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Montañismo y Exploración
Los orígenes del Alpinismo
25 enero 1999

¿Cuándo empezó a practicarse el alpinismo?… Estaremos mucho más cerca del verdadero principio del alpinismo con la conquista del Mont Aiguille, en el Dauphiné, por Antoine De Ville, señor de Domp Julien. Esta ascensión tuvo lugar en 1492, pero no nos acercamos a los comienzos del alpinismo solamente por la fecha ni por el lugar en el que se desarrolla, sino por su misma naturaleza y por la significación que hay que darle.







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¿Cuándo empezó a practicarse el alpinismo?

Ninguna historia de este deporte deja de mencionar, después de la expedición bíblica de Moisés al monte Nebo, la tentativa histórica efectuada por un ligur en una alta muralla de roca, 106 años antes de Cristo.

Salustio nos ha dejado el relato de esta ascensión en la "guerra de Yugurta". El ligur pertenecía al ejército de Marius y este ejército asediaba una plaza fuerte protegida por "una montaña elevada hasta perderse de vista y cortada naturalmente a poco como si la mano del hombre hubiera realizado la obra intencionalmente".

Según el relato, el ligur logró descubrir en aquella pared una vía de escalada. Realizando tal descubrimiento volvió a bajar, reunió una patrulla y la guió hasta la cumbre. La plaza fuerte cayó así.

Puede dudarse de la "verticalidad" de la pared tal como Salustio nos la describe, pero no puede dudarse de la veracidad del hecho mismo. Sin embargo, no desempeña más que un papel anecdótico en la historia del alpinismo. Resultaría divertido pensar que el ligur practicó el alpinismo como muchos lo practican hoy: hizo una hermosa "primera" y luego desempeñó el papel de guía. Pero el ligur efectuó su tentativa impulsado por la necesidad y no por el deseo; nadie nos dice que hallara placer en ello y, en todo caso, su ejemplo no ha sido seguido. El alpinismo no existía en la antigüedad, ni tampoco en la Edad Media. Esto no significa que se ignorara completamente la montaña: podían temerla o amarla, poblarla de dioses o de demonios, pero muy pocas veces escalarla. Se cuenta que entre 1275 y 1285, el rey Pedro de Aragón decidió subir al Canigó (2,785 metros), en los Pirineos, "para descubrir lo que había en la cumbre", pero Irving, en "La conquête de la montagne", juzga que hay que colocar esta hazaña "en los anales del alpinismo a lo Tartarín". El rey iba acompañado de dos caballeros, pero éstos, llenos de terror, le abandonaron antes de llegar a la cumbre.

El rey prosiguió solo y a su regreso contó que había alcanzado la cumbre y encontrado un lago en ella. Daba toda clase de detalles: había tirado piedras al lago, pero entonces apareció un terrible dragón que oscureció el aire al volar uy lo apestó con su aliento.

Irving no tiene inconveniente en concederle su dragón al rey Pedro de Aragón, pero hace constar que el lago más alto que puede encontrarse al subir al Canigó está muy alejado de la cumbre, y que por esta razón ninguna revista alpina seria hubiera aceptado el relato del monarca.

Estaremos mucho más cerca del verdadero principio del alpinismo con la conquista del Mont Aiguille, en el Dauphiné, por Antoine De Ville, señor de Domp Julien. Esta ascensión tuvo lugar en 1492, pero no nos acercamos a los comienzos del alpinismo solamente por la fecha ni por el lugar en el que se desarrolla, sino por su misma naturaleza y por la significación que hay que darle.

Los que conocen el Mont Aiguille saben que es una montaña de aspecto bastante impresionante. Es un gran monolito calcáreo cuya cumbre se eleva a unos 2,100 metros; puede encontrarse la vía en sus caras pulidas por la erosión, pero producen una sobrecogedora impresión de verticalidad. Mucho tiempo después de la ascensión de Antoine De Ville, al Mont Aiguille siguió llamándosele "la montaña inaccesible" y en los antiguos mapas del Dauphiné se le designa todavía con este nombre. En la actualidad, el Mont Aiguille está lejos de ser considerado inaccesible y numerosas caravanas han conocido su sorprendente cumbre: una pradera de un kilómetro de longitud y un centenar de metros de anchura, pues el Mont Aiguille no se parece absolutamente a lo que se llama una "aguja" en términos de alpinista, ya que su forma es la de un enorme fragmento de muralla redondeado en los bordes y erguido sobre un zócalo de pendientes muchos más suave.

Tal como es en la actualidad, con cables en los lugares más peligrosos, se vacila todavía en recomendar la escalada al Monte Aiguille a los turistas miedosos o poco adiestrados. Algunas vías siguen siendo difíciles: por ejemplo, la que M. Dodero y M. y madame Thorant emplearon en el descenso en 1895 en la cara norte, y creo que hay algunos itinerarios que pueden servir perfectamente de adiestramiento para escalar.

Fue a petición del rey Carlos VIII, mientras éste se dirigía hacia Italia, que Antoine De Ville realizó la ascensión de la montaña con diez compañeros. Utilizaron escaleras, cables y clavijas para alcanzar la cumbre, sobre la cual pasaron tres días, e hicieron constar su éxito por un alguacil. Cuentan haber encontrado en esta cumbre completamente aislada un rebaño de gamuzas, con las crías del año, y no parecen preguntarse cómo han podido llegar aquellas gamuzas.

La ascensión del Mont Aiguille tuvo en su época interesante resonancia y merece que nos fijemos en ella por varios conceptos. En efecto, la tentación de la montaña apunta ya: un rey camina con su ejército. No tienen ninguna necesidad de subir a la montaña, pero el Mont Aiguille es considerado inaccesible por todo el mundo. El rey considera esto como un reto y manda a uno de sus hombres para vencer a la montaña. Este hombre la vence empleando ?aunque sea de modo rudimentario? algunos de los procedimientos de la escalada moderna: por ejemplo, las clavijas, que introducen en las rajas de la roca y que les sirven para subir.

Además, esta ascensión es la primera oficialmente confirmada, y la victoria no es silenciosa, sino registrada al son de trompeta. En último lugar también es interesante la fecha de esta ascensión: el 26 de junio de 1492. La Edad Media ha terminado y la concepción que tiene el hombre de sí mismo y de sus relaciones con el mundo, incluso con la Divinidad, empiezan a transformarse de un modo radical. Ante el Mont Aiguille, Antoine De Ville no se maravilla o si lo hace, no se contenta sólo con eso. Aparta los antiguos temores y no deja lugar para las viejas supersticiones. En la cumbre difícilmente alcanzada de la montaña, no toma a las gamuzas por dragones y demuestra, además, que la escalada es físicamente posible, lo mismo que los hombres del Everest demostraron que todavía es posible respirar, dormir y hallar algún reposo a los 8,200 metros de altura, cuando el aire ha perdido cerca de las dos terceras partes de oxígeno que contiene al nivel del mar.

Indudablemente, hay motivos para considerar que el nacimiento del alpinismo data del 26 de julio de 1492, pero se trata de un nacimiento anticipado, un nacimiento sin mañana inmediato, ya que habría que esperar cerca de 350 años para que el Mont Aiguille sea escalado de nuevo (por el pastor Jean Liotard, el 16 de junio de 1834) en una época en que el alpinismo ha empezado a desarrollarse realmente.

Aunque cargada de enseñanzas, la ascensión del Mont Aiguille no es más que la obra de unos precursores muy lejanos.

No nos entretendremos en detallar las ascensiones que han podido seguirla en el curso del Renacimiento o en el siglo XVII, y nos contentaremos con recordar que en una fecha que no puede precisarse exactamente (1511 o 1516), Leonardo De Vinci escaló una cumbre a la que él llama "el Monboso". Como el Monboso no existe, es de suponer que Vinci hizo la ascensión del Mont Bô (2,556 m.), al sur del Mont Rose. Conviene recordar también que en la cumbre se dedicó a observaciones científicas. En efecto, una de las primeras justificaciones que encontrará el alpinismo en sus comienzos, cuando intenta todavía justificarse con algo exterior a sí mismo, es precisamente esa justificación científica. Se subirá a las montañas con un barómetro o un termómetro, pero, sin duda, Pascal era el único que pensaba verdaderamente en la ciencia cuando hacía subir al Puy de Dôme para estudiar la diferencia de la presión barométrica entre la base de la montaña y su cumbre.

En todo caso es un hombre de ciencia el que encontraremos en los orígenes del alpinismo contemporáneo: Benedict de Saussure llegaba al valle de Chamonix en 1760 para proseguir su estudio sobre los glaciares.

Saussure es un verdadero sabio, pero hace el efecto de que la ciencia, para él, no fue el pretexto, sino la justificación del alpinismo. En todo caso, él mismo separa los dos puntos de vista y escribe sencillamente como un alpinista: "Desde mi infancia he sentido una gran pasión por la montaña; todavía recuerdo cómo me sobrecogí la primera vez que mis manos tocaron la primera roca de la Salève y mis ojos disfrutaron de sus espléndidas vistas".

Y desde el año 1760, el objeto preciso de esta pasión será el Mont Blanc. Saussure desea que sea escalado y espera poder escalarlo él mismo. "Esto era para mí una especie de enfermedad: mis ojos no podían divisar el Mont Blanc sin experimentar una especie de choque doloroso." En 1760, Saussure ofrece una recompensa al hombre que logre llevar a cabo la primera ascensión.

No hay que olvidar que en aquel tiempo las montañas del macizo del Monta Blanc eran llamadas todavía por algunos de los habitantes de los valles "las montañas malditas", y a pesar de la recompensa prometida por Saussure, fue preciso esperar todavía bastante tiempo antes de que nadie se decidiera a explorarlas. Las primeras tentativas serias no tuvieron lugar hasta 1775.
A pesar de todo, Saussure no tardó en encontrar a un rival en la persona de Bourrit, el cual efectuó una tentativa hacia la cumbre en un grupo del cual formaba parte el doctor Paccard de Chamonix.

También participaba en algunas de estas tentativas el joven y robusto "buscador de cristales" Jacques Balmat.

Poco a poco se descubría la vía, poco a poco el éxito se aproximaba, y el 8 de agosto de 1786, después de una escalada de cerca de quince horas desde el lugar desde el cual habían vivaqueado, Paccard y Balmat fueron los primeros en alcanzar la cumbre del Mont Blanc.

El 2 de agosto de 1797, Balmat repite la ascensión del Mont Blanc; esta vez le acompaña Saussure, que conoce por fin la alegría de alcanzar una cumbre de la cual puede decirse que ha sido conquistada en gran parte gracias a él.

Y desde 1797 hasta 1865 casi la totalidad de las grandes cumbres de los Alpes son alcanzadas por primera vez.

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El 14 de julio de 1865 fue el día de una gran victoria, pero también el de una de las mayores catástrofes de alta montaña. "El Cervino ?escribe Whymper? fue vencido con una imprevista facilidad, pero como un implacable enemigo, vencido pero no aniquilado, se vengó terriblemente de su derrota".

En efecto, en el descenso se rompió una cuerda a consecuencia de un resbalón de uno de los miembros de la caravana y cuatro hombres murieron: Michel Croz. Hadow, Hudson y Lord Douglas. La conquista del Cervino y el accidente que le siguió el fin de las grandes ascensiones de Whymper en los Alpes.

...Les digo a mis lectores ¿escribió el viejo alpinista?: escalad si queréis, pero recordad que el valor y la fuerza no son nada sin la prudencia que en un momento de descuido puede destruir la felicidad de toda una vida. No hagáis nada precipitadamente, vigilad bien cada uno de vuestros pasos y, al empezar una expedición, pensad cual puede ser su fin.

Después de la conquista del Cervino, una fase nueva se abre para el alpinismo. Ya no quedan cumbres muy altas para escalar, así es que los hombres vuelven a as que han sido ya conquistadas, pero por vías nuevas y cada vez más difíciles. Entonces nade lo que Guido Rey llamó "el alpinismo acrobático". Todas las cumbres son reconquistadas por sus caras o sus aristas más terribles, y el "terreno de juego" de Europa se agota poco a poco para los hombres en busca de placeres, de alegrías o de peligros completamente nuevos.

El espíritu de competición se desarrolla también. Realmente, ese espíritu existía ya y los alpinistas se consideraban entre sí como rivales. Desde la cumbre del Cervino, el propio Whymper tiene un gesto completamente desprovisto de elegancia cuando, después de llegar como vencedor, hace rodar piedras hacia una cordada italiana que aquel mismo día intentaba la escalada por otra vía. "Los italianos, asustados, se retiraron a toda prisa".

Hoy no se le ocurriría a nadie utilizar semejantes procedimientos para obligar a retirarse a una cordada rival, pero la rivalidad alpina ha persistido hasta nuestros días y se ha hecho más encarnizada al disminuir el número de empresas nuevas que podían intentarse. Al mismo tiempo se ha formado un nuevo tipo de escalador, audaz hasta la temeridad y firmemente decidido a pasar por cualquier parte que sea posible hacerlo, alcanzando el extremo límite de las fuerzas humanas.

Los ingleses habían desempeñado un papel importantísimo de la primera conquista de los Alpes. Un inglés, Mummery, desempeña uno muy destacado en lo que ha podido llamarse la "reconquista", y puede ser considerado realmente como el precursor principal de la forma acrobática de la escalada y el fundador de las técnicas de ascensión actualmente empleadas en la roca. Durante el curso de muchas temporadas de escalada en los Alpes, Mummery llevó a cabo las ascensiones más hermosas de su época, como la del Aiguille Verte por la Charpoua y del Cervino por la arista de Zmutt o del Grepón. No vaciló en utilizar las más mínimas presas, inauguró la escalada de las hendiduras haciendo cuña con el pie o la mano, fue el primer gran escalador contemporáneo y supo definir cuál debía ser el estado de ánimo del escalador al escribir: "Las losas desnudas y descarnadas, los grados angulosos y verticales que cortan una arista, el hielo negro que sobresale en los corredores, esto es, en verdad, lo que constituye el alma de la vida."

El "terreno de juego" se agota poco a poco y algunos alpinistas se alejan ya de los Alpes. Una primera expedición al Cáucaso fue realizada en 1868 por los ingleses, que lograron la ascensión del Elbruz y el Kasbjek.

En 1979, Whymper se dirige a la cordillera de los Andes, acompañado por unos guías europeos, los Carrel, y conquistan el Cotopaxi (5,400 m.) y el Chimborazo (6,500 m.)

La era del Himalaya se aproxima. En realidad, ha comenzado ya, y desde el año 1854 dos geógrafos alemanes, los hermanos Schlagintweit, habían hecho en el Garhwal no solamente una expedición científica, sino que habían intentado la ascensión de una cumbre: el Kamet, logrando alcanzar una altura de 6,700 metros antes de retroceder.

Por otra parte, las expediciones en los Andes o en el Cáucaso pueden ser consideradas bastante frecuentemente como pruebas de adiestramiento del hombre en las grandes altitudes antes de abordar los enormes problemas himalayanos.

El Himalaya empieza, antes de que se haya terminado verdaderamente con los Alpes; hay una especia de interferencia normal entre la "reconquista" de los Alpes y los principios de la conquista del Himalaya, y las victorias de las grandes caras norte de los Alpes no habrán concluido todavía cuando algunos hombres hayan alcanzado ya algunos éxitos y muchos fracasos en el Himalaya.

Así es que el mismo año 1938 en que se intenta escalar por primera vez el K2 (8,500 metros), Vorg, Heickmair, Kasparek y Harrer consiguen en los Alpes la primera ascensión de la aterradora pared norte del Eiger y los franceses Fourastier y Madier la primera ascensión de la cara norte del Rateau.

Y en el año 1936, cuando Odell y Tilman alcanzaban la cumbre de la Nanda Devi, a 7,822 metros de altitud, Gervasutti y Lucien Devies lograban la "primera" de la muralla noreste del Ailefroide.

El primer "terreno de juego" de los alpinistas se ha agotado poco a poco, al menos para aquellos que no piensan solamente en jugar, sino que quieren, además, que el juego los conduzca a lugares que nadie haya alcanzado antes que ellos.

La técnica del alpinismo ha hecho también grandes progresos. Para las ascensiones de hielo se ha introducido el uso de los "crampones", que permiten ganar tiempo evitando sobre ciertas pendientes las largas y fastidiosas tallas de peldaños. En la roca se han empleado cada vez más las clavijas de acero, que, incrustadas en las minúsculas fallas de la piedra, permiten trepar por paredes en las cuales no existen presas [escalada artificial], aumentan la seguridad de los escaladores y son favorables a ciertos descensos usando el rappel cuando no hay ningún saliente de roca al cual pueda colocarse una anilla de cuerda.

La conquista y la reconquista de los Alpes conducen al asalto del Himalaya, pero los que pueden conducir este asalto son poco numerosos.




 



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