{"id":12085,"date":"2004-05-01T00:00:00","date_gmt":"2004-05-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12085"},"modified":"2004-04-28T00:00:00","modified_gmt":"2004-04-28T00:00:00","slug":"real_de_catorce","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2004\/real_de_catorce\/","title":{"rendered":"REAL DE CATORCE"},"content":{"rendered":"
¿PINOS EN EL DESIERTO? <\/b>
El hombre de la tienda nos informó dónde podríamos tomar agua y cuál era el camino a seguir para llegar a Los Jaquis �una ranchería� y después Los Alamitos. Miraba incrédulo lo que estábamos haciendo, pero a la vez estaba fascinado con la idea.
�Van a encontrar algo raro �nos comentaba� ¿verdad? �dice, dirigiéndose a uno de sus amigos�. Hay unos pinos por allá, en una cañada.
Llegamos a los Jaquis por un camino de terrecería. Una ranchería de sólo una casa. Al parecer hubo tres o cuatro más, pero de ellas ahora sólo quedan ruinas. Amablemente nos dicen el camino a seguir:
�Se van por este río y después a la izquierda, dos km después a la derecha. Hay veredas, pero como ya nadie las usa desaparecen, mejor váyanse toda la cañada.
Una hora más y lo vimos: un bosque en el desierto. Pinos y magueyes uno al lado de otro, algo extraño para mí. Caminábamos por una cañada y no podíamos ubicarnos por no tener perspectiva. Estábamos Â?encañonadosÂ?: casi mil metros de desnivel. Observaba la sombra: caminábamos hacia el sur, luego al suroeste, al oeste, nuevamente al sur, al sureste… temía estar dando vueltas, pero sólo seguíamos el único camino que hay, la cañada.
En una división del río pudimos ubicamos con el mapa y tomamos el camino de la izquierda aunque, según yo, los dos caminos terminaban en el mismo lugar: Los Alamitos.
Después de caminar cuatro horas más, vuelve la desesperación y para apagarla subimos a la cumbre de un cerro a ubicarnos. Apenas damos los primeros pasos y los árboles nos lo impiden. El camino es muy cerrado. Deliberamos una y otra vez: ¿por la cañada o por el cerro? Por el cerro. Está atardeciendo, son las 5 de la tarde. �A las siete apagan la luz�. Avanzamos muy lentamente. No hay lugar para levantar las tiendas y ni siquiera para vivaquear (con un giro se rasgaría la bolsa de dormir), esperamos que arriba esté más plano.
Escalo con la mochila una pequeña pared de tres o cuatro metros. Gaby, Xóchitl y Roberto detrás de mi. Alfredo, desesperado como siempre, busca por otro lado. El terreno está suelto y cuando sólo me queda medio metro por subir, una piedra se desprende y uno de mis pies queda colgado. Hago fuerza con los brazos para no caer y la salida es… una planta llena de espinas. Ni modo: termino todo espinado.
Llegamos a una pequeña antecumbre y, como no es lugar para dormir, seguimos subiendo. Un pequeño camino apenas perceptible, al parecer de animales y, más allá, una formación de rocas en semicírculo, al parecer para almacenar agua o guardar animales, pero con sus 2.30 metros por lado es suficiente para una tienda, donde esperamos dormir los cinco.
Desde este punto se ve el cerro El Fraile y se ve mejor la forma de la cañada, suficiente para ubicarnos con mapa, brújula y altímetro. Los Alamitos está al oeste, detrás de este cerro.
En la mañana siguiente subimos a la cima y nos encontramos con el viento, fuerte y constante. Al levantar un pie se pierde un poco el equilibrio. Vemos la casa que el día anterior viera Alfredo desde aquí. Cuando alcanzamos el camino preguntamos por el pueblo que se ve a unos cuantos metros.
Â?Los Alamitos.
Sonrisas en los rostros.
El camino es fácil ya de Alamitos a Real sólo seguir un camino o pasar por arriba por los cerros, pero Gaby ya no está para preocupaciones y seguimos el camino, siempre pasando por rancherías abandonadas o semi-abandonadas. Llegamos a un pueblo que está totalmente abandonado y entonces nuestro viaje se torna en una caminata por pueblos fantasmas.
Al llegar al Refugio de La Luz, unas personas sentadas en lo que fue una pared, nos informan como llegar a Real. �Por arriba subiendo un cerro más, o tomando un camión, ya que por el túnel de Ogarrio no dejan pasar a pie.� Sería mejor llegar caminando y así lo hacemos.
Después de subir y encontrarnos con otro pueblo fantasma, vemos abajo en una especie de meseta entre la sierra.
Real de Catorce un lugar muy bello, el sitio que tanto soñé.
Estoy aquí, en tu pueblo, del que tanto me hablaste, del que tanto hablamos de llegar juntos. Estoy aquí, 10 años después, sin ti.<\/i><\/div>\n
<\/div>\n

<\/p>\n

�¿Ustedes van para allá? � nos dice el dueño de la tienda donde estamos.
Â?Si, a Los Alamitos Â?contestamos.
Â?¡Pero está re-lejos! ¿Te acuerdas tú, de aquel que se le descompuso la camioneta y se vino caminando?… Pero llegó.
Â?Van muy cargados… y las mujeres.
�Vamos hasta Real de Catorce �lo decimos para recibir mas información.
Â?Por ahí?… Está muy lejos, se hubieran ido por el Cedral.
Su mirada refleja inquietud y a la vez alegría. Estamos en Los Laureles, una de las primeras poblaciones que encontramos en la Sierra del Catorce, al oeste de Matehuala.
DE MATEHUALA A LOS LAURELES<\/b>
Habíamos llegado por la mañana, maravillados por un acueducto que en otro tiempo llevaba agua a las poblaciones de más abajo. De él sólo quedan algunos rastros y no dejaba de pensar lo hermoso que ha de haber sido en esa época en que llevaba agua por encima de esos puentes. Al parecer el acueducto ya no fue necesario y se dejó al descuido.
Ayer, mientras caminábamos desde Matehuala, el acueducto era una referencia en el mapa pero para Alfredo se volvió una obsesión y apenas lo encontramos no quería apartarse de él ni un metro. Si teníamos que desviarnos abajo o arriba para evitar un paso cerrado, comenzaba a gritar:
Â?¿Lo ves Marco? ¿Dónde carajos anda el pinche acueducto?… ¡Me lleva!… ¡Ya lo encontré!
El acueducto hace un puente sobre una pequeña cañada. Estaba oscureciendo cuando llegamos ahí y decidimos acampar. Los Laureles quedaba a unas dos horas aproximadamente, así que no había prisa.
Por la mañana seguimos de nuevo el acueducto. A veces desaparecía, pero nos daba una pista de adónde había que dirigirnos: hacia el oeste y siempre bordeando una sierra pequeña. En algún momento perdimos totalmente su rastro pero a lo lejos se alcanzaba a divisar algo que parecía un pequeño granero; cuando llegamos a él vimos que era un registro de agua por el que pasaba el acueducto. A unos pasos de ahí se veían Los Laureles.
Â?AguaÂ?.
Habíamos planeado llevar siempre tres litros de agua cada uno, de forma que pudiéramos alcanzar una población por día: Los Laureles, Los Alamitos, Real de Catorce. Pero estábamos atrasados medio día y el agua era ya no una idea, sino una necesidad en nuestras mentes. Si no encontrábamos la población, no encontraríamos agua, así de sencillo.<\/div>\n

<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

Real de Catorce es un sueño para mucha gente. Con sus pueblos abandonados y sus ceremonias del peyote entre los huicholes, también es una meta que alcanzar caminando.<\/div>\n

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