El pasado viernes 9 de diciembre se celebró en el auditorio de la Confederación Deportiva Mexicana (CODEME) la entrega de premios a los mejores deportistas. Entre ellos estaban montañistas de tres generaciones: los primeros mexicanos en ascender el Aconcagua, Elsa �vila, la primera mujer latinoamericana en subir al Everest y Mauricio Huerta, quien a sus 16 años ganara la medalla de plata en la modalidad de boulder en el Campeonato Panamericano de Escalada Deportiva en Ecuador.

Tres generaciones de montañismo, porque por ahí se presentó Raúl Revilla, un hombre que desde la época de la escalada en la Sierra de Pachuca ya era legendario por sus logros. Más de cincuenta años y es la primera vez que se hace reconocimiento oficial a los montañistas de manera amplia.

Pero todo esto ya lo dijimos. Lo que no hemos dicho (y no podemos decir con la nitidez suficiente) es la cara de alegría de cada uno de los premiados. Ninguno de ellos hizo su actividad en espera de un reconocimiento salvo, quizá, Mauricio.

Raymundo Luna, uno de los mexicanos que llegaron al Aconcagua por primera vez en 1948, se veía contento. No es que esperara ni mucho menos peleara un reconocimiento. Cuando todo terminó se le veía con su cóndor de oro, de esos que daba el gobierno de Argentina cuando ascender el Aconcagua era una proeza. �Me da mucho gusto que reconozcan lo que hicimos, pero éste es el que vale�, dijo señalando al cóndor.

Elsa comentó con enojo que el presentador no había hecho énfasis en su historial deportivo cuando lo tenía escrito frente de sus narices. �Pero ya no me extraño. Hubo veces que me cambiaron hasta el nombre�. Al parecer, para los periodistas lo único importante era el Everest y todo lo demás (Isla de Baffin o Patagonia o Himalaya incluidos) no tenían importancia.

Y Mauricio, un muchacho con ganas de comerse el mundo a través de su experiencia en la pared. Se encontraba fuera de su medio sin sus amigos escaladores y sin tocar el tema que le apasiona. No era esa enorme recepción su mundo. Pero sonrió muy ampliamente cuando fue fotografiado junto con Raúl Revilla.

Lo más importante de la ceremonia no fue la ceremonia misma. Después de todo, celebrada año con año, se convierte no en una ceremonia, sino en un acto repetitivo donde lo único que cambia son los personajes. No, lo más importante de la ceremonia fueron esos rostros y contemplar que el montañismo mexicano ha estado trabajando desde hace mucho tiempo, que lo sigue haciendo y que sus metas van desde ser los primeros hasta alcanzar las medallas de oro.

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