{"id":12162,"date":"2002-06-15T00:00:00","date_gmt":"2002-06-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12162"},"modified":"2004-08-16T00:00:00","modified_gmt":"2004-08-16T00:00:00","slug":"veracruz","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2002\/veracruz\/","title":{"rendered":"Veracruz"},"content":{"rendered":"
Al amanecer nos dimos cuenta de nuestra suerte: habíamos acampado a un par de cientos de metros de unas rocas en la playa y de un caserío que no imaginábamos ahí. Los pescadores ya se hacían a la mar. Nosotros seguimos poco después. Esta vez remábamos nuevamente hacia el norte, hacia Antón Lizardo. Poco a poco nos fuimos despegando de la costa para ahorrar distancia de remada. También esperábamos el viento que nos ayudaría a viajar más velozmente, pero nunca apareció. <\/p>\n
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Alex iba más cerca de la costa y en un momento que miré hacia él vi una montaña grande y lejana. "Es el Cofre de Perote", me dije. Me detuve para verla. Sí, era el Cofre. Hacia la izquierda debería estar el Pico de Orizaba, pero sólo alcancé a ver la Sierra Negra. Lo demás estaba cubierto de nubes. Estábamos ya en tierra conocida. Comencé a preguntarme si las embarcaciones de principios de la colonia que traían gente de Europa verían de la misma forma. Quizá sí. A esas cumbres ya había subido y el Cofre tenía un especial significado porque lo había subido cuando hicimos la Ruta de Cortés. Desde allá arriba había visto el Iztaccíhuatl y entonces me dije: "Es ya terreno conocido", lo mismo que ahora. <\/p>\n
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Pero llegar a Antón Lizardo fue más pesado de lo que esperábamos. Alex seguía maltrecho de su brazo y yo de la espalda. Forzosamente, teníamos que ir más despacio y detenernos más veces de las que pensábamos. En Antón Lizardo desayunamos y descansamos un poco en la sombra mientras un niño de siete años nos decía que por qué viajábamos en una "banana". Luego nos dijimos que podríamos llegar a Veracruz en pocas horas, sólo debíamos dar vuelta a la punta y dirigirnos en línea recta hacia los astilleros. <\/p>\n
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Eso hicimos, sí. Los astilleros del puerto parecían arbolitos desde lejos y yo me confundía con las islas que veía por primera vez desde el mar. Pero llegar a tierra no fue tan sencillo. En primer lugar tomamos rumbo al puerto, pero nuestros respectivos dolores nos hicieron considerar a Boca del Río como un lugar más adecuado, así que hacia allá fuimos. Yo tomaba posiciones increíbles para remar y descansar un poco la espalda. Alex remaba con un solo brazo y hacía juego con el timón. Nos encontramos con una marea que nos regresaba un poco y no queríamos detenernos pero los dolores eran más fuertes, aunque constantemente lo hacíamos. <\/p>\n
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