{"id":12516,"date":"2006-05-07T00:00:00","date_gmt":"2006-05-07T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12516"},"modified":"2006-05-06T00:00:00","modified_gmt":"2006-05-06T00:00:00","slug":"laguna_de_tamiahua","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2006\/laguna_de_tamiahua\/","title":{"rendered":"Laguna de Tamiahua"},"content":{"rendered":"
Al principio, nadie sabía si era alemán o gringo, pero terminó siendo un brasileño. Un brasileño que navego toda la Laguna de Tamiahua. “Venía de allá arriba, del norte, creo que de los Estados Unidos o Canadá. Iba a su tierra en Brasil.” Y navegaba una embarcación que hasta la fecha no he podido comprender. Al parecer estaba impulsada por ruedas que se movían con las piernas, a manera de bicicleta. Pero lo más desconcertante es que tenía un aditamento que podía hacer que saliera a tierra y poder seguir pedaleando. Simplemente tenía que verlo funcionar. Dicen que le hicieron una entrevista en Tampico y otra en Veracruz y que la mayoría lo conoció por televisión.<\/p>\n

El caso es que a cualquier lado que llego todos me preguntan si sé de él o que si voy a acompañarlo, como si alcanzarlo en kayak, fuera así de fácil. “Pero si su cayuco es muy livianito, Enseguida lo alcanza.” Claro, es liviano en comparación con las lanchas que usan para motor o para bogar sobre el lodo, pero de ninguna manera es fácil adquirir velocidad con el viento en contra. <\/p>\n

<\/p>\n

Porque todos los días he tenido viento en contra. Cosas del tiempo. Y seguirá igual. Me pregunto si no habré errado en comenzar en Tampico para terminar en Veracruz. En sentido inverso, el viento soplaría generalmente a mi favor y avanzaría más distancia o más rápido. <\/p>\n

<\/p>\n

Tamiahua. La laguna más grande del estado de Veracruz y pareciera que más que la Laguna Madre, en Tamaulipas. Pero es más bien efecto de los vientos, que me han hecho avanzar poco. <\/p>\n

<\/p>\n

Estoy hablando en singular porque esta vez vengo solo. Fue una decisión personal. “Mares de México” debía seguir aunque tuviera que venir solo. El año pasado solicité el apoyo a la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada y en la fecha fijada, (con un retraso de dos semanas) estábamos ya en Tampico). <\/p>\n

<\/p>\n

Alfredo, el presidente de la Federación, no podía creer que me iba a dejar navegar solo. Yo no podía creer que me iba a dejar ir solo. Así las cosas, sin que ni uno ni el otro lo creyéramos posible, nos separamos el 1 de mayo a las 16:00 horas. Las cuatro de la tarde y yo apenas me ponía en marcha. Debía buscar el canal del Chijol, por el cual habría de pasar desde el Río Pánuco hasta la Laguna de Tamiahua, que me llevaría hasta la desembocadura del río Tuxpan. <\/p>\n

<\/p>\n

La primera noche fue solitaria. Navegando por el canal había preguntado a un hombre que nadaba en el río, empeñado en jalar a como diera lugar a una vaca que tenía cinco días muerta y que no habían podido sacar de lo atascada que estaba. Ahora que ya flotaba por lo hinchada, podía jalarla de un yugo flotante que le había puesto. Me contestó que ya me había pasado, que debía regresar y tomar el otro canal. Ahí voy… terminé en la Laguna El Mango. Y de regreso. Eso me hizo perder mucho tiempo. <\/p>\n

<\/p>\n

Cuando alcancé de nuevo al hombre, no sólo me dijo que no me había explicado bien, sino que además, me pedía que lo llevara arrastrando a él con todo y vaca muerta al otro lado de la ribera. <\/p>\n

<\/p>\n

Pronto se hizo evidente que no llegaría a ninguna parte, al menos de noche, y en ese canal tan estrecho era peligroso navegar de noche. Me detuve donde habían unas cuantas lanchas y un camino que iría hacia algún lado, quizá al caserío de donde eran los propietarios. Para mí el día terminaba durmiendo ahí, rodeado de cantos de aves y el ruido lejano del mar. El mar… <\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

Día 2<\/strong><\/p>\n

En La Ribera me encontré con dos detalles que cambiaron completamente el viaje: el primero, que había olvidado mis mapas en casa. Bueno, de alguna manera me las arreglaría preguntando a la gente. Claro que perdería el control sobre cuánto me faltaba para un sitio en especial, pero si contaba con la gente, seguro que tendría información, a veces demasiada, como para confundirme.<\/p>\n

El segundo detalle fue que todos a quienes pregunté, me recomendaron irme ribereando por la barra, cuando yo tenía pensado ir por la costa interna para encontrar gente. “¡Qué va!, gente encontrará por todos lados. Hasta pueblos enteros hay” Y no debía irme por la otra ribera porque en este tiempo el viento sopla del sureste y la “marejada” es más alta de este lado que del otro. Allá va a dar más vuelta, pero sin viento, será más tranquilo. <\/p>\n

<\/p>\n

Y heme ahí, siguiendo la otra orilla. Una vez, por probar, pasé a la otra banda. El aire era fuerte y me costó mucho mantener una dirección y mucho más regresar. Ya no lo haría más. Por la tarde estaba fresco aún y remé hasta tarde. Casi al anochecer pedí permiso de dormir en dos sitios pero en ambos me dijeron que no podría quedarme porque no estaban los dueños. La barra completa es parte de varias propiedades privadas. <\/p>\n

<\/p>\n

Terminé en la Barra de Tampachichi, muy cerca de donde están dragando para abrir un canal hacia el mar y que entre más camarón para la pesca porque la parte norte de la Laguna se está quedando sin ella. <\/p>\n

<\/p>\n

El hombre de alrededor de 70 años casi no escuchaba y cuando le decía algo lo hacía casi gritando, lo que hizo muy difícil la comunicación, pero dijo lo suficiente: hacia dónde seguir. <\/p>\n

<\/p>\n

Día 3<\/strong><\/p>\n

El tercer día fue más difícil. El viento sopló con más fuerza y me cansé más rápido, así que me detuve en Los Morales. Ahí, varios hombres me hacían la seña de que me acercara y, cuando llegué, se divertían en grande. Habían pensado que ya tenía mucho tiempo bañándome en la laguna y muy lejos de la orilla, que nomás sacaba mis manos del agua para hacer señas, pero cuando estaba lo suficientemente cerca, vieron el kayak. <\/p>\n

<\/p>\n

Si para ellos fue alegría, para mí fue preocupación pues si ellos, puestos en tierra y desde un muelle, no lograban verme con claridad, ¿cómo podrían hacerlo los múltiples lancheros que pasan continuamente por la Laguna? <\/p>\n

<\/p>\n

Pasar la tarde en Morales fue una delicia: comer sandía hasta hartarse, recibir consejos de entre amigos, hablar del brasileño (hasta aquí supe su nacionalidad) y de todo. Y luego de una cena ligera, a dormir en una casa sólo para mí. Esto lo lamenté pronto, pues me la pasaba más fresco dentro de mi tienda de campaña que en la casa. Y sin mosquitos. <\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

Día 4<\/strong><\/p>\n

Tuve toda la mañana para pensar en Tamiahua y en las múltiples posibilidades de abandonar este viaje: decir que me lastimé una mano, que me robaron, que hace mucho calor (que lo hace), que los vientos… Pero ¿por qué mentir? Igual puedo abandonar diciendo la verdad y eso no tiene nada de desmérito.<\/p>\n

Majahua, la gran laguna. Hacia el poniente, la huasteca. ¿Comerían los huastecos pescado, ostión y camarón? Seguro. Pero entonces, todas las “charangas”, esa multitud de palitos clavados en el fondo cenagoso de la laguna para atrapar camarón, deben ser de uso muy antiguo. Charangas, redes, lanchas… ¿qué tanto estaría siendo explotada la laguna entonces? <\/p>\n

<\/p>\n

A las dos de la tarde me detuve en Los Jobos. Una mujer, de pie en el pequeño muelle, dijo sorprendida que el kayak era de plástico. Entonces me sorprendí yo. Era la primera persona que reconocía el material en cuanto lo veía. También notó el ángulo que hay entre una pala y la otra. Muy observadora. <\/p>\n

<\/p>\n

Esa tarde me la pasé dormido todo el tiempo. Comí y dormí y cuando desperté volví a comer y a beber agua mineral. A las 5 de la mañana ya estaba levantándome para partir. Claro: el ruido de los hombres partiendo al campo o a las faenas de la laguna, añadían mucho ruido. <\/p>\n

<\/p>\n

Mi objetivo: llegar a Majahua o un poco más allá. El viento estuvo muy “calmito” y pude avanzar bien. De hecho, me di cuenta que por primera vez en el viaje navego a cinco metros por palada. Antes estaba remando a tres, quizá a cuatro. Eso significa muchas paladas por kilómetro… <\/p>\n

<\/p>\n

El día había sido un poco raro. Entre el poco viento y las nubes bajas… el calor había aumentado y cuando, a la una de la tarde, se despejó, rehice a la orilla en el primer campamento de pescadores que vi. <\/p>\n

<\/p>\n

Ese encuentro fue genial: chistes de uno al otro, bromas entre ellos, invitación a comer camarones recién pescados, agua con hielo (¡hielo!), dormir un rato en una hamaca y luego, irse, la triste realidad. Ni modo. Habría de alcanzar La Isla El Ídolo. Podía más, pero ya no llegaría con luz a Tamiahua. <\/p>\n

<\/p>\n

Día 5<\/strong><\/p>\n

Sólo sé que llegué a Tamiahua. Las llegadas a puntos específicos se han convertido ya en una especie de obsesión, algo así como llegar a la cumbre. Pero en este caso, la cumbre es provisional. Legar a Tamiahua significaba un día completo de descanso y un baño completo con agua dulce. Pero por la mañana no podía remar. Me detenía cada 200 o 300 metros a tomar aire. Incluso me quité el chaleco salvavidas. Hacía mucho calor y el agua estaba tan calma que parecía que avanzaba en chapopote. Apenas se movía. Agua espejo donde se deslizaban las lanchas a motor. <\/p>\n

<\/p>\n

Muchas veces tuve que negarme a ser llevado en lancha para poder descansar pronto ahí. Alguien me lo dijo: “Pero si nadie lo va a saber”. Mi respuesta le hizo desistir: “No, quizá nadie. Pero lo sabría yo”. <\/p>\n

<\/p>\n

Sí, llegué casi arrastrándome a Tamiahua, sintiéndome una especie de caracol entre tantas embarcaciones veloces y muy raro rodeado de peces muertos flotando en el agua. <\/p>\n

<\/p>\n

Tamiahua. Quería seguir a Tuxpan, pero sinceramente ya no tenía fuerzas y el calor… me había terminado tres litros de agua en medio día y en tierra sudé otros tres. Pero es tiempo de descanso.<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

\"\"<\/div>\n

<\/p>\n

 <\/div>\n

<\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n
\"\"<\/a><\/td>\n

<\/p>\n

<\/p>\n <\/p>\n
\"\"<\/a><\/div>\n

<\/td>\n

<\/tr>\n

<\/tbody>\n

<\/table>\n

<\/p>\n

 <\/div>\n

<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
\n

Mares de México<\/em> reinició el día 1 de mayo en el puerto de Tampico. Esta vez Carlos Rangel recorre en solitario los restantes 500 kilómetros que terminarán en el Puerto de Veracruz para finalizar el Atlántico mexicano. Por el momento ha llegado a Tamiahua, el pueblo donde finaliza la laguna costera más grande del estado de Veracruz.<\/p>\n<\/td>\n

\n
\"\"<\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1001,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1007],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3fS","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12516"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1001"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12516"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12516\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12516"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12516"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12516"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}