{"id":12675,"date":"2007-04-01T00:00:00","date_gmt":"2007-04-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12675"},"modified":"2012-05-22T11:53:28","modified_gmt":"2012-05-22T17:53:28","slug":"choyero_baja_california_en_bicicleta","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2007\/choyero_baja_california_en_bicicleta\/","title":{"rendered":"Choyero: Baja California en bicicleta"},"content":{"rendered":"
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A cien kilómetros de La Paz, está <\/em>El Cien. Un pueblo, pequeño. De un lado de la carretera, está una tienda, famosa por el café; del otro, está un campamento de la SCT abandonado. Un lugar perfecto para pasar la noche, sin costo, sin gente y con Don Cástulo. Él no vive en El Cien, pero cuando pasa por allí, duerme en el campamento.<\/em><\/p>\n

Él es <\/em>choyero, nativo de la Baja, pero algo tiene diferente: le gusta caminar al sol.<\/em><\/p>\n

Se mete al desierto, “…mientras más soleado mejor…” y uno o dos días después regresa con un venado.<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n

Vida<\/strong> citadina…<\/strong>\"EverardoUn día te encuentras en un cuarto y estás a la mitad de algo; un problema de álgebra, una junta, un paciente esperándote. Te preguntas, ¿Cómo llegué aquí? ¿Acaso fue aquella chica que nunca superé? ¿La falta de mi mejor amigo cuando más lo necesite? ¿O es que día con día he trabajado para llegar hasta aquí, siempre con esta meta en mente?<\/em><\/p>\n

Justo entonces, una voz, un ruido y de vuelta al presente: estás llevando un vida citadina hermano.<\/p>\n

No tardé mucho en verlo: llevaba 20 años en la ciudad y mis sueños de la infancia ya estaban desvaneciéndose ante un libro de texto escrito por un científico ruso hace setenta años, ¿qué podía aprender de la vida ahí? Ese genérico libro de texto cuyas páginas todos hemos leído tratando de terminar una<\/em> tarea más. Necesitaba una salida, y rápido.<\/p>\n

Entonces vino el montañismo… Fue mi vehículo fuera de la ciudad. Logró romper la inercia que sólo una silla y un escritorio con una PC pueden crear, y de pronto, mi imaginación estaba de vuelta y había traído algo nuevo de sus largas vacaciones; la curiosidad por lo desconocido.<\/p>\n

Fueron dos años de salidas constantes, de muchos libros, equipo nuevo y pronto me encontré planeando una salida en bicicleta, y quería recorrer la península de Baja California.<\/p>\n

\"Así<\/p>\n

Así me recibió Baja California, con paisajes impresionantes mientras yo pedaleaba por la ruta panorámica hacia El Rosarito.<\/em><\/p>\n<\/div>\n

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Luego vino la preparación…<\/strong> Prepararse para cualquier viaje que pueda representar un reto es una fase determinante; el entrenamiento físico no debe ser dejado a un lado y el aspecto logístico te mantendrá ocupado leyendo e investigando. Pese a ello, es sin duda una parte muy agradable y seguramente te encontrarás fantaseando con la ruta más corta y el mejor lugar donde pasar la noche en tal o cual día, es muy motivante y no menos emocionante.<\/p>\n

\"Camino<\/p>\n

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Camino a Ensenada por una carretera vieja y muy solitaria, perfecta introducción para las interminables rectas del Desierto Central.<\/em><\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\"Mi<\/p>\n

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Mi primer autorretrato después de una mala noche en El Rosarito.<\/em> <\/p>\n

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El Duro<\/em><\/strong><\/div>\n
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En San Quintín, como sin querer, me encontré al Duro.<\/p>\n

El Duro tiene un taller mecánico, años atrás se dedicaba a construir motores para arrancones, ahora, bien pasado de los cuarenta estaba sentado con su esposa y su nieto en El Cielito Lindo<\/em>, un ex-restaurant de caché.  Me vio desde que llegue, preguntó por la bicicleta, por la distancia, por mí; lo mismo que todos.<\/p>\n

No tardó mucho en hablar del padre de su nieto, su hijo.  Había estado interesado desde chico en los autos, a los 16 ya le prestaba el Camaro<\/em>, su auto, y ese mismo auto se mató.<\/p>\n

“Le compré la muerte a mi hijo…“, dijo y sonrió cuando recordó que justo era el titulo de una canción.<\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

Soledad…<\/strong> Esto fue lo primero que encontré al llegar a un trailer park en Rosarito, luego de dos días sin dormir decantando y escogiendo mi equipo con esa idea utópica de ligereza <\/em>en mente. No fue un día pesado, solo había pedaleado 45km, pero había materializado mi primer plan: salir pedaleando del aeropuerto completamente sólo, autosuficiente mientras la demás gente esperaba un taxi. Aún me regocijo al pensarlo.<\/p>\n

Al día siguiente el camino a Ensenada fue pesado y el cúmulo de edificios residenciales, resorts<\/em> en construcción y las señalizaciones en inglés no estaban relajándome para nada. Pasé por Ensenada sin ver y seguí lo más que pude tratando de afrontar la enorme distancia que permanecía frente a mí.<\/p>\n

Esa noche la lluvia me puso a prueba, la soledad estaba afectándome y mi propósito parecía lejano; pese a ello, al día siguiente me perdía en el rítmico recorrido de mis pies mientras subía la cuesta Zacatona <\/em>y allí me di cuenta de que finalmente mi viaje había comenzado; era justo esto lo que esperaba, había cambiado la ciudad por el camino y eso ameritaba una sonrisa, no la pude contener.<\/p>\n

\"Mi<\/p>\n

Mi compañera de viaje.<\/em> <\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

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Viajar…<\/strong> De aquí en adelante me vi sumamente involucrado con esta palabra, la abstracta idea y el concepto mismo de transportarse<\/em> se convirtieron en un pensamiento recurrente, mi mente se ocupaba con esto constantemente y solo así pude enfrentar mi primer reto: el Desierto Central.<\/p>\n

\"La<\/p>\n

La Zacatona, a punto de encumbrar.<\/em><\/p>\n

\"\"“Ahí los pueblos están a más de un día…”<\/em> me dijeron en San Vicente, mientras comparábamos cuidadosamente la escala del mapa con la distancia entre asentamientos. Efectivamente, las rancherías estaban bastante separadas entre sí y en ellas no encontraría mucho, pero lo indispensable: agua, algo que comer y hospitalidad si de veras lo precisara. Trazaba rutas en mi mente, preguntando por ranchos, caminos y distancias hasta que conseguí una ruta aceptable con dos características importantes. ¿?<\/strong> Tendría que pedalear un poco mas de 100 km al día y dos noches las pasaría en el monte; en el desierto.<\/p>\n

Los kilómetros no representaron conflicto, pero la noche sí que fue especial… cuando llegó no pude pensar en un lugar mejor para pasarla: estaba rodeado por cirios<\/em> y a la mitad de un desierto que me había cautivado desde el momento que cambié el industrial Valle de San Quintín por la cuesta de San Jorge<\/em>, la entrada al Desierto Central y al corazón de la verdadera Baja California.<\/p>\n

\"La<\/p>\n

La vista mejora mucho cuando subes y La Zacatona es de lo más alto alrededor.<\/em><\/p>\n

Aquí el paisaje es único en el mundo, en gran parte gracias a la alta densidad de cirios<\/em>, esta especie es endémica al desierto de la península. Es muy particular en forma y funcionamiento, lo que permite especímenes de más de 20 metros de altura. En ese momento, la soledad pasó a segundo plano, pues tan sólo levantar la vista me llenaba de energía y no nada más por la singular cualidad estética del Valle de los Cirios<\/em>, sino por el aire de calma que aquí circula.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

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Me hundí en cadencia…<\/em><\/strong>Las rectas del Desierto Central comprobaron ser un excelente lugar para la meditación, el reducido esfuerzo mental y el paisaje poco cambiante aunado a un ritmo bien definido lograron que pusiera gran atención en mi paisaje interior.<\/p>\n

\"San<\/p>\n

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San Vicente, el primer pueblo donde las señalizaciones no están en inglés.<\/em><\/div>\n<\/p>\n

Creo que para este momento mis músculos comenzaban a adaptarse a la carga, logrando así una coordinación entre parejas de fibras que nunca había conocido, una vez arriba de la bicicleta entraba en una zona de confort<\/em> y olvidaba muchos de mis malestares, sin mucho más seguía pedaleando.<\/p>\n

Frente a mí, un pedazo enorme de carretera, una recta cuyo final no podía distinguir; mis ojos fijos en la textura del camino, completamente definida hasta que mi vista bajaba lo suficiente. Allí el pavimento comenzaba a fluir, la textura desaparecía y se deslizaba siempre hacia atrás. Era una vista hipnotizante, mis ojos luchando por evadir el movimiento y mi cerebro buscándolo a toda costa.<\/em><\/p>\n

En mi mente, los pensamientos iban y venían pero detrás de todo había algo fijo, una imagen cada vez más real, mi destino final.<\/p>\n

\"Saliendo<\/p>\n

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Saliendo de San Vicente.<\/em><\/div>\n<\/p>\n

Así, mi viaje había tomado forma por completo, sobre todo porque ya no me cuestionaba sin sentido y me sentía cada vez mejor, incluso con mí primera falla mecánica: un cambio fuera de lugar y mi cadena se había doblado. Pedalear era inútil, la cadena saltaba entre las catarinas y mantener un ritmo era imposible. Repararlo no fue tan fácil como inicialmente creí: el doblez no era del todo perceptible y trabajar así, en el desierto con el sol del mediodía, no era particularmente divertido. De cualquier modo, tras varios intentos lo logré y tan solo perdí tiempo. Menuda pérdida. Ese día sólo recorrí 85 kilómetros: mi cuota diaria acababa de aumentar.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

\"Mi<\/p>\n

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Mi primer atardecer en el Desierto Central, visto desde mi cama temporal.<\/em><\/div>\n

Esa noche trajo algo completamente nuevo: leí un rato, cené y me dormí.<\/p>\n

Estaba en México, en mí ciudad, en mí casa. Era parte de una reunión, una reunión familiar y estábamos ya bien entrados en la noche, pero algo había diferente en mí, algo no me dejaba estar tranquilo y pronto lo reconocí, la reconocí: sed. Sed como nunca antes la había sentido. Sin más, corría hacia la mesa y bebía todos los vasos de agua. Sin poder saciarme atacaba el refrigerador y vaciaba en mi boca una botella entera de agua mineral, dos litros que despertaban algo extrañísimo.<\/em><\/p>\n

A <\/em>mí.<\/p>\n

La noche no había terminado, era tranquila como siempre y lo único uniéndome con el mundo eran los estruendosos camiones, frenando con motor para pasar la siguiente curva. Yo me tomé unos segundos para entender que no era real, que estaba en Baja California, solo, en bici y luego bebí hasta más no poder.<\/p>\n

\"El<\/p>\n

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El jardín de piedrones de Cataviñá es un paisaje extraño, difícil de concebir pero bello sin duda.<\/em><\/div>\n<\/div>\n

<\/p>\n

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Punta Prieta…<\/strong> Aquí la gente es especial. Es gente de desierto. Nadie sale si no es necesario, nadie tira nada que pudiera servir y la plática sigue una línea semejante, la gente no tira<\/em> palabras así como así, dicen lo necesario y lo que no, lo guardan.<\/p>\n

\"Punta<\/p>\n

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Punta Prieta, un pueblo de desierto.<\/em><\/div>\n

Así conocí a Don Mago Maklís, yo tratando de conversar y él ocupado diciendo sólo lo necesario, lo que necesitaba oír. Le pedí permiso de dormir en el porche de su casa y aceptó. Luego conversamos los dos con un militar acerca de la gente del sur de México, de los pueblos llenos de vida de la sierra de Veracruz, muy lejos de Baja California.<\/p>\n

Al día siguiente, Guerrero Negro, la mitad cultural de la península y también logística, pero no en distancia. Aquí termina el Desierto Central, de allí en adelante los pueblos son más grandes y están más cerca, la parte difícil había terminado.<\/p>\n

Pasar el paralelo 28, la línea imaginaria que divide a Baja California Sur con Baja California hace mucho más que delimitar el territorio. En realidad muchas cosas cambian: la hora se adelanta, el camino se ensancha, la gente se ablanda en espíritu y hasta la vegetación es diferente.<\/p>\n

Estrictamente es territorio del Desierto del Vizcaíno, que al igual que el Desierto Central es un parque nacional protegido, pero aunque colinden y convivan estrechamente, son completamente diferentes, bastante más seco y vasto el Central.<\/p>\n

\"Disfrutando<\/p>\n

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Camino a Guerrero Negro.<\/em><\/div>\n

No a más de 80 km encontramos un pueblo que lleva su nombre, Vizcaíno, <\/em>anidado en un valle agricultor. Lejos de ser una atracción turística, uno reconoce que Vizcaíno<\/em> es un pueblo genuino, no es particularmente pequeño pues hay mucho trabajo y eso atrae gente. Allí conocí a la familia Hernández. Me recordaron la característica hospitalidad de la gente mexicana, me mostraron mucho de una Baja California que no aparece en los libros.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

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\"La<\/p>\n

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La planta por la que los habitantes se llaman choyeros. La Choya en el desierto del Vizcaíno.<\/em><\/div>\n

Un oasis…<\/strong> Después de pedalear 540 kilómetros a través del desierto, un oasis tropical es una vista reconfortante y al mismo tiempo bastante extraña. Uno mira a su alrededor y todo está seco, pero justo en medio corre un río bastante ancho, con suficiente agua para dar de beber a cientos de palmas datileras que crean un ambiente inigualablemente relajado. Justo ahí está el singular pueblo de San Ignacio.<\/p>\n\n\n\n
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San Ignacio<\/strong> <\/div>\n

En Baja California, conseguir una visa para pasar a EUA es tan difícil como en cualquier parte de México, a menos que seas de San Ignacio.  Tan sólo menciónalo en la embajada y la tienes, “Aquí hay puro flojo, nadie trabaja”, dice Abel, dueño de un trailer park y también de un Bar, que se llama Flojos<\/em>.  ¿Qué mas podría pasar en un oasis a la mitad del Desierto, qué otra fama podrían tener?<\/p>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

Ahí descanse un día y ello fue una de mis mejores decisiones, porque la gente que conocí resultó inolvidable. Dos días después estaba pedaleando hacia la Cachanía <\/em>(Santa Rosalía), frente a un obstáculo que no había considerado:<\/p>\n

Un viento que soplaba a más 40 kph con ráfagas de 70. Avanzar era muy difícil. En terreno plano usaba la misma relación que anteriormente estaba reservada para las más pesadas subidas. Rompí mi record de lentitud: en un día entero sólo recorrí 70 kilómetros y en Cachanía ni siquiera hubo tanto que ver. Es un pueblo extraño, sin duda, con una iglesia diseñada por Gustave Eiffel, si, pero tiene más fama que atractivo, al igual que Mulegé, donde inmigrantes estadounidenses han desplazado a los habitantes originales del pueblo y ahora en la plaza hasta una cantina de “gringos“ hay. Es una colonia del siglo XXI.<\/p>\n

\"Un<\/p>\n

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Un descanso antes de llegar a San Ignacio, cerca de la desviación hacia Punta Abreojos.<\/em><\/div>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\"San<\/p>\n

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San Ignacio, el pueblo más tranquilo de la península.<\/em><\/div>\n
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Compañía…<\/strong> Durante mi día de descanso en San Ignacio, cultivé un par de amistades que se afianzaron más adelante en el camino, cuando los volví a encontrar. Se detuvieron junto a mí y dijeron que si los encontraba en Bahía Concepción los buscara y me invitarían a cenar.<\/p>\n

Poco después pedaleaba a través de un camino cada vez más bello, el sol metiéndose entre nubes rojas, el camino sinuoso al lado del mar y la Bahía Concepción abriéndose paso entre las montañas. Llegué a Santispac, pero allí solo encontré una colonia de motor-homes<\/em>, repleta de ese tipo de estadounidenses antisociales que no hacen más que ver televisión mientras su perro se caga en la playa.<\/p>\n

Se suponía que aquí estarían mis amigos pero no lograba verlos, me había propuesto una hora más de pedaleo y no estaba por terminar aquí, ahora. Seguí, pensando que la vista era hermosa, las playas tranquilas y pequeñas; el lugar era perfecto, lo único fuera de contexto eran los camiones estacionados justo en la arena.<\/p>\n

Porque la playa de tus sueños no tiene un camión ruidoso con americanos que comen filete diario junto a ti, ¿o sí? Tal vez por un día sí, porque allí estaban mis amigos, uno de ellos me había alcanzado en su bicicleta casi llegando a Playa Coyote y <\/em>regresamos los dos juntos, a tiempo para la cena. Descubrí hospitalidad de quien menos lo esperaba.<\/p>\n

\"Mi<\/p>\n

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Mi amigo estadounidense tomó está foto, allí está su bicicleta.  Atrás la Bahía Concepción.<\/em><\/div>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\"Las<\/p>\n

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Las playas de Bahía Concepción tienen una personalidad única.<\/em><\/div>\n
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Fue una noche despejada y hermosa, muy diferente a la mañana siguiente. Así llegué a Loreto, a punto de llover y con el tiempo muy contado pues había salido tarde. Había sido una jornada pesada porque casi no descansé y el camino fue difícil. A cambio, ese día conocí a Robert, un ciclista alemán que viajaba solo, como yo. Verlo fue muy emotivo para mí. Saber que, en cierto modo, no estaba solo trajo un sentimiento melancólico. Por suerte, la melancolía me sienta bien y pedalear así fue fácil.<\/p>\n

A Loreto llegué tarde y cansado, No tuve tiempo de buscar un buen lugar para dormir y al final, llegue al primer trailer-park<\/em> que encontré… Ya se me estaba olvidando lo que era pagar por las cosas. Me quedé un poco más tiempo del que esperaba y eso porque al día siguiente llovió sin parar, pero no todo se quedó así, pues seguí conociendo gente. Esta vez era un mexicano que viajaba con una checoeslovaca. Me entendía tan bien con ellos que bastante trabajo me costó salir de ahí: eran excelentes conversadores.<\/p>\n<\/div>\n

\"Sólo<\/p>\n

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Sólo tanta gente evita que sea perfecta.<\/em><\/div>\n

<\/p>\n\n\n\n
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\"Buena <\/div>\n
¿Nada qué Hacer?<\/strong><\/div>\n
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Buena Vista; la primera zona turística de la Baja.  En los cincuentas, estrellas hollywoodenses viajaban aquí en avioneta, aterrizando en autopistas improvisadas en los arroyos.<\/p>\n

Ahora, solo quedan recuerdos y decenas de gringos necios amantes de la pesca deportiva.  Hasta la más pequeña palapa ofrece viajes de pesca y en las tardes se distinguen las zonas donde hay buena pesca por la aglomeración de pangas y yates.<\/p>\n

Aquí no hay mucho lugar para un ciclista, por ello que acabará durmiendo en el porche de una casa rentada, cuyos huéspedes no estaban.  ¿La consecuencia?<\/p>\n

Si no tienes nada que aser por fabor no benga acerlo aqui. gracias.<\/em> <\/p>\n

Al menos fue una nota…. en una ciudad me hubieran sacado a puntapiés. <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

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De Camino a La Paz…<\/strong>No pude evitar sentirme agotado al salir de Loreto, aun habiendo descansado un día entero no pude encontrar la fuerza necesaria para el pesado camino restante; y es que a menos de 20 km se erguía frente al mar la cuesta de Ligüi<\/em>, la pendiente con mayor desnivel de toda la carretera. De ella me venían advirtiendo desde el Vizcaíno,<\/em> aunque todo indicaba que aquel día no me tocaba conocerla. Consulté mi mapa, pensé en los pesados días que vendrían si seguía y como si lo hubiera planeado, llegue a La Quemada<\/em>.<\/p>\n<\/div>\n

\"El<\/p>\n

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El trailer de mis amigos estadounidenses. Tenía estilo.<\/em><\/div>\n

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\"La<\/p>\n

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La Quemada, mi playa favorita era muy rara, pero no menos atractiva.<\/em><\/div>\n
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Acá nadie se detiene que no tenga que hacerlo: el lugar está lejos de aparecer en guías, en el camino no hay señalizaciones, no hay ninguna especie de servicio y ni siquiera hay una población permanente. Sin embargo, La Quemada<\/em> está llena de vida, habitada por una serie de personajes que seguramente salieron de un cuento de hadas, o por lo menos de una historieta. Lo que allí conocí fue un lado del turismo que hasta ahora no había imaginado, sostenido por un grupo de personas de las que sin darme cuenta, aprendí mucho.<\/em><\/p>\n

Fue algo irónico. Allí, por fin en una playa con la cual me identificaba, estaba ansioso por salir; pues había recuperado mi fuerza y en cierta medida al sol; las cosas eran mucho mejores. No me tomó tiempo comenzar y cuando menos lo esperaba, había encumbrado, había subido Ligüi<\/em>. Dentro de mí algo había crecido y estaba notándose. Lo difícil estaba tras de mí, de nuevo sonreí… ahora sí<\/em> estaba cerca.<\/p>\n<\/div>\n

\"La<\/p>\n

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La cuesta de Ligüi, el desnivel es bárbaro pero la pendiente no tanto. A lo lejos se ve el mar. <\/em><\/div>\n

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\"Mi<\/p>\n

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Mi cuarto privado en el campamento abandonado de la Secretaria de Caminos y Transportes.<\/em><\/div>\n
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Después de pasar la Sierra de la Giganta, se encuentra el Plano de la Magdalena, aquí no hay una sola curva por casi 100km y además tenía el viento a mi favor, así que los siguientes días fueron rápidos; rompí mi record de velocidad y de distancia, pero también aumenté una avería a la lista, una de las más molestas para el ciclista: rompí un rayo.<\/p>\n

Esto no es raro para un cicloturista pero a mí nunca me había pasado y no deja de ser una de esas cosas, que aunque sabes que tiene que suceder, da bastante flojera reparar. En cualquier caso, lo complicado es ajustar la rueda, que generalmente queda dañada después del desequilibrio de fuerzas producido por la propia avería. El detalle aquí es que si no lo haces bien, muy probablemente vuelva a pasar, una y otra vez, como verdadero cuento de terror. Honestamente, yo llegué a tener pesadillas con ello.<\/p>\n<\/div>\n

\"Llegando<\/p>\n

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Llegando al malecón de La Paz.<\/em><\/div>\n

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\"Creo<\/p>\n

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Creo que los mejores atardeceres de la península son en La Paz, los colores son increíbles.<\/em><\/div>\n
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Por suerte ya faltaba poco. La Paz estaba a un día y allí podría llegar a un taller si fuese necesario, aunque no lo fue. Allá más bien me dediqué a conocer, descansar y tratar de manejar la cantidad de información que había adquirido con tal intensidad. Mentalmente no descansaba. Sí, hubiera sido fácil seguir sin pensar, pero no olvidar siempre ha sido mi estilo. Además, los recuerdos son lo único que perdura. Buenos o malos, nos acompañan todo el tiempo y para siempre… si es que los cuidamos.<\/p>\n

Por demás, La Paz siempre fue un destino anhelado porque allá tenía un amigo, o mejor dicho: tenía un conocido (el hermano de un amigo) que acabo siendo mi amigo y cómo no, si de eso se trata viajar. Estuve un par de días nada más. Pudo haber sido menos pero no tenía caso pues el Finisterrae <\/em>era ineludible y pronto estaría allí. Dos buenos días después llegue a Cabo San Lucas<\/em>, para descubrir que hay algo muy especial en continuar, empujar hasta que se termina todo: ahí, los sueños se han convertido en realidad.<\/p>\n

\"La<\/p>\n

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La ostentosa costera de San José del Cabo.<\/em><\/div>\n<\/div>\n

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\"Cabo<\/p>\n

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Cabo San Lucas, el fin de la península y mi último destino.<\/em><\/div>\n
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Aquí estoy…<\/strong>Sentado en algo bastante más cómodo que el asiento de mi bicicleta, transportándome mucho más rápido, en un avión que recorrerá mucho más de lo que yo pedalee en un mes, en tan solo dos horas. No puedo conciliar como todo ha pasado tan rápido, ¿adónde se fue todo este mes? Río cuando recuerdo los primeros días, largos, casi interminables y me entristezco cuando me doy cuenta que mi viaje ha terminado, pero no donde comenzó. Baja California ya no es una calle perdida en la inmensa Ciudad de México, ni un dibujito en un mapa, de hoy en adelante la Baja <\/em>que conocí siempre me acompañará. <\/p>\n<\/div>\n

\"Kilometraje<\/p>\n

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Kilometraje del recorrido.<\/em><\/div>\n

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Estadísticas del recorrido<\/strong><\/p>\n\n\n\n
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Recorrido<\/td>\nTijuana a Cabo San Lucas (norte a sur)<\/td>\n<\/tr>\n
Fecha del recorrido <\/td>\nEnero de 2007 <\/td>\n<\/tr>\n
Distancia recorrida<\/td>\n1,940 km<\/td>\n<\/tr>\n
Tiempo total<\/td>\n25 días<\/td>\n<\/tr>\n
Días de descanso <\/td>\n6 días<\/td>\n<\/tr>\n
Menor distancia recorrida en un día<\/td>\n30 km<\/td>\n<\/tr>\n
Mayor distancia recorrida en un día <\/td>\n132 km<\/td>\n<\/tr>\n
Promedio general de velocidad<\/td>\n20 kph<\/td>\n<\/tr>\n
Rendimiento más bajo<\/td>\n78 km en 5 horas<\/td>\n<\/tr>\n
Rendimiento más alto<\/td>\n114 km en 4 horas<\/td>\n<\/tr>\n
Mayor distancia recorrida en 1 hora<\/td>\n30.5 km<\/td>\n<\/tr>\n
Mayor distancia recorrida en 2 horas<\/td>\n60.4 km<\/td>\n<\/tr>\n
Record de días sin bañarme<\/td>\n5<\/td>\n<\/tr>\n
Días sin ser despertado por trailers<\/td>\nNinguno<\/td>\n<\/tr>\n
Días sin descanso<\/td>\n5 días<\/td>\n<\/tr>\n
Cicloturistas encontrados<\/td>\n3 en total en sentido contrario<\/td>\n<\/tr>\n
Temperatura máxima <\/td>\n30º C<\/td>\n<\/tr>\n
Temperatura mínima<\/td>\n0º C con bastante viento<\/td>\n<\/tr>\n
Descomposturas<\/td>\nUna ponchadura en 1,940 km: una espina fuera del camino. Un rayo roto, a los 1,534 km, lado izquierdo, rueda trasera. <\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

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\"\"<\/a><\/p>\n

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\"Fotografía<\/strong><\/p>\n

La bicicleta:sus características<\/strong><\/p>\n

Mi bicicleta es particular.  Tiene un cuadro Surly CrossCheck <\/em>de chromoly, muy resistente, cómodo y durable; eso sí, pesado, pero la ligereza pasa a segundo plano cuando cargas mas 15 kg en equipo, es mucho más importante la estabilidad a altas velocidades y con las alforjas cargadas.  Para rodar, 90% del tiempo en carretera, escogí unas llantas continental contact<\/em> (con protección antiponchadura), montadas sobre ruedas salsa <\/em>y masas Shimano Deore<\/em>.<\/p>\n

Atrás un par de alforjas Novara<\/em> de 55L combinadas, montadas sobre un rack Surly <\/em>bastante amplió, con espacio de sobra para amarrar y acomodar como fuese más cómodo.<\/p>\n

En medio, un plato doble con bielas FSA, <\/em>moviendo un cassette Deore<\/em> de nueve pasos con manetas Tiagra<\/em> en un manubrio de ruta, escogido cuidadosamente por la gran variedad de posiciones de manos que ofrece.  Con viento y\/o de bajada, se puede tomar de la parte inferior y cortar el viento, la diferencia es grandísima.<\/p>\n

Usaba pedales de contacto porque es la manera más eficiente de pedalear, unos buenos zapatos y pedales pueden hacer la diferencia en una pendiente muy inclinada, y cooperan en lograr una maniobrabilidad buena.<\/p>\n

Me sentaba sobre un Selle Italia Flite<\/em>, un sillín técnico pero muy cómodo, especialmente si se usa con unas licras de buena calidad; que son, sin duda, otro elemento en el que no se debe escatimar.<\/p>\n<\/div>\n

\"\"<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
\n

La península de Baja California es uno de los destinos favoritos de los ciclistas. En una tierra donde el desierto, el mar y la montaña dominan siempre, el ciclista se ve enfrentado a cientos de kilómetros por rodar con muy poco tránsito de vehículos. Sin embargo, el que permanece ahí viendo todas sus facetas, regresa cambiado. <\/p>\n<\/td>\n

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\"\"<\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1220,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1007],"tags":[10098],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3ir","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12675"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1220"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12675"}],"version-history":[{"count":1,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12675\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":19270,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12675\/revisions\/19270"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12675"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12675"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12675"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}