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Montañismo y Exploración
Una dura travesía por Península Mitre, Tierra del Fuego, Argentina
12 mayo 2010

En donde termina el continente americano, dos exploradores se adentraron para recorrer la península Mitre, en territorio argentino. Su recorrido tuvo que suspenderse debido a las congelaciones en los pies de la autora.







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Descubriendo sensaciones

Desde la Ensenada Patagones vi por primera vez la Isla de los Estados, que aparecía y desaparecía como un espejismo entre las azules nubes que se mezclaban con el mar. Son pocas las veces que esta Reserva Natural se encuentra despejada de las bajas nubes del mar austral. Sería muy afortunada si un día por la mañana pudiera verla pintada de rosas y dorados durante largos minutos por los tibios rayos del sol.

Pasamos días y noches. Una nube de estrellas cubrió nuestro campamento a 800 metros de altura. El silencio en algunos momentos me hizo dudar de mi propia existencia. Sentí la fuerza y el frío del mar sobre mi espalda y no me causó temor sino respeto. Creí que nunca tomaría agua de turba y fue lo único que bebí durante 29 días. Compartí y sentí la libertad de los guanacos, zorros, cóndores y aves marinas en su maravilloso y salvaje hábitat.

En estos días, el fuego cerca de nuestra carpa no sólo entibió la comida, sino también mi alma, haciéndome sentir lo importante y necesaria que es la naturaleza para el ser humano. Minutos después de que Sergio me mostró la silueta del faro Buen Suceso iluminado por los últimos rayos de luz, una ráfaga de viento me tiró al suelo. Sergio se dio vuelta y me vio tirada en esa cumbre pedregosa y no me dijo nada. No quería hacer sentir más importante a ese viento, que durante semanas no había dejado de querer lograr que le sintiéramos miedo. A él también lo había sacudido.

Ocaso de una aventura

Caminamos las últimas tres horas completamente de noche antes de saludar a las dos personas que salieron a recibirnos. Hacía 26 días que no veíamos gente. Los tres días que estuvimos en el destacamento de la Armada Argentina en Bahía Buen Suceso fueron de total amabilidad, respeto y buena comida. Nos comunicamos con nuestras familias: estábamos bien y que seguiríamos camino a Cabo San Pablo.

Sentada frente al ventanal que da a la playa, sostuve el mapa húmedo que nos había acompañado todo el viaje. No podía creer que había llegado hasta ahí. Habíamos atravesado todos los ríos, bosques y acantilados que se encontraban a lo largo de toda esa costa. Sergio señaló lo que nos faltaba era mucho más accesible que la que ya habíamos caminado. Ya no existían  acantilados y cañadones y la costa libre se volvía rápida y segura. En una semana y media terminaríamos nuestra travesía.

Mi pie ya no estaba tan inflamado pero todavía sentía dolor e insensibilidad en algunos lugares. La necrosis se había quedado instalada en los dedos gordos de mis pies sin avanzar pero sin disminuir. Sergio me invitó a caminar por las cercanías del destacamento, acción que no realizamos desde que habíamos llegado. Después de 45 minutos de caminar apenas podía subir los escalones para ingresar al destacamento. Mi pie izquierdo inflamado como antes nunca lo había visto, era el responsable de mi terrible dolor. ¿Por qué ahora? ¿La calefacción o el agua caliente me habían hecho mal? Ahora qué importaba, apenas podía apoyar el pie. La noticia afectó en lo más profundo a Sergio.

Sergio decidió que lo apropiado era no arriesgarnos a seguir. Todavía faltaba una semana y media y no cruzaríamos un lugar habitado. Se comunicó con el buque Alférez Sobral de la Armada Argentina para saber si existía alguna posibilidad de que cuando ellos terminaran su trabajo y estuvieran por regresar a Ushuaia me embarcaran aunque sea a mí. Me pareció bien y aunque me encontraba muy triste (yo no quería renunciar a lo que habíamos empezado juntos) sabía que Sergio tenía razón, no podíamos dejar de prevenir teniendo esta posibilidad. El buque había fondeado la noche anterior frente al destacamento. No era una ni una emergencia ni una urgencia.

Al otro día subía al buque. El diagnóstico del enfermero del barco a minutos de haber subido al mismo confirmaba que habíamos tomado la mejor decisión. La atención en el Alférez Sobral fue desde el principio y hasta el final excelente, nos sentimos como en casa. El comandante Fernando Gabriel Gamero, una persona muy amable, sensata y gentil, nos mostró los registros del terrible clima que había golpeado la costa y mis pies. A las 23 horas una ambulancia de la Armada pedida por el comandante del Alférez Sobral me esperó en el puerto cuando desembarcamos.

Así finalizó uno de los viajes más difíciles pero más maravillosos que he realizado.

La puerta abierta

No dudaría en aceptar otro viaje igual. No dudo de que voy a recorrer la otra costa de la Península Mitre. Creo que debe ser protegida sin demora. Tenemos que ser conscientes de la urgencia que existe en el planeta de salvar los pocos lugares naturales que quedan y sobre la importancia que estos significan para el ser humano. Trece horas de filmación y más de tres mil fotografías completan el diario de este viaje. Apenas una pequeña parte de todo lo que vivimos. Quiero agradecer especialmente a Sergio por invitarme a  realizar esta travesía y por transmitirme tranquilidad, confianza y seguridad en todo momento. Siempre demostró una adaptación al medio natural que sólo logran aquellos que aman y conocen realmente la naturaleza. A todas las personas que compartieron y colaboraron en este viaje, todos ellos incondicionalmente y a nuestras familias que nos apoyaron en todo momento.

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Agradecimientos
A Martín Lawrence, Haydee Mernier, Adolfo Imbert, Gabriel y Alejandro, Farmacia Andina, Carlos Burlando y José Luis Diario que desde el mar se encargaron de avisar a nuestras familias que nos encontrábamos bien en esas latitudes. A la armada argentina por todo su apoyo y compromiso. A la dotación destinada al destacamento Buen Suceso, César Paredes, Luis Antúnez, Jesús Romero,Walter Núñez, y Pablo Villalba que nos trataron como su familia. A toda la tripulación del Alférez Sobral y principalmente al señor comandante Fernando Gabriel Gamero.

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