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Montañismo y Exploración
Aconcagua: la estrella y el sendero
16 febrero 2005

El Cerro Aconcagua es el más alto del continente Americano y es un imán para los numerosos alpinistas que quieren llegar a su cima tocando casi los 7 mil metros de altitud. Esta es la narración de un ascenso por su ruta normal efectuado en el 2002.







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tu templanza a quien supiera buscarla en lontananza
vibrante de humedad...

PLAZA DE MULAS

Esa misma tarde llegamos a Plaza de Mulas. Antes de eso, comíamos en el sitio llamado Ibáñez, donde empiezan las cuestas morrénicas, ultimo tramo del acercamiento al campo base, cuando una chava argentina que venía de regreso, nos advirtió con cierto tono de angustia en su voz que el tiempo más arriba estaba muy malo, con fuerte nevada. A mi en su momento me pareció graciosa la aprensión con la que nos lo dijo.

Y es que… pensé entonces ¿no veníamos precisamente a eso, a sentir y vivir la montaña, con todo lo que ello implica? No nos haría cambiar de opinión, estábamos a dos horas máximo de Plaza de Mulas, así que no parecía tan malo. Salimos hacia allá cuando el estado del tiempo empezó a descomponerse, se nubló el cielo y empezó a soplar el viento, al principio suavemente, pero cada vez con mas fuerza. Estábamos en las cercanías del refugio en ruinas llamado Colombia, a punto de iniciar el difícil ascenso de la Cuesta Brava, cuando empezó a nevar. Inició con cierta suavidad pero casi de inmediato se convirtió en una nevada muy intensa, sin darnos tregua, que empezó a cubrir todo alrededor, incluyéndonos por supuesto a nosotros, nuestro cabello, ropas y mochilas, y nuestro rostro, que se pusieron blancos de nieve en cuestión de minutos, algo que casi ninguno habíamos visto y vivido antes.

Nuestros pies empezaron a hundirse en 20 centímetros de nieve. Pero como ya estábamos inmersos en la nevada, y tan cerca de Plaza de Mulas, no teníamos mas opción que llegar de una vez hasta el campo base. Caminábamos como autómatas, con la visibilidad reduciéndose a unos cuantos metros. Así transcurrió algún tiempo, quizá una hora o dos.

De repente a lo lejos se percibieron las siluetas de las tiendas, muchas tiendas, grandes y pequeñas, y entonces supe que al fin llegábamos a ese sitio tan añorado, esquivo, imaginado, ansiosamente buscado, entonces supe que habíamos llegado a Plaza de Mulas, nuestro campo Base, apenas un montón de desoladas plataformas rocosas en el costado de una morrena milenaria, un sitio de proporciones mágicas por lo que para mí representaba, donde habría de vivir días y sucesos que habrían de quedar indeleblemente grabados.

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