{"id":11948,"date":"2003-08-14T00:00:00","date_gmt":"2003-08-14T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11948"},"modified":"2003-08-17T00:00:00","modified_gmt":"2003-08-17T00:00:00","slug":"ixtacxochitla_zona_de_exploracion_espeleologica","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2003\/ixtacxochitla_zona_de_exploracion_espeleologica\/","title":{"rendered":"IXTACXOCHITLA, ZONA DE EXPLORACIÓN ESPELEOLÓGICA"},"content":{"rendered":"
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Llegó el estío y con él, una nueva temporada de exploración para el Grupo Espeleológico Universitario (GEU), en lo que se ha convertido en una promesa para el quehacer de un grupo multidisciplinario: la zona cercana al poblado montañés de Ixtacxochitla, municipio de Coyomeapan, en el estado de Puebla. Recientemente se cumplieron diez años de realizar exploraciones en esta zona, enclavada en el corazón de la Sierra Negra, justo en un punto donde convergen los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca, y en la cual se localizan también otras cavidades ya célebres como Akemati, Akemabis y La Cumbre, entre otras. Este relato es una apreciación del autor de la expedición realizada en Abril de 2003, y una perspectiva de sus logros.<\/p>\n

EL ACERCAMIENTO<\/b><\/p>\n

Partimos de la Ciudad de México un viernes a las 11 de la noche, manejando toda la noche para llegar hacia las 8 de la mañana del otro día, por camino de terracería, hasta el poblado de Zacatilihuic. De ahí en adelante, deberemos caminar alrededor de quince kilómetros, siguiendo pequeñas veredas en la sierra, bordeando los interminables barrancos, donde los desniveles entre el fondo y la cima de la montaña superan los mil metros. Seguimos un camino delineado por veredas angostas utilizadas por los moradores, población que en su mayoría aún utilizan la lengua mexicana (náhuatl). Auxiliándonos de mulas que nuestros amigos locales nos rentan, transportamos un promedio de 60 kilogramos de equipaje y comida por cada uno de nosotros.<\/p>\n

Mientras nos aproximamos notamos cambios en el terreno que antes conocíamos como selva y bosque mixto: manchones sin árboles aquí y allá, en las laderas de los cerros. En los últimos años, los pobladores han ampliado su zona de cultivo hacia las partes más altas de la sierra, con el método de “roza, tumba y quema”, lo que ahora nos muestra su devastador efecto. Aún es prematuro decir que existe un cambio irreversible en el ecosistema: la capacidad de la naturaleza para recuperarse es alta dadas las constantes precipitaciones, pero tampoco debemos subestimar la capacidad del hombre para avasallarla cuando su necesidad es grande.<\/p>\n

Hacia las dos de la tarde Ixtacxochitla aparece ante nuestros ojos. Alcanzamos a distinguir la silueta de un nuevo campanario y a su lado la ladera de un cerro cubierto por infinitos fragmentos de roca caliza (carbonato de calcio), signo del enorme potencial de esta zona para la formación de cavidades por la erosión del agua, abundante en esta zona. En el hogar de Juanita y Goyo, amigos del Grupo ya por largo tiempo, disfrutamos de un rico café, frijoles con huevo y tortillas, y seguimos adelante.<\/p>\n

La última parte del recorrido siempre parece interminable. El ascenso a la montaña detrás de la cual esta el campamento base es bastante em-pinada. Nuestra meta: llegar hasta una cavidad en un costado de la montaña que tradicionalmente hemos llamado Chantoro<\/i> (“refugio” en náhuatl), el común sitio de reunión del grupo, donde por diez años hemos planeado, imaginado, pasado frustraciones, pero también nos hemos emocionado con nuevos descubrimientos y experiencias enriquecedoras.<\/p>\n

Los últimos doscientos metros de caminata al Chantoro los hago a solas, como un ejercicio para la memoria y para los sentidos. Recuerdo la pared a mi izquierda, en mi mente aparece el tupido bosque que antes atravesé, y que ahora se reduce a maleza reciente y restos de la última roza. Tomo un respiro y miro a hacia el vacío: la vista hacia el oeste es incomparable. A esa hora ya son visibles las luces de Tepepa, el poblado al otro lado del barranco. Me pregunto como se verá el Chantoro desde allá abajo: seremos apenas intermitentes puntos de luz en la pared de la montaña.<\/p>\n

EL ENCANTO<\/b><\/p>\n

El Grupo Espeleológico Universitario realizó este verano impor-tantes avances en la prospección de nuevas rutas en el Sótano de El Encanto, en la base del volcán Tzinzintepetl, aproximadamente a 1,800 metros sobre el nivel del mar. A esta altura, en clima en la montaña es muy variable. En unos pocos días, tuvimos sol abra-sador, neblina, lluvia constante, frío y ventarrones que llegaron a levantar nuestras tiendas de campaña, cambiando de un elemento a otro en cuestión de horas.<\/p>\n

La primera incursión a El Encanto se hizo por el cañón del mismo nombre, el cual ha sido disimulado por la vegetación circundante hasta tal punto, que el abismo se hace aparente solo hasta que estamos a unos cuantos metros de él. Las paredes del cañón están recubiertas por una suave alfombra de musgo que le dan una apariencia tersa. Al fondo, el arroyo entra en la caverna, como una más de los cientos de pequeñas tributarias que han dado forma a este sistema durante miles de años.<\/p>\n

Observamos también algunos vencejos con su incesante ir y venir entre los huecos de la roca. Ponemos la primera línea y descendemos a la base del cañón, donde nos encontramos aún marcas de la topografía realizada en otras expediciones. Entramos a la galería y enseguida se nos une nuestra compañera inseparable: la oscuridad.<\/p>\n

Al descender siento ese hormigueo en el estómago, esa sensación que, al madurarla, convertimos en emoción y en un sentido de alerta que nos hace sentir vivos.<\/div>\n

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LA CASCADA<\/b><\/p>\n

Seguimos el río subterráneo, en ocasiones por amplias galerías y pasos de altura reducida (gateras), siempre siguiendo el camino trazado por el agua, hasta llegar a los primeros tiros, que requieren la colocación de equipo y medios artificiales para el descenso. Más adelante, el suave rumor del agua se convierte en un ruido atronador: hemos llegado a la primera cascada y no existe otra forma de pasar sino a través de ella, tratando de eludir una poza que se encuentra al final. Este paso siempre ha sido un reto debido no sólo a la presencia del agua, sino también a la dificultad técnica al pasar la cascada, pues se deben realizar una serie de maniobras en una secuencia determinada.<\/p>\n

<\/b>La pérdida de calor corporal se acelera en gran medida al mojarse. Mitigamos esta situación comiendo parte de la ración de comida para caverna: nueces y chocolates, y envolviéndonos en una frazada térmica. Tratamos de no pasar demasiado tiempo en esta parte, sólo el necesario para esperar a los compañeros.<\/p>\n

Más abajo, después de varios tiros, llegamos a una estancia bautizada como “El Vivac” (del francés vivouac: descansar sin utilizar tienda de campaña, sino simplemente dentro de una funda o bolsa de dormir). Este es un sistema activo y aún en proceso de formación, lo que queda evidenciado por la fragilidad de la roca. Las paredes en esta parte son tan quebradizas que si uno no tiene cuidado se queda con las salientes de roca en la mano Â?esto es:, el agua no ha llegado al punto máximo de erosión posible. Tenemos que ser muy precavidos. Tomamos un buen tiempo para esperar a los demás, comer un poco y tomar algunas fotos. <\/p>\n

Las estalactitas en esta parte no son muy grandes pero tienen formas increíbles: cortinas, columnas, pasos estrechos poblados de pequeñas agujas. Al asomarnos a algunos de lo que parecen ser huecos en el piso, nos damos cuenta que en realidad son conductos que terminan treinta metros mas abajo. Impresionante.<\/p>\n

Instalamos equipo para descender dos tiros más, pasando junto a una segunda cascada y, más adelante, hacia una intrincada galería de callejuelas de forma laminar, en algún momento bautizadas como “Los Semáforos”: puntos de cruce similares a una intersección vial, donde deberemos decidir si virar a la derecha, a la izquierda, o seguir de frente. Anteriormente un derrumbe de un poco más abajo, nos hizo pensar en el fin del camino, pero esta vez, se encuentran más ramales activos que abren nuevas posibilidades. Ahí decidimos regresar pues el tiempo ha pasado mucho más rápido de lo que esperábamos. Somos una cordada reducida y debemos dar paso a un segundo grupo que continuará desde donde nos quedamos.<\/p>\n

En el regreso nos tomamos tiempo para buscar mejores ángulos para fotografiar y prospectar algunos ramales laterales. El último tramo hacia la superficie es a la vez hermoso e ingrato. La luz de la luna llena nos alumbra como un arbotante colgado del cielo mientras me enfrasco en una lucha con el lodo y las raíces. Veinte minutos de lucha en luz lunar. Media hora después, estamos de nuevo en el campamento: una buena cena y el necesario descanso para continuar al día siguiente. <\/p>\n

DIEZ AÃ?OS DE EXPLORACIÃ?N<\/b><\/p>\n

Después de todos estos años, se han encontrado y catalogado decenas de entradas de cuevas, nuevas conexiones entre ellas y nuevas rutas, algunas con un interés muy práctico, como la “Cueva del Agua”, a unas decenas de metros del campamento base; aprovechando una filtración de agua en una de las paredes hizo mucho más fácil renovar nuestras reservas de agua.<\/p>\n

Actualmente se realizan en la zona actividades en diversos ámbitos: prospección, topografía y catálogo de cavidades, lo que se traduce en mapas digitales del terreno. Ha sido un trabajo colectivo que ha dado por resultado profundidades superiores a los 500 metros, decenas de kilómetros de galerías subterráneas que se interconectan entre sí.<\/p>\n

Algunas de las cavernas encontradas forman en realidad parte de sistemas cavernarios más complejos, como es el caso de “La Llorona”, que está conectada al Sistema Tláloc, que se extiende hacia el Norte, en dirección al volcán. Las últimas exploraciones en El Encanto dejaron al descubierto nuevos ramales que eventualmente podrían extender la profundidad total del sistema al conectarse a otros sistemas existentes. Si esto es posible, el sistema resultante bien podría duplicar su profundidad actual, y es en esta posibilidad en la que se trabaja afanosamente.<\/p>\n

También se realizan investigaciones en sitio por estudiantes de la Facultad de Ciencias de la UNAM, lo que ampliará nuestros conocimientos no solo del sitio, sino de sus habitantes naturales: la fauna cavernícola, en especial las poblaciones de insectos, aves y murciélagos, algunos de ellos especies endémicas de este sitio. La investigación lleva ya varios meses en desarrollo y los biólogos Saúl y Alejandra esperan publicar los resultados en su tesis de licenciatura.<\/p>\n

El sitio es rico en cavidades y formaciones. El reto es ahora organizar toda esa información y estudiarla con el suficiente rigor científico de forma que el conocimiento obtenido sea parte de nuestro patrimonio. Son varias ya las generaciones de espeleólogos universitarios que han contribuido, en la medida de sus posibilidades, en este proyecto colectivo que es Ixtacxochitla. Quedan también muchos retos por asumir y trabajo por terminar, pero es siempre muy rescatable que, pese a los altibajos propios de una empresa que se realiza mayormente por el entusiasmo de los participantes, pues las aportaciones económicas externas son escasas, se haya logrado tener un catálogo respetable de cavidades, abriendo año con año nuevas perspectivas.<\/p>\n

El contacto con los habitantes del lugar ha sido también enriquecedor. Muchas de las familias en la región saben de las actividades realizadas por el grupo universitario, lo que ha redundado en un beneficio mutuo y, sobre todo, en una amistad que se afianza con el paso de los años (más de uno de nosotros llevamos de regreso café cultivado en la sierra y molido en casa).<\/p>\n

Al final, todos regresamos a nuestras ocupaciones habituales: dentistas, ingenieros, estudiantes, profesores. Mientras aguardamos el momento del siguiente encuentro, queda en nuestra mente la belleza de ese otro México, esa parte aún por descubrir que nos llena de ilusión y hace nuestras vidas más ricas y también más humanas. Hasta pronto, Ixtacxochitla. <\/div>\n

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Recientemente se cumplieron diez años de exploraciones en Iztaxochitla, enclavada en el corazón de la Sierra Negra, donde convergen los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca. Ahí se localizan también otras cavidades ya célebres como Akemati, Akemabis y La Cumbre, entre otras. Este relato es una apreciación del autor de la expedición realizada en abril de 2003 y una perspectiva de los logros realizados en esta zona, que dio nombre al foro de discusión de temas de espeleología más importante de México.<\/div>\n

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