K2, el nudo infinito<\/em><\/a>. Lo importante en el libro no son las tragedias, aunque parece que siempre serán más llamativas que los logros. Para los autores es importante remarcar que pese a todo, se tratan de pocos accidentes mortales en comparación con otras montañas, por ejemplo el Everest.<\/p>\n"Llegamos a Concordia el 25 de mayo de 1975, acompañados de 170 porteadores. Inesperadamente la inconfundible silueta del K2 apareció ante nosotros, como una visión: la base de la montaña permanecía oculta entre las nubes de curiosas formas, mientras que de la cumbre salía una especie de penacho blanco. La perfecta simetría del K2 parecía colmar el enorme valle del glaciar Godwin Austen, de la misma forma que un maravilloso brillante completa una hermosa joya.<\/p>\n
"Hacía mucho tiempo que todos tratábamos de imaginas cómo sería el encuentro con el “gigante” del Karakorum; creíamos que estar así ante el K2, a sólo 10 kilómetros de distancia, nos habría de producir sentimientos indescriptibles.<\/p>\n
"Sin embargo, ahí estaba la montaña tal y como la habíamos soñado tantas veces, y ni el latido de nuestros corazones se alteraba ni se nos saltaban las lágrimas por la emoción y, en todo caso, el éxtasis —si es que alguno lo sintió— pronto se vio empañado. Las duras jornadas de marcha, los numerosos y continuos problemas con los porteadores y las discusiones entre nosotros nos habían dejado desprovistos de energía emotiva. Después de seis semanas de esfuerzos apenas nos estábamos acercando a nuestra meta; la cima de la montaña se nos antojaba remota, fría y distante. Pero después algo cambió dentro de mí, al pasar algún tiempo en la vasta e inmaculada llanura de Concordia, empecé casi a sentir la presencia de cuantos habían estado allí antes que yo, y la visión de aquella inconfundible silueta me hacía revivir los momentos más intensos de la historia del himalayismo." (Galen Rowell. In the Throne Room of the Mountain’s Gods, Sierra Club Books, cit. en p. 68).<\/p>\n
Pero más que eso, se trata de señalar las expediciones que han ido a la segunda montaña más alta del mundo para hacer vías nuevas, desde las exploraciones tempranas y los primeros intentos a la vía de los Abruzos, hasta las aristas norte. Por supuesto, en los últimos meses se han sucedido expediciones que serían dignas de ser rescatadas, como la expedición rusa que escaló la cara oeste en agosto del 2007, doce años después de haber aparecido en librerías el libro en su idioma original.<\/p>\n
El primer capítulo es una cronología de las expediciones hasta 1995 y el resto es el desarrollo de las principales. Desafortunadamente, no trae consigo una bibliografía que pueda seguirse por el lector que desee conocer más, aunque se mencionan algunos libros y tiene fragmentos de algunos autores que hicieron exploraciones.<\/p>\n
"El K2 puede ser el espejo de un fracaso (sentido como tal y, por tanto, doloroso) o el espejo de una transformación de vida, de una evolución, de la autoaceptación de haber perseguido un falso objetivo. Nuestra es la elección. Y después, volvamos a sonreír." <\/em>(Alessandro Gogna, cit. en p. 82)<\/p>\nUn libro muy digerible y con información suficiente para indicar el camino y dejar con hambre de más a quien lo lee.<\/p>\n
Erratas<\/strong><\/p>\nPágina 47, pie de foto, dice: “Escalador de raza y alpinista dotado de gran experiencia, Fritz Wiessner hubiera podido tocar la cima del K2 en 1929”. La fecha debe ser 1939.<\/p>\n<\/div>\n
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\n\n\n <\/p>\n La historia del K2 fue escrita poco a poco, desde los primeros exploradores que se adentraron en la cordillera del Karakorum hasta los ascensos de 1995. Los autores nos ofrecen la historia de la segunda montaña del mundo en un libro magníficamente ilustrado con fotografías. <\/p>\n<\/td>\n | \n<\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n <\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1001,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1012],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3rv","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/13237"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1001"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=13237"}],"version-history":[{"count":3,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/13237\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":20482,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/13237\/revisions\/20482"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=13237"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=13237"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=13237"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}} |