{"id":12163,"date":"2004-08-16T00:00:00","date_gmt":"2004-08-16T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12163"},"modified":"2004-08-16T00:00:00","modified_gmt":"2004-08-16T00:00:00","slug":"barrancas_y_sierra","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2004\/barrancas_y_sierra\/","title":{"rendered":"Barrancas y sierra"},"content":{"rendered":"

Fotografías: Carlos Rangel y Abraham de la Rosa<\/strong><\/p>\n

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\"\"Calor. Sudamos mientras bajamos por esta pendiente de rocas de todos colores. Yo tengo que exprimir continuamente el paliacate que llevo en la frente porque el sudor lo satura y escurre a los ojos. Calor. Calor y mosquitos, los terribles y diminutos jejenes que de pronto se convirtieron en parte del viaje. Allá abajo, el río: café y ruidoso. Nos da gusto verlo después de tanto bajar. Allá arriba, ni lo intuíamos aunque sabíamos que lo encontraríamos. <\/p>\n

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Arriba… un mundo de nubes y llovizna que nos tapaba toda visibilidad hasta unos pocos metros. El terreno bajaba poco a poco hasta que llegaba a una terraza y se cortaba. Más abajo, las nubes. Y ni forma de encontrar el camino “de rocas” porque aquí todo es roca. Pero encontramos uno y lo seguimos. Una terracería amplia y mientras bajábamos, tenía la sensación de que estábamos desviados. ¿Cómo saberlo envueltos en nubes y rodeados de pinos? <\/p>\n

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Ahora estamos aquí abajo, a punto de llegar al río con agua fresca y lodosa. Hasta el enorme derrumbe que cayó en una barranca se nos ha olvidado. Aquí lo que nos agobia es el calor. Y los mosquitos. <\/p>\n

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VENTANAS<\/strong><\/p>\n

\"\"Sin puente, no había forma de cruzar al otro lado del río Presidio. Exploramos por varios lados y finalmente pasamos entre los rápidos, ahí donde nadie de la sierra se metería pero donde es más fácil encontrar pasos y vadear el río. Tomados de los hombros, pisábamos rocas que no veíamos mientras nos apoyábamos en el compañero. Estábamos ya todos del otro lado, a salvo, o al menos eso creíamos hasta que vi los pies de Ivonne apuntar hacia el cielo, como un escarabajo pelotero, mientras ella caía de espaldas al río. La barranca se llenó de carcajadas, empezando por las de ella. <\/p>\n

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Entramos a Ventanas, mojados y frescos. Un pueblo fantasma donde antaño habitaron cientos de personas. Ahora sólo hay ruinas y tres casas habitadas. Ventanas, con olor a mango y a trópico, a casi 600 metros de altitud. <\/p>\n

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La vista del pueblo era impresionante desde la colina por donde bajamos, pero aquí es abrumadora. Todo lo que antes daba vida al pueblo es ahora un trozo más del paisaje: una enorme rueda de metal y una más reciente de goma se mezclan. La única calle es larga, aprisionada por el calor y la falta de lluvia pese a estar en julio. Las casas, todas de adobe salvo unas pocas de cantera, se deshacían poco a poco mientras el ganado paseaba por ellas. <\/p>\n

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\"\"Ventanas era muy agradable pese a ser prácticamente un pueblo fantasma, principalmente por la gente que ahí nos acogió. Pero pasear por su única calle, entrar a la iglesia con esos venerados santos tan carcomidos por el tiempo, sentir el calor y llegar al cementerio con mausoleos y lápidas sencillas, era toda una experiencia. Ivonne salía a comer mangos a la huerta con las niñas y regresaba fascinada de poder comer tantos como quisiera. <\/p>\n

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Ventanas es también conocida también como Villa Corona y en el mapa está con este nombre. Ahí una familia nos dio alojamiento y amistad, traducida en ese compartir la comida, el café y la plática sabrosa hasta que hay que ir a dormir. A través de ellos conocimos a un personaje importante: José Aguilar. <\/p>\n

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VENTANAS EN EL SIGLO XIX<\/strong><\/p>\n

A finales del siglo XIX, el explorador noruego Carl Lumholtz visitó la barranca del río Presidio y el Mineral de Ventanas en su paso hacia la Sierra más al sur, en busca de los tepehuanos del sur. En su libro El México Desconocido, habla de Ventanas así: <\/p>\n

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\"\"La sierra, durante varios días de camino hacia el sur, continuó teniendo una altura de 9,000 pies, y sólo en ciertas estaciones está habitada por gentes que llevan allí su ganado permanentemente. Las extinguidas tribus á cuyo territorio pertenecía esa región, deben de haber habitado en los valles más bajos. La altiplanicie está llena de lomas, y aunque al principio es fácil caminar por ellas, vuélvese el terreno más y más accidentado conforme se acerca uno á la enorme y ancha barranca de Ventanas. <\/p>\n

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\"\"Después de pasar por varios días entre bosques callados, solitarios y fríos, interceptados de cuando en cuando por trechos cubiertos de nieve, causaba verdadero placer encontrar de repente, aunque sólo á principios de febrero, plantas en pleno crecimiento sobre la alta cresta que miraba hacia los ondulados bajíos de Sinaloa que se extendían velados por la bruma. El aire que asciende de la tierra caliente es el que produce tan notable cambio en la flora de las rápidas vertientes occidentales. Sentíase el ambiente impregnado de aroma, y era delicioso pasar por aquellas altas cumbres bañadas de sol. Comenzaban a aparecer entre los pinos frondosos árboles, especialmente chopos, asoleándose al esplendor del astro del día. Vi también hermosos helechos que extendían sus graciosas hojas.[…] <\/p>\n

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\"\"Hay un excelente camino que baja formando zigzags al mineral de Ventanas (nombre que se le ha dado por el aspecto que presenta la formación de una roca), pero se estrecha tanto en dos puntos, que los que van en direcciones opuestas no pueden cruzarse ni retroceder, lo cual es muy poco agradable por el abismo de 2,000 pies, cuando menos, que se abre á la orilla. <\/p>\n

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Hallábame ansioso de conseguir gente que quisiera volver á subir á la Sierra y acompañarme más al sur; pero todos temían el frío y no había quien conociera la región, á no ser el encargado de la oficina postal, que muy vagamente la conocía. Mazatlán se halla á no más de cien millas de distancia, y Durango á ciento veinticinco.[…] <\/p>\n

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\"\"Entre los dueños de las minas que viven en Ventanas, quedé sorprendido de encontrar un caballero sueco. Todos me recibieron hospitalariamente y aun me proporcionaron dos hombres que necesitaba muchísimo. Tuvimos que ascender sobre el otro lado de la barranca á una altura igual á la que habíamos alcanzado al norte de este lugar, y caminamos durante un día resistiendo la nieve y la lluvia. Allí no se da el maíz. Hay un punto desde donde se alcanza á ver el Océano Pacífico. <\/p>\n

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Carl Lumholtz. El México Desconocido. Cinco años de exploración entre las tribus de la Sierra Madre Occidental; en la tierra caliente de Tepic y Jalisco, y entre los tarascos de Michoacán.<\/em> Instituto Nacional Indigenista, México. 1986, Edición facsimilar del original traducido por Balbino Dávalos, 1904, Tomo I, Capítulo XXV, páginas 440-442.<\/p>\n

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Esto invalidaba algunos de los comentarios de la gente de Ventanas, quienes decían que José Aguilar había sido el fundador del mineral y también explicaba el símbolo de los jesuitas en la iglesia. Pero eso no quitaba que la historia de Ventanas seguía siendo para ellos como ellos la comentaban. Algo que aún me desconcierta es el símbolo de la Compañía de Jesús en el interior de la iglesia. Pudiera ser una visita misional antigua, pero no he hallado información al respecto. <\/p>\n

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RÍO PIAXTLA<\/strong><\/p>\n

\"\"Llegamos a Tayoltita varios días después y fue una experiencia estremecedora: después de Ventanas, el fondo de esta otra barranca (río Piaxtla), con su pueblo modernizado, energía eléctrica, tiendas, camionetas y hasta Internet era como dar un salto de décadas. Tayoltita, donde está una de las minas más importantes de oro y plata de México. Pero huimos de ahí. Alejandro había tomado la avioneta para regresar a Durango por la vía más corta. <\/p>\n

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Desde el inicio, Piaxtla nos recordaba las exploraciones hechas en 2003 por el Grupo La Venta con mexicanos. Al día siguiente, habíamos llegado a Guarisamey y caminábamos tras un burro que llevaba nuestras mochilas. Dos vueltas antes de llegar a Las Huertas, me quedé sorprendido: había tiendas de campaña de todos colores a un lado del río. El modernizado Tayoltita, donde hasta un muchacho llevaba una playera que decía: “Relajo en el río, Tayoltita 2003”, ¿también tendría turistas? ¿Un grupo que iba a descender el río sin rápidos? <\/p>\n

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\"\"Eran soldados. Habían llegado de Yamóriba el día anterior y nosotros íbamos para allá. Pese a los jejenes y zancudos que no dejaban de picar, pronto nos llevamos bien con su comandante, un hombre joven apasionado de la arqueología y que nos recomendó que buscáramos en Yamóriba a una persona de edad que conociera y nos llevara a “Los Monos”, un lugar con pinturas rupestres. <\/p>\n

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Él fue quien nos dijo que Yamóriba no estaba realmente a un lado del río, sino a media sierra, es decir: entre la parte alta y donde nos encontrábamos entonces. Y entonces, ¿qué había pasado? Lo que perseguíamos era un pueblo más fantasma que Ventanas. Así que replanteamos todo. No tenía caso ir hacia donde no había ese pueblo. La temporada de lluvias haría poco accesible seguir el río y nos quedaríamos sin ver desde el fondo la garganta donde varios ríos se habían abierto paso en la roca para unirse al Piaxtla. <\/p>\n

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Esa fue otra tarde de mangos y mosquitos y al otro día subimos la pendiente por una vereda hacia Yamóriba. ¿Dónde estaba? No lo sabíamos porque en el mapa no estaba marcado, así que caminaríamos buscándolo esperando encontrarlo. <\/p>\n

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LLUVIA Y NUBES<\/strong><\/p>\n

\"\"No era más que una mula, pero esta me asombraba. La habíamos rebasado como a cualquier otro animal en las veredas pero en cuanto yo pasé a su lado, echó a andar tras de mí y delante de Abraham. Temiendo que mordiera mi mochila, me cuidaba y la veía de reojo constantemente. Me detenía y ella hacía alto. Echaba a andar y ella también. Incluso me monté y me sonreí pensando que ya tenía montura a pelo para llegar mientras los demás caminaban. Pero no se movió conmigo sobre ella. Finalmente, me empujó y echó a trotar cuesta arriba. En vez de enojarme, no dejaba de sorprenderme su actitud. <\/p>\n

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La barranca se extendía a nuestros ojos hasta que chocaran con las montañas, los ríos o el cielo. Siempre más arriba, la vereda era siempre nítida. Después de algunas horas, comenzó a llover y en poco tiempo se convirtió en aguacero. Dos equivocaciones hacia caminos que no lo eran y luego… nubes. No sobre nosotros, sino a nuestro derredor. Nubes. Poco antes de que nos cubrieran habíamos atisbado algunas casas de Yamóriba, pero con tanta vuelta y sin puntos de referencia, ¿hacia donde ir si uno tiene enfrente tres caminos a seguir? Dos muchachos que iban en dirección contraria nos sacaron del problema. <\/p>\n

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UNA VENTANA HACIA VENTANAS<\/strong><\/p>\n

José Aguilar es como mejor lo conocen aunque parece ser que su nombre completo era José Mancillas Aguilar. Según nos contaron, llegó aproximadamente en 1936 al Mineral de Ventanas. Dueño de la mina de Mala Noche (cien metros por encima del pueblo y a cuatro kilómetros de camino), hizo levantar la pequeña iglesia de San Antonio en cuyo interior se ven las siglas de la Compañía de Jesús (JHS) y al parecer la madre de Aguilar donó la virgen que aún está en el altar y que fue llevada ahí desde Italia. <\/p>\n

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José Aguilar reformó el pueblo, levantó una escuela, hizo construir una planta hidroeléctrica (no queda de ella nada sino escasos cimientos en una de las orillas del río) y abrió el camino que conecta Mala Noche con la parte alta de la sierra, desde La Desmontada e incluso hasta Coyotes, muy cerca de El Salto, en la actual carretera que une Durango con Mazatlán porque en ese entonces se llevaba el oro de Ventanas a Durango a lomo de bestia y subían por ahí. Después abrió el camino hacia Arroyo del Agua, del otro lado de la barranca, que era más corto. <\/p>\n

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El pueblo prosperó y la gente se sentía bien. Llegó a haber hasta “300 personas” trabajando en la mina, lo que indica el tamaño del pueblo entonces, cuyo nombre oficial era San Antonio de Ventanas, pero que también era conocido como Villa Corona. <\/p>\n

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\"\"Un hombre llamado Rodolfo Sánchez Otero, que trabajó durante un tiempo como contador de la mina de Ventanas y que se convirtió en yerno de José Aguilar, le “robó” la mina a su dueño por engaños. Entonces la vida de Ventanas cambió pues en vez de pagarles con “cheques” que en ese entonces eran pagarés firmados por el dueño y que valían lo mismo que dinero en efectivo, estableció el sistema de paga por “tienda de raya” donde los hombres nunca veían dinero y siempre estaban endeudados a cambio de alimentos de mala calidad a altos precios. <\/p>\n

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Don José murió “de pena” y años después Sánchez vendió Ventanas a Minas de San Luis, adonde pertenece aún. En cuanto recibió el dinero, Sánchez mandó tirar todos los pilares del interior de la mina para que se derrumbara, aunque “dicen que las columnas eran de oro macizo”. La gente recuerda a Rodolfo Sánchez como un “hombre malo”, lo que ya es mucho decir en la gente de la sierra y aún pasado el tiempo. <\/p>\n

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SIERRA ARRIBA<\/strong><\/p>\n

\"\"Nos marchamos poco después de las dos de la tarde. Queríamos subir hasta Mala Noche con luz y luego hasta La Desmontada —en la parte alta de la sierra— por la noche porque en toda la subida no había un solo curso de agua. <\/p>\n

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El camino a Mala Noche era tropical: lleno de plantas, mosquitos que se paraban en la piel a beber el sudor o a chupar sangre, que se lanzaban a los ojos o zumbaban en los oídos. Todo saturado de calor. Hicimos un descanso en el único arroyo y luego subimos a una de las entradas a la mina. Justo antes hay una subestación eléctrica. Por supuesto, el boquete hecho en la montaña nos llamó la atención y nos metimos. De ahí habían sacado antaño oro y plata. Nos metimos. Era un largo y amplio pasadizo pero llegó el momento en que el piso se encharcaba y así parecía continuar. <\/p>\n

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\"\"En Mala Noche un matrimonio joven nos dio agua para la subida y nos indicó el camino a seguir. La noche sería larga porque tendríamos que seguir cada vuelta de la carretera porque no había cortes. Una noche rodeados de neblina y con alta posibilidad de lluvia, pero siempre con calor. <\/p>\n

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Pronto equivocamos el camino y llegamos a la puerta de una casa, en medio de la noche. Un hombre salió a averiguar por qué ladraban sus perros. “Una vez, hace muchos años, pasaron tres muchachos por aquí, desde entonces, nadie más, hasta ustedes.” Recordaba que entonces habíamos dormido en su casa y que él nos había enseñado, como ahora, el camino a seguir. Claro que él no vio al grupo de 16 montañistas de la UNAM que en 1988 también pasaron por ahí. <\/p>\n

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\"\"Al mediodía, en La Desmontada, alguien nos preguntó si éramos los mismos que “el año pasado” habían cruzado la sierra en vehículos 4 x 4. Todo había sucedido de la manera más fácil: la gente había vendido parte de los bosques para que una compañía los talara y les diera algo de dinero al año (unos cinco mil pesos por ejidatario). La compañía abría caminos que de repente terminaban porque esa era su finalidad. Pero un camino sí llegó al fondo: el que pasa por Palmarito y de ahí había pasado al otro lado, abriendo ampliamente el camino de apenas un metro que antes existía. El cruce de la sierra, en vehículos motorizados era ya una realidad y, para los habitantes de la sierra, una pesadilla ver pasar 14 vehículos con motores rugiendo. <\/p>\n

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LOS MONOS<\/strong><\/p>\n

\"\"Al otro día, íbamos a Los Monos. Era aproximadamente una hora a pie cuesta abajo por otra pendiente y pese a ver mejor en dónde estábamos, no podíamos ubicarnos bien porque las nubes seguían en las cimas. Terracería, vereda, alambrada y una senda que se perdía continuamente nos llevaron hasta una peña que daba a la barranca de Piaxtla. Ahí, en la cara oriente, estaban unas pinturas rupestres color rojo, algunas muy desgastadas por el tiempo y todas, sin excepción, rayadas por encima. Algún contemporáneo las quiso resaltar para distinguirlas mejor. <\/p>\n

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De frente a las pinturas volví a sentir esa curiosidad y esa impotencia: curiosidad por saber qué significaban y tratar de adivinar cómo eran los hombres que las hicieron. Impotencia porque no se puede llegar a nada. <\/p>\n

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SAN MIGUEL DE CRUCES<\/strong><\/p>\n

San Miguel de Cruces, que fuera una capital maderera hace no muchos años, es ahora un pueblo casi extinto. Sus aserraderos ya no trabajan a su máxima capacidad como hacían antes. Eso ha detenido bastante la rapa de la cierra, pero también ha convertido a San Miguel en un pueblo de gente con esperanza de encontrar trabajo de lo que sea. <\/p>\n

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\"\"Ahora se está construyendo una autopista que comunicará Durango con Mazatlán y que pasará precisamente por San Miguel de Cruces. La gente dice que con eso, las cosas cambiarán. Sin duda. El camino hacia San José de Bacís es ahora mucho más notorio, quizá mejorado porque en el fondo está otra mina y muy cerca de la parte pavimentada de la carretera. <\/p>\n

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El frío sigue siendo el mismo pero en San Miguel el frío que se siente más es el humano, ése que dejamos en la sierra que atravesamos: en Ventanas y Las Huertas, en La Desmontada y en Yamóriba. Ahí, pese a todo, el calor humano, del que nos hace sentir bien con sólo palparlo. <\/p>\n

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La Sierra Madre Occidental del estado de Durango se está convirtiendo en una importante zona para los exploradores. De las barrancas más accesibles, las de los ríos Presidio y Piaxtla son las que serán abordadas más rápidamente. Además de las vivencias obtenidas, en este artículo se ofrece un panorama histórico de la Sierra.<\/p>\n<\/td>\n

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