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Montañismo y Exploración
Elsa Avila conquista el Everest
10 mayo 1999

Elsa, sana y salva en el campamento base, habla de su hazaña







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Campamento base, a 5,100M, Monte Everest, 9 de mayo.- Los primeros instantes, desde aquella hazaña, han pasado a formar parte de una maravillosa historia. Elsa Ávila de Carsolio arribó sana y salva este sábado (a la una de la mañana de México) al campamento base, y por vez primera, tiene la oportunidad de escribir y transmitir sus impresiones.

Una cascada de justo agradecimiento a todos los que han hecho posible concretar un sueño trucido (sic) hace 10 años, a sólo 98 metros de la cumbre. Lágrimas y cansancio f´ñisico, pero que sorprendentemente no evidencia esa voz que narra la historia de una mujer latinoamericana que se convirtió en la primera eb pisar el techo del mundo.

Podría decirse que había una locutora; voy rítmica y pausada.Énfasis en cada una de sus palabras y, ante todo, perfecta sintaxis de lo que fue esta hazaña.

No obstante, en medio de la alocución, sin apenas tiempo para reaccionar ante el embrujo de la historia de una mujer todo coraje, surge una interrogante necesaria:

—Elsa… Elsa Ávila Carsolio, ¿qué pensó y sintió en la cumbre del Everest?

—Gracias Chomolungma; ahora, déjame bajar.

“cuando llegué al punto más alto del planeta no pude contener las lágrimas. Diez años tuve que esperar para poder ver al mundo desde lo alto.

“Diez años tuve que esperar para albergar en mi corazón ese sentimiento de paz y satisfacción”.

Hace diez años, después de un difícil ascenso, junto con su esposo Carlos Carsolio, estaban ahí… posados en la cumbre sur del Everest. Algo iba mal y se iniciaba una fuerte discusión. A escasos 98 metros de coronar la cima, se había hecho tarde y, en forma paralela, se tomaba una decisión: ¡a bajar!

—Diez años tuve que vivir con un sentimiento de culpabilidad, de incertidumbre; de deseos de regresar y probarme a mí misma que era posible, aprendiendo de los errores. Chomolungma me dio muchas lecciones, de las ciales la más importante: sólo se vive una vez.

Este día, por fin bajó Elsa Ávila de la montaña y si es cierto que el ascenso sólo termina al descender a salvo, es un gran alivio escucharla contenta. Su voz viaja a cientos de kilómetros vía satélite; las imágenes comienzan a “bajarse por el internet” y no deja de sorprender verla tan enteramente fresca; incluso, más fuerte que antes de subir.

El 4 de mayo, rayando las 21 horas en Nepal, México aún estaba ignoto de lo que sucedía con la expedición en que se encontraba nuestra compatriota. Allá las cosas comenzaban a prepararse para atacar la cumbre.

Elsa recordaba cada detalle que Carlos (su esposo), con su vasta experiencia le había transmitido, “y no me creía que en poco partiríamos

“sabía que el camino era largo todavía y ya una vez en la montaña, todo concluye hasta el final y el final es la cumbre”, ésa que hace 10 años se le negó.

Horas después, el sherpa Ang Tshering le pedía descansar. El suieño se encontraba a 20 minutos, así que lógicamente Elsa se negó rotundamente.

“A lo lejos, en el paso Hillary veía ascendiendo a Pete Athans (a quien conocí en el ’89); ésta iba a ser su sexta cumbre aquí… en su equipo estaba Bill Crouse, quien me ayudó a conseguir parte del sofisticado equipo que se requiere en la montaña.

“Atrás venían más sherpas y gentes; entre ellas ‘mi hermanita’ Lauri y su radiante alegría… de repente, esa sonrisa voló hacia el abismo del Tíbet y unos enormes ojos dibujados en el rostro de bill me indicaban que algo terrible sucedía. Chomolungma soplaba intensamente y entre el rugir de sus ráfagas escuchamos un milagroso ’¡help!’

Gracias a Dios, estaba en una repisa 10 metros abajo y con el esfuerzo de amigos la sacamos ilesa… ¡qué entereza de mujer!; salió con una sonrisa agradecuendo a todos los que se encontraban a su alrededor”.

La voz de Elsa Carsolio se escucha nítida cuando agrega que tras el incidente se continuó la marcha. En la cima ya se encontraban Pete, Graham (de su expedición) y dos sherpas. Momentos después, con las lágrimas surcándole el rostro, en el punto más alto del globo, sin compartirlo con nadie, la señora Ávila Carsolio sacó de su bolsa un trozo de corteza de árbol de los valles de Tyangboche en el que escribió uno de los mitivos de su expedición: “In memoriam de Wanda Rutkiewics t Jurek Kukuczka”.

“Eso se lo leía a Pete, mientras él me tomaba las fotos… Tuji chey Chomolungma (te doy las gracias, Chomolungma) y por favor, déjame bajar”.

—A un paso de la cumbre vi una piedrita y me acordé que mi pequeña Karina me pidió antes de ir a mi entrenamiento del Pico de Orizaba: “mami, te encargo una piedrita de cada una de las montañas que vas a escalar”… llené mis bolsillos con algunas.

En la cumbre, desde luego, todo era felicidad y sin embargo “mi experiencia y la ajena me hacía sentir la imperante necesidad de bajar cuanto antes; sabía que la furia de Chomolungma surgiría en algún momento”.

Las condiciones eran muy inestables y bajar rápidamente podría causar alguna caída. “Yo pensaba en mis dos pequeñines que en casa me esperan, pero aunado a esto existían fantasmas del pasado que tenía que vencer:

—Abajo del Balcón (el lugar de mi caída hace 10 años), el mismo sitio que alberga el cuerpo de Scott Fisher (guía que murió en la sonada tragedia del ’96)… finalmente llegué al Collado Sur y pude abrazar a Lauri.

“Atrás, en lo alto se veía un enorme penacho de nieve que el viento arrancaba de las laderas de la montaña; yo sabía que allá había gente. Daba gracias a Dios por estar a salvo y pedía por ellos”.

En adelante, el descenso fue agradable. Elsa lo describe en forma elocuente: “Gocé terriblemente la soledad de la montaña y hasta me di el lujo de ir fotografiando la desafiante belleza del glaciar del Khumbu; esta sería la última vez que lo pasaría… ¡ufff!

“Estoy muy contenta de saber que Viviana está conmigo y poder compartir profundamente mis emociones con ella. En uno o dos días iniciaremos juntas el camino de regreso para poder llegar a mi amado México…

“¡Gracias, México, por existir!”

Excélsior
Mayo 10 de 1999



 



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