{"id":12582,"date":"2006-10-15T00:00:00","date_gmt":"2006-10-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12582"},"modified":"2012-06-05T16:39:34","modified_gmt":"2012-06-05T22:39:34","slug":"pisco_y_chopicalqui_montanas_de_luz","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2006\/pisco_y_chopicalqui_montanas_de_luz\/","title":{"rendered":"Pisco y Chopicalqui, monta\u00f1as de luz"},"content":{"rendered":"
\n

Cuando desperté, Daniel seguía dormido. Ningún ruido. Lo desperté. Su reloj marcaba las tres de la mañana. “No puede ser, no puede ser”, decía un tanto angustiado. Ya era muy tarde para comenzar el ascenso. Acordamos descansar durante el día y subir al siguiente. Se nos fue el sueño y platicamos otro rato hasta las seis que nos volvimos a dormir.<\/p>\n

\"en<\/p>\n

Dieron las once de la noche y esta vez sí despertamos. A la medianoche salimos en hacia la cumbre. Después de andar dos horas y media llegamos al campamento uno, desde ahí vimos las luces de los argentinos. Nos llevaban mucha ventaja.<\/p>\n

La ruta estaba llena de grietas. Estaba oscuro y no se veían bien, pero pareciera que dejaban sentir su profundidad y sentí un poco de miedo.<\/p>\n

\"cima<\/p>\n

Daniel se convirtió en compañero y amigo más que en sólo guía. Estuvo muy al pendiente de mí, me preguntaba constantemente si me sentía bien, o si iba muy rápido. Después de un rato le pregunté si él se sentía bien y si yo iba muy despacio. Le dio risa y me dijo que los clientes no preguntan cómo va el guía. <\/p>\n

PISCO<\/strong><\/p>\n

Pasamos junto al Lago de Llanganuco, que es azul como el cielo. Las paredes a los lados son muy altas y extensas. Íbamos camino a Cebollapampa y al campamento base del Pisco. Nuestro guía, Octavio, tenía veinte años y hablaba fluidamente el quechua pero no el español, así que al principio nos costó un poco de trabajo entendernos. Octavio se había iniciado como porteador y sólo nos acompañaría al Pisco, pues era aspirante a guía y ellos no tienen permitido llevar a clientes más allá de los seis mil metros.<\/p>\n

En el CB del Pisco y Huandoys, está el Refugio Perú<\/em>. A partir de esa zona, un sólo arriero transportaría las cosas hasta el Campo Morrena. Su pesado equipaje, su inadecuado calzado (Huaraches) y su velocidad despertaron en Paty otra admiración de vergüenza: “Ellos sí son montañistas, yo no soy digna de llamarme así”.<\/p>\n

\"grietas<\/p>\n

Durante esta caminata, tuve la oportunidad de platicar con el arriero, quien ya iba de regreso, dos ingleses, un norteamericano y tres españoles. Y recordé gratamente que en la montaña no hay nacionalidades, no hay odios raciales, muros fronterizos ni políticas absurdas. Ahí somos una comunidad de alpinistas con un interés en común y dispuestos a ayudarnos.<\/p>\n

Se conocen personas que tal vez no volvamos a ver en toda la vida, pero no por eso dejan de formar parte de ésta. Pueden dejarnos cosas sencillas como compartir comida o bebida o como el español que, cerca del campo Morrena y al saber que soy mexicano se despidió sonriendo y gritando “¡Suerte, güey!”. Pero también podrían incluso llegar a salvarnos la vida.   <\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

En el CM, el paisaje es impresionante: al este, el macizo de los Huandoys y al sur nuestro objetivo: el Nevado de Pisco. Sin analizar la banalidad de mi acción, no pude evitar las comparaciones con las montañas y volcanes mexicanos, que habían sido mi mundo hasta ese momento. El comparar montañas y darles títulos como “más alta”, “más técnica” o “más bella”, para mí, suele quitarles su encanto, y si bien, a veces me enfrasco en charlas o discusiones al respecto, mi perspectiva ha cambiado.<\/p>\n

Después de cenar, preparamos las mochilas para el día siguiente y yo me fui a acostar mientras Paty observaba el estrellado cielo andino que no se parecía a nada que hubiéramos visto antes. El cielo es de un hermoso azul y la noche es espectacular, las cuatro noches más bellas que hubiera visto en mi vida.<\/em><\/p>\n

\"escalada<\/p>\n

Al día siguiente, Octavio nos despertó unos segundos antes de que mi despertador sonara. Preparó agua caliente para té y para tomar en el camino, nos entregó una bolsita con algo de comer, nos vestimos, nos pusimos los arneses y a las 4:10 comenzamos el ascenso.<\/p>\n

Octavio iba delante, después seguía Eduardo y yo detrás. Alcanzamos el glaciar en casi una hora y, poco antes de llegar a él, el encantador Pisco nos saludó con una avalancha.<\/em> No la vimos, pero fue un fuerte estruendo. Octavio nos dijo que la avalancha se había producido en una pared del lado opuesto al nuestro.<\/p>\n

Caminando lo poco que faltaba para llegar al glaciar, me percaté de que la altura ya había causado estragos en mi persona, pues tenía una sensación extraña en el estómago y me estaba costando trabajo mantener un ritmo tanto de paso como de respiración.<\/p>\n

En el glaciar comenzaba a amanecer. El Pisco no tiene una dificultad técnica muy elevada. Nos encontramos con algunas pendientes de unos 50 grados de inclinación y una pequeña pared de unos cinco metros que parece tener escalones, todo es caminar. Los primeros escalones de hielo los encontramos a las 5:15, una hora después de haber salido. Si bien era poca distancia, su inclinación casi vertical la dificultó un poco. Éramos nuevos en el uso del equipo.<\/p>\n

\"antecumbre<\/p>\n

La nieve estaba bastante buena, muy compacta sin ser dura, y lo único que entraba a la nieve eran las puntas de los crampones. Caminamos por un extenso glaciar que después de una primera loma algo extensa, se tornaba lleno de grietas cuyo fondo no se alcanzaba a ver y la montaña nos regalaba una impresionante vista de los Huandoys, Chopicalqui y principalmente, la cumbre.<\/p>\n

El amanecer fue muy bonito, pues cuando el sol las tocó, las montañas se volvieron color de oro, eran montañas de oro. Llegamos a la cumbre a las 10:00 de la mañana.<\/p>\n

Ahí arriba, y todo a nuestro derredor, eran montañas. Entendimos el porqué del nombre de Cordillera Blanca: es una extensión de montañas y más montañas de diferentes tamaños y formas, angostas, anchas, afiladas, romas… A la vista estaban el Chacraraju, el Artesonraju, el Alpamayo, los Huandoy, los Huascaranes, el Yanapacha, el Nevado Caraz, la Esfinge y en entre ellos, el Chopicalqui, nuestro próximo objetivo.<\/p>\n

\"en<\/p>\n

Resultó para mí un sentimiento indescriptible el colocar ahí la bandera de mi país; sin embargo, a la vez me sentí algo desilusionado, pues mi desempeño pudo haber sido mejor. Ahí me percaté de todo lo que me falta crecer como montañista y como persona y me sentí motivado para continuar ese crecimiento. Como montañista, descubrí la dicha en el largo camino que me espera.<\/p>\n

En la cumbre estuvimos una hora y a las 11:00 comenzamos el descenso por el glaciar lentamente con Paty al frente de la cordada. Su ritmo se debía a que estaba algo preocupada pues yo le había comentado con anterioridad que durante el descenso de Churup sentí un hormigueo en la rodilla izquierda, con la cual había tenido algunas dificultades anteriormente, sin embargo, la calidad de la nieve y los crampones hacían que el esfuerzo de las rodillas fuera mínimo.<\/p>\n

\"descenso<\/p>\n

Llegamos al CM a las 2:00 p.m., “muy tarde” comentó Octavio. Reunimos nuestro equipo y continuamos hacia el campo base, esta vez sin arrieros, por lo que el peso que llevábamos era mucho mayor y poco antes de llegar, en las piedras, un mal paso hizo que mi rodilla mala se sintiera un poco, pero no le di tanta importancia. Llegamos al campo base 5:30 con la oscuridad pisándonos los talones.<\/p>\n

Y ahí, días después, me di cuenta que mi rodilla podría representar un peligro en el ascenso a Chopicalqui y tomé una decisión: aunque me dolió, dejé en manos de Paty esa campaña.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

CHOPICALQUI<\/strong><\/p>\n

Estábamos en la base del Chopicalqui. Eduardo no subiría por su rodilla lastimada pero nos esperaría ahí. Daniel, nuestro nuevo guía me preguntó si mi condición física era buena, pues sus planes eran bajar de la cumbre del Chopicalqui directo al CB del mismo para descansar mejor.<\/p>\n

Me sentía bien pero no podría adivinar cómo me sentiría después de bajar de la cumbre. De hecho le dije que no sabría si haría cumbre.<\/p>\n

El Chopicalqui es imponente desde abajo y su morrena es similar a la del Pisco: piedras grandes y tierra floja pero mientras en el Pisco es una especie de escalera, aquí es un continuo y fuerte ascenso, la tierra no es firme y parece arena.<\/p>\n

\"torre<\/p>\n

Llegamos al Campamento Morrena en 3:30 horas y Daniel me comentó que mi condición física era buena, por lo que no haríamos campamento uno. Al día siguiente intentaríamos la cumbre de un solo jalón.<\/p>\n

Dos horas más tarde llegó una pareja argentina que habíamos rebasado en la subida e instalaron su tienda. Ellos irían al campamento uno al día siguiente.<\/p>\n

Contemplé por un buen rato el Chopicalqui, tan cercano. Estaba muy nublado pero Daniel me explicó que no eran peligrosas y que en la noche se despejaría.<\/p>\n

Así fue.<\/p>\n

En el Chopicalqui y en los Huascaranes se dan muchas avalanchas y tuve la suerte de ver y escuchar muchas en esa tarde. No cesan. <\/p>\n

A las 6:30 ya era de noche y seguía nublado. Las estrellas no se veían.<\/p>\n

Debíamos levantarnos a las 11:00 de la noche para comenzar el ascenso a medianoche así que a las 6:30 ya estábamos dentro de la casa intentando dormir. El cielo estaba nublado y no se veían estrellas. No teníamos sueño así que platicamos de montañas. <\/p>\n

Le conté cómo son las montañas en México, desde cuándo hago montaña y él me contó muchas historias de montañas y clientes, de algunos que se han puesto mal en la montaña, de un amigo suyo que murió en la morrena del Huascarán… <\/p>\n

\"antecumbre<\/p>\n

Me contó sus planes para el futuro y que dos años atrás conoció a Reinhold Messner, que tuvo la suerte de saludarlo de mano. No sé a qué hora nos dormimos, lo cierto es que dormimos mucho y muy bien.<\/p>\n

Antes de dormirnos, escuchamos la llegada de dos mexicanos que venían del campo uno, Daniel se asomó para saludarlos y preguntarles cuánta gente había allá arriba, ellos comentaron que habían como dos tiendas más. No habían hecho cumbre, pues la nieve estaba muy floja en la “cumbre falsa”.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

Pasamos por cuatro paredes-rampas de unos 10 a 15 metros. La inclinación era muy fuerte pero Daniel subía de primero y me aseguraba. La noche se me hizo larga. Comencé a sentir algo de cansancio, en todo el ascenso hicimos cuatro descansos de unos cinco minutos cada uno.<\/p>\n

A las seis de la mañana comenzaba a clarear y llegamos a un lugar llamado “La Torre”, una zona de avalanchas. Daniel me indicó que descansara un poco porque tendríamos que pasar muy rápido por ahí. Literalmente hay que saltar entre los bloques de hielo suelto. Me daba la impresión de que se iban a mover.<\/p>\n

\"descenso<\/p>\n

Pasada la zona de avalanchas y más adelante una larga pared de 120 metros de largo con 70 grados de inclinación. En esa pared sentí que no lo lograría. Estaba a punto de decirle a Daniel que nos regresáramos, pero recordé todo el trabajo previo que tuvimos que hacer como grupo de montañismo, pensé en mi familia, en Francisco y en el trabajo mediocre de la selección mexicana de futbol.  Con eso sentí que me llenaba de energía y comencé a dosificarla: avanzaba seis pasos y descansaba uno. Así subí hasta llegar a la arista final en donde ya se veía de cerca la cumbre. Ahí alcanzamos a los argentinos.<\/p>\n

Descansamos un poco y los argentinos comentaron que esa última pared acaba a cualquiera. Habían salido del campamento uno a las 12:30 a.m. Reanudamos el ascenso y en menos de una hora estábamos en la cumbre Daniel y yo, eran las 8:30 de la mañana y yo estaba contenta en la cima del Chopicalqui. Es un lugar reducido, de unos cuatro metros cuadrados. Media hora después llegaron los argentinos. La visibilidad no era muy buena y nevó.<\/p>\n

Bajar de la cumbre me costó mucho trabajo. Tuve miedo pues delante de mí sólo había vacío. En una hora estábamos en la arista y esperamos a los argentinos para hacer el rapel juntos. No me había dado cuenta de adónde nos habíamos metido, supe que eran 120 metros hasta que los descendimos con dos rapeles de 60.<\/p>\n

\"descenso<\/p>\n

Y de día la montaña es otra. Pude ver las enormes grietas y no podía creer que por ahí hubiéramos pasado de noche. Al Campamento Morrena llegamos a las dos de la tarde. No tuve fuerzas ni para comer pero aunque tenía mucho sueño, no pude cerrar los ojos.<\/p>\n

Pero ya habíamos logrado las dos montañas que habíamos venido a subir. Regresábamos a México con más experiencia y sabiendo que uno se curte más en montañas que no conoce que en las que siempre ha subido.<\/p>\n<\/div>\n

\"en<\/p>\n

 Patricia Conde y su guía Daniel en la cumbre del Chopicalqui<\/em><\/p>\n

\"Patricia<\/p>\n

\n

Patricia Conde y Eduardo Izquierdo, los integrantes de la expedición "Puebla asciende 2006" en la Cordillera Blanca del Perú.<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n

\"\"<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
\n

Dos montañistas de la Universidad Autónoma de Puebla formaron una pareja que tuvo como meta escalar el Pisco y el Chopicalqui, en la Cordillera Blanca del Perú. Patricia y Eduardo narran su primera experiencia experiencia en montañas fuera de México.<\/p>\n<\/td>\n

\n
\"\"<\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1239,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1015],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3gW","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12582"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1239"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12582"}],"version-history":[{"count":1,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12582\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":19603,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12582\/revisions\/19603"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12582"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12582"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12582"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}