{"id":14196,"date":"2010-07-21T00:00:00","date_gmt":"2010-07-21T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=14196"},"modified":"2012-03-22T12:33:52","modified_gmt":"2012-03-22T18:33:52","slug":"primer_ascenso_al_pico_polaco_1958","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2010\/primer_ascenso_al_pico_polaco_1958\/","title":{"rendered":"Primer ascenso al Pico Polaco (1958)"},"content":{"rendered":"<p><script language=\"javascript\">function imgGrandeChica_old(nombreImagen, formato, ancho, alto){\tdocument.write('<a href=\"javascript:;\" onClick=\"window.open(\\'..\/images\/upload\/'+nombreImagen+'_g.'+formato+'\\',\\'nombreImagen\\',\\'width='+ancho+', height='+alto+'\\')\"> <img decoding=\"async\" src=\"http:\/\/montanismo.org\/images\/upload\/'+nombreImagen+'_k.'+formato+'\" border=\"0\" \/><\/a>')\t}<\/script><\/p>\n<div align=\"justify\">\n<p><em>Hablar de Antonio Beorchia Nigris es  adentrarse en la historia del monta&ntilde;ismo de gran parte de los Andes. Comenz&oacute; la  labor cuando gran parte de estas monta&ntilde;as eran v&iacute;rgenes o s&oacute;lo pose&iacute;an ascensos  precolombinos. No s&oacute;lo los ascendi&oacute; sino que tambi&eacute;n estudi&oacute; su historia, arqueolog&iacute;a  y leyendas publicando gran parte de estas vivencias en formato papel. Con esta  narraci&oacute;n de su ascenso al Pico Polaco, comenzamos a rescatar esa historia s&oacute;lo  conocida por aquellos que llegaron a leerla.<\/em><\/p>\n<p><em>El Pico Polaco (6,001 metros) es una  monta&ntilde;a exquisita de atrevidas formas. Antonio, junto al recientemente  desaparecido Edgardo Yacante, lograron la primera ascensi&oacute;n con el equipo de  ten&iacute;an entonces y con poqu&iacute;simos elementos. La fuerte pareja cumpli&oacute; con esta  aventura, un sue&ntilde;o hecho realidad a pesar de las adversidades.<\/em><\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-09', 'jpg',820,589)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Pico Polaco (6,001 metros).Fotograf&iacute;as: archivo Antonio Beorchia Nigris.<br \/>\n  Click en las im&aacute;genes para agrandar.<\/em><\/p>\n<p>Por Antonio Beorchia Nigris<\/p>\n<p>Hasta el valle Colorado (enero de 1958). Fue una expedici&oacute;n de s&oacute;lo 12 jornadas.<\/p>\n<p>No crean por esto que tuvimos los d&iacute;as  contados, porque el tiempo fue lo &uacute;nico que nos sobraba. Lo escaso era el  dinero y los v&iacute;veres; los equipos eran lo que eran: una sola carpita, una  pesad&iacute;sima cuerda de c&aacute;&ntilde;amo, antiguos grampones militares de seis puntas,  piquetas con el cabo largo de ca&ntilde;a colihue, bolsa-cama casera, un calentador  &ldquo;Primus&rdquo; a nafta, zapatones militares&hellip;<\/p>\n<p>Las prendas &ldquo;douvet&rdquo; (plum&oacute;n de ganso)  a&uacute;n no se conoc&iacute;an, al menos entre nosotros, y en cuanto a los clavos de hielo,  los mosquetones de aluminio, las sogas de perl&oacute;n, las mochilas anat&oacute;micas o las  livian&iacute;simas e impermeables carpas de &ldquo;Goretex&rdquo;, como tantos otros equipos que  hoy tiene el mercado, entonces ni siquiera los so&ntilde;&aacute;bamos.<\/p>\n<p>Eso s&iacute;, &eacute;ramos j&oacute;venes, y la juventud  todo lo suple con imaginaci&oacute;n, con entusiasmo.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-11', 'jpg',555,560)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Sergio Fern&aacute;ndez en 1958<\/em><\/p>\n<p>Recuerdo que viajamos hasta Barreal en  el jeep de un se&ntilde;or Molina (quien nos acompa&ntilde;&oacute; hasta el campamento base), de  quien no he vuelto a tener noticias hasta el d&iacute;a de hoy. Luego, con tres  jornadas a lomo de mula, llegamos al valle Colorado, guiados por el baquiano  don Lorenzo Gallardo, de Sorocayense, que a su vez contaba con el auxilio de  dos ayudantes, cuyos nombres olvid&eacute;.<\/p>\n<p>Este Gallardo, vi&eacute;ndome biso&ntilde;o y por  a&ntilde;adidura con acento &ldquo;gringo&rdquo;, de entrada nom&aacute;s me tom&oacute; ojeriza e hizo lo que  estuvo a su alcance para fastidiarme. &iexcl;Ni un mate me convid&oacute; durante el viaje!,  detalle que lleg&oacute; a irritarme sobremanera. En esos a&ntilde;os era yo muy impulsivo; a  punto estuve&nbsp; &mdash;cuando en una rueda me  salte&oacute; ostensiblemente&mdash; de tomarlo por las solapas y sacudirle el polvo, pero  Sergio Fern&aacute;ndez me llev&oacute; aparte y me calm&oacute; con buenas razones. Cuento esta  an&eacute;cdota, si se quiere intrascendente, porque de los muchos baquianos que  conoc&iacute; y estim&eacute;, s&oacute;lo de &eacute;ste no conservo un buen recuerdo.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-04', 'jpg',1220,518)<\/script> <\/p>\n<blockquote>\n<p align=\"center\"><em>De izquierda a derecha: Alvarez Condarco, Ramada Sur, La Ramada, La Mesa, Pico Polaco y Mercedario.<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n<p>Como dec&iacute;a, el campamento base (l&eacute;ase:  la &uacute;nica carpa), lo instalamos sobre la margen izquierda del anch&iacute;simo valle  Colorado, junto al sitio donde acamparon los polacos en el a&ntilde;o 1934. Fueron  esos polacos los que intentaron por primera vez escalar el misterioso pico &ldquo;N&rdquo;,  que a&ntilde;os despu&eacute;s don Ricardo Faltis rebautiz&oacute; con el nombre de &ldquo;Pico Polaco&rdquo;,  en honor a sus descubridores pues antes de 1934 no se conoc&iacute;a la existencia de  esta monta&ntilde;a.<\/p>\n<p><strong>Cuesta  arriba<\/strong><\/p>\n<p>El 17 de enero atravesamos el amplio  valle Colorado, a la saz&oacute;n cruzado por varios brazos del r&iacute;o hom&oacute;nimo, hasta  alcanzar las alt&iacute;simas morrenas frontales de los glaciares de la vertiente sur  del Mercedario.<\/p>\n<p>Superadas las primeras morrenas, nos  adentramos entre un ca&oacute;tico laberinto de canales, filos, lagunitas y arroyos  que corr&iacute;an un tramo y desaparec&iacute;an al rato tragados por las grietas; la capa  de agudas piedras que cubr&iacute;a al glaciar iba adelgaz&aacute;ndose a medida que  sub&iacute;amos, hasta que a los 4,300 metros aparecieron grandes porciones de hielo  verde surcado por profundas rajaduras, donde el tr&aacute;nsito de las mulas se hizo  imposible.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-03', 'jpg',399,620)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Antonio Beorchia Nigris, en 1958.<\/em><\/p>\n<p>Tuvimos pues que apearnos y seguir a  pie. &iquest;Cu&aacute;nto pasar&iacute;an las mochilas? &iexcl;Qui&eacute;n podr&aacute; decirlo! Nos baste saber que,  adem&aacute;s del equipo y de los v&iacute;veres, cada uno de nosotros cargaba un buen atado  de &ldquo;cuerno&rdquo; (le&ntilde;a de las alturas), para ahorrar el &uacute;ltimo litro de nafta que  nos quedaba. Yo nunca hab&iacute;a estado tan alto y, con solo diez minutos de  experiencia, ya deseaba abandonar.<\/p>\n<p>El mochil&oacute;n me aplastaba como una  piedra de molino y el terreno mismo, cubierto de lajas cortantes, dificultaba  el avance; perd&iacute; terreno r&aacute;pidamente, y m&aacute;s me atras&eacute; cuando mis tres  compa&ntilde;eros (Sergio Fern&aacute;ndez, Oscar K&uuml;mmel y Edgardo Yacante), llegados a suelo  firme, pudieron avanzar con m&aacute;s soltura.<\/p>\n<p>&ldquo;Yo no sigo&rdquo; me dije, y me dej&eacute; caer  como una bolsa vac&iacute;a, mordiendo casi el aire, que nunca era suficiente. Qued&eacute;  quieto un buen cuarto de hora, mientras el silbar de los o&iacute;dos se aplacaba y el  coraz&oacute;n retomaba su ritmo normal. All&aacute; abajo, el baquiano con los mulares s&oacute;lo  eran puntitos negros perdidos en la vastedad del valle. Alrededor, los mayores  glaciares de nuestra provincia relumbraban al sol.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-06', 'jpg',1220,541)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Pico Polaco y Mercedario vistos desde el Valle Colorado.<\/em><\/p>\n<p>Me levant&eacute;, tir&eacute; con bronca el atado de  le&ntilde;a y apretando con fuerza los dientes, reinici&eacute; el ascenso; fue entonces  cuando se produjo el milagro: los pulmones y el coraz&oacute;n empezaron a trabajar  arm&oacute;nicamente, poco a poco gan&eacute; altura, y por &uacute;ltimo alcanc&eacute; a los dem&aacute;s. A los  4,500 metros, acampamos.<\/p>\n<p>Al reparo de las piedras, encendimos un  raqu&iacute;tico fuego, cuyo humo gris se arrastraba sobre el suelo como una gran  serpiente, para deshilacharse m&aacute;s all&aacute; presa del viento. Luego, el sol se  escondi&oacute; detr&aacute;s de las cimas del pico Polaco, y si bien no era tarde, la  temperatura baj&oacute; instant&aacute;neamente hasta algunos grados bajo cero.<\/p>\n<p>Por m&aacute;s que sopl&aacute;ramos sobre la llama,  no consegu&iacute;amos derretir la nieve puesta en un recipiente met&aacute;lico. Cansado,  Fern&aacute;ndez se alej&oacute; un tanto para observar la ruta que seguir&iacute;amos el d&iacute;a  despu&eacute;s, y nosotros entramos a la carpa, para intentar obtener agua con el  &ldquo;Primus&rdquo;. Ah&iacute; pasamos una noche de perros, sentados la mayor parte del tiempo,  bufando a ratos, apretados como sardinas, dos con la cabeza hacia la entrada y  dos hacia el fondo.<\/p>\n<p>Al otro d&iacute;a poco fue lo que ganamos en  altura y, para variar, la noche del s&aacute;bado result&oacute; a&uacute;n peor que la precedente.  Cefaleas, v&oacute;mitos, sensaci&oacute;n de asfixia; nadie cerr&oacute; un ojo. Por el mismo  motivo, nos levantamos mucho antes del alba, con el prop&oacute;sito de intentar la  cumbre ese mismo d&iacute;a. Pero Fern&aacute;ndez y K&uuml;mmel estaban demasiado d&eacute;biles para  seguir. Entonces con Yacante preparamos una mochilita de ataque donde ubicamos  los grampones, algo de agua, unos caramelos, y no recuerdo que complejo  vitam&iacute;nico.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-07', 'jpg',620,696)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Oscar K&uuml;mmel.<\/em><\/p>\n<p>Nada de soga, era demasiado pesada. En  media hora coronamos la cresta rocosa que nos separaba del Polaco. All&iacute; nos  sentamos a deliberar: los &uacute;ltimos mil metros de nuestro nevado formaban un  formidable cono rocoso, surcado por canalones y corredores cubiertos abajo de  hielo y arriba de nieve. Muy alto, un peque&ntilde;o glaciar p&eacute;nsil remataba en un  casquete blanco que envolv&iacute;a la cumbre.<\/p>\n<p>Ajustamos los grampones&mdash;esos  pesad&iacute;simos grampones de seis puntas que usaba el RIM22&mdash; a los zapatos y nos  adentramos entre un mar de penitentes altos como un hombre, duros como la roca,  cortantes como cuchillas. Ese infierno de puntas blancas, donde no se pod&iacute;a  avanzar si no era &ldquo;decapit&aacute;ndolas&rdquo; con las piquetas para luego caminar sobre  sus crestas, nos hizo perder tres horas preciosas; reci&eacute;n a las 11 alcanzamos  la base de un corredor cubierto de hielo, que sub&iacute;a derecho, entre paredes de  roca, hasta los 5,500 metros.<\/p>\n<p>El primer tramo result&oacute; un hueso duro  de roer, pues el hielo derretido y vuelto a congelar cien veces, hab&iacute;a formado  una especie de escalera, cuyos escalones inclinados hacia abajo, presentaban  los bordes romos y la superficie lisa como un espejo. Es decir: se trataba de  una serie superpuesta de capas de hielo, con una inclinaci&oacute;n mayor de 50  grados, que no ofrec&iacute;a el menor agarre. All&iacute; notamos enseguida la falta de soga  y de alg&uacute;n buen clavo, pero ya era tarde para arrepentimientos.<\/p>\n<\/div>\n<p><!--nextpage--><script language=\"javascript\">function imgGrandeChica_old(nombreImagen, formato, ancho, alto){\tdocument.write('<a href=\"javascript:;\" onClick=\"window.open(\\'..\/images\/upload\/'+nombreImagen+'_g.'+formato+'\\',\\'nombreImagen\\',\\'width='+ancho+', height='+alto+'\\')\"> <img decoding=\"async\" src=\"http:\/\/montanismo.org\/images\/upload\/'+nombreImagen+'_k.'+formato+'\" border=\"0\" \/><\/a>')\t}<\/script><\/p>\n<div align=\"justify\">\n<p>A golpes de piqueta, tallamos durante  dos horas las muescas y los agarres para subir la que llamamos &ldquo;Escalera&rdquo;,  superando un desnivel de apenas 100 metros. M&aacute;s arriba, el corredor estaba  cubierto de diminutos penitentes, sobre cuya superficie los grampones mord&iacute;an  con firmeza. Continuamos a buen ritmo, esquivando las piedras que las rocas  laterales iban descargando a causa del deshielo.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-01', 'jpg',820,638)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>ABN antes de arribar al casquete cumbrero del Pico Polaco.<\/em><\/p>\n<p>A los 5,500 metros el corredor termin&oacute;  en embudo, que a su vez remataba al pie de una pared vertical. Buscando hacia  la derecha, descubrimos una serie de pe&ntilde;ones, rodeados de acarreos, que nos  permitieron continuar el ascenso. Nos sentamos sin embargo unos minutos para  comer un caramelo y tomar un trago de agua. Poco despu&eacute;s, reconfortados con tan  abundante almuerzo, nos adentramos entre los roquedales hasta alcanzar una  nueva canaleta cubierta de nieve, cuyo recorrido nos dej&oacute; 200 metros m&aacute;s  arriba.<\/p>\n<p>La segunda canaleta terminaba  abruptamente sobre un balc&oacute;n, a cuyos pies se descolgaba un gran salto  vertical. Imposible nos pareci&oacute; poder bajar sin soga, e imposible trepar por la  cresta rocosa sin clavos. Nos sentamos sin saber qu&eacute; hacer. Ya eran las 15  horas; el cielo se hab&iacute;a nublado, camuflando con sus nieblas la formidable  pared Sur del Mercedario. Debajo nuestro, un punto naranja se&ntilde;alaba el &uacute;ltimo  campamento. Alrededor tronaban los glaciares desprendiendo continuas  avalanchas.<\/p>\n<p>&mdash;Y bien &mdash;inquir&iacute;&mdash; &iquest;Qu&eacute; hacemos?&mdash;Regresemos &mdash;contest&oacute; Yacante.&mdash;Quiz&aacute;s convenga bajar algo e intentar  un pasaje entre aquellas rocas &mdash;repliqu&eacute;.<\/p>\n<p>Sopesada la idea, descendimos un  centenar de metros, nos metimos en los roquedales, y zigzagueando entre un caos  de peque&ntilde;as canaletas y acarreos diminutos, topamos por &uacute;ltimo con un callej&oacute;n  sin salida: varados sobre una cornisa, con paredes inseguras a un costado que  aflojaban piedras a la menor presi&oacute;n, y un salto de muchos metros bajo nuestros  pies.<\/p>\n<p>Ya nos hab&iacute;amos rendido, cuando  observamos una incisi&oacute;n en la roca, era de unos 30 cm. de profundidad por 50 de  altura y cruzaba transversalmente hacia abajo, para terminar a los pies de una  chimenea vertical, cuyo remate no pod&iacute;amos distinguir. Anim&aacute;ndonos mutuamente,  tiramos suertes para saber quien pasar&iacute;a primero a trav&eacute;s de la incisi&oacute;n.  Yacante fue el &ldquo;favorecido&rdquo; por la suerte. Arrastr&aacute;ndose sobre el vientre,  avanz&oacute; con mucho cuidado, mientras tiraba al vac&iacute;o las piedras que imped&iacute;an su  paso. Yo lo segu&iacute;a maldiciendo por lo bajo el haber dejado la soga en el  campamento.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-05', 'jpg',820,624)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Glaciar Italia.<\/em><\/p>\n<p>Pero Yacante pas&oacute;, &iexcl;ahora me tocaba a  m&iacute;!<\/p>\n<p>&iquest;Nunca hab&eacute;is sentido miedo? &iquest;Nunca  hab&eacute;is luchado con vosotros mismos, empujados hacia adelante por el deber, y  retenidos de los fundillos por una atroz angustia? As&iacute; me decid&iacute; y pas&eacute;.<\/p>\n<p>La chimenea, de la cual no hab&iacute;amos  podido ver el remate, sub&iacute;a verticalmente unos diez metros, y conclu&iacute;a en una  plataforma bastante espaciosa. Esta vez no tiramos suertes: era justo que yo  hiciera punta. La roca era mala y los agarres, ced&iacute;an. Trep&eacute; haciendo  contraposici&oacute;n con pies y manos, mientras un diluvio de piedras se desplomaba  sobre Yacante.<\/p>\n<p>&ldquo;&iexcl;Me est&aacute;s matando!&rdquo; grit&oacute; aquel desde  abajo, mientras se deslizaba a toda prisa en la grieta, para no quedar  sepultado de veras. Sin embargo no pudo evitar que algunas lajas le produjeran  profundas escoriaciones en la cabeza y en las manos. Por mi lado, no pod&iacute;a ya  hacer otra cosa que seguir hacia arriba.<\/p>\n<p>Resollando, procuraba superar esos diez  malditos metros reteniendo el alma con los dientes. &iquest;Qu&eacute; son diez metros? Poca  cosa en buenas condiciones f&iacute;sicas y en un ambiente normal; sin embargo en  aquella oportunidad me significaron el mayor esfuerzo jam&aacute;s realizado. Hubo un instante  que pens&eacute; dejarme caer, para que todo terminara de una vez.<\/p>\n<p>Los pulmones parec&iacute;an explotar; la  vista se nublaba; los brazos y las piernas temblaban convulsivamente por el  esfuerzo. Pero llegu&eacute;. Con un empuj&oacute;n final, ca&iacute; de bruces sobre la plataforma  superior y all&iacute; qued&eacute; estirado, como muerto. S&oacute;lo despu&eacute;s de varios minutos  atin&eacute; a mirar alrededor: ah&iacute; estaba la cumbre, casi a la mano, sin obst&aacute;culos  visibles que nos la prohibieran.<\/p>\n<p><strong>&iexcl;Cumbre!<\/strong><\/p>\n<p>Cuando Yacante me alcanz&oacute;, bajamos algunos  metros hasta entrar en el glaciar, que es p&eacute;nsil entre ambas cumbres, pero  suave e inclinado hacia el Este. Eran las 17. Una nevisca finita ca&iacute;a todo  alrededor. Los grampones mord&iacute;an la nieve dura con sonido de bisagras oxidadas.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-08', 'jpg',674,679)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Ruta seguida en 1958.<\/em><\/p>\n<p>Cinco, diez pasos, y un descanso.  Observamos a nuestros pies un abismo de mil metros; la misma curvatura del  glaciar &mdash;que menguaba con el aproximarse de la cima&mdash; produc&iacute;a la ilusi&oacute;n &oacute;ptica  de trepar sobre una enorme esfera blanca suspendida en el vac&iacute;o. Despu&eacute;s dimos  con un rellano atravesado por una profunda grieta; m&aacute;s arriba cruzamos sobre un  delgad&iacute;simo puente de hielo; luego subimos por la c&uacute;pula blanca y nada m&aacute;s.<\/p>\n<p>&iexcl;Lo hab&iacute;amos conseguido!<\/p>\n<p>Pero est&aacute;bamos demasiado agotados para  sentir alguna emoci&oacute;n. Leves copos de nieve nos envolv&iacute;an. No hac&iacute;a fr&iacute;o, no  soplaba una brisa. Algo m&aacute;s abajo descubrimos algunos roquedales despejados de  nieve, donde dejamos nuestros comprobantes de ascensi&oacute;n. En la primera p&aacute;gina  de un libro de cumbre, escribimos:<\/p>\n<p><em>Primer  ascenso al Pico Polaco, de 6,000 metros. Participamos: Sergio Fern&aacute;ndez, Oscar  K&uuml;mmel, Edgardo Yacante y Antonio Beorchia Nigris. Expedici&oacute;n organizada por el  Club Andino Mercedario de San Juan. Domingo 19 de enero de 1958. <\/em>(Estos comprobantes fueron luego retirados en 1970 por una expedici&oacute;n  austriaca).<\/p>\n<p><strong>El  regreso<\/strong><\/p>\n<p>El regreso result&oacute; peor que la subida.  Otra vez lidiamos con la chimenea, despu&eacute;s con los roquedales, m&aacute;s abajo con  las canaletas, los acarreos, hasta que desembocamos como n&aacute;ufragos sobre el  &uacute;ltimo corredor.<\/p>\n<p>Anochec&iacute;a.<\/p>\n<p>Las puntas de los grampones se hab&iacute;an  torcido y no mord&iacute;an bien. Ten&iacute;amos los zapatos y las medias empapadas. Sobre  la &ldquo;escalera&rdquo; final,&nbsp; sufrimos el &uacute;ltimo gran temor, la &uacute;ltima verdadera  dificultad, que sin embargo conseguimos superar inc&oacute;lumes. Ya era noche cerrada  cuando nos metimos al fin entre los enormes penitentes del glaciar.<\/p>\n<p>All&iacute; fue el caernos de cabeza entre los  profundos surcos helados; all&iacute; el golpearnos la cara contra la dur&iacute;sima nieve;  el putear de rabia y el cansancio; el escupir sangre por los labios partidos.  Cruzado el glaciar, trepamos a cuatro manos sobre un desecho de lajones que se  desprend&iacute;an bajo nuestro peso y nos transportaban hacia abajo con chispas y  entrechocar de lajas.<\/p>\n<p align=\"center\"> <script language=\"javascript\">\timgGrandeChica('3085-picopolaco-02', 'jpg',615,620)<\/script> <\/p>\n<p align=\"center\"><em>Antonio B.N. regresando del Pico Polaco en 1958.<\/em><\/p>\n<p>As&iacute;, dos, tres veces, hasta que la  Providencia permiti&oacute; que alcanz&aacute;ramos un peque&ntilde;o balc&oacute;n abierto sobre el vac&iacute;o,  no m&aacute;s ancho de un metro, encerrado entre dos l&aacute;minas de roca. Imposible  avanzar sin luz, o retroceder. Desatamos pues los torcidos grampones, nos  quitamos los zapatos y las medias de lana embebidas de agua, envolvimos los  pies con nuestras bufandas, nos acurrucamos uno al lado del otro y, tiritando,  esperamos a que amaneciera.<\/p>\n<p>No hab&iacute;a espacio ni para estirar las  piernas. Otra vez nos envolvieron las nieblas y pronto la nieve empez&oacute; a  repicar sobre las capuchas de los &ldquo;anoraks&rdquo;. De vez en cuando, el tronar de los  hielos en movimiento nos sacaba providencialmente del sopor que se adue&ntilde;aba de  nosotros. No hab&iacute;a que dormir. &iexcl;No deb&iacute;amos dormir! Cualquier andinista sabe  eso. El que se duerme, como durmi&oacute; el malogrado Antonio Melone 25 a&ntilde;os despu&eacute;s  sobre el mismo glaciar, no despierta m&aacute;s. <\/p>\n<p>Cuando al fin amaneci&oacute;, comprobamos que  las medias y los zapatos se hab&iacute;an congelado de tal modo, que debimos  golpearlos sobre piedras para ablandarlos y podernos calzar. Media hora m&aacute;s  tarde nos echamos en los brazos de Fern&aacute;ndez, que nos esperaba con l&aacute;grimas en  los ojos.<\/p>\n<p align=\"center\"><iframe loading=\"lazy\" width=\"480\" scrolling=\"no\" height=\"350\" frameborder=\"0\" src=\"http:\/\/maps.google.com\/maps\/ms?source=s_q&amp;hl=es&amp;geocode=&amp;ie=UTF8&amp;hq=&amp;hnear=Cerro+Mercedario&amp;t=k&amp;msa=0&amp;msid=117544304426770811669.00048bf18c18826d4bdfb&amp;ll=-32.03049,-70.110197&amp;spn=0.025468,0.041199&amp;z=14&amp;output=embed\" marginwidth=\"0\" marginheight=\"0\"><\/iframe>\n<\/p>\n<p align=\"center\"><small><a style=\"color: rgb(0, 0, 255); text-align: center;\" href=\"http:\/\/maps.google.com\/maps\/ms?source=embed&amp;hl=es&amp;geocode=&amp;ie=UTF8&amp;hq=&amp;hnear=Cerro+Mercedario&amp;t=k&amp;msa=0&amp;msid=117544304426770811669.00048bf18c18826d4bdfb&amp;ll=-32.03049,-70.110197&amp;spn=0.025468,0.041199&amp;z=14\">Ver Cerro Mercedario y Pico Polaco en un mapa m&aacute;s grande<\/a><\/small><\/p>\n<\/div>\n<div align=\"right\"><img decoding=\"async\" loading=\"lazy\" width=\"15\" height=\"14\" src=\"\/images\/upload\/puma.gif\" alt=\"\" \/><\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"<table width=\"100%\" cellspacing=\"2\" cellpadding=\"2\" border=\"0\" summary=\"\">\n<tbody>\n<tr>\n<td width=\"329\">\n<p align=\"justify\">En 1958 el equipo, la ropa y la t&eacute;cnica eran muy diferentes del actual. A cincuenta a&ntilde;os, leer el relato del primer ascenso al Pico Polaco tal como fue en su momento, es un verdadero viaje. Con este art&iacute;culo continuamos con la recopilaci&oacute;n de la historia del monta&ntilde;ismo latinoamericano.<\/p>\n<\/td>\n<td width=\"129\">\n<div align=\"center\"><img decoding=\"async\" loading=\"lazy\" width=\"110\" height=\"100\" align=\"center\" src=\"http:\/\/montanismo.org\/images\/upload\/k_3085-picopolaco.jpg\" alt=\"\" \/><\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n<p> <a href=\"https:\/\/montanismo.org\/2010\/primer_ascenso_al_pico_polaco_1958\/\"><\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1299,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1015],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3GY","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/14196"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1299"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=14196"}],"version-history":[{"count":1,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/14196\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":17906,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/14196\/revisions\/17906"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=14196"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=14196"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=14196"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}