{"id":12086,"date":"2004-05-15T00:00:00","date_gmt":"2004-05-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12086"},"modified":"2004-04-28T00:00:00","modified_gmt":"2004-04-28T00:00:00","slug":"sonando_en_el_desierto","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2004\/sonando_en_el_desierto\/","title":{"rendered":"SOÑANDO EN EL DESIERTO"},"content":{"rendered":"
Puerto Peñasco se ve cerca, a unas cuantas horas de camino. En la oscuridad, desde lo alto de una duna pensamos llegar alrededor de las dos de la tarde, cuando más a las cuatro, decimos. Pero Carlos menea la cabeza: �No se hagan ilusiones�, todos nos ponemos en su contra. �Mejor no digo nada�, su respuesta.
Por la mañana preparo mi agua. Me queda litro y medio y pienso que es suficiente.
Carlos y su recurso de no decir una y otra vez �ya vámonos�. Simple y sencillamente preparó su mochila y se puso a caminar. Lo seguimos.
Caminar por las dunas es estar perdido en un sueño, fascinante. Trato de guardar cada paso, cada pedazo del paisaje de arena dentro de mÃ, dentro de la sangre. Este es el lugar que me gustarÃa ver para siempre, a mi espalda el volcán de donde venimos, una pequeña cordillera hacia mi izquierda, el mar a la derecha y nuestro objetivo al frente: Puerto Peñasco.
Salimos de las dunas y lo que siguió parecÃa un camino más sencillo. En pequeños matorrales buscamos la sombra. En uno ya no habÃa espacio y me voy a otra. Hace calor, me quito las botas y las polainas, tomo un poco de agua… ¡qué delicia! Los demás se levantan de nuevo pero decido quedarme un poco más y luego, con pereza premeditada, me preparo para caminar otra vez.
Cuando miro, están lejos, ¿caminaron tan rápido? Después de una hora sigo a la misma distancia. El paso es uniforme debido a la arena y no se puede acelerar más. Los alcanzo después de tres horas. No me preocupé en lo mas mÃnimo porque estaba siempre a la vista de ellos. Uno se queda absorto en sus pensamientos hasta que no quedan más. Por momentos no pienso en el camino y bromeo conmigo mismo: Â?voy a alcanzar el NirvanaÂ?.
Un cerro a lo lejos marca Puerto Peñasco. Y después de todo un dÃa de caminar ese méndigo cerro no se acerca. En cambio el volcán Santa Clara se ve lejÃsimos. Caminamos y caminamos… y no se ve para cuando termine esto… Tres cuervos cruzan el cielo.
Nos sentamos en una sombra.
�¿Y si mejor caminamos hacia el mar?
Â? Podemos encontrar las vÃas del tren Â?Jorge.
Â?¡Esas vÃas ya no existen! Â?Karel.
�Yo quiero bañarme en el mar �Nancy.
Tomo mi último trago de agua. Lo comento como si al caso y Carlos hace un recuento de agua: todos en promedio traemos dos litros.
Y cuando nos dirigimos hacia el mar, la semilla de un pasto se nos entierra en los pantalones. Tiene enormes espinas y apenas si se pueden evitar. Las polainas se me llenan de ellas. Hay quien sufre más, Jorge en especial, quien maldice en colombiano y mexicano. Tratamos de salir lo antes posible de ese campo minado.
Alfredo y yo vamos hasta la cima de una duna, sólo para ver que el mar se ve a la misma distancia. Es curioso. Recuerdo haber escuchado inclusive un barco momentos antes. Las distancias y los sonidos en el desierto engañan. El mar se veÃa a unas horas, pero después de caminar por mas de seis comenzamos a tener una especie de desesperación, se notaba en nuestras caras.<\/p>\n
Mientras tomamos un descanso en el largo crepúsculo, distingo una palapa al lado de una casa. Al parecer sólo la veo yo y no lo comento en ese momento. Pasamos por un lugar lleno de conchas de mar, un lugar de concheros, sin embargo curiosamente nadie tomó fotos. ¿Estábamos desesperados por llegar? <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"
La palapa sigue ahà y como no tarda en oscurecer, se lo digo a Jorge. �l también la ve y nos dirigimos a ella. Carlos nos llama con el silbato, pero esta vez lo desobedecemos.
Antes de llegar a la palapa (cierto: al lado de una casa) nos encontramos con un camino de terrecerÃa y luego las vÃas del tren. En la palapa no habÃa nadie y nos quedamos ahÃ. A unos cuantos metros, el Mar de Cortés.
Al siguiente dÃa llegamos a Puerto Peñasco. Comemos en un pequeño restaurante y ahora me parece irreal haber caminado por las dunas. Entonces pienso:
¿En un restaurante sueño con las dunas del desierto, o estoy en un desierto de dunas y sueño en un restaurante?<\/i><\/div>\n