{"id":12155,"date":"2002-06-07T00:00:00","date_gmt":"2002-06-07T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12155"},"modified":"2004-08-16T00:00:00","modified_gmt":"2004-08-16T00:00:00","slug":"coatzacoalcos","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2002\/coatzacoalcos\/","title":{"rendered":"Coatzacoalcos"},"content":{"rendered":"
Después de la lluvia de toda la noche donde la tienda presentó sus fallas en forma de una gotera continua que caía del lado de Alex, salimos con todas las cosas mojadas y mal empaquetadas. Teníamos que llegar a Coatzacoalcos (Puerto México, diría don Claudio) y quedarnos un par de días ahí. <\/p>\n
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Coatzacoalcos. En teoría, esa había sido la meta de la etapa anterior, en diciembre de 2000, pero ahora descubríamos que era demasiado, aún estando bien entrenados. Y no era sólo el cansancio físico que se está transformando en agotamiento, sino en esa ansia de no sentir sal ni arena ni nada pegajoso que se parezca al agua de mar. Hemos estado expuestos al sol y al mar por mucho tiempo y eso nos está desesperando. <\/p>\n
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El agua es clara y los pescadores se adentran mucho al mar para pescar. Me pregunté varias veces cómo en esta agua tan nítida no había crecido ningún tipo de vida marina. Abajo no se veía nada salvo arena y ocasionalmente algunos agujeros como de cangrejos. De esa forma, los peces tienen que alejarse de la costa, los pelícanos no tienen que comer y su población disminuye, las gaviotas no pueden robarle a los pelícanos y los rabihorcados son cada vez menos numerosos. <\/p>\n
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