{"id":12731,"date":"2007-06-07T00:00:00","date_gmt":"2007-06-07T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12731"},"modified":"2007-06-06T00:00:00","modified_gmt":"2007-06-06T00:00:00","slug":"sin_riesgo_no_hay_aventura","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2007\/sin_riesgo_no_hay_aventura\/","title":{"rendered":"Sin riesgo no hay aventura"},"content":{"rendered":"
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Para el profano, para el ser que no es montañero, para el que no escala, toda ascensión a una montaña medianamente difícil o toda escalada es una locura de dimensiones desmesuradas. Cualquier montañero, escalador de roca o escalador de hielo en activo sabe que esto no es así. Cuando una actividad se lleva a cabo de la mano de la experiencia, acompañada de algo de prudencia, la probabilidad de supervivencia de los implicados es al menos tan alta como cualquier otro tipo de deporte de riesgo. Si se analiza estadísticamente, resulta incluso bastante superior.<\/p>\n

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Sin embargo, también hay excepciones. Hay personas que se sienten atraídas por el riesgo desmesurado, que lo aman y que son literalmente adictos a él.<\/p>\n

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Anuncio de una agencia de viajes de aventura<\/em><\/p>\n

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Es posible que para muchas personas la vida moderna ya no sea suficientemente emocionante. Es por eso que los cursillos de multiaventura tienen tanto éxito. Sobre todo entre estresados ejecutivos que quieren (y deben) ver y vivir algo diferente a su ajetreada vida de oficina llena de reuniones. Ellos son el objetivo de las empresas de aventura, que organizan los paquetes a precios convenientemente elevados. A estos ejecutivos se les hace deslizar o pendular por una cuerda por encima de un profundo cañón, haciéndoles sentir en sus carnes la sensación de la velocidad y del vértigo. Los ingredientes de estos paquetes de multiaventura son tanto el salo de bungee<\/em> como el descenso de cañones y el rafting<\/em>. Hoy en día estas actividades se comercializan en el mundo occidental, y tienen gran acepción en el mercado. Aparentemente ya no se puede pasar sin la sensación de riesgo. La vida diaria parece haberse vuelto aburrida.<\/p>\n

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Video de Youtube.com sobre el puenting.<\/p>\n

Nótese cómo las cuerdas pasan por en medio de las piernas de algunos de los que caen y les hace dar un giro completo, algo no recomendado por los fabricantes de arneses.<\/em><\/p>\n

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Esta búsqueda del riesgo tiene un trasfondo fisiológico. Hace tiempo que los médicos le siguieron la pista a este fenómeno. Descubrieron que el organismo humano, cuando se encuentra en una situación de estrés por ver su vida amenazada, aparte de la conocida adrenalina, produce las llamadas morfinas endógenas (normalmente denominadas endorfinas). Estas endorfinas no son más que opiáceos pertenecientes al propio cuerpo. Después del estrés, producen sensaciones de felicidad y de tranquilidad. De acuerdo con los expertos en medicina, las endorfinas pueden compararse con drogas suministradas al cuerpo vía externa.<\/p>\n

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“Sensaciones sin límite”, ése es hoy el eslogan de las empresas de aventura y de aire libre, e incluso también del turismo. Ya no sólo se pretende ofrecer un deporte a los visitantes de los Alpes, ahora también deben tener la posibilidad de sondear sus propios límites. Cada visitante tiene que vivir sus propias sensaciones extremas.<\/p>\n

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Y, ¿en qué consisten esas sensaciones límite? Pues, por ejemplo, en que se tensa un firme cable de acero por encima de un profundo cañón, y se cuelga una larga cuerda de su centro, por lo general en el punto más profundo del cañón, como si fuera un columpio gigantesco. En el extremo libre se ata al aventurero, que salta desde el borde del cañón y realiza una tremenda caída pendular. La longitud del péndulo llega a rondar los 70 metros.<\/p>\n

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El bungee<\/em><\/p>\n

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Como más de un saltador se moría de miedo antes del gran salto, los organizadores habían instalado un váter portátil en las inmediaciones del lugar del despegue<\/em>. Sin embargo, no tuvo demasiado éxito —nadie quería reconocer ante sus amigos que estaba tan asustado— y se desmontó al poco tiempo.<\/p>\n

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También el responsable técnico de un fabricante de cuerdas y arneses suizo se atrevió con este péndulo gigantesco. Aunque conocía perfectamente la fabricación y el control de calidad a conciencia de todos los arneses que salen de su fábrica, y pese a estar convencido siempre al cien por 100 de la seguridad y resistencia de los mismos, inspeccionó concienzudamente todas las costuras antes del salto (¡!). Y además, dos veces. Una primera vez al encordarse, y luego una segunda vez cuando ya se acercaba el momento del salto y todos los espectadores estaban esperando que se tirase. Y es que ésa es la pequeña diferencia entre teoría y práctica.<\/p>\n

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Lo nuevo realmente es la manera en la que se comercializa este tipo de deporte de aventura (literal):<\/p>\n

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“Vivirá usted un entrenamiento psicológico. Ideal para ejecutivos que tienen dificultades con los cambios en el entorno económico. Con nuestro entrenamiento estará usted preparado psicológicamente para abandonar rápidamente las metodologías del pasado”. ¡El autor les desea un feliz aterrizaje en la nueva realidad laboral!<\/p>\n

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Rafting. Emociones de alto nivel<\/em><\/p>\n

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En este tipo de saltos gigantes, la columna vertebral puede recibir cargas superiores al límite soportable normalmente. No es por la magnitud de la fuerza de choque (del orden de 5 kN, unos 500 kp), se trata más bien del relativamente prolongado tiempo de actuación de la misma sobre la columna, que se da durante el paso por la vertical del péndulo (el punto más bajo del mismo). Y como, al parecer, la columna vertebral comienza a degenerarse a partir de los 30 años, es recomendable ser algo más precavidos con estos saltos en edades más avanzadas.<\/p>\n

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El cuerpo humano puede soportar fuerzas elevadas sin mayores consecuencias, siempre y cuando actúen durante fracciones de segundo, como por ejemplo la fuerza de choque que se da al frenar una caída del primero, normalmente asegurado con una cuerda. Sin embargo, puede ser que se supere el límite de lo teóricamente soportable si resulta que la misma fuerza de choque actúa en el paso por la vertical (punto más bajo) de un gran péndulo durante uno o incluso durante más segundos. Esto se sabe desde hace tiempo, gracias a las investigaciones realizadas en el campo de la medicina aeronáutica.<\/p>\n

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Video de Youtube.com sobre rafting. Parece que el peligro es más atrayente hoy en día que antes.<\/em><\/p>\n

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Algunas personas son impulsadas a aventuras peculiares por el Libro Guiness de los Récords<\/em> (ya se han editado más de un millón de ejemplares). No se sabe por qué esto es así. A lo mejor es por la tentación de tener su nombre figurando en un libro para jactarse de ello. Al fin y al cabo, toda persona tiene una necesidad de sentirse importante, más o menos desarrollada. En el caso de los hombres se habla del “síndrome del gallito”. Sea como fuere, animadas por este libro (el más innecesario de todos), florecen las más extrañas “proezas”.<\/p>\n

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Hoy en día, la moda de la aventura al filo de la muerte se comercializa por todo el mundo. Los países punteros son los de ultramar. Queensland, un pequeño y pintoresco lugar en Nueva Zelanda que antaño fuera ciudad de buscadores de oro, ahora es conocida como la capital mundial de la aventura. Al parecer, para experimentar lo último en sus propias carnes, todos los años peregrinan multitudes de adictos a la adrenalina hasta esta meca de los aventureros.<\/p>\n

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Más sobre puenting.<\/em><\/p>\n

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Ya hay más de cien (¡!) empresas que ofrecen sus servicios. Se puede elegir entre todo lo que proporciona adrenalina más allá de la vida normal: rafting<\/em>, descenso de cañones, hidrospeed<\/em>, saltos bungee<\/em>, tirolinas, puenting<\/em>, rubgy<\/em> submarino (con equipos de buceo) y lo más nuevo, el zorbing<\/em>. Consiste en dejarse caer por una ladera envuelto en el interior de una gran bola forrada por dentro de gomaespuma. Un cóctel con cuatro de estas sobredosis de adrenalina y endorfinas cuesta unos 300 dólares.<\/p>\n

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Toda droga crea dependencia. También las endorfinas producidas por el cuerpo humano. Todo alpinista y escalador que se haya encontrado aquí o allá con una situación de amenaza para su vida y la haya superado, podrá constatarlo. El autor, al menos, puede. Se ha metido varias veces en situaciones en las que en realidad habría tenido que matarse de una caída. En contra de lo esperado, superó la situación y vivió a continuación una enorme sensación de éxtasis, la que provocan las endorfinas. Éste es el motivo por el que los escaladores extremos, cuando viven un prolongado sin escalar, desarrollan síntomas como irritabilidad, trastornos neurovegetativos, etcétera; o mejor dicho, el motivo por el que quieren ir a escalar una y otra vez (y al parecer lo necesitan) es que ¡la escalada crea dependencia! Los que ya saben todo esto, gustan de emplearlo como excusa ante la familia.<\/p>\n

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Video de Youtube.com sobre zorbing. ¿Deporte extremo o sentir que se está al borde de la muerte, con control alguno?<\/em><\/p>\n

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El eclipse total de sol del 11 de agosto de 1999 fue aprovechado por la Steiermark como suplemento especial a las ofertas de deportes de aventura habituales. Así, se ofrecían toda una hilera de eventos con eclipse, concretamente  excursiones “sin sol”, rafting “sin sol”, descenso de barrancos “sin sol”. Por supuesto, a un precio anormalmente alto, debido a la exclusividad. Y todo para apenas dos minutos y medio de eclipse solar. Aquel que se haya perdido el 11 de agosto de 1999, o que no haya presenciado el eclipse por culpa de las nubes, tendrá que esperar hasta el año 2081 (¡!). Hasta entonces no volveremos a tener un eclipse total en nuestras latitudes.<\/p>\n

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Tampoco la literatura escapa a la tendencia hacia las aventuras especialmente arriesgadas. Así, una conocida periodista suiza tituló su narración sobre su aventura de cinco días en Alaska Den Tod riskieren – das Leben gewinnen<\/em> (se trata de un juego de palabras: “Arriesgar la muerte- ganar la vida”). Incluso Ibsen se ha expresado en términos parecidos: “La vida es un riesgo. Más riesgo también puede significar más vida”. Sin embargo, Ibsen limita el alcance de sus palabras, empleando la palabra “puede”. Y es que más riesgo también puede significar menos vida. O ninguna. O una en silla de ruedas. Y esta última sería, cualitativamente, menos vida.<\/p>\n

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Heinz Hüssler se ha expresado de la siguiente manera: “El hombre de vivencias y aventuras vive para crearse y resolver problemas. Tan sólo lo asusta… una cosa: que se le pudieran acabar los problemas.<\/p>\n

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Al contrario de la vida que se llevaba hace siglos, el hombre civilizado de hoy en día no tiene la necesidad de luchar permanentemente por su supervivencia. Así es que tiene que crearse él mismo problemas que pongan en riesgo su vida. Es posible que los humanos necesitemos una determinada cantidad de riesgo para estar a gusto. Al parecer, la naturaleza nos ha dotado de esa necesidad. Y a unos más que a otros.<\/p>\n

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\"\"Pero también se puede argumentar de otra manera: siempre ha habido personas que buscaban sus propios límites y no temían a la muerte (y sobrevivieron). A estas personas es muy típico calificarlas con el más equivocado de los refranes, “el éxito les da la razón”. No, no es el éxito, sino a menudo sólo la suerte. De los que no corrieron tanta suerte en situaciones parecidas normalmente ni se habla. Han sido olvidados.<\/p>\n

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En nuestros tiempos se han escuchado muchas grandes palabras y frases célebres, como por ejemplo la siguiente: “¡Mejor es una vida corta e intensa que una vida larga y aburrida!” Esta expresión gusta de ser citada por los aventureros y tiene bastante tirón entre el público, ante todo en los medios. Sin embargo, cuando realmente están al filo de la muerte, ninguno de los aventureros defenderá esas palabras. Y es que cuando se presenta una muerte lenta (no repentina) en la montaña o la espesura, por ejemplo por culpa de una herida grave, de repente cualquier vida nos parecerá increíblemente entretenida y valiosa de vivir, incluso la más aburrida. En esas últimas horas a uno se le ocurren una tremenda cantidad de cosas que habría querido hacer, y se acuerda de todos aquellos con los que se ha portado mal, sin que ahora quede opción alguna a rectificar. Los que se hayan codeado con la muerte durante unos días o incluso sólo durante unas horas, saben bien cómo es todo esto.<\/p>\n

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¿Cuántas aventuras arriesgadas nos pueden salir bien? Una cosa está clara: cuantas más emprendamos, mejor será nuestra probabilidad de supervivencia a la larga.<\/p>\n

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¿Cambiará algo? ¡No! Las aventuras terminadas en muertes apenas lograrán que otros desistan de sus intenciones. Todo lo contrario. La ascensión del Everest se ha vuelto más popular todavía desde la fatídica tragedia del 10 y 11 de mayo de 1996, los dos días más negros de la montaña más alta del mundo. Increíble pero cierto: esta tragedia, con su impacto en los medios y en la literatura, ha logrado que las dos empresas de expediciones de Hall y Fischer, que tras su muerte siguieron funcionando, aunque dirigidas por otras personas, lograran al año siguiente un incremento en su productividad del 20%.<\/p>\n

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Hoy en día nos tomamos el riesgo con mucha más soltura que hace unos pocos decenios. En cierta ocasión, Eduard Rabofski (†), el que fuera durante muchos años secretario de la junta administrativa austriaca para la seguridad alpina, formuló una frase bastante acertada para las tendencias aventureras actuales, que tiene su aplicación a cualquier tipo de deporte de aventura: “La Constitución le otorga el derecho a todo ciudadano a matarse durante el ejercicio de su deporte”.<\/p>\n

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Más emociones para sentirse vivo.<\/em><\/p>\n

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Una persona que haya sobrevivido a alguna aventura arriesgada en la montaña o donde sea, tenderá con facilidad a suponer que esto siempre va a ser así. Sin embargo, deberíamos tener claro que confiar únicamente en la suerte también puede acabar mal. Al fin y al cabo, desafiar la suerte cuando no podemos estimar correctamente los riesgos, no es más que jugar a la ruleta rusa con tres balas en un tambor de seis. Es decir, con posibilidades de supervivencia del 50%. Y eso no es mucho. Reinhold Messner lo ha expresado claramente: ¡el riesgo debe ser calculable! Añadamos que sólo es posible calcular (estimar) el riesgo con ayuda de suficiente conocimiento y experiencia.<\/p>\n

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No tiene ningún sentido decir siempre que el montañismo y la escalada en roca o hielo son muy bonitos y que nunca pasa nada, ignorando los accidentes, por muy espantosos que éstos sean. Así nunca comprenderemos la necesidad de tener que cambiar algo. Y es que mostrar predisposición hacia el cambio, ya sea un cambio de tipo técnico o una diferente concepción interna del riesgo, será suficiente para aumentar las probabilidades de supervivencia en montaña.<\/p>\n

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Tomado de: Pit Schubert. Seguridad y riesgo en roca y hielo. Análisis y prevención de accidentes en montaña<\/em>. Volumen II. Ediciones Desnivel, Madrid. 2007. Extractos de las páginas 238-255. Reproducido con permiso de Ediciones Desnivel.<\/p>\n

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En la vida cotidiana, el hombre ya no arriesga su vida, así que se crea y resuelve problemas que no existen. Es una forma de ver el surgimiento de las actividades extremas o de aventura. Pero Pit Schubert, especialista en análisis de accidentes, tiene su propia visión de las cosas, donde todo se deja a la publicidad. <\/p>\n<\/td>\n

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