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Montañismo y Exploración
Sin dejar huella
15 diciembre 2003


Demasiadas veces vemos cómo el excursionista no busca integrarse en el medio, sino que viaja con sus propias necesidades urbanas y las instala en la naturaleza. Tenemos un culto a las modas, y ahora no toca la “moda naturaleza”. Un libro que muestra las formas de minimizar el daño que producimos a nuestro paso por la naturaleza.







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Ana Mugarra. Sin dejar huella. En busca de la armonía entre el medio y las actividades de aventura. Ediciones Desnivel, Madrid. 2000. 233 páginas. ISBN: 84-89969-54-X

Demasiadas veces vemos cómo el excursionista no busca integrarse en el medio, sino que viaja con sus propias necesidades urbanas y las instala en la naturaleza. Tenemos un culto a las modas, y ahora no toca la "moda naturaleza".


Esta es precisamente una de las frases que resumen en pocas palabras la actitud de la mayoría de la gente que va a la montaña y a todos los lugares que antes eran casi exclusivas. El hecho de que la naturaleza se vea ahora asediada por cientos o miles de personas es un hecho que a pocos parece preocuparles pese a que "Todos tenemos los mismos derechos y obligaciones respecto a la naturaleza." (p. 9)

Sin dejar huella es un libro que abarca la problemática que cada uno de los deportes que se practican en la naturaleza está dejando en ella. Campamentos, caminatas, montañismo, espeleología, bicicleta de montaña, escalada, deportes de invierno y muchas otras actividades más, incluyendo el uso de caballos o de vehículos motorizados, son tocados en particular.

Después de dar una breve introducción de cada uno de los deportes, la autora se aplica a señalar los cambios que se pueden hacer y cómo minimizarlos. Algo importante: al final de cada capítulo ofrece un resumen que titula siempre "En pocas palabras...", lo que ofrece la facilidad de recurrir a los puntos más importantes si se quiere recordar rápidamente. Además, presenta la opinión de varios especialistas de los deportes.

El libro puede parecer un tratado ecologista muy alarmante para el lector, pero la realidad es prácticamente más fuerte que lo mostrado. Y, por otro lado, no es ningún tratado sino sólo una muestra de lo que se puede hacer para minimizar el impacto que provocamos con nuestra presencia.

"Quizás aquí alguno o alguna se pregunte si realmente una "cagadita de mierda" puede contaminar un curso de agua. ¡Pues claro que no! Ni dos ni tres ni cuatro, pero el problema es que cada vez somos más gente en el campo y la montaña, especialmente en verano y en los mismos lugares." (p. 62)

Este es precisamente el punto: no se trata de que dejar un papel o una lata cause daños, pero si pensamos que somos muchos, tendríamos un gran paso dado. A todos nos gustaría llegar a un lugar y verlo como si nadie hubiera pasado antes por ahí. O, como dice la autora: "Lo ideal sería no reconocer que en ese lugar se ha encendido un fuego." (p. 35)

Hay algunas cosas que pueden mejorar el libro. Por ejemplo, la falta de definiciones y me explico: muchas veces habla del "respeto a", pero es muy seguro que la gente no entienda por qué debe respetar un lugar. Otras definiciones que serían importantes incluir son las de "basura" o "contaminación".

Quizá la falla más importante es que a través de su lectura, uno no puede discernir claramente los principios básicos en que se apoya Leave No Trace y que son muy sencillos. Así, con el seguimiento de unas pocas normas, se llega a buenos resultados en lugar de aprenderse toda una serie de caracterizaciones particulares que, si bien son importantes, al público en general podría confundir.


Erratas

Página 170, final del primer párrafo, dice: "Y en lo deportivo comparte con el mundo de la escalada gran número de técnicas de progresión y descenso." Las técnicas actuales de espeleología son muy diferentes entre sí.

Página 177, primer párrafo, dice: "Según datos recopilados por Carlos Puch, en 1963 no se conocía ninguna sima de más de 1,000 metros y actualmente [2000] se conocen 14." Este dato es erróneo, pues en 1951 se llegaba a la sima de la Pierre Saint Martín, en Francia, con una profundidad de más de 1,300 metros de profundidad.



 



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