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Montañismo y Exploración
El Mezquital
11 noviembre 2004

Las luces del pueblo siguen estando lejos y ya he caminado mucho. Los pescadores nos habían dicho que El Mezquital estaba a 5 kilómetros y alguien dijo que si estaba tan cerca, mejor remábamos. Pero estábamos cansados luego de remar todo el día.







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Es de noche. Otra vez. Y yo sigo caminando hacia el sur, hacia las luces que se ven lejanas y que deben ser de El Mezquital. Hacia el norte se ve un resplandor de igual tamaño: Matamoros. Ahí, la presidencia municipal nos ofreció una mariscada completa en ese pequeño “puerto” que, nos dijeron, estaba a 36 kilómetros de Playa Bagdad. No estábamos para rechazar este gesto de generosidad, sobre todo pensando que después nuestra alimentación no sería tan rica.


Mariscos. Con sólo nombrarlos se nos había hecho agua la boca.


Pero eso iba a ser a las dos de la tarde y yo, en plena noche, sigo caminando hacia El Mezquital. Son las siete. Detrás de mí se han quedado Andrés y Alex con los kayaks, tapados con mantas espaciales. Delante de mí, en algún lugar, está Abraham. Fue a buscar a Alfredo en un raite que consiguió de una camioneta. La única que había en muchos kilómetros. Una suerte.


Pero la mariscada…


Me levanté temprano, vi el amanecer y luego fui a despertarlos. Era hora de navegar. Nos esperaba un largo trecho. Casi 60 kilómetros, no 36. Los mapas lo decían claramente. Sesenta kilómetros era mucha distancia y decidimos que Alfredo, quien estaría esperándonos en El Mezquital, se llevara toda la carga en la camioneta. Era un poco como hacer trampa pero habíamos mordido el anzuelo de la mariscada y allá íbamos, a recorrer una distancia larga en el mar, con viento en contra y con la promesa de que se soltaría en cualquier momento un norte que nos haría adelantar.


A los 22 kilómetros hay una escollera donde, me dijeron los pescadores, habían tratado de hacer un puerto para entrar a la Laguna Madre. Ahí hicimos alto. Estaba rota, como si fuera muy vieja. Y ahí —muro con conchas de mar—, habían puesto una cruz y un epitafio:



Me miraste profundamente a los ojos

Dejé mi nombre en la arena

Y mi lugar junto a ti.

Buscaré otro mar.


1975



Un hombre de mar, sin duda.


Las luces del pueblo siguen estando lejos y ya he caminado mucho. Los pescadores nos habían dicho que El Mezquital estaba a 5 kilómetros y alguien dijo que si estaba tan cerca, mejor remábamos. Pero estábamos cansados luego de remar todo el día. Alex se había rozado las axilas con su playera y yo estaba cansado de remar en el Tempest. Y habíamos tenido viento en contra. La surada, tan poco conocida en comparación con los nortes.


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