismos mexicanos no conocían. Una obra clásica de la literatura de viajes, pero también de la ciencia.







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Carl Lumholtz. El México Desconocido. Cinco años de exploración entre las tribus de la Sierra Madre Occidental; en la tierra Caliente de Tepic y Jalisco, y entre los tarascos de Michoacán. Instituto Nacional Indigenista. 1981. Dos volúmenes. ISBN: 968-822-016-7

 

Las vastas y esplendorosas selvas vírgenes y la riqueza mineral de las montañas no continuarán largo tiempo siendo exclusiva propiedad de mis morenos amigos; mas espero que les habré hecho el servicio de erigirles este modesto monumento, y que los hombres civilizados serán los primeros en reconocerlo.

El México DesconocidoEn una de mis exploraciones por la Sierra Madre Occidental encontramos a un francés que llegaba de Europa muy entusiasmado y quería ir a vivir con los tarahumares pues había leído el libro de un antropólogo “muy importante” que era ya un “clásico” en la historia del mundo. Nosotros, que salíamos ya de la Sierra después de dos meses de estar entre barrancas, bosques, trópicos e indígenas que no hablaban español, pensamos de inmediato en Lumholtz, un auténtico clásico no sólo de los viajes sino de la antropología toda.

Pero no, su libro clásico resultó ser un libro muy malo y con sólo escuchar el nombre, supimos que el hombre estaba en problemas: llegado de Europa, no estaba acostumbrado a las aguas de la sierra en época de lluvias y, sobre todo, buscaba la experiencia del peyote. Nos alejamos de él.

El México Desconocido fue escrito por el explorador noruego Carl Lumholtz, un hombre que a los 38 años renunció prácticamente a la vida europea o, usando sus palabras, “civilizada” para adentrarse en la Sierra Madre Occidental de México, una extensión enorme que entonces era completamente desconocida para los mexicanos. Era el fin del siglo XIX y el mismo Lumholtz había asistido pocos años antes a una conferencia de otro explorador noruego: Fritdjof Nansen en su viaje hacia el Polo Norte.

Su interés primario era científico y de hecho su primera expedición partió con numerosos compañeros y una recua de mulas impresionante. Pero pronto aprendió que si quería tener éxito, debería abordar un estilo más ligero. Abandonó la expedición pesada y se adentró en la sierra solo o acompañado por pocos investigadores. Pero no estaba solo:

“Pronto, sin embargo, reconocí que mis mejores compañeros eran los llamados indios civilizados, y aun los indios en su estado aborigena… Al principio, los nativos me hacían persistente oposición; son muy desconfiados de los blancos, lo que no es extraño, pues poco les han dejado que perder; mas yo buscaba los medios más apropiados para presentarme y ganar poco á poco su confianza y amistad, gracias principalmente á mi habilidad en cantar sus  canciones nativas, y tratándolos siempre bien. Logré así adquirir de esos pueblos un conocimiento que no hubiera obtenido de otro modo. Cuando pasados cinco ó seis meses de tales estaciones y correrías, se me hubieron acabado mis provisiones y combustibles “civilizados”, subsistí con lo que podía procurarme de los indios.” (p. XV)

Su viaje que comenzó siendo una exploración a la sierra noroccidental de México, terminó por ser un gran recorrido que va desde la frontera con Estados Unidos hasta la misma Ciudad de México, un recorrido en el que empleó ocho años, de 1890 a 1898 aunque, contando sus ausencias de la sierra, Lumholtz permaneció en total cinco años “entre las tribus más bárbaras del orbe” como hubiera dicho el misionero jesuita Hernando Santarén, pero que para el mismo Lumholtz representó la mejor etapa de su vida.

Hay que hacerse a la idea de lo que era el mundo entonces: no se había alcanzado ningún polo ni llegado siquiera al Himalaya salvo contados exploradores, no habían comunicaciones e incluso la misma gente “civilizada” ignoraba lo que había en la Sierra:

“Desde el principio me había llamado la atención la grande ignorancia de la gente de Sonora respecto á la Sierra Madre… pudiendo decirse que el conocimiento de los mexicanos á este respecto se reduce verdaderamente á esto: que es un inmenso desierto poblado de montañas á donde es muy difícil llegar; que se necesitarían unos ocho días para ascender á alguna de las altas cumbres; que se contienen inmensos pinares habitados por ciervos, osos y carpinteros extraordinariamente grandes, capaces de derribar árboles enteros, y que en medio de aquellas montañas quedan aún restos de un pueblo extinguido hace largo tiempo, que cultivaba el suelo, vivía en sociedad y construía monumentos y hasta puentes sobre algunos cañones de la sierra.” (p. 23-24)

A lo largo del libro el lector va encontrando un libro de singular belleza: una cantidad antropológica impresionante, pero con un lenguaje tan sutil que sigue siendo un libro de viajeros. De hecho, Lumholtz mismo es uno de los últimos grandes viajeros, con la concepción de la exploración como la tenían los grandes descubridores.

“La mayor parte de lo que aquí narro, se refiere á una porción de la República que nunca han visitado los turistas y que es desconocida aun para la mayoría de los mexicanos. Los pueblos primitivos son cada vez más raros en el globo. En el continente americano aun quedan algunos en su estado original. Si se les estudia antes de que ellos también hayan perdido su individualidad ó hayan sido arrollados por el paso de la civilización, se podrá esparcir mucha luz no sólo sobre los antiguos pobladores de dicho país, sino aun sobre los primeros capítulos de la historia de la humanidad… Las vastas y esplendorosas selvas vírgenes y la riqueza mineral de las montañas no continuarán largo tiempo siendo exclusiva propiedad de mis morenos amigos; mas espero que les habré hecho el servicio de erigirles este modesto monumento, y que los hombres civilizados serán los primeros en reconocerlo.” (p. XIX)

Personalmente he viajado numerosas veces a la sierra y siempre he leído todo o un fragmento del libro de Lumholtz. Siempre me dio preguntas o respuestas. Entre los antropólogos y arqueólogos, sigue siendo la fuente obligada de referencia para la Sierra Madre Occidental y el origen de muchos estudios, incluyendo muchos del mismo Lumholtz. Para los viajeros, un libro de una lectura muy fácil de la cual se aprende mucho de varios pueblos que ya no son lo que eran hace poco más de un siglo. Lumholtz tenía razón y por eso su obra es un legado valioso.

El libro se encuentra difícilmente si no es en bibliotecas especializadas pero ahora, gracias a Internet, se puede leer online en Archive.org

Fragmentos del tomo I

“Es encantadora la sensación que se experimenta mirando esas grandes montañas, pero el viajar por ellas agota los músculos y la paciencia… Nadie que no haya viajado por las montañas de México puede comprender ni apreciar las dificultades y angustias anexas á al travesía.” (p. 33)

“La generosidad es la primera condición para granjearse la confianza de los indios y de los mexicanos, para quien el obsequio de una comida es más elocuente que un largo discurso.” (p. 221)

Carl Lumholtz“Para ser bárbaro, el tarahumar es una persona muy política. Aun tiene en su lenguaje la palabra “reco” equivalente á nuestras expresiones “Sírvase V.; Tenga V. la bondad; Hágame V. favor”, etc. La cual es de uso constante. Cuando pasa junto á un extraño ó se separa de alguien, advierte lo que hace empleando alguna palabra que lo indique; pero conforme se civiliza, pierde sus buenas maneras.” (p. 254)

“Una vez pregunté á un prominente sacerdote pagano porqué no se bautizaba la gente, me contestó: “Porque Tata Dios nos ha hecho como somos. Siempre hemos sido como tú nos ves. No necesitamos bautizarnos, porque aquí no hay diablo. Tata Dios no está enojado con nosotros, y ¿por qué habría de estarlo? Sólo se enoja cuando se hacen cosas malas. Nosotros hacemos mucho tesgüino y bailamos mucho para tenerlo contento; pero cuando la gente habla demasiado y se anda peleando, se enoja Tata Dios y no nos manda agua.” (p. 326)

“La civilización, tal como les llega á los tarahumares, ningún beneficio les presta. Sacude rudamente  las columnas de su religión… Lo peor es que la civilización va destruyéndoles su patriam pues cada vez ensanchan  los blancos los límites de la suya. Los mexicanos de clase principal rara vez, si acaso, molestan á los indios, de cuyo modo de vivir y de pensar difieren tanto; pero la clase de mestizos con quienes se hallan en contacto los tarahumares, ni pueden ni quieren hacerlos progresar, por ser ellos mismos ignorantes y poco escrupulosos. De suerte que el indio civilizado por ellos resulta intratable, pues ha aprendido el arte del engaño y el hurto, y ya no sabe cumplir sus compromisos.” (p. 403-404)

“Donde los indios han tenido poco ó nada que ver con los blancos, son atentos, respetuosos y cumplidos. No los impulsa el propio interés en lo que venden, por creer que sus dioses se irritarían si cargasen un precio inmoderado… pues nada necesitan de lo que el dinero puede proporcionar, y más les cautiva la persuasión, la benevolencia ó la justicia que el oro.” (p. 408)



 



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