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Montañismo y Exploración
La aventura vista por los aventureros
25 febrero 1999

Hasta hace pocos años hablar de montañismo implicaba un dejo de temeridad: aquellos que no lo practicaban parecían ver en los montañistas una especie de héroes que iban arriesgando la vida en busca de luciérnagas y que a veces no …







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Hasta hace pocos años hablar de montañismo implicaba un dejo de temeridad: aquellos que no lo practicaban parecían ver en los montañistas una especie de héroes que iban arriesgando la vida en busca de luciérnagas y que a veces no regresaban. Al parecer esta perspectiva no ha cambiado mucho desde entonces y quizá nunca cambie definitivamente. Sin embargo, la montaña, las paredes rocosas, las cavernas, los ríos, los mares y todo aquello que era el mundo exclusivo de los montañistas y de los aventureros, ha sido invadido —literalmente— por una población cada vez más numerosa que en general se ha denominado "turismo de aventura", producto de nuestra época. Esta población acude a la montaña llevada por guías y su inmersión en el mundo de la "aventura" se reduce a unos cuantos días o incluso pocas horas. Sin embargo, están ahí, presentes en todo momento.

¿Qué es realmente la aventura? Es difícil dar cualquier definición de un término usado indistintamente por grupos que persiguen diferentes objetivos pero aunque en esencia represente lo mismo tanto para un montañista que escala una montaña virgen que para alguien que hace su primer ascenso a una montaña nevada de dificultad moderada, es inegable que hay una diferencia sustancial. Ya en el Ideario del número dos de este boletín (octubre 10, 1998) dimos a conocer un comentario de Steve Blount:

Algunos viajeros poseen la idea de una aventura mezclada con descubrimiento y exploración. En búsqueda de la aventura, pasan por lugares que, aunque conocidos, aún suplen la experiencia personal que define la verdadera aventura... El Amazonas, y lugares como éste, son capaces de ser descubiertos por cada viajero a través de su propias percepciones... La aventura no es más que un encuentro con lo no familiar, el reto al cuerpo o la mente, la experiencia profundamente vivida.

Visto desde este punto de vista, los turistas de aventura, tienen lo que quieren. Sin embargo, es imposible pensar en ellos como personas de la talla de Livingstone, Tenzing, Hillary, Messner, Herzog, Terray, Amundsen, Nansen, los navegantes fenicios que llegaron a las cercanías del círculo polar ártico o tantos otros para quienes la aventura no era un pasatiempo de fin de semana, sino el motor principal de sus vidas. Tener como motivación a la propia aventura es algo que la mayoría no puede entender, pues es creencia general que es un "síntoma" pasajero. Pero si bien no se comprende, se respeta. Después de todo, ¿quién no admira a quien ha hecho algo que jamás nos atreveremos a emprender?

"Aventureros" es un calificativo que la gente ha aplicado a quienes van más allá que la generalidad, a los pioneros, a los exploradores de todas las especialidades, a quienes dejan huella de su paso por la tierra de una manera poco común, es decir: arriesgada (según el concepto generalizado). No es que ellos mismos se consideren aventureros, sino que la palabra les queda a la medida una vez que han realizado lo que pretendían. Y el término "arriesgado" es un calificativo dado por las personas que no lo realizan.

Chirs Bonington, en su libro Las Grandes Aventuras Contemporáneas, en el volumen I: "Por mar y aire", escribe:

Existen diferentes niveles de aventura que cabe separar, tal como el atleta distingue entre una carrera de cien metros o un maratón. Las pruebas de cien metros en la aventura son muy intensas pero de corta duración. [...] Un escalador solitario que traza una nueva ruta [...] sin duda vive una gran aventura, ya que su vida se encuentra literalmente en sus manos [...] Se enfrenta al reto de lo desconocido y con los límites extremos del control muscular. Se necesita un nivel intenso de compromiso, pero el periodo en sí es relativamente corto... Los maratones de la aventura se dan en los picos del Himalaya, en los polos y a través de los océanos. La diferencia radica, obviamente, en la proporción, donde el elemento tiempo es tal vez tan importante como el tamaño. El riesgo inmediato y el nivel de capacidad pueden no ser tan concentrados, pero la expedición requiere un dinamismo a la vez físico y meditado, la capacidad de vivir con otros durante un largo periodo de tiempo o, lo que tal vez resulte más difícil, la de estar solo y depender únicamente de los propios medios.

Son tres parámetros para definir la aventura: el tiempo, la intensidad de lo vivido, un nivel alto de compromiso y, aunque no está explícito en el texto, la autosuficiencia es importante. No importa si la aventura es de corta o larga duración, el compromiso ha de ser profundo y el aventurero debe tener los ojos bien abiertos para descubrir un mundo que no conoce y que apenas intuye pero al cual se quiere pertenecer. El artículo sobre un viaje por la boca del Mar de Cortés ha sido ya publicado en una prestigiosa revista de México en su oportunidad. El hecho de que lo reproduzcamos de nuevo es precisamente porque en él se advierten los elementos que la aventura tiene, pero no es un acto de presunción, sino de invitación porque si algo se aprende en el camino de la aventura es que si alguien lo ha hecho antes que nosotros, nosotros también podremos hacerlo.



 



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