A principios de esta semana se divulgaba la noticia de que el Premio Príncipe de Asturias tenía entre sus nominados para deporte a tres montañistas: Reinhold Messner, Juanito Oiarzábal y Carlos Soria. La noticia causó revuelo entre los medios de montañismo españoles. ¿Por qué era importante? Precisamente por la razón por la que ninguno de los nominados, incluyendo una �propuesta de última hora� que incluía a Jordi Corominas y su ascenso al K2 por la Magic Line, no ganaron: el montañismo sigue siendo considerado una actividad que no es deportiva y, si lo es, no tiene tanta relevancia pues no gana medallas.

La situación se sucede continuamente en el mundo a diferentes escalas y es lamentable que un esfuerzo como el ascenso al K2 por la Magic Line o los 14 ochomiles de Messner o los 21 ochomiles de Oiarzábal no puedan competir con una medalla olímpica. ¿Culpa de los montañistas? Quizá, cuando muchos opinan que el montañismo ni siquiera es competitivo y que no se hace para buscar recompensas de ningún tipo.

¿Qué se tiene que hacer para ser considerados como candidatos para un premio de esta calidad? ¿Informar? La información sobre montañismo es ahora mucho más amplia que hace 15 años y no sólo por revistas y libros, sino también por Internet, pero obviamente la cantidad de información vertida sobre futbol o atletismo es mucho mayor que la de montañismo, un deporte donde los medios son especializados y no usan de comentaristas. La información que se encuentra sobre el resultado de una prueba de atletismo o natación es la misma en todos los lugares que se visite. ¿Es la cantidad de información la que vale? ¿Es el peso de una medalla olímpica?

Los hechos son palpables: hace poco se llegaba a -1823 metros en la sima Voronja y se declaraba que era la sima más profunda del mundo, aunque las palabras de Haroun Tazieff estén casi ocultas detrás de esa afirmación:

�Confesémoslo, esta noción misma de record de profundidad no tiene más que un interés muy relativo: un día u otro, si las circunstancias naturales lo permiten, se descenderá sin dificultades particulares a más de mil o mil quinientos metros: todo depende de la configuración de los pozos.� (Haroun Tazieff , La sima de la �Pierre Saint Martin�. p. 60)

Ser el primer hombre en ascender los 14 ochomiles es algo que podría compararse con el corredor griego que corrió la primera maratón y luego murió. Pero Messner sigue vivo lo mismo que Oiarzábal con sus 21 ochomiles. Hechos sin precedentes están sucediendo en el montañismo, como el ascenso de Corominas al K2 por la Magic Line, pero a pesar de ser aplaudidos o lamentados.

Pero quizá no sea la falta de empeño de los medios, sino la comercialización que se puede hacer del evento. Una prueba de las Olimpiadas de Atenas es seguida por millones de personas, mientras que el ascenso en solitario al Nanga Parbat y al Everest, dos cumbres que cambiarían al montañismo completamente, sólo son vividas por la persona que sube.

Cantidad contra calidad. Mercadotecnia. Premios. Hace muchos años, después de escalar una pared en solitario, alguien me dijo que no creía que yo lo hubiera hecho como lo contaba. Entonces le dije algo que me salió muy del fondo y sin pensarlo: �En la satisfacción no existe el reconocimiento�. Sigo pensando lo mismo. Con premio o sin él, los nominados han logrado algo y no iban por un premio. Eso es, quizá, lo más valioso. La postulación fue, más que nada, un intento de engrandecer al montañismo mundial.

Ojalá lo hubieran logrado. Entonces sabríamos que el premio había sido adjudicado con honestidad.