{"id":13037,"date":"2007-12-06T00:00:00","date_gmt":"2007-12-06T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=13037"},"modified":"2007-12-06T00:00:00","modified_gmt":"2007-12-06T00:00:00","slug":"el_descenso_de_la_cascada_de_basaseachic","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2007\/el_descenso_de_la_cascada_de_basaseachic\/","title":{"rendered":"El descenso de la Cascada de Basaseáchic"},"content":{"rendered":"
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Susana y Elsa<\/strong><\/p>\n

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En seguida de El Casca bajaron Susana y Elsa; ambas son hijas de Rogelio Chávez, quien es un entusiasta del excursionismo y la exploración, y las anima mucho. Deben tener entre los 17 y 18 años de edad. Aunque ya habían rapeleado antes, éste es su primer descenso de importancia y se encontraban muy animosas, muy apoyadas por su papá, que a la vez fue quien les revisó todo su equipo. Yo bajé junto con ellas por la cuerda de 40 metros para ayudarles en la primera parte y tomarles una secuencia fotográfica del descenso. Me dio gusto ver la unión fraternal con su padre y lo mucho que él las quiere y apoya.<\/p>\n

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Susana Chávez descendiendo en rapel junto a Basaseáchic<\/em><\/p>\n

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Un joven de 73 años<\/strong><\/p>\n

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Después de Elsa y Susana descendió Don Ramiro Chávez, el abuelo paterno de ellas. Don Ramiro es, por muchas razones, una persona excepcional. Sin temor a equivocarme él fue la persona más joven que bajó la cascada, y no precisamente por su edad, ya que tiene 73 años (cosa que no parece), sino por su espíritu, su entusiasmo y su amor a la vida. Este espíritu de joven le ha permitido conservarse sano y fuerte y ha logrado efectuar algunos de los eventos más difíciles del GEEC como el descenso de Basaseáchic y la travesía de la Barranca de Candameña que dura 4 días, entre otras cosas.<\/p>\n

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A mediados de 1994, los miembros del Grupo de Espeleología y Exploración de Cuauhtémoc (GEEC), me invitaron para que organizáramos un descenso en rapel por la pared rocosa de la Cascada de Basaseáchic, en la Sierra Tarahumara, hasta ese momento considerada como la más alta de nuestro país y con fama de ser una de las más bellas del mundo. El asunto me interesó bastante, así que antes de entrar de lleno a la preparación de dicho descenso, me dediqué a buscar información sobre el sitio.<\/p>\n

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Orilla del abismo de Basaseáchic<\/em><\/p>\n

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Los primeros registros<\/strong><\/p>\n

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La referencia más antigua que encontré sobre Basaseáchic data de fines del siglo pasado, en el libro El México Desconocido<\/em> del explorador noruego Carl Lumholtz, quien durante sus recorridos por la Sierra Tarahumara, visitó la cascada. Lumholtz menciona que “un experto minero de Pinos Altos que ha medido la altura de la cascada, halló que tenía 980 pies”. Esta medida pasada a metros nos da una longitud de 299 metros.<\/p>\n

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En su libro Lumholtz nos describe brevemente la belleza del sitio, además de presentar una fotografía de la cascada tomada en 1891. En la Reseña Geográfica y Estadística de Chihuahua<\/em>, publicada en 1909 por la librería de la Viuda de C. Bouret, se le asigna una caída de 311 metros. Fernando Jordán en su Crónica de un País Bárbaro<\/em> (1956) le da una altura de 310 metros, y en una monografía del Estado, editada por el Centro Librero La Prensa en 1992, se le asigna una magnitud de 264 metros.<\/p>\n

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Encontré numerosas referencias sobre la cascada y la mayoría de ellas hablaban de que su caída de agua mide 310 metros, incluso algunas mencionaban que medía 315 y hubo una que la ubicaba en 330 metros. Quizá uno de los libros más dignos de crédito que encontré fue la Historia General de Chihuahua; Tomo I, en donde en uno de sus capítulos el geógrafo Robert H. Schmidt, refiere cómo midió la cascada, teniendo un resultado de 806 pies, es decir 246 metros. Este último dato coloca a Basaseáchic como la vigésimo octava cascada del mundo y la cuarta en Norteamérica, además del dato ya mencionado de la segunda más grande del país.<\/p>\n

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Ante la discrepancia de las medidas sobre Basaseáchic, propuse a los miembros del GEEC que aprovechando el descenso que haríamos, midiéramos la magnitud de la cascada, para así salir de dudas sobre este dato, propuesta que fue aceptada de inmediato.<\/p>\n

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La cascada de Basaseáchic<\/em><\/p>\n

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Los primeros descensos<\/strong><\/p>\n

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Cabe mencionar que el GEEC ya había efectuado dos exitosos descensos a la cascada en años anteriores, el primero de ellos hace como ocho años, y el segundo hace cinco. El objetivo de este nuevo descenso era el de probar nuevas técnicas y equipo de exploración. También tuvimos conocimiento que hace aproximadamente tres años un grupo de escaladores de la Ciudad de México efectuó el descenso, haciéndolo por una ruta distinta a la del GEEC, y tomándoles tres días, ya que lo hicieron desescalando, lo cual suele ser bastante lento ya que implica otros retos muy distintos a los del rapel.<\/p>\n

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Se organizó el evento quedando como coordinador Oscar Cuan, uno de los fundadores del grupo y de mayor experiencia. Finalmente, salimos rumbo a Basaseáchic, desde Cuauhtémoc, la tarde del 8 de julio de 1994. Éramos un grupo numeroso, 25 personas, pues nos acompañaban familiares, esposas e hijos, de varios de los miembros del GEEC. Esta salida se puede combinar muy bien con una excursión familiar, debido a las facilidades existentes en el Parque Nacional Basaseáchic. Ese día acampamos dentro del parque y dejamos listo todo el equipo y cuerdas para la mañana siguiente.<\/p>\n

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La ruta GEEC<\/strong><\/p>\n

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El día 9 nos levantamos a las 7 de la mañana para efectuar todos los preparativos del descenso. Con las cuerdas y el equipo nos trasladamos hasta la orilla de la cascada. Gracias a las lluvias que se han estado desatando fuerte en la sierra, la cascada llevaba un volumen de agua considerable que caía espectacularmente hacia el inicio de la Barranca de Candameña.<\/p>\n

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Decidimos establecer la línea principal en un punto que se encontraba como a 100 metros a la derecha del mirador, y unos 20 metros arriba de la cascada. Este punto es excelente para bajar, ya que salvo sus primeros 6 o 7 metros, el resto es caída libre. Ahí colocamos un cable de 350 metros de longitud. A ésta la llamamos la ruta GEEC.<\/p>\n

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Prácticas de rapel en el mirador de la Ventana<\/em><\/p>\n

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La ruta fotográfica<\/strong><\/p>\n

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Aunque la ruta GEEC es bastante buena y presenta vistas bellísimas de la cascada, decidimos establecer otra línea de descenso que estuviera más cercana al salto, esto con el fin de sacarle mayor provecho fotográfico. Para ello sólo encontramos una opción que estaba a unos 10 metros del inicio de la caída. Esta parte era excelente, sin embargo, a partir de la mitad de la cascada la ruta era cubierta  por el chorro de agua, ya que se expande a medida que va descendiendo.<\/p>\n

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En esta segunda ruta anclamos dos cables, uno de 80 metros que es por donde bajaría el explorador que la haría de modelo, y otra de 40 metros por el cual descendería el fotógrafo. Por esta ruta no se bajaría hasta el fondo de la cascada, y la llamamos la ruta fotográfica<\/em>.<\/p>\n

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El mirador de la ruta GEEC está en pendiente y es peligroso asomarse por él. Colocamos un cable de seguridad con el fin de poder efectuar las maniobras sin peligro. Presenta una excelente vista de la cascada y de todo el pequeño valle boscoso que se encuentra hacia el fondo, incluyendo la visión de la Barranca de Candameña. El cable de descenso lo anclamos de un frondoso y resistente pino que se encontraba a 6 metros del abismo.<\/p>\n

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Al son de la marimba<\/strong><\/p>\n

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El primero en efectuar el descenso fue el joven Víctor Rodríguez, hijo de mi amigo Víctor. Le revisé todo su equipo y lo acompañé en el inicio de su descenso. Sin mostrar gran nerviosismo que suele ser normal en los novatos como él ante este tipo de maniobras, empezó a bajar y poco a poco se fue perdiendo en la inmensidad de la caída.<\/p>\n

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De fondo teníamos el salto de agua, el lago que forma al caer, y el Río Candameña que se iba culebreando entre el denso bosque hasta desaparecer entre las enormes y cerradas paredes verticales de la barranca. Media hora le llevó alcanzar la base de la caída. Enseguida de Víctor bajaron Pino Paz, Jaime Armendáriz, Daniel Benzojo y Ramiro Chávez.<\/p>\n

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El descenso en rapel en caídas de cierta magnitud como ésta, lo efectuamos con un sencillo y pequeño aparato que llamamos marimba<\/em> (por su parecido con dicho instrumento musical) el cual se basa en un principio de fricción sobre cable. La marimba permite variar la intensidad de la fricción, de tal manera que el explorador puede controlar fácilmente la velocidad de su descenso, haciéndola lenta o rápida según lo desee.<\/p>\n

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De pose ante el abismo<\/strong><\/p>\n

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Antes de que Víctor terminara su descenso, Oscar Cuan y yo nos trasladamos hasta la cascada y empezamos a bajar por las dos líneas que habíamos colocado en la ruta fotográfica. Oscar era el modelo y yo el fotógrafo. En verdad era imponente descender junto al enorme chorro de agua, ver la fuerza con que caía y golpeaba la pared rocosa. Al caer, se iba ensanchando y esparciendo, formando una violenta brisa hacia el final. El espectáculo era magnífico y largos minutos estuvimos ahí colgados, sostenidos por el cable ante el abismo, extasiándonos con esta maravilla.<\/p>\n

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Oscar Cuan en la ruta fotográfica<\/em><\/p>\n

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Ver la caída desde ese punto y sentir su violento rumor, ése era nuestro privilegio. La sesión fotográfica fue larga debidoi a que el escenario no podía ser más espectacular. Oscar no pudo llegar al final de su línea (la cuerda de 80 metros) debido a que la alcanzaba el agua y podía resultar peligroso siquiera el intentarlo. Desde donde estábamos pudimos ver muy bien cómo iban bajando nuestros amigos por la ruta GEEC.<\/p>\n

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Las reglas de oro<\/strong><\/p>\n

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Con la lluvia de la tarde se efectuaron los últimos descensos por la ruta GEEC. Como a las 6 dimos por terminados los trabajos de ese día y preparamos una abundante discada a manera de comida-cena. La mayoría de los del GEEC venían acompañados por sus esposas e hijos, y tuvimos con ellos gratos momentos de convivencia. Abundaban los niños chicos, de entre 5 y 12 años, quienes aprenden con el ejemplo de sus padres a amar y respetar a la naturaleza en todas sus manifestaciones, desde no tirar basura, no contaminar, respetar todas las formas de vida, etcétera. De hecho, la filosofía del GEEC se resumen en sus tres reglas de amor a la naturaleza:<\/p>\n

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  1. Lo único que se deja son las huellas de los pies<\/li>\n

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  2. Lo único que se mata es el tiempo<\/li>\n

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  3. Lo único que se toma son fotografías<\/li>\n

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    Descendiendo la cascada Basaseáchic<\/em><\/p>\n

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    Ellos me han comentado que en varias ocasiones han llegado a sitios muy remotos que están intactos y que al parecer ellos fueron los primeros en acceder; cuando se van de estos sitios se llevan toda la basura procurando dejarlos igual que como los encontraron, limpios, intactos, de tal forma que si llegaran a visitarlos otras personas u otro grupo, sientan lo mismo que ellos: que nunca nadie había estado ahí.<\/p>\n

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    Nada de pintar sus nombres en las rocas, tirar latas o envases de cervezas o sodas, pañales, bolsas de plástico, enterrar basura que no sea biodegradable o utilizar jabones naturales, son tantas las cosas que hacen para demostrarle su amor a esta tierra tan querida. Comenzando desde el momento que deciden recorrer su geografía y conocerla con su gente. Para mí fue un agradable ejemplo.<\/p>\n

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    El 10 de julio, último día de nuestra estancia en el Parque, bajaríamos por la ruta GEEC varias personas. Antes de iniciar las maniobras recogí el cable de 40 metros de la ruta fotográfica y lo coloqué en la ruta GEEC con el fin de poder supervisar mejor algunos descensos y lograr mejores fotografías.<\/p>\n

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    El nuevo nacimiento de El Casca<\/em><\/strong><\/p>\n

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    El primero en bajar fue José Luis Chávez, mejor conocido como El Casca<\/em>. Sin embargo, a los pocos minutos que iniciara su descenso me gritó e inmediatamente bajé por el cable de 40 metros hasta donde se encontraba, que eran a unos 5 o 6 metros de la orilla. Cuando llegué junto a él vi que el cable presentaba un fuerte roce sobre la piedra que ya había roto el forro de protección y comenzaba a afectar el alma de la cuerda, el punto era sumamente peligroso.<\/p>\n

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    Antes que iniciáramos las operaciones del día yo había revisado los primeros metros de cable precisamente para detectar algún posible roce; sin embargo, el que teníamos en ese momento no se podía apreciar desde arriba. Casca no había visto el roce sino hasta que a medio descenso había pasado por él, por lo que inmediatamente colocó un autoseguro arriba del roca e inició las maniobras para regresar.<\/p>\n

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    Cuando los dos ascendimos y nos desconectamos de los cables, subimos la parte rozada y reanclamos. El roce se había producido por una discreta pero filosa saliente que casi no se apreciaba, además no se podía evitar, por lo cual colocamos una rozadera para posibles nuevas fricciones sobre la cuerda. Posteriormente Casca finalizó su descenso sin mayores problemas.<\/p>\n

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    Los arcoíris<\/strong><\/p>\n

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    Una vez que Don Ramiro bajó fue mi turno. Al ir descendiendo, con el clisímetro fijé el nivel de la cuerda en el punto exacto donde se iniciaba la cascada, y dejé una marca con el fin de poder medir con precisión la magnitud de la caída de agua. Seguí bajando y todo el tiempo tuve ante mí la visión de la cascada; ¡qué espectáculo tan maravilloso!, me tocó ver varios arcoíris que se formaban con toda la brisa que se escapaba del golpe del agua.<\/p>\n

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    Cuando llegué al fondo inició Cuitláhuac Rodríguez su descenso. Mientras esperaba me extasiaba con el espectáculo que tenía abajo. Intenté acercarme al lago de la cascada, sin embargo, es difícil porque siempre está sujeto a la fuerza de la brisa y viento que se desprende con la cascada, y aproximadamente implica quedar totalmente empapado.<\/p>\n

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    Descendiendo junto a la cascada de Basaseáchic<\/em> <\/p>\n

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    Existen grandes bloques rocosos producto de derrumbes milenarios. Todo está cubierto de pasto y de un musgo de color verde intenso muy bonito en un radio de unos 100 metros. Después está el bosque, muy bien conservado gracias a que no ha estado sujeto a la depredación humana. Del lago surge el Río Candameña, que brinca entre las piedras iniciando así su recorrido hacia el Río Mayo.<\/p>\n

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    Aguardaba a Cuitláhuac cuando a ratos llegaban fuertes ráfagas de viento que desviaban la cascada hacia los lados. Gracias a algunas de estas desviadas quedé totalmente empapado y eso que me encontraba como a 100 metros de donde caía el chorro principal.<\/p>\n

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    La creciente<\/strong> <\/p>\n

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    Cuando llegó Cuitláhuac comenzamos a bajar por el río, pero teníamos que cruzarlo para poder tomar la vereda que sube hasta lo alto de la cascada. Sin embargo, el cruce nos costó algo de trabajo debido a que el río estaba crecido y seguía creciendo. Desde hacía una hora estábamos bajo una insistente lluvia. Subir por la vereda fue algo bonito. Como todo estaba mojado el bosque relucía con un verde tan bello que sólo la naturaleza nos puede ofrecer.<\/p>\n

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    Eran las 6 de la tarde cuando llegamos arriba, ya todos los cables y equipo habían sido recogidos. Después de Cuitláhuac ya no hubo más descensos. Todos se encontraban en el campamento levantándolo y preparando la discada de despedida. Si algo me llamó la atención fue que a los miembros del GEEC les gusta comer bien, yo estoy más acostumbrado a las faquireadas<\/em>.<\/p>\n

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    \"Candameña:¿Cuánto midió la cascada?<\/strong><\/p>\n

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    Una vez que terminamos de comer y procedimos a medir el cable de descenso, entre las marcas que había colocado con el fin de conocer la medida exacta de la caída de agua de la Cascada de Basaseáchic. Resultó ser de 245 metros, concordando con el dato reportado por el geógrafo Schmidt de 246 metros. Para esta medición tomamos en cuenta factores como la elongación del cable, la profundidad de las pozas de la cascada, tanto arriba y abajo, así como otros detalles.<\/p>\n

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    Una oración<\/strong><\/p>\n

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    Antes de partir de regreso a Cuauhtémoc fui a despedirme de la cascada, a orar ante la naturaleza y dar gracias porque se nos permitió el privilegio de estar con ella y de disfrutarla al máximo. La lluvia ya había cesado desde hacía rato y del fondo del valle y de la barranca se levantaba lentamente una niebla que se confundía con la brisa de la caída de agua.<\/p>\n

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    Tomado de Carlos Lazcano. Candameña, la barranca de las cascadas<\/em>. Gobierno del Estado de Chihuahua, Secretaría de Turismo. 1997. 169 páginas. s\/ISBN. Capítulo 3, páginas 48-55<\/p>\n

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    Descender en rapel junto a la cascada de Basaseáchic fue un privilegio que me tocó compartir con los miembros del Grupo de Espeleología y Exploración de Cuauhtémoc, al mismo tiempo que aprovechamos para medir la verdadera magnitud de esta importante caída de agua.<\/p>\n<\/td>\n

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