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Montañismo y Exploración
CASTERET: FORJADOR DE LA ESPELOLOGÍA MODERNA
10 agosto 1999

Para la gran mayoría pasó desapercibido y aún los espeleólogos tienen poca noticia de él, pero Norbert Casteret fue uno de los grandes exploradores de todos los tiempos. Con su insaciable sed de conocimiento por saber qué había más allá, fundó la espeleología tal y como la conocemos hoy.







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Con un vigoroso impulso, aquel hombre salió de las entrañas de la tierra. En los profundos surcos del rostro, en las vivaces pupilas que brillaban tras las gafas con montura de acero, se podían leer signos de fatiga y una honda satisfacción. Se quitó el casco y mostró la cabellera cana. Porque el hombre que en aquel día del mes de febrero de 1971 emergía de la gruta italiana de Tairano tenía 73 años de edad. Norbert Casteret acababa de terminar felizmente su exploración subterránea número 2008. �En principio para ser espeleólogo hay que ser joven�, afirma Michel Siffre, as de la nueva generación, �pero Casteret es la excepción de la regla: seguirá bajando al subsuelo hasta la hora de su muerte.�
Casteret es el nombre más estrechamente ligado al desarrollo de la espeleología moderna, es decir, a la exploración de las cavernas, cuevas y ríos subterráneos del globo, y al inventario de reliquias prehistóricas, minerales, plantas y animales que contienen. Ha visitado grutas en todo el mundo, desde Inglaterra hasta México, y desde España hasta Ghana, y ha descubierto las más espléndidas �hoyas� del más profundo abismo del Africa: en Friouato, en las montañas del Atlas. Junto con su colega Robert de Joly ha perfeccionado las mejores técnicas de exploración subterránea. En él se conjugan el deportista, el científico y el poeta que lleva dentro de si el auténtico espeleólogo. Los equipos de jóvenes que actualmente impulsan en todo el mundo la espeleología a nuevas alturas �o mejor dicho a nuevas profundidades� se adiestraron a su lado y en su escuela.
La espeleología es la razón de vivir de Casteret. Ha escrito �Es en las grutas donde yo sacio mis ansias de aventura. En ellas he contemplado los mas espléndidos espectáculos que la naturaleza puede ofrecer, y en ellas he desentrañado sus más profundos enigmas�.
Norbert Casteret nació en Saint-Martory, cerca de Saint-Gaudens, en las riberas del río Garona, a la sombra de las boscosas estribaciones de los Pirineos. Cuando tenía sólo 10 años de edad se tiraba al río desde un puente de 10 metros de altura para atrapar truchas con las manos, mientras sus amiguitos se quedaban prudentemente en la orilla, midiendo el tiempo de su inmersión. Al volver de sus arriesgadas diabluras se encerraba en su cuarto a devorar cuanto libro caía en sus manos.
Fue la novela de Julio Verne �Viaje al Centro de la Tierra� la que le despertó el entusiasmo por el mundo subterráneo. Su comarca natal estaba acribillada de cuevas y el joven Norbert pasó rápidamente de la etapa de leer aventuras a realizarlas. A la edad de 15 años ya había descubierto y explorado la gruta de Montsaunes y sin mas avíos que una cuerda había llegado al fondo de la cueva de Planque, de 65 metros de profundidad.
Al estallar la primera guerra mundial se enganchó en el ejército, a la edad de 17 años. Volvió a casa con la Cruz de Guerra. Cuando su padre era abogado le preguntó qué profesión pensaba abrazar; le respondió sin rodeos:
Â?Quiero ser explorador de cavernas.
�Pero nadie se ha ganado jamás la vida en esa forma �replicó su padre.
�Precisamente �replicó Norbert, sin perder la compostura�: yo seré el primero.
Casteret padre se mantuvo firme. Quería que Norbert fuera notario publico. De manera que muy a su pesar Norbert pasó a ocupar su banco en la Facultad de Leyes y aplacó su tedio practicando deportes. A los 21 años fue campeón de los Pirineos en carrera, salto y clavados o zambullidas. El joven contrajo matrimonio con Elizabeth Martin, muchacha inteligente y deportista que fue para Norbert su constante compañera de equipo y su más valiosa ayudante. Los cinco hijos que tuvieron �un varón y cuatro mujeres� heredaron la intrepidez de sus padres.
Después de su matrimonio, Norbert estaba más resuelto que nunca a realizar un sensacional descubrimiento que confirmara su vocación de espeleólogo. Animado de este propósito se equipó con sólo una vela y una caja de fósforos y se introdujo en un estrecho túnel rocoso en Montespan (Alto Garona). La corriente subterránea del túnel se hacía poco a poco más profunda hasta que el agua tocó con la piedra, situación que en la jerga de exploradores de cavernas se llama sifón. Depositando su vela y sus fósforos en un reborde, se zambulló en el agua.
Bucear sin luz era un riesgo mortal, y él lo sabía. Pero la esperanza de un gran descubrimiento lo impulsó a seguir. Volvió a emerger en una cámara. Desanduvo el trayecto y retorno a la boca del túnel. Al día siguiente regresó provisto de un saco de goma, donde guardó sus velas y sus fósforos. Luego se zambullo de nuevo y se deslizó a lo largo de una sucesión de galerías a través de un segundo sifón.
�De pronto�, narra, �descubrí algo extraordinario: había llegado a la ultima cámara. Estaba llena de rastros humanos y armas de piedra. Había dibujos en las paredes y figurillas de osos, grandes felinos, caballos modelados en arcilla y atravesados con flechas. Tenía más de 20,000 años. Eran las más antiguas esculturas conocidas por el hombre�. De la noche a la mañana la caverna se hizo célebre. El joven espeleólogo, hasta la víspera desconocido había hecho una entrada deslumbrante en el reino de los exploradores.
El descubrimiento salvó a Casteret de la perspectiva �tan poco halagüeña para él� de pasarse la vida como notario público. Pero, lo que es más importante, los honorarios que obtuvo por sus primeras conferencias y libros (hasta el momento ha escrito 30, todos ellos traducidos en 17 idiomas) le proporcionaron los medios que le hacían falta para comprar trajes impermeables, aparejos y centenares de metros de cuerda, todo ello indispensable para seguir su labor.
A la edad de 30 años, Casteret se había colocado ya en la primera fila de los exploradores subterráneos. En el curso de esos años hizo detenidas observaciones bajo los Pirineos, al visitar más de 300 grutas, cavernas y redes fluviales; descubrió un río subterráneo en Izaut; encontró un refugio prehistórico en la cueva de Labastide; reveló a los geólogos la existencia de perlas en la cueva del Mont Cagire y encontró pepitas de oro bajo el monte Negro. En compañía de su mujer incluso halló un tipo hasta entonces desconocido de glaciar �fósil� porque se formó a principios de la era cuaternaria. No obstante, los descubrimientos no lograban convencer a muchos hombres de ciencia respecto a las posibilidades de la espeleología.
Entonces, en 1931, obtuvo Casteret uno de sus más notables triunfos sobre la ciencia oficial, esa vez en el campo de la hidrología. Hasta entonces la doctrina aceptada situaba la fuentes del río Garona en el valle español de Aran, en la vertiente septentrional de los Pirineos catalanes. Casteret sospechaba que el Garona realmente se originaba en los montes Malditos, de Aragón, en un lugar llamado Agujero de Toro. La cuestión revistió renovada importancia cuando una compañía hidroeléctrica española empezó a embalsar la corriente de Agujero de Toro con objeto de surtir energía eléctrica a la región. En vano se esforzó Casteret para alertar a la autoridades francesas acerca del peligro que entrañaba la iniciativa.
�Temblé por el valle del Garona� refiere el espeleólogo. Como era imposible entrar en la caverna del Agujero del Toro debido a las arenas movedizas, llevó a los Montes Malditos, a lomo de mula, 60 kilos de fluorescencia en latas. Al anochecer, bajo una lluvia torrencial, volcó la tintura en la cueva. A la mañana siguiente, en el camino de Goueil de Joueou, se encontró con un pastor aterrorizado. �El Garona se ha vuelto verde� exclamó el hombre. �Ha sido embrujado� y Casteret demostró que tenía razón. La testarudez del espeleólogo había salvado el valle.
El mejor ejemplo de la obstinación de Casteret es quizá la exploración completa de la caverna de Henne Morte, que se logró en la decimaprimera expedición. Realizó su primer asalto en 1941. En esos días de guerra Francia se debatía en una grave escasez y no había elementos para explorar. Sin trajes de inmersión ni lámparas eléctricas, sin más comida que papas hervidas, los espeleólogos recurrieron a una energía sobrehumana.
En el octavo intento, en 1943, dos expedicionarios quedaron heridos y llevarlos a la superficie fue un calvario para todos los participantes. Con auxilio del Speleo Club de París, Casteret volvió a la lucha en agosto de 1947. Los hombres llevaron consigo una cabina de acero que funcionaba con una polea y les permitía descender protegidos contra aludes de piedras.
Por fin en 1947 en su quincuagésimo aniversario Casteret y su grupo llegaron a l fondo y rompieron récord de la caverna más profunda explorada y tiempo de permanencia bajo tierra: cinco días con sus noches. En 1940, después de consumada la invasión Alemana en Francia, Casteret volvió a la cueva Esparros y por orden de su país ocultó armas y documentos de la Gestapo.
En 1945 celebró una ceremonia en su amada caverna para celebrar la liberación de Francia en una bóveda a 140 metros de profundidad acompañado de siete personas entre ellos un sacerdote y su hijo mayor. Lo más trascendente es que Norbert ha ganado la apuesta que hizo con su padre hace muchos años encarnando la certera definición del poeta Alfred de Vigny �una gran vida es una idea de juventud realizada en la madurez.�

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