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Montañismo y Exploración
Pistas
1 noviembre 2002


El desierto australiano, una chica y una idea: cruzarlo sola. Es 1977 en un país en el que la discriminación sexual es muy elevada y Robyn Davidson se enfrenta a lo que todo aventurero que inicia: la suspicacia de la gente que la rodea. Dos años después, luego de haber aprendido todo lo que se refiere al trato de dromedarios, Robyn parte solamente con “tres camellos y medio” (uno era un recién nacido) y su perra. La aventura, sin embargo, no es precisamente lo que planeó, sino algo más fuerte: un descubrimiento interior. Convencida de sus propias ideas, va descubriendo a los “aborígenes” australianos, de quienes aprende mucho.







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Robyn Davidson. Pistas. Argos Vergara, Barcelona. 1981. 238 páginas. ISBN: 84-7178-310-X

...tomé una decisión que incluía elementos que, en aquel instante, no logré comprender. La elegí instintivamente, y sólo más tarde accedí a su significado. Nunca me había planteado el viaje como una aventura, en el sentido de que tenía que demostrar algo. Me sorprendió el hecho de que lo más difícil había sido tomar la decisión de actuar; el resto fue mera tenacidad... y los miedos, tigres de papel.

En Australia, la definición de pista es una marca trazada en el paisaje por el paso de un vehículo o, con mucha suerte, trazada originalmente por una excavadora. La calidad de estas pistas va desde un camino ondulado, cubierto de polvo, bien definido y utilizado, hasta algo que apenas puedes discernir trepando a lo alto de una colina y mirando en la dirección general en que se supone que se encuentra dicha pista.


1977. Una mujer, cuatro dromedarios, una perra, el desierto, Australia. Y ocasionalmente, un fotógrafo del National Geographic, que ha entregado dinero a Robyn Davidson para echar a andar su proyecto de cruzar 2,700 kilómetros del desierto australiano acompañada cínicamente de sus dromedarios.

"...eso modificaría de manera irrevocable todo el sentido de lo que me proponía hacer, que consistía en estar sola, ponerme a prueba, insistir, desatascar mi mente de los elementos que le eran ajenos, no para ser protegida, sino despojada de todos los soportes sociales, no para ser estorbada por cualquier interferencia exterior, fuese bien intencionada o no. No obstante, la decisión ya estaba tomada. El sentido común había ganado la batalla. Por cuatro mil dólares había vendido una buena parte de mi libertad y casi toda la integridad del viaje. ¡Qué disparate!" (p. 88)

La idea del viaje surgió de algún lugar, en algún momento, pero "...yo quería hacer el viaje por mi cuenta, sin interferencias ni ayuda del exterior: intentar un acto puro de independencia." (p. 78)

Un viaje tan poco común en un lugar donde los dromedarios apenas habían sido exportados a mediados del siglo XIX, tiene una historia larga:

"Es bueno largarse sin dinero y coger un tren diciéndote que, en realidad, eres una persona bastante valiente y aventurera y que resolverás competentemente las situaciones a medida que se presenten. Sin embargo, cuando realmente llegas a la otra punta y no hay nadie esperándote, ningún sitio al que ir y nada que te sustente, salvo una idea delirante en la que ni siquiera crees de verdad, de pronto parece mucho más atractivo estar en casa." (p. 11)

El primer choque con la realidad la planteó un afgano: "En cuanto vi a Sallay Mahomet, tuve la certeza de que sabía exactamente lo que hacía. Exudaba la confianza patizamba y del manejo de la soga de un hombre que lleva mucho tiempo acostumbrado al trato con animales." (p. 16-17) Sallay le preguntó sencillamente:

"—¿Qué sabe sobre dromedarios?... ¿Y qué sabe del desierto?" (p. 17)

Ahí inició el aprendizaje, que duraría dos años: trabajó hasta hacerse lo más experta posible en el manejo y trato con los animales y aprendió del desierto:

"...en el lecho del río había huellas humanas recientes que ascendían en dirección contraria. Nos detuvimos en seco. Durante un fugaz instante, pensé «¿quién demonios puede estar aquí, en el corazón de la nada, caminando por el lecho de este río en mediodía estival?» La comprensión de que se trataba de nuestras huellas, de que no sólo habíamos llegado al sitio que lógicamente y según los cálculos debía encontrarse a noventa grados a nuestra derecha, sino también que, de algún modo, habíamos caminado en dirección contraria, fue como un golpe en la nuca. Me senté... ¿Qué había ocurrido con los puntos cardinales?... Comprendí que antes había confiado en el rastreo o en que Diggity me llevara de regreso a casa, en lugar de aprender a hacer cálculos mentales." (p. 77)

Viajera en ciernes, tuvo que pasar por las diversas etapas del recién llegado al mundo de los viajeros:

"...volví a experimentar esa desagradable sensación de que algo se deslizaba a mis espaldas y que significaba más cosas de las que yo podía abarcar. ¿Por qué demonios todo el mundo se sentía tan afectado por este viaje, fuese adverso o no? Si me hubiese quedado en casa, estudiando de mala gana, trabajando en casas de juego o bebiendo en el Royal Exchange Pub y hablando de política, les habría resultado bastante aceptable." (p. 87)

Pero hasta el fotógrafo que la acompañaría por partes en una camioneta se borraría:

"...todo se diluyó cuando me volví por última vez mientras el viento de las primeras horas de la mañana brincaba y silbaba a mi alrededor. Me pregunté qué poderoso destino me había empujado hasta llegar a ese instante de locura genial. El último puente incendiado que me devolvía a mi viejo yo se derrumbó. Estaba sola." (p. 100)

El verdadero aprendizaje comenzaba. Un viaje en el que quería aprender sólo de ella, sin ayuda externa, debía tener varios choques y uno de ellos fue inmediato:

"Tuve la mala suerte de que al tercer día, cuando todavía yo era una cachorra, una novata en los vericuetos del monte y cuando aún creía ciegamente que los mapas eran infalibles y sin duda alguna más fiables que el sentido común, encontré un camino que no tenía que estar allí. Al mismo tiempo, el camino que yo quería que estuviera allí no aparecía por ningún lado." (p. 109)

Esto la llevaría a cuestionarse tanto su cordura como su capacidad de seguir adelante. Pronto descubriría que "...ante la duda, obedece a tu olfato, confía en tus instintos y no te bases en los mapas." (p. 110) ¿No confiar en los mapas?

"Una siempre espera que los mapas sean correctos en su totalidad y casi siempre lo son. Pero son esas veces incluidas en el casi las que pueden provocarte un verdadero pánico. Te hacen dudar incluso de tus propios sentidos. Te hacen pensar que, tal vez, la loma de arena en la que jurarías que estabas era un espejismo. Te hacen abrigar la idea de que has sufrido una insolación. Te hacen tragar saliva una o dos veces y reír nerviosamente." (p. 104)

Pronto tuvo su primer encuentro con los aborígenes australianos, de quienes había una concepción generalizada:

"Hasta en la ciudad, donde era poco probable que el ciudadano corriente hubiese visto alguna vez un aborigen —menos aún hablar con él—, ese mismo hombre podía hablar largo y tendido y con extraordinario desdén acerca de cómo eran, de su pereza y su falta de inteligencia. Esto se debía a la prensa... y a que, en la escuela, todos habíamos aprendido que no eran mucho mejores que monos especializados, carentes de cultura, gobierno y derecho a la existencia en un mundo blanco muy superior: nómadas sin destino, atrasados, primitivos y estúpidos." (p. 14)

Pero Robyn desechaba esa idea y quería conocerlos a fondo gracias al viaje.

"Había leído muchas obras sobre los aborígenes, y ése era otro de los motivos por los que quería recorrer el desierto: un modo directo de llegar a conocerlos." (p. 40) Ellos la llamaron "...la kungka rama-rama (mujer loca)..." (p. 113) pero fue aceptada por la comunidad:

"El sonido parecía surgir del suelo. Pertenecía perfectamente al lugar; era un canto de unidad y reconocimiento, y las viejas brujas parecían prolongaciones de la tierra. Sentí grandes deseos de comprender. ¿Por qué esas mujeres sonrientes hacían esto por nosotras? Me fundí en un sentimiento de pertenencia. Me dejaban entrar en su mundo. Me invitaron a bailar... Las horas pasaron." (p. 135)

Su salida no fue tan triunfante como la llegada, pues el fotógrafo de la NGM se había escabullido una noche y había fotografiado una ceremonia secreta a escondidas.

"Sabía que, a pesar de que yo no tenía una cámara fotográfica, no confiaban en mí. Me había enterado de lo que Rick había hecho a través del enfurecido consejero de la comunidad; me sentía cómplice de esa situación y me costaba trabajo mirar de frente a los nativos. Tomar fotos de una ceremonia secreta era mucho peor de lo que sería profanar una iglesia para el más fiel de los cristianos. Los aborígenes de esa zona dividían en dos categorías a los viajeros: turistas y personas. Comprendí que, para ellos, yo me había convertido en una turista." (p. 138)

Más adelante, enfrentó por primera vez al desierto en vivo:

"Entré en un tiempo, un espacio, una dimensión nuevos. Un milenio encajaba en un día y las épocas en cada paso. Los robles del desierto suspiraban y se inclinaban hacia mí, como si interpretaran cogerme. Las colinas de arena aparecían y desaparecían. Las colinas se elevaban y se perdían. Las nubes llegaban y partían, y siempre el camino, siempre el camino, siempre el camino, siempre el camino... aquí el tiempo era distinto, se estiraba paso tras paso, y en cada paso cabía un siglo de pensamiento circular... Y al día siguiente y al otro, el camino, las colinas de arena, el viento frío volvieron a sorber mis sesos y no sucedió nada, salvo la caminata." (p. 141)

"No había previsto la súbita aridez, la falta de alimentos... ¿Qué voy a hacer si no hay agua? Debo acabar con esto, debo acabar. Sólo seguiré caminando. Un solo paso por vez, es lo único que hace falta.

"Y después, a superar la última colina de arena, salí de las dunas. Me agaché, llorando sobre las piedras y palpé su solidez con las manos. Trepé firmemente por la escarpadura rocosa, alejándome de ese terrible mar de arena.

"Me volví para observar la inmensidad en la que había estado. El recuerdo ya se perdía... el tiempo, el doloroso tiempo pasado allí. Ya había olvidado la mayor parte de los días. Se habían disuelto en mi memoria, dejando sólo unas pocas cumbres que podía recordar. Estaba a salvo." (p. 143)

Pero después de las dunas, halló un milagro: uno de los aborígenes viajó con ella por semanas y le hizo aprender muchas cosas de ellos.

"Ningún blanco puede penetrar plenamente en la realidad de los aborígenes; cuanto más aprende, más consciente es de esa enorme brecha de conocimientos y de comprensión." (p. 153) "El hecho de que Eddie me acompañara era mágico en lo tocante al hecho de ser aceptada por los aborígenes. Todo el mundo le conocía y le adoraba. También me adoraron porque él estaba conmigo y porque yo tenía dromedarios." (p. 165)

Si bien las vivencias con Eddie fueron importantes para Robyn, ella deseaba quedarse sola para perseguir su objetivo principal:

"Me encantaba estar con Eddie, pero el tramo siguiente, a partir de Warburton, sería a través del desierto totalmente salvaje y quería hacerlo sola, poner a prueba esa confianza recién encontrada. Seiscientos cuarenta kilómetros de territorio con matas espinosas conocido como Desierto de Gibson, que, por lo que sabía, no contenía una sola gota de agua." (p. 171)

El desierto la hizo crecer. Poco a poco, madurando de paso en paso porque "...ocurren cosas extrañas cuando cubres treinta kilómetros diarios,. Día tras día y mes tras mes. Cosas de las que sólo eres totalmente consciente cuando miras hacia atrás." (p. 175) Lo que encontró fue a sí misma, tal como no quería verse:

"En el desierto y en unas circunstancias distintas, la persona interior en la cual yo había confiado anteriormente para la supervivencia se había convertido en el enemigo. Esta lucha interior casi me había hecho perder el equilibrio. Las facultades intelectuales y críticas hicieron todo lo posible por mantener los límites donde ya estaban trazados. Apelaron a la memoria. Se obsesionaron con el tiempo y las mediciones. Pero tuvieron que ocupar un segundo lugar, porque, lisa y llanamente, ya no eran necesarias. El inconsciente se tornó mucho más activo e importante en la forma de sueños, sensaciones. Experimenté una creciente conciencia del carácter de un determinado lugar... En el desierto, el yo se parece cada vez más al desierto. Tiene que se así para sobrevivir." (p. 179)

"...cuando caminas, duermes, te pones de pie, defecas, te revuelcas, eres cubierta y comes la tierra que te rodea, y cuando nadie te recuerda cuáles son las reglas de la sociedad y no hay nada que te mantenga unida a esa sociedad, es mejor que te prepares para algunos cambios sorprendentes." (p. 180)

Y los cambios se produjeron a una profundidad extraordinaria:

"...vi una cuenca que se extendía hasta el infinito de bruma azul pastel en cuyo interior flotaban y relumbraban colinas retorcidas y medialunas y unas dunas de color fuego que acariciaban sus pies; a lo lejos se divisaban algunas montañas mágicas de color violeta. ¿Alguna vez has oído rugir y llamar a las montañas? Éstas lo hacían...

"Aquella tarde, los dromedarios jugaron en el polvo blanco y levantaron bolas de tierra que el redondo y rojo sol poniente atrapó, reventó y convirtió en oro. Me eché sobre un colchón de treinta centímetros de hojas caídas que dispersó doradas lenguas de luz en mil direcciones. Las llamadas nocturnas y los suspiros de las hojas flotaron hasta mí con la brisa y a mi alrededor se alzaba una catedral de gigantescos y espectrales gomeros negros y plateados cuyas ramas acunaban al delgado trocito de luna de platino. Había encontrado el corazón del mundo." (p. 203)

Pero todo esto, ¿era sólo el placer físico, el lúdico, contemplativo? No, por supuesto, Robyn no se había interrogado nada en específico pero encontró respuesta a muchas preguntas importantes:

"Había comprendido el significado de libertad y seguridad; la necesidad de hacer temblar los cimientos de la costumbre; que, para ser libre, uno necesita vigilar implacable y constantemente las propias debilidades. Esta vigilancia requiere una energía moral que la mayoría de nosotros somos incapaces de forjar. Nos relajamos en los patrones del hábito porque son seguros, nos atan y nos contienen a costa de la libertad. Salirse de los patrones y hacer caso omiso de los atractivos de la seguridad es una lucha imposible, pero una de las pocas cosas que vale la pena. Ser libre significa aprender, ponerte a prueba constantemente, arriesgar. No es seguro." (p. 204)

Conforme avanzaba, la gente sabía de ella cada vez más sin que ella lo supiera. Una noche, un motorista la encontró en su campamento y dio la noticia sobre la "Dama de los Camellos", lo que provocó una desbordamiento de la prensa, o al menos de los periodistas deseosos de seguir recibiendo un sueldo.

"El asunto publicitario era algo que no había previsto. Las avionetas que había visto revolotear todo el día y que despertaron ligeramente mi curiosidad, me buscaban a mí... Había reparado en una especie de frenesí en los periodistas que mencionaron los artículos aparecidos hasta el momento. «Mundial», habían dicho. Yo no podía creerlo. Regresaron de prisa a sus casas y desempeñaron su papel en la gran y horrible farsa llamada «el público tiene derecho a estar informado»." (p. 216)

Con astucias y ayuda de la gente del lugar, fue escabulléndose de los medios de comunicación hasta que llegó el final, frente al mar:

"...recorrí los últimos kilómetros llena de temores. No quería que el viaje terminara... Me gustaba viajar así. Disfrutaba. Incluso lo hacía relativamente bien... En ese momento divisé el sol de la tarde destellando sobre el océano Índico, detrás de la última duna. Los dromedarios lo olían y estaban endiabladamente sobresaltados. Ahí estaba yo, al final del viaje." (p. 231)

Aunque llevaba a sus dromedarios, era una mujer que había atravesado la mitad de Australia a pie y se maravillaba de que la gente la viera al final de una manera muy distinta que cuando comenzó:

"—Sabrá que no tiene ninguna posibilidad. Puesto que allí han muerto incluso hombres, ¿por qué habría de confiar usted en que los habitantes de la estación y nosotros íbamos a rescatarla?" (la policía dirigiéndose a Robyn, p. 66)

Pero su aprendizaje fue otro:

"Cuando ahora recuerdo el viaje, cuando intento deslindar la realidad de la fantasía, recordar cómo me sentí en un determinado momento o durante un incidente concreto, cuando intento revivir esos recuerdos que han estado enterrados y distorsionados tan implacablemente, de la confusión sólo surge un hecho claro: el viaje fue sencillo. No resultó más peligroso que atravesar la calle, ir en coche a la playa o comer cacahuetes. Las dos cosas más importantes que aprendí consisten en que eres tan poderosa y fuerte como te permites serlo y en que la parte más difícil de todo empeño reside en dar el primer paso, en tomar la primera decisión." (p. 234-235)

Si bien el desierto o Australia pueden no ser los objetivos de la mayoría de los lectores y por lo tanto que el libro que no llame la atención, hay en él un cúmulo de experiencias notables que en pocos libros se encuentran. Pistas fue ganador en 1980 del Premio al libro de viajes Thomas Cook.



 



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