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Montañismo y Exploración
El país frágil

Las montañas son un espacio que apenas hace pocos años está siendo acechado de tal manera que los suelos se han erosionado, los bosques están desapareciendo y la cantidad de visitas hace que el daño sea más cuantitativo que cualitativo. Libro con un toque ecologista, lo que más vale la pena de él es el análisis de los daños en diferentes cordilleras del mundo y cuánto y qué daño hacemos las personas que practicamos los diferentes deportes de montaña, algo de lo que se ha hablado mucho pero sin demasiadas bases.







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Rosa Fernández Arroyo. El País frágil. Las montañas deben sobrevivir. Ediciones Desnivel, Madrid, 1996. 214 páginas. ISBN: 84-87746-77-2

 

Cuando intentas examinar alguna cosa aisladamente, te encuentras con que todo se halla atado al resto de las cosas del universo.

John Muir, cit. en p. 58


El montañismo se realiza en las montañas, pero el deporte ha cambiado poco a poco hasta el punto de ser irreconocible para muchos que lo practicaron hace varias décadas:

"Los tiempos cambian. Cualquiera que lleve diez o quince años (y ya no digamos si son tres o cuatro décadas) andando por esas montañas de Dios, puede dar fe de cómo antiguamente las montañas estaban solitarias, los caminos eran pequeños y estrechos y mucho, mucho más largos porque no había tantas carreteras, y por eso el montañismo de otros tiempos tenía muchas más horas de esfuerzo, acción y delicia. Cualquier cumbre, grande o pequeña, invitaba aún más al descanso, a la contemplación; los ojos se alejaban más distancia cruzando paisajes de armonía.

"En estos días —salvo que sea invierno, entre semana, y la cumbre a la que llegas sea alguna más bien olvidada— sientes a veces la sensación un poco rara al compartir la punta de la montaña con desconocidos; hay quien te mira como diciendo "vaya por Dios, también qué casualidad" y casi sientes ganas de marcharte pronto y cederle tu parte de ratito de cumbre.

"Otros, en cambio, aunque no les conozcas, te parecen viejos conocidos y con la mayor comodidad del mundo charlas y les pasas las galletas y ellos a ti la bota o un trozo de naranja. Tal vez bajas con ellos, y surge un vínculo de afecto aunque jamás vuelvas a verlos... Así era antes siempre; se hablaba de la camaradería de los montañeros y ahora compruebo que no era un tópico; ahora uno se encuentra muchos más usuarios autistas por las montañas (por no hablar de las escuelas de escalada, las estaciones de esquí, los refugios hoteleros, etc.)

"Me temo que son los "trasplantados" de otros mundos, que no han engranado bien en éste, que no comprenden su esencia y sus encantos complementarios. Es una de las cosas que más me apena de la masificación. Antes, en las montañas, los desconocidos lo eran mucho menos..." (p. 176-177)

Las montañas han cambiado también y hoy se las encuentra sobrecargadas de basura y con destrozos de gran tamaño. El País frágil centra su objetivo en mostrar los cambios que tienen las montañas. Durante casi dos terceras partes del libro, se analizan diversos enfoques. El turismo: "Es preciso reconocer que el "boom" turístico produce en los Alpes una serie de conflictos culturales, sociales y ecológicos que pocos están dispuestos a reconocer." (p. 52); los enfoque sociales: "Decir que la gente pobre del Himalaya, en su afán de mejorar la calidad de sus vidas, está degradando el entorno natural de estas regiones, es simplificar demasiado. Y aún más en un medio como es el Himalaya, donde debido a la inestabilidad geomorfológica y a la fragilidad de sus ecosistemas, es muy difícil distinguir el impacto de los procesos naturales de destrucción del relieve, del impacto de los desequilibrios ecológicos originados por el hombre... Pero son los intereses comerciales los responsables de la tala de los bosques para satisfacer las demandas madereras internas y externas, para ganar terreno de cara a la expansión urbana e industrial, o crear explotaciones agrícolas comerciales." (p. 67)

Aunque se hace una valoración de la situación de las principales cadenas montañosas del mundo, "No es fácil hacer el diagnóstico general de los problemas de las montañas del mundo, porque son tan diversos como ellas mismas, y dependen no sólo de factores geoecológicos como son la altitud o la latitud sino también de los problemas de las gentes que los habitan, tanto nacionales como internacionales. Sin embargo sí es posible trazar ciertas líneas comunes en la gestación de las situaciones conflictivas." (p. 68-69)

El capítulo más importante de este libro es el que se titula "El montañero en sus montañas", donde se analizan los efectos que producimos como deportistas en la montaña: "Ahora, ha llegado el momento de mirarnos un poco el ombligo para ver qué efectos tienen nuestras propias actividades sobre el entorno y sobre las montañas." (p. 127) El objetivo es único: "Se trata, por el contrario, de tomar conciencia de los problemas para encontrar los modos de minimizar los, y también para saber poner en perspectiva "nuestros" problemas junto a otros que se derivan de altos designios procedentes, por ejemplo, de despachos." (p. 127)

Hay un punto de arranque: "...los problemas que causamos los montañeros no son cualitativamente graves si los comparamos con los que provoca cualquier actuación de un bulldozer, un fuerte vendaval o un invierno de grandes nevadas. Sí pueden llegar a serlo cuantitativamente, en la medida en que cada vez somos más y todos queremos ir a los mismos lugares, y que muchos efectos pequeños se componen para formar uno grande que a veces puede llegar a ser inmanejable." (p. 127)

Así, pues, la masificación es el verdadero problema de los deterioros causados, pero "...no es realista pretender que los espacios naturales queden para siempre a merced de la naturaleza y libres del influjo humano: somos demasiados, y del mismo modo que los habitantes de las ciudades del mundo rico no estamos dispuestos a renunciar al disfrute de las montañas y los espacios abiertos en nuestro tiempo libre, tampoco los habitantes de las áreas rurales Â?que suelen tener menos tiempo libre y necesidades más perentorias, especialmente en el mundo pobreÂ? desean abandonar su medio vital y las actividades que les procuran sustento y dinero." (p. 74-75)

"En su tarea de hallar un equilibrio entre el deseo público de esparcimiento en la naturaleza y la conservación del medio u objeto del deseo, los gestores de los espacios protegidos definen con mayor o menor clarividencia unos objetivos de gestión, y para lograrlos recurren con mayor o menor fortuna a una combinación de varios métodos:

"Disminución del impacto individual de cada usuario.

"Acondicionamiento de ciertas zonas para que puedan concentrar un mayor uso de lo que soportarían sin ayuda de ninguna clase.

"Limitación del número de personas que puedan llegar a ciertos lugares concretos.

"El primero de estos métodos se basa en la educación ambiental...

"El segundo se refiere a una serie de intervenciones que contribuyen a limitar los daños inevitables debidos al tránsito de personas...

"El tercer método comprende, en realidad, toda una gama de estrategias que van desde la disuasión hasta la prohibición estricta de acceso, y que incluyen por ejemplo, la oferta de posibilidades alternativas como las mencionadas "áreas recreativas" cómodas y bien equipadas; el no mantenimiento de carreteras o caminos, la limitación de vehículos, etcétera." (p. 137-138)

Como el libro está dirigido a montañistas, la autora se dedica a emplear el primer método: "En general, es adecuado evitar moverse en grandes grupos (no más que cuatro o seis para zonas de alta montaña), mantener a los perros (¡y a ciertos niños!) bajo control y procurar ser silenciosos." (p. 140), "Ojo con las basuras "biodegradables" como pieles de frutas y otros restos de comida: las cáscaras de los cítricos y de los huevos no se descomponen ni a tiros y no se las come ningún animal, así que hay que bajárselas. En general los restos de frutas y verduras Â?en pequeñas cantidadesÂ? sirven de merienda a algunos animales o acaban por descomponerse, pero pensad en el desagradable efecto a ojos de otras personas." (p. 142-143), "Prescindamos del "klínex" y del papel de cocina, que se descomponen con dificultad. Hay quien quema el papel usado: es una buena idea en glaciares y sobre nieve, donde los procesos de biodegradación son sumamente lentos. Sin embargo, el procedimiento requiere una atención extremada en lugares con vegetación y más vale olvidarlo por completo en temporada de alto riesgo de incendio; es preferible llevarse el papel en la bolsa de basura. Los pañales y los "artículos para chicas" tampoco son biodegradables porque están llenos de plásticos. Así que nada de esconderlos debajo de una piedra, y a la bolsa con ellos." (p. 143)

Estos son sólo algunos comentarios recogidos del texto, pero el verdadero problema se abarca en otros aspectos que casi nadie toca, como el consumismo, que origina que se compre lo que no se necesita y se elimine más pronto de lo común: "con unas cuantas fotos lucidas y unas estratagemas publicitarias bien enfocadas se nos convence con toda facilidad de que nuestra seguridad vital, nuestros logros deportivos y la plenitud de nuestra aventura, están en estricta correlación con nuestra obediencia a la hora de adquirir sus productos, inevitablemente inspirados por la naturaleza, diseñados pensando en nosotros... Pretenden que nos creamos que uno va a ser mejor alpinista por llevar sus crampones, sus mochilas o sus calzoncillos largos..." (p. 172)

Otro punto importante es la creación de basura: "El volumen de nuestra bolsa de residuos se puede minimizar un tanto si nos preocupamos de "reducir en origen", es decir, si no porteamos montaña arriba grandes cantidades de productos envueltos en basura: en definitiva, si no los compramos." (p. 142)

Además de algunos aspectos generales, se analizan los daños que cada actividad de montaña provoca, desde el solo hecho de caminar (que produce la compactación del suelo), los campamentos, la escalada, el alpinismo y el esquí de montaña, el ciclismo de montaña y otras actividades más.

"En un enclave tradicional de escalada, una gran parte del impacto ya está hecho. Los animales más sensibles a la presencia humana hace mucho tiempo que se marcharon a zonas intocadas. Las plantas que molestaban en las rutas pasaron a mejor vida, el suelo a pie de pared ya está compactado y sin hierba y los caminos están despejados y bien definidos. Todo el mundo sube y baja por los mismos sitios, el musgo que estorbaba desapareció y las piedras sueltas ya cayeron por motivos de seguridad." (p. 148)

"Por el contrario, en las zonas intactas, todo el impacto está por hacer. A la hora de plantearse "estrenar" una zona es cuando resulta imprescindible estudiar con lupa los valores que encierra y sopesar escrupulosamente los pasos a seguir." (p. 149)

La crítica más dura es para el ciclismo de montaña: "La propaganda, ciertas publicaciones y los Â?eventoespectáculosÂ? deportivos han hecho mucho por difundir la idea de que el perfecto usuario de la bici todo terreno, si no es un "blandito", puede y debe subir por todas partes (siempre que le aguanten el corazón y las piernas) y sobre todo, bajar por todas partes, dando brincos, saltos y derrapajes en un torbellino de adrenalina y con el furor aventurero de quien ha vendido su alma a los frenos. En los USA, cuna del invento, los probos "hikers" y "backpackers" pararon los pies a estos superciclistas con cierta presteza, pero, a excepción de ciertos países como Suiza, aquí en Europa Â?como siempreÂ? los halcones del deporte espectáculo continúan ordeñando la lucrativa vaca de los campeonatos y competiciones y por tanto estimulando una modalidad de ciclismo bastante salvaje." (p. 157-158)

"...una bici impacta poco, pero muchas bicis impactan mucho, especialmente allí donde hay pendiente (es decir, en la montaña), o ríos, o suelos húmedos, o prados frágiles. Y si "no pasa nada" porque nosotros hagamos algo en concreto, con el mismo derecho pueden hacerlo los demás, que pueden ser decenas o centenares de personas, y entonces las consecuencias serán de gran magnitud." (p. 158)

"Recorrer montañas y países debe ser esencialmente un acto de sensibilidad y cultura, y merece la pena que antes de partir leamos y aprendamos todo lo posible en relación con los lugares que vamos a visitar, e incluso sepamos usar unas pocas palabras de los idiomas locales.

"En todo momento debemos recordar que estamos "de visita" y prestar cierta atención a mantenernos en armonía, o al menos sin excesivas discordancias, con el entorno humano... la integridad del entorno [de montaña] depende en mucha mayor medida de la delicadeza y los conocimientos de los visitantes..." (p. 166)

Libro al parece de carácter ecologista, su contenido es básicamente la ética del montañismo, desde el respeto por el medio, los animales, la vegetación y a otros seres humanos, hasta la clarificación de ciertos temas que están tomando cada vez más fuerza: "...a mucha gente le satisface la idea de coleccionar cursillos, practicar un montañismo "guiado y apoyado" con bajo grado de incertidumbre, o hacer trekking en lugares exóticos sin preocuparse de logísticas, idiomas, huelgas de porteadores u otras perturbaciones, y no acaban de darse cuenta de que la tan cacareada "aventura" prometida no es más que un paseíto colectivo y en serie, cómodo y aséptico hasta el punto de poder prescindir si así se desea de todo contacto con los pobladores locales y otras fuentes de eventuales interferencias." (p. 182-183)

¿Cómo cerrar un tema que realmente no debe ser cerrado por la urgencia de conservar y recuperar una montaña "tal como debe ser"? "El hecho indiscutible de que todos tengamos derecho a disfrutar las montañas como parte de un patrimonio común a los seres humanos no significa que haya que poner las montañas al alcance de todos, especialmente porque eso implicaría —ya está sucediendo— su inevitable degradación y por tanto la destrucción del patrimonio. La clave está en usar las montañas tal y como son, o dejarán de ser montañas y ya nadie podrá usarlas." (p. 183)

"En las montañas —y así ha sido siempre— deben bastarnos las piernas para transportarnos, los pulmones para respirar y nuestra inteligencia para guiarnos a través de las maravillas y las dificultades, para dosificarnos y para resolver los problemas." (p. 186)

En un libro que toca el tema del respeto hacia los demás, sobresalen dos notas hechas (p. 45 y 73) por uno de los revisores del texto y que no aportan nada al propio texto y sí llegan a ser precisamente una falta de respeto al lector. Salvo esto, El País frágil es un libro que debería leerse con mucho detenimiento, pues ofrece un enfoque sobre las montañas que puede ser el que andamos buscando en una interpretación personal sobre la montaña y el montañismo.



 



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