{"id":12596,"date":"1998-12-07T00:00:00","date_gmt":"1998-12-07T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12596"},"modified":"2006-11-09T00:00:00","modified_gmt":"2006-11-09T00:00:00","slug":"al_asalto_del_khilikhili_parte_v","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/1998\/al_asalto_del_khilikhili_parte_v\/","title":{"rendered":"Al asalto del Khili-Khili, Parte V"},"content":{"rendered":"
Capítulo VI<\/p>\n

LA CARA NORTE, PRIMER ASALTO<\/strong><\/div>\n

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Terminamos por considerarnos todos como adaptados al clima, a excepción de Prone, que padecía hipertensión, y nos lanzamos al asalto de la cara Norte. Envié por un yogistanés el mensaje siguiente: "Vamos a intentar el asalto a la cara Norte, la temible muralla que se yergue a más de dos mil metros por encima de nuestras cabezas. La cuestión que se plantea todo el mundo es: ¿cederá?, y cada uno murmura con confianza: "Sí, seguramente." La moral del equipo es muy elevada, y los portadores están por encima de todo elogio. Todos bien." <\/p>\n

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La cara Norte es una pared de hielo lisa como el cristal y cuya superficie no esta rota más que por afloramientos de rocas, agujas de hielo, gargantas, bergschrunds<\/em>, fisuras, etcétera. En fin, un temible obstáculo, lo suficientemente temible como para desanimar a un equipo desunido, asistido de mediocres portadores. Nuestro proyecto era establecer el campamento de base avanzado sobre el col Sur, que está justamente encima de la cara Norte; pero, sin duda, nos sería preciso un campamento intermedio. <\/p>\n

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Habíamos hecho ya algunos reconocimientos hasta los primeros contrafuertes de la pared, y dos escuelas se afrontaban en cuanto a la mejor forma de llevar el asalto. Wish era partidario de atacar directamente una cara rocosa abrupta, seguida de una pared que parecía más fácil de escalar. Shute, el especialista del hielo, prefería una pendiente helada muy inclinada, pero que parecía igualmente suavizarse arriba. Como era imposible tomar una decisión definitiva, se había decidido ensayar simultáneamente las dos vías. Shute y Jungle atacarían al hielo. Wish y Burley atacarían la pared rocosa. <\/p>\n

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Constant y yo, después de haber puesto un poco de orden en el campamento de base, iríamos a sostener a uno u otro equipo. Constant y yo nos pusimos en ruta poco después de mediodía, y no habíamos dejado aún el glaciar, cuando mi receptor de radio se puso a zumbar. Era Jungle en el colmo de la excitación. Shute estaba bloqueado en medio de su campo de hielo, había perdido su bastón de hielo y no se atrevía a bajar. El bastón de Jungle estaba hundido en el hielo, y la cuerda estaba amarrada a él. No se atrevía a liberarla, temiendo hacer caer a Shute. <\/p>\n

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Nos suplicaba fuéramos en su socorro. <\/p>\n

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Era una noticia alarmante. Aseguré en seguida a Jungle que íbamos a reunirnos con ellos, tan pronto como nos fuera posible, y partimos a toda prisa. Pero apenas habíamos dado unos pasos, cuando Constant desapareció por una grieta. La cuerda que nos ligaba se puso tensa y yo caí sobre el suelo. Sorprendido, solté el bastón y me encontré arrastrado hacia el borde de la grieta, sin ningún medio de detener mi deslizamiento. Estaba a dos metros del borde, cuando me inmovilicé. La cuerda se había metido en el hielo y la fricción, cada vez más fuerte, me había salvado la vida. <\/p>\n

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La situación era enormemente crítica. Cuando quise levantarme, la cuerda me arrastró hacia adelante, mientras que Constant caía aun más abajo. Tenía que quedarme tumbado sobre el suelo para detener su caída. No podía hacer nada por salvar a Constant; si no venían en nuestro socorro, estabamos perdidos los dos. <\/p>\n

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Nuestra única posibilidad de salvación era la radio. La garganta apretada por la angustia, hice deslizar prudentemente mi mano derecha y logré, al fin, colocar el aparato cerca de mi rostro. Llamé a Burley y a Wish. Fue Burley quien me respondió, y le pedí que viniera rápidamente a socorrernos. <\/p>\n

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Ante mi consternación, me anunció que ellos también se encontraban en dificultades. Wish estaba arrinconado a la mitad de su pared rocosa, y era tan incapaz de ascender como de descender. Burley estaba completamente agotado; evidentemente, no estaba del todo aclimatado. En aquel momento iba a llamarnos en su ayuda. <\/p>\n

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No había más que una solución. Jungle no tenía más que abandonar a Shute, quien, de todas formas, estaba retenido por el bastón de Jungle, para venir a socorrernos. Los tres iríamos luego a sacar a los otros de su penosa situación. Jungle tomo nota de estas consignas y nos dijo que llegaría. <\/p>\n

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Espero no tener jamás que pasar por parecida prueba. Cada minuto me parecía una hora; cada hora, una eternidad. Bastaría un movimiento inconsiderado por mi parte para precipitamos a los dos, a Constant y a mí, al fondo del abismo. Mi nariz me picaba, pero no me atrevía a rascarme; pronto se me heló, pero no me atreví a frotarla. Tenía cada vez más frío. Constant, con quien podía conversar gritando, estaba en una situación no menos penosa. No estaba herido, pero tenía también frío y estaba tan inconfortablemente instalado como yo, si no más. <\/p>\n

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Al cabo de algunos minutos, mi walkie-talkie<\/em> se puso a zumbar. Era Jungle. Se había extraviado. <\/p>\n

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Mi corazón se apretó, y Burley, que escuchaba nuestra conversión, lanzó un gruñido. Estábamos perdidos todos ahora, no había duda. Nosotros, que habíamos partido con una tal confianza, que habíamos trabajado tan duramente para llegar cerca del fin; nosotros, que éramos la esperanza de nuestra patria y los héroes del mundo entero, estábamos destinados a perecer miserablemente en este país poco acogedor, lejos de nuestras casas, lejos de los que nos eran queridos.<\/p>\n

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Esto era tan triste, que no pude retener las lágrimas. Éstas se helaron inmediatamente, y me encontré soldado al glaciar por dos pequeñas estalactitas, en una situación más penosa aun.<\/p>\n

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Anuncié la noticia a Constant, esforzándome en reconfortarle. El pobre tomó magníficamente la cosa, igual que Burley cuando me dirigí a el. Si debíamos morir, al menos lo haríamos en gentleman.<\/p>\n

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Quedaba aun la esperanza de que Jungle nos encontrase; pero esta esperanza era tan débil, que no me atreví a mantenerla.<\/p>\n

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Pasaron las horas.<\/p>\n

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Yo creo que había perdido a medias el conocimiento, cuando me vino súbitamente una idea. ¡Los portadores! Nos habían salvado ya una vez. ¿No podrían salvamos ahora?<\/p>\n

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No podía comunicar con ellos más que por medio de Prone. Ninguno de nuestros portadores quería tocar un aparato de radio; se imaginaban que era cosa de brujería. Todo estaba en saber si Prone estaría al alcance de un aparato para que nos pudiera oír, si el receptor estaba funcionando y si Prone estaba en estado de responder. <\/p>\n

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Llamé y esperé; llamé otra vez y seguí esperando; continué llamando.<\/p>\n

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Gemía de angustia.<\/p>\n

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Me di cuenta de que lo estaba haciendo mal. Interrumpí el zumbido y dije en el micrófono:<\/p>\n

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"Lazo de Unión a Enfermizo. Lazo de Unión a Enfermizo. ¿Me oye? Terminado."<\/p>\n

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Fue entonces cuando me llegaron las palabras que resonaran en mis oídos hasta mi ultimo día:<\/p>\n

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"Enfermizo a Lazo de Unión. Enfermizo a Lazo de Unión. Le oigo muy bien. ¿Me oye? Terminado."<\/p>\n

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Hubiera llorado… si la presencia de las estalactitas no me hubiera recordado que habría sido una locura. Expuse la situación a Prone y le dije que llamara al bang<\/em>. Lo hizo, y yo entonces emprendí la tarea difícil de darle instrucciones. Constant traducía mis mensajes en yogistanés y yo los transmitía tan fielmente como podía a Prone, que se los traspasaba a su vez a Bing.<\/p>\n

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La situación era desesperada. Mi estómago y el de Prone no estaban hechos para la pronunciación yogistanesa. Los sonidos que emitíamos hubieran escandalizado a cualquiera, pero como medios de expresión eran notoriamente insuficientes. Constant declaró que las respuestas que yo le transmitía no tenían la menor relación con el problema que nos ocupaba. En las calles de Chaikhosi, tal corrupción del yogistanés traería para quien los pronunciara prisión perpetua, si no algo peor.<\/p>\n

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No les veía —aseguró— ningún precedente ni paralelo en toda la historia del lenguaje hablado. Por otra parte, no hubiera creído jamás que fuese posible expresarse así; si salía vivo de su abismo, tendría que reconsiderar toda su filosofía a la luz de lo que me había oído. Me suplicó contuviera mi estómago y que dijera a Prone que hiciera otro tanto. Si el eco de lo que el había oído había llegado igualmente a Bing, la cosa podía degenerar en masacre, o, al menos, los portadores nos abandonarían o quedarían incapacitados para trabajar.<\/p>\n

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He aquí hasta donde llegaba la gravedad de la situación. No nos quedaba más que una esperanza: Prone ¿estaba en estado de desplazarse? "No", dijo; esto estaba fuera de cuestión. No podía sostenerse sobre sus piernas.<\/p>\n

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Pero ¿podía hacerse llevar? Sí, desde luego.<\/p>\n

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Esperamos, pues; pero esta vez la esperanza iluminaba nuestros corazones.<\/p>\n

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Prone, llevado por el bang<\/em>, nos tuvo al corriente de su acercamiento.<\/p>\n

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No tardaron en unírsenos. Bing, pequeño pero inmensamente potente, llevando a Prone sobre sus hombros; Bung, más bajo aún, pero no menos robusto, y un tercer portador, llamado Bo, que era aun más pequeño y más vigoroso.<\/p>\n

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En un instante vi rotas las estalactitas que me soldaban al suelo y Constant devuelto a la superficie, transido, pero indemne. Bing y Bung corrieron en socorro de los demás, mientras que Constant y yo volvíamos con paso vacilante al campamento, escoltados por Bo, que llevaba a Prone sobre sus hombros.<\/p>\n

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Menos de una hora más tarde, se nos reunieron todos. Bing había escalado hasta el sitio en que se encontraba Shute y lo había bajado a cuestas; después había hecho lo mismo con Wish. Uno y otro estaban muy afectados por la prueba que acababan de sufrir, y hubo que administrarles champaña. Burley, que había vuelto de la misma manera, fue a acostarse con una botella.<\/p>\n

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La cuestión que se planteaba ahora era esta: ¿donde estaba Jungle?<\/p>\n

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Lo llamamos por radio, pero no conseguimos ponernos en contacto con él. Shute dijo que no le veríamos nunca más; que reaparecería, probablemente, de aquí a un año en Vladivostock, o de aquí a dos años en Valparaíso, y escribiría un libro titulado Manual practico del guía en Asia y en América<\/em>. Puesto que Jungle se dirigía hacia el campamento de base —aseguró Shute—, era de una certitud matemática que no llegaría a el jamás; más valía no preocuparse de él. <\/p>\n

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Me fue forzoso concluir que Shute no se había recobrado de su conmoción. <\/p>\n

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Enviar una patrulla de socorro era manifiestamente lo único a hacer. Pero ninguno de nosotros estaba en estado de volver. Los portadores ¿podrían ayudarnos? Constant planteó la cuestión al bang<\/em>. Este reunió en seguida a los portadores y los desplegó en una línea recta que se extendía desde el campamento a la otra extremidad del glaciar. Tomando el campamento por centro, describieron un círculo, y no les hizo falta mucho tiempo para encontrar a Jungle, agotado, pero sano y salvo. <\/p>\n

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Se mostró muy sorprendido al enterarse de que nos habíamos inquietado por su suerte y se puso suspicaz respecto a que la expresión de nuestras dudas concernieran a su competencia de guía de la expedición. <\/p>\n

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Era —le dije— culpa de nuestro carácter, naturalmente ansioso, el que la idea de que hubiera podido perderse nos hubiera atravesado por un instante la imaginación. Comprendió el punto de vista y pareció satisfecho de esta explicación.<\/p>\n

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Al día siguiente tuvimos un consejo de guerra. La cara Norte se revelaba más difícilmente accesible de lo que habíamos previsto en un principio. Era, pues, preciso modificar radicalmente nuestros planes. Burley, además, dijo que en ningún caso aceptaría compartir una cuerda con Wish. El había —nos dijo— prometido a su novia no correr riesgos inútiles, y los sabios que se dejaban arrinconar en medio de una pared entraban con toda evidencia en la categoría de riesgos inútiles. Afirmó que la opinión que había emitido varias veces, a saber: que los sabios en la montaña eran más estorbo que otra cosa, había sido evidentemente confirmada. Un sabio que practique el himalayismo era, en su opinión, uno de los tipos más acentuados y más peligrosos de esquizofrenia, y que siempre se podía contar con ellos para hacer lo que no hiciera falta.<\/p>\n

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Wish replicó que el primero de la cuerda estaba en su derecho de esperar la ayuda del segundo. Si Burley no hubiera sido más que la mitad de un montañero y no un fardo a arrastrar, el penoso incidente de la víspera no se hubiera jamás producido. Dijo que, por su parte, no deseaba otra cosa mejor que ver a Burley quedarse al pie de la montaña. Esto sería lo único que podría evitar los males futuros. Los de entre nosotros que tuvieran novia —añadió— debían, por ésta, evitar tanto como fuera posible toda relación con Burley.<\/p>\n

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Jungle intervino entonces, diciendo que él mismo no tenía novia, pero que si la tuviera, consideraría como un deber evitar la compañía de Shute, de quien —afirmó— se podía uno fiar tanto como de un piel roja en pie de guerra. Shute, que me pareció en un estado vivo de sobreexcitación, respondió que su novia le había puesto expresamente en guardia contra la gente que deja a los demás hacer todo el trabajo y que se pierden cuando se les pide hacer un servicio. Aseguró que la sola vista de Jungle al otro extremo de la cuerda bastaba para hacer soltar el bastón al escalador más hecho a la ascensión de los glaciares. Concluyó que nada podría llevarle a aventurarse de nuevo solo con Jungle.<\/p>\n

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Todo esto era bastante desconcertante. Era bien evidente que mis compañeros no se habían repuesto aun de sus recientes pruebas. Aquellas de sus observaciones que no eran debidas a su franqueza habitual eran debidas, sin ninguna duda, a la reacción nerviosa consecuente a sus desgracias. De aquí a un día o dos habrían recobrado plenamente su equilibrio. En espera de esto, era a mí a quien incumbía la responsabilidad de evitar la ruptura de estas dos amistades, y la tarea prometía no ser fácil. <\/p>\n

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Todo lo que encontré para decir en conclusión fue recordarles una vez más que el Khili-Khili no era el Mont Blanc. Shute declaró estar encantado de que le hubiese recordado este detalle, que había totalmente olvidado. Me preguntó si recordaba alguna observación de Totter a este respecto que fuese susceptible de ayudarle en el porvenir. Le cité la frase famosa de Totter: "Una cosa es escalar el Mont Blanc y otra el Khili-Khili." Shute me dio las gracias, diciendo que estas eran las palabras más sensatas que había oído jamás; ellas le inspirarían en lo sucesivo. Gracias a ellas sabría, de ahí en adelante, que no estaba sobre el Mont Blanc, y, en consecuencia, modificaría su comportamiento. Si se hubiese encontrado sobre el Mont Blanc —continuó—, hubiera estado encantado de tener a Jungle por pareja; pero puesto que no estaba en el Mont Blanc, sino sobre el Khili-Khili, insistía en llevar una tercera persona en la cuerda, preferentemente un portador.<\/p>\n

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Esto me pareció bastante razonable. La experiencia de la víspera nos había demostrado que dos hombres ligados a la misma cuerda no estaban en condiciones de hacer frente a una situación difícil. Un portador adjunto a cada grupo de dos aumentaría considerablemente nuestro factor de seguridad. Pero como las tiendas de vivac estaban previstas para acoger a sólo dos personas, nos sería preciso ser cuatro por cada cuerda: dos europeos y dos portadores. Esto tendría, además, la ventaja de que los portadores podrían cargar el equipaje completo de los cuatro hombres, si bien cada cuerda seria una unidad autónoma, capaz de subvenir a sus propias necesidades durante varios días, si fuera necesario.<\/p>\n

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Burley observó que esta medida cambiaba todos nuestros planes; pero como eso significaba que en adelante no estaría más solo con Wish, aprobaba plenamente este nuevo método. Los demás se mostraron también entusiasmados y decididos, pues, a adoptar este proyecto. Me alegró mucho esta unanimidad, que pareció reflejar muy exactamente el espíritu mismo de la expedición.<\/p>\n

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La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.<\/p>\n<\/td>\n

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