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Montañismo y Exploración
Aconcagua: la estrella y el sendero
16 febrero 2005

El Cerro Aconcagua es el más alto del continente Americano y es un imán para los numerosos alpinistas que quieren llegar a su cima tocando casi los 7 mil metros de altitud. Esta es la narración de un ascenso por su ruta normal efectuado en el 2002.







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con la estela inagotable de aquel
que siempre ha sido camino…

PLAYA ANCHA, PLAYA DEL ENSUEÑO

Miro ahora una foto donde se ve la famosa Playa Ancha. Ninguna fotografía capta con fidelidad las colosales magnitudes de esta enorme extensión plana de arena y rocas sueltas, recorrida en buen parte por innumerables arroyos que se bifurcan caprichosamente, una llanura calcinante, rodeada por montañas de nombres míticos (Cerro Almacenes, Tolosa, México, Cerro de los Dedos..). Alguien había comentado: “Playa Ancha es la parte psicológicamente más difícil del trayecto a Plaza de Mulas. “ Aún no se si fue tan difícil, o tan placentero, o todo lo contrario.

En la enorme extensión que hay que recorrer, en su sorda monotonía, en el paisaje que va cambiando en forma muy gradual, en las ilusiones ópticas que produce el intenso calor que se genera ahí, uno empieza a platicar consigo mismo, y sin saberlo, y sin quererlo, sin apenas darse cuenta, empieza a entrar en un mundo irreal. Los sueños de las noches pasadas, algunos que se recordaban como demasiado recientes, los sueños de los meses previos de ansiosa espera, los de la noche en Mendoza, los de la noche anterior, los de mucho tiempo atrás, los sueños que no había recordado aún, los olvidados en los rincones de la memoria, empezaron a llegar como en flashazos, con una nitidez extraña, removiendo significados ocultos dentro de mi imaginación.

Esos mismos trozos dispersos de sueños parecían ser anticipaciones de la realidad que en ese momento estaba viviendo. Los sentidos continuaron gradualmente entrando en un estado de profunda conciencia interior, mientras automáticamente seguía caminando por la Playa Ancha. El sentido del tiempo se dislocó, haciéndome creer que lo que estaba viviendo ya lo conocía previamente, como ver una película de sí mismo, donde todo ya está escrito y por más que se desee un desenlace distinto, siempre se cumplirá el argumento inexorablemente. Alcanzaba a percibir que en alguno o en varios de mis sueños anteriores ya había recorrido estas extensiones, con el peso de la mochila a mi espalda, con mi respiración inquieta, con mis gastadas botas de trekking golpeando una y otra vez el suelo lleno de piedrecillas, en una repetición hipnótica. Por un tiempo, mientras atravesaba la interminable planicie, las percepciones de pasado, futuro, presente, fueron meras convenciones.

Todo ello parecía mirarlo desde fuera, desde un sitio en mi inconsciente básico sobre el cual yo no tenía ningún control. En ello estaba absorto y al mismo tiempo sorprendido, mi parte racional explorando con curiosidad toda esta experiencia, tratando de captar en la memoria tanto como pudiera de estas sensaciones, esta fusión con mi entorno, esta indagación interior acerca de la consciencia, el yo y mi relación con el universo. Acerca de quien somos y qué nos define.

En eso estaba, cuando en la distancia aparecieron unos borrosos puntos oscuros, ondulantes por el calor del suelo, como una visión irreal, las siluetas de un hato de mulas conducidos por el arriero. Las figuras se fueron agrandando lentamente, pero en menos tiempo del que había previsto, pasaron al trote a mi lado, como una exhalación. El arriero nos saludó al pasar, nosotros le contestamos. Para ese momento, los demás se habían adelantado, solamente Rossy caminaba a veces delante, a veces detrás de mi. Me detuve, el intempestivo encuentro con las mulas me sacó del estado de ensoñación en el cual me encontraba.

Intenté explicar a Rossy algunos de los pensamientos que aún revoloteaban mi mente. Mi propia voz me sonó extraña. Ella, como siempre, me escuchó con atención, intentando entenderme. No podía describir con precisión, no encontraba las palabras para transmitir con fidelidad todo lo que estaba experimentando. En esos momentos me ubiqué de nuevo en la realidad consciente “normal” que experimentamos todo el tiempo.

Pero después de intercambiar algunas frases e ideas, reemprendimos la caminata, y de nuevo empecé otra vez, gradualmente, lentamente, con curiosidad, a sentir la irrealidad del paso del tiempo, de nuevo me atraparon los ensueños, y empecé a contemplar y tocar otras dimensiones interiores, exteriores, con intensidad alucinante, perdido en los remotos espejismos de este desértico valle, rodeado hasta donde alcanzaba mi vista únicamente de cielo, tierra y agua, mientras me iba dando cuenta de que en ese instante, y en el siguiente, durante un buen rato, simplemente estaría en el preciso lugar del mundo donde debía estar, y en ninguna otra parte.

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