{"id":13472,"date":"2008-08-10T00:00:00","date_gmt":"2008-08-10T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=13472"},"modified":"2012-05-22T13:00:09","modified_gmt":"2012-05-22T19:00:09","slug":"sierra_norte_de_oaxaca_entre_la_historia_y_las_leyendas","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2008\/sierra_norte_de_oaxaca_entre_la_historia_y_las_leyendas\/","title":{"rendered":"Sierra Norte de Oaxaca: entre la historia y las leyendas"},"content":{"rendered":"

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Las dimensiones del Puente del Diablo<\/em><\/p>\n

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El Puente del Diablo<\/strong><\/p>\n

Cuando llegaron los españoles, trajeron una innovación: los puentes de piedra. Construidos con materiales del lugar, podían ser pequeños o grandes y tenían la cualidad de no necesitar mantenimiento aunque sí requerían de una gran cantidad de mano de obra: los zapotecos. El puente resultante se posa actualmente a unos 25 metros por encima del agua. Un arco perfecto de roca se posa sobre dos enormes rocas de granito blanco, una a cada lado del río. El puente tiene unos 30 metros de orilla a orilla largo y cuatro de ancho. La gente le llama “El Puente del Diablo” por una leyenda que corre de boca en boca y que es conocida por toda la gente de la sierra, aunque con variaciones.<\/p>\n

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Puente del Diablo, sobre uno de los ríos más fuertes de Oaxaca<\/em><\/p>\n

Hace mucho tiempo, salieron del suelo dos huevos en tierra mixe. De uno nació una serpiente grande que se hundió en el suelo y que come rocas. Cuando come mucho, la tierra tiembla. Del otro huevo nació un niño que en un día se había transformado en hombre. Los mixes lo convirtieron en su dirigente y hacía cosas asombrosas, pero siempre de noche. Dicen los zapotecos que se internaba en sus tierras y siempre robaba para llevárselo a los mixes, su pueblo. Los zapotecas lo llamaban Diablo por las hazañas que podía hacer en una sola noche.<\/p>\n

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Río Tabaá<\/em><\/p>\n

Una de esas noches, lo atraparon y a cambio de su libertad ofreció hacer un puente en una sola noche, un puente que uniera a las dos regiones zapotecas, pero si lo terminaba antes del primer canto de gallo, tendrían que darle también a la muchacha más bella de todos los zapotecos. La gente aceptó, pero por detrás se hicieron arreglos para que fracasara. Cuando el pueblo bajaba al río también iba una bruja con un gallo escondido y poco antes de que terminara el puente, la bruja lo hizo cantar. El “diablo” no había cumplido su palabra así que los zapotecas trataron de atraparlo pero escapó. Así, el puente quedó inconcluso.<\/p>\n

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Cruz en la ofrenda al Puente del Diablo<\/em><\/p>\n

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Veladoras de ofrenda al Puente del Diablo<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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Iglesia de Yojovi, a unos metros de la iglesia de Tabaá. Ambas son del mismo periodo e igual de imponentes. ¿Por qué dos tan juntas?<\/em><\/p>\n

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En el portón de la iglesia de Yojovi<\/em><\/p>\n

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Portón de la iglesia de Yojovi<\/em><\/p>\n

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Hombres trabajando en la ladera, rumbo al Puente del Diablo<\/em><\/p>\n

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Sobre el Puente del Diablo, que cruza el río Tabaá<\/em><\/p>\n

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Un hormiguero aéreo<\/em><\/p>\n

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En lo alto de la sierra, el bosque es muy tupido<\/em><\/p>\n

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Selva<\/strong><\/p>\n

Desde el otro lado del río parece un bosque tupido. Sólo eso. Para llegar a él tuvimos que cruzar el río por la hamaca. Un paso en firme sobre una de las tablas más seguras. Luego, el otro. A mitad del puente, las tablas desaparecen y en su lugar hay ramas, muchas ramas. Una de ellas se quebró al recibir mi peso. Sólo un susto.<\/p>\n

Y ya en esta orilla, la selva. Eso que había parecido un bosque tupido se había convertido literalmente en selva. De la montaña bajaba un arroyo de aguas cristalinas donde nos bañamos y de donde bebimos. Ahí volvimos a ver a las hormigas<\/p>\n

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Plantas que crecen sobre plantas: epífitas<\/em><\/p>\n

Cuando estábamos en el Puente del Diablo, las vimos por primera vez. Grandes y de color rojo oscuro. Organizadas y veloces. Las vimos cuando estaban cerca de una mochila y entonces nos movimos de lugar. Ahora que estamos en otro puente, vuelven a aparecer. De repente aparecieron como antes: en montón. Subieron en una sola fila las rocas, bajaban y finalmente se metieron bajo unas rocas grandes. De ahí salieron a toda velocidad unas tarántulas. Otros insectos se posaron en el agua, lejos de las hormigas.<\/p>\n

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El matapalo: una planta que ahorca a otra para crecer<\/em><\/p>\n

Cuando todo hubo terminado y las hormigas no tuvieron más que comer, la hilera despareció y se fue en otra dirección. A un lado, un enorme “matapalos” había comenzado por ser una indefensa enredadera y crecido a un lado de un árbol grande. Co el tiempo, el árbol fue abrazado y finalmente ahorcado. Murió. Quien crece ahora en su lugar es el matapalo.<\/p>\n

Esto era sólo parte de la selva. De día. No queríamos saber lo que sería de noche, ahí donde casi no pasa el hombre. Y seguimos camino.<\/p>\n

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Arroyo de las hormigas<\/em><\/p>\n

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Vida en un cable de acero de la hamaca<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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La hamaca, sobre un río cargado de tierra<\/em> <\/p>\n

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Los primeros pasos sobre la hamaca: ¿resistiría?<\/em><\/p>\n

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La hamaca, vista desde abajo<\/em><\/p>\n

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Paso sobre la hamaca: los últimos pasos son sobre ramas cruzadas<\/em><\/p>\n

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No todos pueden pasar por el puente<\/em><\/p>\n

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La hamaca, cubierta de vegetación<\/em><\/p>\n

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Hombres en su frijolar en el centro de Xaca<\/em><\/p>\n

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Santa Lucía Xaca: un pueblo olvidado<\/strong><\/p>\n

Subimos toda la cuesta del monte y no encontramos una sola huella. El camino era amplio y marcado Hacia el final de la subida comenzaron a aparecer las casas. Más adelante, Julio bromeó sobre si ese era la plaza. Era Xaca y está en lo más alto del camino, prácticamente entre dos ríos. Para donde quiera que se vaya, hay que bajar. Llegamos a lo más alto de la vereda. Ahí había una capilla y tendríamos que bajar al río de la Hacienda.<\/p>\n

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Un descanso en el camino para fotografiar una cascada<\/em><\/p>\n

En un principio, se llamaba Santa Lucía Xaca. En algún momento, sus habitantes decidieron emigrar y se llevaron todo lo del pueblo. Una parte se fue a Yatoni mientras la otra se iba a Lalopa. Cuando decidieron separarse hubo una discusión sobre quién debería quedarse con las pertenencias originales de la iglesia de Xaca. La solución fue dividirlas. A Yatoni iría la virgen, mientras que en Lalopa se quedaría la campana.<\/p>\n

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La cascada de Otatitlán<\/em><\/p>\n

Ahora, la campana es símbolo de Lalopa y Xaca quedó en el olvido, donde sólo los campesinos que trabajan de lunes a sábado sus propias tierras para que den maíz, frijol, calabaza, café y caña, de donde obtienen la imprescindible panela. <\/p>\n

Un hombre nos preguntó de dónde veníamos y luego que si la hamaca estaba en buen estado porque tanto Yatoni como Lachiriag tendrían que repararlo en cuanto pasaran las lluvias. Tendrían bastante trabajo.<\/p>\n

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Río de la Hacienda<\/em><\/p>\n

Al fondo de la barranca, pasamos por un puente de piedra y luego volvimos a subir. En esa cuesta un hombre que bajaba nos preguntó que si íbamos a la fiesta. ¿La fiesta? ¡Claro! El día 25 era el día de Santiago, el patrón de Santiago Lalopa. Como ya habíamos terminado el recorrido que habíamos planteado, decidimos ir y conocer más de la fiesta.<\/p>\n

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Puente de fines del siglo XIX<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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Inscripciones de la campana de Santiago Lalopa, que originalmente estuvo en Santa Lucía Xaca<\/em><\/p>\n

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Inscripción de la campana mayor de Lalopa<\/em><\/p>\n

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Subiendo hacia Santa Lucía Xaca<\/em><\/p>\n

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En el camino hasta Xaca, hacia los pueblos que dejamos atrás<\/em><\/p>\n

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Los toritos: la fiesta en su apogeo<\/em><\/p>\n

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Fiesta de Santiago<\/strong><\/p>\n

La fiesta comienza con la calenda, un recorrido de las bandas por todo el pueblo para invitar a todos a la fiesta del santo patrono. Nadie puede decir que no sabía de la fiesta una vez que echa a andar la calenda. Las bandas tocan mientras la procesión camina y de vez en cuando se detienen para que bailen quienes quieran. Dura horas y lo asombroso es que las bandas siguen tocando, sin importar si es de subida o de bajada.<\/p>\n

Al otro día, la fiesta continúa en la víspera, y al otro con el día principal. El baile de los negritos, las bandas, el torneo de baloncesto, las comidas en casas de los mayordomos, las pláticas con la gente, los amigos que surgen, las historias del pueblo, las campanas, los olores a humo, tortillas y carne, el jaripeo (que no era más que el maltrato a los animales de yunta en donde los hombres jóvenes se montaban y pretendían lucirse ante los demás… sobre animales mansos. El único toro bravo, ni siquiera fue montado).<\/p>\n

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Bandas de la sierra de Oaxaca<\/em><\/p>\n

La fiesta transcurre día a día y aunque se celebran misas y todo está dedicado al santo patrono, la fiesta se hace más fuera de la iglesia. El pueblo se vuelve a llenar de la gente que nació ahí pero que ha emigrado en busca de trabajo o de estudios más avanzados.<\/p>\n

Para nosotros había terminado nuestra estancia en la sierra. Un recorrido pequeño pero sustancioso, con bosques, selvas, lluvias intensas y calores, aprendimos de la gente y de sus pueblos, algo más que sólo acumular kilómetros recorridos.<\/p>\n

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Compartimos el camino<\/em><\/p>\n

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"¿Van a la fiesta de Lalopa?"<\/em><\/p>\n

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Baile en Santiago Lalopa, durante la víspera<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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Una noche de luna llena en la sierra de Oaxaca<\/em><\/p>\n

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Noche en la sierra<\/strong><\/p>\n

De noche todo puede pasar. En 1952, don Elías Vargas hizo un viaje desde Talea de Castro hasta Totontepec, en la sierra de los mixes, en trece horas y de noche. A su regreso, encontró “del tamaño de un perro grande” que se le cruzó por el camino sin intentar atacarlo. Él trató de alcanzarlo con el machete pero apenas lo rozó. Más adelante, un maestro rural le impidió seguir en el monte de noche porque un “tigre” había matado algún ganado. Durmió ahí y al otro día, amaneciendo y tomado un poco de café, reinició su camino.<\/p>\n

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Tras un día en la barranca del Puente del Diablo<\/em><\/p>\n

Han pasado 56 años desde entonces. El monte ya no es como entonces, aunque sigue siendo tupido y el camino hacia el puente es bastante marcado por ambos lados del río. Pero decidimos subir de noche porque abajo no podríamos dormir por tanto mosquito y de día, el ascenso sería muy pesado por el sol. De noche y en el monte. Subiríamos a San Andrés Yaa.<\/p>\n

Al poco de haber iniciado, se volvió a perder la vereda marcada y a partir de ahí subimos adivinando los caminos olvidados. Sí, el camino era claro y marcado, pero como ya no era transitado tanto, se había cubierto de vegetación pues con la creación de carreteras en la sierra, los caminos antiguos ya no se transitan tanto.<\/p>\n

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Día de mercado en San Ildefonso Villa Alta<\/em><\/p>\n

El ascenso fue lento, pesado más por la poca visibilidad que teníamos más que por el terreno. Aunque claro: de día hubiera sido peor. A las once de la noche nos detuvimos. Estábamos cansados, cierto, pero más que nada ya nos habíamos alejado lo suficiente de los mosquitos del río y de las hormigas. Instalamos nuestro refugio y dormimos tranquilamente… hasta que los mosquitos matutinos nos despertaron.<\/p>\n

Villa Alta<\/strong><\/p>\n

Lunes, día de mercado. San Ildefonso Villa Alta estaba lleno de gente y su plaza tenía de todo: machetes, comales, guajolotes, maíz, frijol, cestos, cinturones, zapatos, herramienta para el campo, de todo, en fin. Menos los tamales que buscábamos para desayunar. Al final desayunamos pero nunca quedé ahíto de lo que veía: un mercado vivo.<\/p>\n

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En Villa Alta las mujeres visten como antaño.<\/em><\/p>\n

En Villa Alta las mujeres aún visten la ropa tradicional: vestido blanco, el cabello trenzado, con una manta sobre la cabeza cuando hay mucho sol. Viendo el mercado, me preguntaba cómo vestían antes hombres y mujeres cuando no habían carreteras y el sólo ir a Oaxaca llevaba varios días de camino por varias veredas, a veces caminando de noche con la sola luz de un ocote encendido, rodeado de un monte con animales de caza y salvajes, cuando la población era poca y los bosques tupidos.<\/p>\n

Allí, en Villa Alta, un maestro de escuela retirado nos habló de Xaca (pronunciado como “Jaca”) y del puente colgante por el que se cruza. Deberíamos bajar la barranca para cruzar descubrir si la hamaca aún existía, pues poca gente sabía de ella. Como cuando subimos desde el Puente del Diablo, los caminos modernos dejaban olvidados a los antiguos.<\/p>\n

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Manos de mujer en el mercado<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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Sol. Eso es lo que hemos tenido todo el día de hoy. Y mientras más bajábamos y el día avanzaba, el sol se hacía más fuerte. Llegamos a la orilla del río algo mareados por la insolación y cuando tuvimos frente a nosotros el río color tierra, no pudimos beberlo. Arrastraba mucha tierra consigo por las lluvias. El camino para cruzar al otro lado no está lejos pero sencillamente no lo encontramos. Debió haber una desviación allá arriba y la pasamos de largo. Demasiado arriba como para regresar. Así que quisimos pasar por la orilla, donde no hay camino.<\/p>\n

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Dificultades en el camino, cerca del Puente del Diablo<\/em><\/p>\n

Dos horas después, del otro lado del río, pensamos en lo cansados que estamos como para haber estado a unos metros del puente y no verlo, como para llegar a pensar en beber de esa agua. Fue hasta que Erik lo señaló que vimos esa alfombra de pasto verde claro que cruzaba de una ribera a otra, rodeado de selva. Un césped sobre un camino de piedra que toda la gente conoce como “El Puente del Diablo”. Nuestra sed la saciamos en un arroyo de agua cristalina. No necesitábamos más.<\/p>\n

La sierra <\/strong><\/p>\n

En la sierra norte de Oaxaca, a los 2,900 metros sobre el nivel del mar, nace un hilillo de agua que comienza a bajar por una fuerte pendiente con rumbo al Golfo de México. El curso de agua se torna cada vez más poderoso y va puliendo las rocas y tomando prestados los nombres de los poblados cercanos: Cajonos, Tabaá, Cajones… hasta que alimenta a Papaloapan y desemboca en el mar.<\/p>\n

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Hacia el Puente del Diablo, entre la vegetación<\/em> <\/p>\n

Poderoso como es, el río ha partido la sierra hacia el noreste de su nacimiento y se ha convertido en una barrera geográfica fuerte para el hombre. De un lado, el zapoteco que se habla tiene variaciones entre sí, pero todos se entienden, salvo algunas palabras, como meros modismos. Del otro lado del río, la lengua zapoteca está fuertemente influenciada por el idioma mixe, la etnia que colinda hacia el sur.<\/p>\n

La barrera fue franqueada a lo largo del tiempo por vados que sólo son accesibles en épocas de sequía pero que cambian mucho cada año, o por troncos largos, cuando aún habían árboles enormes que pudieran alcanzar la otra orilla; después llegaron las “hamacas”, puentes colgantes hechos de cuerdas naturales trenzadas, con ramas en el suelo y que eran mucho más confiables que los vados, aunque tenían que arreglarse periódicamente.<\/p>\n

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Mario Mira sobre el estrato de roca granítico del río Tabaá<\/em><\/p>\n

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Sobre la orilla del río Tabaá<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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San Juan Tabaá<\/em><\/p>\n

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San Juan Tabaá<\/strong><\/p>\n

“No puede tomar fotos aquí”, me respondieron cuando pregunté. Una lástima: varias mujeres trabajaban en la restauración de varias piezas de la iglesia. De hecho, la iglesia toda se estaba restaurando. El altar había sido la primera gran etapa de trabajo. Habían detenido su deterioro y además lo habían cubierto con hoja de oro, un trabajo minucioso que les había llevado tres años. Ahora, el altar luce como el de Santo Domingo, en la capital de Oaxaca. Brillante de lo amarillo, “sólo” falta arreglar el resto de la iglesia.<\/p>\n

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La iglesia de Tabaá, del siglo XVII<\/em><\/p>\n

El arquitecto encargado nos invitó a su casa a pasar la noche y nos comentó sobre Tabaá mucho más de lo que hubiéramos esperado.<\/p>\n

San Juan Tabaá está a unas horas a pie de San Miguel Talea de Castro. Ambas son cabeceras municipales pero Tabaá luce más próspero: con calles pavimentadas y casas de materiales en lugar de adobe, parece que fluye más dinero. La respuesta es una: aquellos de Tabaá que se van al extranjero, mandan dinero y una parte de ese dinero es para el pueblo. En la restauración de la iglesia están metidos los “emigrantes” (así les llaman) mas el gobierno municipal. Es un proyecto para diez años, de los cuales llevan ya tres.<\/p>\n

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Puerta de entrada a Tabaá. Pasando este portal, se encuentra uno en otro pueblo<\/em><\/p>\n

Al presidente municipal lo nombra la asamblea del pueblo, que se reúne una vez al año. El resto del año el presidente y su comitiva son quienes tienen que solucionar los problemas y conflictos del pueblo. Pero no sólo eso, sino también hacerlo progresar. Y para ello tienen a la asamblea de ancianos, que son quienes en realidad toman las decisiones de los temas más importantes y a quienes se acude para tomar consulta.<\/p>\n

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La sierra hacia el noreste, vista desde Tabaá<\/em><\/p>\n

Un ciudadano de Tabaá que se convierta a una religión que no es la suya puede ser penalizado con una multa en efectivo, pero si trae a su cónyuge a su religión, la multa no existe. También hay sanciones a los funcionarios que beban por más de tres días seguidos. Una de las penas que se aplica es el que nadie le venda bebida al sancionado. Después de tres meses o se va del pueblo o se corrige. En ningún otro lado había sabido de una sanción así, sobre todo porque en Oaxaca las fiestas duran días y la bebida corre libremente.<\/p>\n

Como sea, nos fuimos de Tabaá sin haber hecho una sola fotografía de la iglesia ni de su restauración y nos adentramos en la barranca, rumbo al Puente del Diablo.<\/p>\n

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San Juan Tabaá<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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San Miguel Talea de Castro<\/em><\/p>\n

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Talea entre la bruma del amanecer<\/em><\/p>\n

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Puente de la Hacienda, construido a fines del siglo XIX<\/em><\/p>\n

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Rumbo a San Juan Tabaá<\/em><\/p>\n

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La noche de los "toritos"<\/em><\/p>\n

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Fiesta en Lalopa<\/em><\/p>\n

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La danza de los negritos<\/em><\/p>\n

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La música en reposo<\/em><\/p>\n

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La banda, al fondo, el campanario en donde está la campana de Santa Lucía Xaca<\/em><\/p>\n

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Edgar Flores Martínez, de 21 años originario de Lalopa, es estudiante de la Escuela Nacional de Música de la UNAM y ha hecho crecer en calidad a la banda de su pueblo.<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n

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Una travesía por la sierra norte del estado de Oaxaca implica más que un recorrido medido en kilómetros. El aprendizaje ahí es continuo y si se mantiene uno abierto a todas las posibilidades, se puede encontrar algo más valioso que un récord deportivo. <\/p>\n<\/td>\n

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