{"id":12963,"date":"2007-09-29T00:00:00","date_gmt":"2007-09-29T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12963"},"modified":"2007-09-29T00:00:00","modified_gmt":"2007-09-29T00:00:00","slug":"alta_montana_en_ecuador","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2007\/alta_montana_en_ecuador\/","title":{"rendered":"Alta montaña en Ecuador"},"content":{"rendered":"
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Encontré una cordada formada por un guía ecuatoriano y dos clientes japoneses (un hombre y una mujer). Me percaté que la cordada venía sin prestar atención en la progresión sobre el hielo, por lo que decidí hacerme a un lado de la trayectoria que seguían.  Pasaron a mi lado y los seguí con la vista, pensando que quizá venían demasiado despreocupados… La muchacha resbaló por el glaciar y arrastró consigo a sus compañeros; afortunadamente se detuvieron en la morrena, unos 15 metros por debajo de donde resbaló. Martín también evadía a la cordada que venía descendiendo del hombro del Cotopaxi.<\/p>\n

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A los 5,200 metros decidí regresar al albergue pues no me sentía con suficiente confianza para continuar. Lo esperé en el albergue y a su regreso me dijo que había llegado un poco más arriba de los 5,400 metros.<\/p>\n

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Una sombra se había posado sobre nuestra cordada. Ese día sólo decidimos descender hacia el estacionamiento y no platicamos mucho durante el trayecto, lo que era preocupante. Por mi parte, tuve un sentimiento de fracaso hacia mí y hacia mi compañero.<\/p>\n

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Antisana<\/strong><\/p>\n

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Para llegar al Antisana se requiere cruzar la hacienda “La Pintura” propiedad de la familia Delgado. El permiso es una tarjeta de José Delgado, firmada por él mismo, indicando los días de acceso. Llegamos al primer retén de la hacienda y con la tarjeta nos dejaron seguir, sin embargo, en el segundo retén se complicaron un poco las cosas: el permiso se había tramitado para un día anterior. Después de un rato de negociación nos dejaron pasar.<\/p>\n

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Es difícil describir el tamaño de la hacienda. Creo que del segundo retén hasta la desviación habrán transcurrido unos 35 minutos. La hacienda es de dimensiones considerables y puede ser que se asemeje a aquella de la que era dueño el clan Terrazas en Chihuahua a principios del siglo XX.<\/p>\n

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Unos cinco kilómetros antes de llegar a la desviación pudimos observar el Antisana por primera vez. Un impresionante volcán completamente nevado. De la desviación de la carretera hasta el campo base son aproximadamente 15 kilómetros. “Es poco”, pensamos, pero cambiamos de opinión al día siguiente que nos tocó caminarlos de regreso.<\/p>\n

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La aproximación al glaciar no fue difícil. Escogimos una ruta que va hacia la cumbre sur del Antisana para después hacer una travesía hacia la izquierda, al inicio de la ruta normal a la cumbre norte. Martín llegó primero al glaciar. Yo llegué más tarde pero sentía dolor en el abdomen y empezaba a sentir algo de fiebre.<\/p>\n

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Es de conocimiento que el Antisana tiene grietas escondidas. Afortunadamente era época de calor y algunas estaban al descubierto. Cuando veía hacia abajo, el hielo tenía una coloración azulosa. Por precaución empezamos a reconocer el terreno con los bastones para poder descubrir alguna grieta. Le sugerí a Martín que siguiéramos un colador de la izquierda para evitarlas.<\/p>\n

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Martín iba a vanguardia y yo detrás de él. El día anterior habíamos repartido el equipo: Martín llevaba un piolet técnico, un bastón y la tienda y yo por mi parte llevaba el piolet técnico, un bastón y la cuerda. Esta división, que parecía simple, al final costó el intento de cumbre para Martín.<\/p>\n

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En la subida éramos víctimas del “Viento Blanco”, un viento que corre de este a oeste desde el Amazonas, atraviesa la montaña y levanta la nieve acumulada en la cima para arrastrarla de este lado de la montaña con algo que parece una caída de nieve y hielo sin fin.<\/p>\n

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Para cuando llegué al final del colador —alrededor de los 4,700 metros— mi condición había empeorado: me sentía cansado y ya tenía fiebre y el cuerpo cortado. Así que tomé una decisión difícil pero sensata: regresar al campamento base y aprovechar las bondades de la pérdida de altura.<\/p>\n

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Llegué de regreso al campamento base como a las 2:30 de la tarde. Habíamos iniciado el ascenso a las 9 de la mañana. Cansando, me quité la mochila y tomé una cocacola pero unos minutos después la vomite y continué haciéndolo hasta que ya sólo era el arco reflejo, sin nada en el estómago. Reposé un rato y me dormí hasta que el calor y el sol me despertaron. Me sentía mejor, aunque débil. Intenté hidratarme y comer algo.<\/p>\n

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Mientras yo daba media vuelta, Martín se dio a la tarea de instalar la tienda y esperar mi arribo, pero como no llegué, decidió hacer el intento de cumbre ese mismo día. Desde el campo base sólo se distinguía un punto en la nieve. Pasó entre un grupo de seracs del lado izquierdo y un grupo de grietas del lado derecho, que desde abajo se veían imponentes. Observé que tenía buen paso y pronto alcanzó la arista de la ruta normal.<\/p>\n

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En algún momento, Martín descubrió una grieta y al momento de querer saltarla —sin querer— hizo palanca con él… y se rompió. En ese momento tenía que tomar una decisión: continuar el ascenso o regresar al campamento. No tenía cuerda ni el único bastón que llevaba. ¿Era prudente seguir a la cumbre?<\/p>\n

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Hacia medianoche desperté. Creí que podría ver la luz de la frontal de Martín y ver su progresión. La temperatura empezaba a descender considerablemente y a ratos la neblina no me permitía ver más allá de tres metros. En la montaña sólo nos encontrábamos Martín y yo y curiosamente pasamos casi 18 horas sin noticias uno del otro. A las dos de la mañana empezó a nevar.<\/p>\n

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A las seis de la mañana decidí levantarme y empezar a moverme  para calentarme un poco. Seguía sin ver señal de Martín pero poco antes de las siete de la mañana lo vi descender. Una sensación de alegría me invadió.<\/p>\n

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Me contó lo que había pasado: subió por el colador y montó la tienda con el viento en contra. Esperó por mí pero al ver que no llegaba, decidió intentar la cumbre, aun cuando ya era un bastante tarde para intentarlo. Le pasó lo de la grieta y pensó que era demasiado arriesgado, así que bajó, pero ya no pudo llegar al campamento base sino hasta ahora.<\/p>\n

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Y como nos quedaba poco tiempo, el Antisana fue nuestra última montaña en Ecuador, aunque nos dimos la vuelta por Otavalo y la Laguna de Cuicocha.<\/p>\n

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Nuestro grupo es de dos: Martín y yo, Carlos. Nuestra experiencia en conjunto se remonta a caminatas y visitas a las montañas desde hace dos años. Basta una llamada el viernes en la noche para acordar cual será la siguiente salida. Las nuestras se caracterizan porque cada quien camina a su paso y porque las pláticas son muy amenas. Siempre hay algún tema de que hablar o igual acordarnos de alguna experiencia y reírnos. Creo que hemos nos hemos acomodado muy bien como compañeros en la montaña.<\/p>\n

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Decidimos intentar primero el Antisana, movernos después hacia el Cotopaxi y después intentar otras montañas. Pero habíamos pasado por alto un pequeño detalle: en Ecuador la mayoría de las empresas de turismo alternativo cierran los fines de semana. <\/p>\n

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El plan cambió y se reducía a llegar el sábado al refugio José Ribas, el domingo realizar algunas prácticas sobre hielo y posiblemente escalada en hielo, el lunes en la madrugada intentar el ascenso al Cotopaxi. Después iríamos al Antisana. El sábado Martín llegó en treinta y cinco minutos al refugio y yo veinte minutos más tarde. El grupo con el que iniciamos el ascenso llegó al albergue dos horas después que yo.<\/p>\n

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Cotopaxi<\/strong><\/p>\n

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Alrededor de la medianoche se levantaron todos montañistas para realizar el intento al Cotopaxi. Nosotros habíamos acordado levantarnos hasta las cinco de la mañana e intentaríamos subir al glaciar a escalar en hielo para poder tener una mejor aclimatación.<\/p>\n

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Cerca de la una de la mañana los fantasmas invadieron mi cabeza y finalmente alrededor de las cinco desperté a mi compañero y le compartí mis pensamientos. Desilusión, enojo, apoyo, un sin fin de emociones se mezclaron en el José Ribas<\/em>. Nos levantamos y equipamos como en cámara lenta. <\/p>\n

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Bordeamos la ruta normal, al lado derecho del albergue, mirando desde el estacionamiento. Es una vereda de aproximadamente un kilómetro hasta el glaciar.  En el camino empezamos a encontrar a los montañistas que habían iniciado el ascenso a las doce y media. A las dos de la mañana había iniciado una nevada que duraría hasta las dos de la tarde. Doce horas de nevada, algo a lo que no estaba acostumbrado.<\/p>\n

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Dos montañistas hacen un viaje de pocos días a Ecuador con el fin de escalar montañas, pero se encuentran con que los fines de semana las agencias no trabajan, así que sus planes cambian y realizan intentos al Cotopaxi y al Antisana. <\/p>\n<\/td>\n

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