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Montañismo y Exploración
Al asalto del Cerro Torre
15 noviembre 2006

En enero del presente año presentamos un artículo sobre el primer intento al Cerro Torre hecho por Bonatti y Mauri, desde la perspectiva de los argentinos que participaron. El mismo artículo ha sido rescatado de una revista de la época en donde está el relato más ampliamente comentado. Lo colocamos por ser una joya histórica.







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En cuanto a los hombres, se habían establecido tres grupos: el grupo de asalto, el grupo de apoyo y el grupo de reaprovisionamiento. Walter Bonatti y Carlo Mauri, dos alpinistas de extraordinaria capacidad, formaban el primer grupo, siendo secundados por René Eggmann, guía suizoargentino de Esquel, y por mí, que integrábamos el segundo grupo, en tanto Ángel García y José Losada componían el sacrificadísimo grupo de reaprovisionamiento.



Luego de algunas semanas de tiempo tormentoso, caracterizado por precipitaciones y vientos fuertes, hacia fines de enero la cordillera pareció despejar, anunciando un ciclo de buen tiempo. Solamente que la palabra "paciencia" significaba en la práctica imponer una severa tarea al grupo de reaprovisionamiento, que debía mantener en condiciones de eficiencia al grupo de escalamiento, el que, mientras tanto, haciendo malabarismo entre las nubes, colgado de las paredes inferiores del Torre, trataba de trazar una "ruta" hacia el Col del Adela (2,550 metros), mientras viento y nieve castigaban sin cesar. Finalmente, con la luna llena, llegaron los días de buen tiempo.


El Col del Adela, nuestra primera meta, es un collado, silla, portezuelo o brecha, que separa el Cerro Torre del Cordón Adela (2,900 metros aproximadamente). Desde nuestro campamento III no podíamos verlo, pero Bonatti y Mauri habían instalado ya unos 400 metros de sogas fijas que nos facilitarían la ascensión al Col, ubicado unos 850 metros más arriba, con las pesadas cargas que debían alimentar con materiales y víveres el asalto final sobre la pared sur del Cerro Torre.


Estábamos todos extremadamente cansados. Bonattiy Mauri, por su constante lucha con las paredes del cerro, siempre escondido entre nubes húmedas. Eggman y yo, por el constante ir y venir entre los campamentos I, II y III (20 kilómetros), en colaboración con el grupo de reaprovisionamiento distribuido sobre un itinerario de 50 kilómetros, y en apoyo a Bonatti y Mauri durante la instalación de las sogas fijas. Por fin, todos los demás, por la fatiga que imponía su dura tarea.


El 1º de febrero amaneció sin nubes. El viento había amainado totalmente. El hielo continental se había transformado en un mundo estátito, encantado. Rápidamente nos preparamos para trepar hacia el Col del Adela, hasta ahora inalcanzable. El Torre dominaba, imponente y sereno.


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