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Montañismo y Exploración
Ascenso al Mont Blanc

Después de ascender al Cervino, Israel, Laura y Mario se dirigieron al Mont Blanc para estar en la cumbre de la montaña donde diera inicio el alpinismo moderno. La ascensión se realizó por una de las vías clásicas pero bajo una fuerte nevada que hizo retroceder a todos los demás en la montaña.







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Cruzamos una grieta. Laura y Mario enterraban los crampones sobre la huella que yo iba dejando para encontrar las marcas al regreso. Finalmente encontramos unos maderos enterrados  y un poco más adelante la pendiente se terminó, el altímetro marcaba  4,810 metros y nosotros estábamos escarchados pero muy contentos.


Israel y Laura  rumbo a la Auguille du Midi


Israel y Laura  rumbo a la Auguille du Midi


Tomamos algunas fotos y descendimos en la ventisca. En el Mur de la Cote nos desviamos un poco y quedamos entrampados entre grandes grietas. No podíamos ver muy lejos, así que nos detuvimos a esperar una ventana en la niebla para poder ubicarnos. Cavamos un agujero para protegernos y no enfriarnos. Unos minutos después, la niebla se disipó y logramos encontrar el camino hacia el col de la Brenva. Las pendientes tenían mucha nieve acumulada, así que nos íbamos asegurando de no resbalar y caer en una grieta.


Cuando cruzamos el Col de la Brenva, la ventisca aumentó de intensidad. Reaseguramos el rapel y descendimos hasta las palas que nos conducirían al Col Maudit. Ahí, unos rayos de sol nos dieron respiro y nos recalentamos: la  ventisca había  quedado atrás, a la altura del Col de la Brenva.




En la cima de la montaña más alta de los Alpes


En la cima de la montaña más alta de los Alpes


Cruzar el Col Maudit hacia el Mont Blanc du Tacul fue agotador porque nos hundíamos  en la nieve floja hasta media pierna. La ventisca parecía perseguirnos, como tratando de darnos alcance. Nuestra preocupación se centraba en lograr atravesar la zona de grietas de la pala Noroccidental del Mont Blanc du Tacul con el mejor tiempo posible antes de que se borrara la huella profundamente marcada en esta zona por las múltiples cordadas de guías y clientes que en la mañana habían intentado la cumbre.


Sin embargo, apenas nos habíamos internado en la pendiente cuando la ventisca nos cubrió y comenzó a descargar  gran cantidad de nieve granular que se acumulaba rápidamente en el surco-huella. Resbalábamos y el descenso se volvió delicado con esto. Un resbalón y no nos podríamos detener, acabaríamos quizá en una grieta. Más tarde comenzaron los truenos. Muy cercanos. Pero nosotros continuábamos concentrados en colocar los pies en forma segura e ir sorteando grieta tras grieta.




Descendiendo hacia el  Col Maudit


Descendiendo hacia el  Col Maudit


Desde la ventana del refugio éramos observados atentamente.


Cuando alcanzamos el Col du Midi la ventisca pareció alcanzar mayor fuerza. Mientras  atravesábamos a toda velocidad el campo de nieve, los truenos rugían en el aire, retumbando como latigazos en nuestros oídos.


Finalmente llegamos al refugio donde fuimos recibidos muy afectuosamente. Dejamos nuestro equipo, nos pusimos ropa seca y nos sentamos a degustar de la cena y de la charla con los demás montañistas muy contentos de haber logrado nuestro objetivo.


Cuando descendimos del Mont Blanc no perdimos la oportunidad de realizar un vuelo en parapente sobre Chamonix, que incluyó unas cuantas acrobacias y que terminó por hacer de este viaje una experiencia inolvidable.




Mario y Laura descendiendo en la pala de la cara  noroccidental del Mont Blanc du Tacul


Mario y Laura descendiendo en la pala de la cara  noroccidental del Mont Blanc du Tacul




Comentarios y Conclusiones


Una montaña, cualquiera que esta sea, pequeña o grande, con vías fáciles  o difíciles, por más salvaje o por más domada que parezca siempre ofrecerá un vasto campo para desarrollar la aventura, porque la aventura es una de esas cosas fundamentales que todo montañista carga en la mochila. Ascender una montaña con nuestros propios medios es muy reconfortante y nos proporciona experiencias únicas que no debemos perdernos.


Este viaje resultó muy satisfactorio para nosotros porque además de alcanzar las cumbres del monte Matterhorn (4,478 metros) por la arista Hörnli y del  Mont Blanc (4,810 metros) por la vía de los tres picos Tacul-Maudit-Mont Blanc, tuvimos la oportunidad de conocer una zona llena de historia que justifica por sí misma la existencia de nuestro fascinante deporte y de esa gran pasión que sienten los hombres por las  montañas.





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