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Montañismo y Exploración
LA CUEVA DEL RÍO LA VENTA: LA CONEXIÓN DE UN SUEÑO
27 mayo 2005

¿Qué cosa quiere decir conectar dos cuevas? Encontrar el pasaje que permita desplazarse físicamente de una a la otra y demostrar que se trata de una sola cosa. Una operación aparentemente banal, si no fuera por una larga serie de factores que intervienen usualmente para convertirla en uno de los momentos más altos y simbólicamente importantes de toda la espeleología.







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Estábamos en el salón final, ocupado por una gran colina detrítica. Después de la enésima verificación mis compañeros se rinden y deciden regresar topografiando. Me dispongo a seguirlos, me encamino pensando que una vez que nos hayamos ido hacia abajo no regresará nadie por años: así funciona normalmente, figurémonos en lugares así de extremos y difíciles. Esta zona de la cueva se dará por explorada, fin del juego.

Y entonces oigo mi voz que avisa a los amigos: �Hago un último intento, les alcanzo dentro de media hora como máximo.� Me lanzo en el gran derrumbe� Casi de inmediato una pequeña tronera entre dos piedras, de ancho de una decena de centímetros, sopla una ráfaga de aire en la cara: me detengo a evaluar. La corriente no es mucha, el trabajo de excavación por hacer es impresionante, diría que no vale la pena. Tal vez, incomprensiblemente decido dejar la mochila en las cercanías y proseguir el recorrido más ligero, como tratando de retardar la decisión final. Continúo. A veces procedo a gatas, otras escalo en sube y baja entre bloques enormes, pero por suerte suficientemente estables. Nada de nada.

Después de unos veinte minutos estoy de nuevo fuera del derrumbe, bañado en sudor y cansado. Si no fuera por la mochila que he dejado, evitaría regresar y me iría con mis compañeros que ya se estarán preocupando. Sueño una cerveza fresca. Ahora del pequeño agujero sale más aire, no mucho pero significativo. Es grande como el puño de una mano, pero es la última oportunidad: siento que no debo, no puedo irme. Comienzo a golpear con el martillo y a hacer palanca sobre las piedras, pero la roca es compacta. Improvisadamente cede una gran astilla, el orificio se amplía y la piel se refresca por una ráfaga de aire más fuerte. Aumento mis esfuerzos y lentamente el pasaje cede, luego de una media hora tengo delante un hueco estrecho bajo el cual se entrevé un trecho vertical, un pocito. Aire fuerte, ahora.

Los manuales y el sentido común enseñan que no se deben forzar pasajes en solitario, tanto más si los compañeros no tienen idea de dónde venir a buscarle a uno. Pero estoy en trance, como me ha sucedido sólo dos o tres veces en 25 años de andar por cuevas. Me siento seguro, lúcido, sólo el corazón palpita demasiado fuerte en la cabeza. Me quito el arnés y casco (el hueco es verdaderamente estrecho), desengancho el balón de acetileno (demasiado incómodo) e ingreso.

Me filtro lentamente entre las rocas y alargo las piernas en el pocito. Recupero el casco con la luz eléctrica �esperamos a que no se queme la lamparita� comienzo a descender y después de algunos metros veo el fondo. �Es un pozo ciego, ¡maldición!�. Pero llegado abajo descubro una fisura vertical, estrecha, por la cual llega el aire. Me deslizo aún, casco en mano, no antes de haber mirado alrededor para recordar la vía de regreso. Un breve corredor, siempre más grande, aire fuerte y fresco sobre la cara, acelero el paso, el corazón en la cabeza� la oscuridad.

Delante de mí, de repente, la oscuridad de un gran pozo. Vacío absoluto, aire, y a lo lejos el sordo ruido de un río subterráneo. Es ella, la cueva del Río La Venta, lo sé. El largo vuelo de una piedra dice que bastará descender 40 metros en vertical para tenerla. Apago la pequeña luz y me siento.

Saboreo la fatiga y la felicidad, aún aquella que provocaré en mis compañeros de siempre. Me aparecen todos sus rostros allá abajo, que miran hacia arriba. �Hey, amigos, estoy aquí arriba! ¡Está hecho!�.

Un sueño, el instante de un paisaje.


Tomado de: Giovanni Badino, Alvise Belotti, Tullio Bernabei, Antonio De Vivo, Davide Domenico e Italo Giulivo (coordinadores). Río La Venta, tesoro de Chiapas, 1999. páginas 100-101


Reseña del libro Río La Venta, tesoro de Chiapas



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