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Montañismo y Exploración
La prisión blanca
1 septiembre 2000

Después de la conquista del Polo Sur, Erns Shackleton planeó un viaje que nadie más había contemplado antes: cruzar la Antártida de lado a lado con trineos. Su barco, hundido por la banquisa de hielo, deja a toda su tripulación como náufragos. Había que sacarlos de ahí a como diera lugar… Y lo hizo sin perder un solo hombre. Así se convirtió en una de las leyendas de la exploración polar.







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Alfred Lansing. La Prisión Blanca. Grijalbo Mondadori (Las mil y una voces). 1999. 348 páginas. ISBN: 84-397-0374-0

 

Hablando de exploración, quizás Shackleton no sea el personaje ideal, pero si se habla de aventura, este hombre vivió una de las más auténticas aventuras de este siglo... Mirando la situación tan difícil que vivió, el enorme fracaso del que Shackleton supo sacar a toda su gente, sólo se puede sentir un gran respeto por ese hombre.

Reinhold Messner

Se dirigían a él llamándolo simplemente «Jefe», tanto los oficiales y los científicos como los marineros. Era un título, más que un sobrenombre. (p. 113) Shackleton buscó en el rostro de sus hombres la respuesta a la pregunta que más le preocupaba: ¿cuánto más podían aguantar? (p. 202)


Después de la conquista del Polo Sur por Amundsen y de la tragedia del grupo de Scott, Inglaterra se había visto desposeída de la conquista de uno de los dos polos. Así, cualquier intento de alcanzar nuevamente el polo no tenía sentido en la época victoriana de la exploración. Ernest Shackleton, el hombre que había obtenido el rango de “Sir” por la expedición que dirigiera al Polo y que llegó “a unos 160 kilómetros de su destino y tuvo que desandar por falta de alimentos”,planteó cruzar a pie la Antártida en lo que se llamó Expedición Transantártica Imperial.

“En algunos círculos se criticó la empresa por considerarla «demasiado audaz»; y quizá lo fuera. Pero de no haberlo sido, a Shackleton no le hubiera gustado; era por encima de todo el clásico explorador: absolutamente autosuficiente, romántico y algo fanfarrón.” (p. 25) El navío en que embarcaron fue construido en Noruega y “le habían puesto pronombre Polaris. Después de la venta, Shackleton lo volvió a bautizar con el de Endurance, en honor al lema de su familia, Fortitudine vincimus (Resistir es vencer).” (p. 29)

La expedición se encontró con serios problemas, pues “El mismo día en que Jorge V entregó la bandera británica a Shackleton para que la llevara a la expedición, Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania.” (p. 32)

Shackleton puso a la orden de Inglaterra el navío y sus tripulantes, pero se les dio permiso de viajar en pos de su objetivo. El Endurance se habría de hacer famoso por un cambio inusitado en el tiempo: “A las siete de la tarde, Greenstreet condujo al Endurance entre dos paredes témpanos hacia una zona de agua abierta. A medio camino, el barco tropezó con uno de los témpanos y entonces otro lo cerró por detrás. Aunque pusieron los motores a toda máquina, tardaron dos horas en conseguir atravesarlo. Lo que parecía una decisión de rutina fue anotado en el cuaderno de bitácora de Worsley: «Nos detendremos un rato hasta que la banquisa se abra cuando cese este viento del NE.» Transcurrieron seis días fríos y nubosos hasta que el 24 de enero cesó la tempestad del noreste. Para entonces, el hielo rodeaba al Endurance por todas partes, hasta donde la vista podía alcanzar.” (p. 46)

Bloqueado por el hielo, pasaron días, semanas y meses hasta que el movimiento de los hielos marítimos comenzaron a presionar el barco: “El barco tiene una resistencia casi inconcebible... parecía como si el témpano fuera a atravesarlo como si fuera una cáscara de nuez. Toda la tripulación estaba preparada, pero para nuestro alivio, justo cuando parecía que el barco no podría soportarlo más, el enorme témpano, que posiblemente pesaría un millón de toneladas o más, se rindió ante nuestra pequeña embarcación rompiéndose transversalmente, a un cuarto de milla, y de ese modo la presión se debilitó. El comportamiento de nuestro barco en el hielo fue magnífico. Indudablemente es el mejor barquito de madera que se haya construido nunca...” (p. 74)

El barco fue destrozado finalmente y los hombres salieron de él con todo lo que podían. “Eran náufragos en una de las regiones más salvajes del mundo, que iban a la deriva hacia no sabían dónde, sin esperanzas de rescate y subsistiendo solamente con lo que la Providencia les enviaba para comer.” (p. 93)

La deriva era sobre un témpano de hielo al cual pusieron por nombre “Campamento Océano” y la comida emergía en forma de focas, pingüinos y, a veces, alguna ave. El Campamento Océano no estaba muy lejos del Endurance, que tardó semanas en hundirse, por lo que los hombres pudieron regresar varias veces a él por comida y cualquier cosa que les sirviera. Empezaba una etapa indeterminada de sobrevivencia en donde la comida jugaba un papel esencial:

“Es una vergüenza; ahora sólo vivimos para comer y sólo pensamos en ello. En toda mi vida he sentido un interés más vivo por la comida como ahora y lo mismo les sucede a todos los demás... Estamos dispuestos a comerlo todo, especialmente esa grasa guisada que ninguno de nosotros habría tragado antes. Es probable que la vida al aire libre, y el tener que depender del alimento en lugar del fuego para calentar el cuerpo, nos haga pensar tanto en la comida...” (p. 94)

Vivían junto a lo que había sido su barco, pero eso no duró para siempre: “—¡Se ha ido a pique, muchachos! —gritó, y subió a la torre del vigía. Momentos después todos salieron de las tiendas y treparon para poder verlo mejor. Lo contemplaron en silencio. Más allá de la banquisa, la popa del Endurance se elevó seis metros en el aire; permaneció así un instante, con la hélice inmóvil y el timón destrozado en alto. Luego, lentamente y en silencio, desapareció bajo el hielo, dejando tan sólo un pequeño vacío negro y abierto en el agua para señalar dónde había estado. En el espacio de seis segundos también eso desapareció mientras el hielo se cerraba encima. Todo sucedió en diez minutos.” (p. 110)

“La pérdida absoluta del Endurance cortó de golpe lo que parecía ser el último vínculo con la civilización. El barco había sido un símbolo, un símbolo físico y tangible que los unía al mundo exterior.” (p. 111)

Pero además, su pérdida traía consigo una nueva etapa dentro de su vida: tendrían que desplazarse hacia tierra porque el verano estaba derritiendo los témpanos en que estaban. “...es muy desagradable estar en el hielo, en lugar de disfrutar los placeres de la vida como la mayoría de la gente. Pero como bien dicen: en este mundo siempre tiene que haber algunos locos.” (p. 126)

Sin embargo, no podían moverse de su lugar porque el hielo era demasiado blando para viajar por él y porque el oleaje del mar hacía que los témpanos chocaran entre sí y se partieran. Finalmente, en un momento afortunado, el hielo se separó para abrir un paso hacia el mar. Ahí podrían viajar hacia tierra, la más cercana a ellos. Tres botes se encontraron de repente en mar abierto:

“...unas condiciones que lo marinos llaman «mar cruzado», cuando el viento sopla en una dirección y la corriente se mueve en la contraria. En tales ocasiones, se levantan unas olas amenazadoras de uno a tres metros de altura, como ocurre cuando los rompientes se retiran de una línea costera y colisionan con las olas que llegan. Un mar cruzado es un lugar peligroso para un pequeño bote.” (p. 184)

El viaje a la Isla Elephant fue duro: “Se les congelaron las ropas que llevaban debido a que estaban sentados sin moverse. Sus ropas no sólo estaban húmedas por las salpicaduras de agua y nieve, sino que también estaban gastadas y saturadas por la grasa que el cuerpo había secretado durante seis meses de trabajo constante. Al cambiar de postura, aunque sólo fuera un poco, la piel entraba en contacto con la fría superficie de la ropa. Procuraban mantenerse inmóviles, pero era imposible. La falta de alimento y las preocupaciones los habían debilitado hasta tal punto que era difícil no moverse: tiritaban y el temblor les impedía dormir. Era mejor remar. Shackleton, en el Caird, tenía serias dudas de que algunos hombres sobrevivieran a la noche.” (p. 201)

“Shackleton buscó en el rostro de sus hombres la respuesta a la pregunta que más le preocupaba: ¿cuánto más podían aguantar?” (p. 202)

Su llegada a la Isla Elephant fue un cambio de direcciones constante porque las corrientes y los vientos los empujaban sin tener mucho control de sus embarcaciones. “Abandonaron la banquisa con tanta rapidez que olvidaron subir a bordo hielo que convertir en agua. No habían bebido nada desde la mañana y los hombres empezaban a implorar agua con desesperación. Tenían la boca seca y los labios medio congelados comenzaban a hincharse y a agrietarse. A algunos, cuando intentaban comer, les era imposible tragar y el hambre se transformaba en mareo.” (p. 208)

En la Isla Elephant inicia una etapa nueva de los sobrevivientes: el grupo se separa. “El 20 de abril fue un día importante sólo por una razón: Shackleton, finalmente, hizo oficial lo que todos esperaban desde hacía mucho tiempo. Reuniría un grupo de cinco hombres y zarparía en el Caird rumbo a Georgia del Sur a buscar ayuda.” (p. 235) “En aquella época el paso de Drake era conocido como la zona más espantosa de todos los océanos del globo, y con toda justicia. Allí se le ha concedido a la naturaleza un campo de pruebas en el que demostrar lo que puede hacer cuando se la deja sola. Los resultados son impresionantes.” (p. 279)

En un viaje de más de 650 millas náuticas, los cinco hombre alcanzaron tierra el 10 de mayo y días después alcanzaban un puesto ballenero, tras cruzar Georgia del Sur, algo que nadie había hecho antes. La Prisión Blanca, publicada en inglés en 1959 (incluso existe una edición de audiolibro) tiene el único defecto de no haber sido escrito por uno de los expedicionarios.

Sin embargo, es un libro que narra todas las peripecias que tuvieron que andar unos cuantos hombres “vestidos más o menos de la misma manera: ropa interior de lana gruesa, pantalones de lana, con un suéter suelto y grueso y un par de pantalones impermeables de gabardina encima. Se cubrían la cabeza con gorros de lana de punto y encima un gorro impermeable, ajustado en la nuca. En los pies llevaban dos pares de calcetines, un par de botas de fieltro hasta el tobillo y unas botas finlandesas de piel de reno, con pelo por todos lados, aunque hacía tiempo que éste había desaparecido, dejándolas completamente peladas y blandas. A bordo no llevaban ningún traje impermeable.” (p. 277)

El hambre era el problema principal. Sus condiciones se vida se habían reducido al mínimo y eso los hacía soñar en banquetes: “Nos gustaría que nos sobrealimentaran, que nos sobrealimentaran mucho, sí, que nos sobrealimentaran sólo con gachas y azúcar, con budín de grosella y de manzana y crema, pastel, leche, huevos, mermelada, miel y pan con mantequilla hasta reventar, y mataremos a quien quiera servirnos carne. En toda nuestra vida no queremos ver ni oír hablar de carne.” (p. 251)

Y que, pese a todo, podían escribir: “Lo cierto es que este tipo de vida tiene su atractivo. He leído que todo lo que un hombre necesita para ser feliz es el estómago lleno y estar caliente, y empiezo a pensar que es verdad. Sin preocupaciones, sin trenes, sin cartas que contestar, sin cuellos que ponerse, ¡aunque me pregunto quién de nosotros no cogería al vuelo la oportunidad de cambiarlo todo mañana!” (p. 112)

Tiene un dato importante que no pasa inadvertido: se hace referencia a las que al parecer fueron las primeras tiendas de tipo “iglú”: “Las otras —las tiendas «de arco» diseñadas por Marston para la expedición— funcionaba con el mismo principio del toldo de los cochecitos de los bebés y podían plantarse o levantarse en cuestión de segundos. Sin embargo, su capacidad para proteger de las tormentas no era la misma que la que tenían las tiendas con poste central.” (p. 105)

La expedición fue tan importante que puede encontrarse en la red en sitios especiales. Quizá el mejor sea: NOVA Online | Shackleton's Antarctic Odyssey | Shackleton's Expedition


Fe de erratas

En la página 24 hay dos incongruencias en la distancia a la que Shackleton llegó del Polo.En el segundo renglón de la página, se mencionan 160 kilómetros, mientras que al principio del tercer párrafo se habla de 165. A lo largo del libro se da el nombre de “pájaros bobos” a los pingüinos.



 



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