{"id":11942,"date":"2000-12-25T00:00:00","date_gmt":"2000-12-25T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11942"},"modified":"2003-08-07T00:00:00","modified_gmt":"2003-08-07T00:00:00","slug":"dias_de_norte","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2000\/dias_de_norte\/","title":{"rendered":"Días de norte"},"content":{"rendered":"
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Han pasado varios días desde que llegué a Playa del Carmen y el norte no ha cesado. El viento sopla con fuerza y sacude las palmas, los arbustos, los techos de hoja de guano y las playeras de los turistas. He estado atado a la tierra y sin poder continuar. <\/p>\n
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Un día salimos a la playa con Thor<\/em> en el hombro para probar si la fuerza del viento era fuerte mar adentro. "Por supuesto que sí, es lógico", me decía, pero no dejaba de tener esperanza de avanzar aunque fuera poco. <\/p>\n <\/p>\n Así que llegamos, me embarqué y cien metros lejos de la playa el viento pegaba de pleno. Pero ya que estábamos ahí y yo sentado en mi kayak, aproveché para hacer ajustes a la embarcación. Así, sin carga, se sentía muy inestable, como una cáscara de limón tirada al mar. Claro que era difícil maniobrarla con el peso total que había llevado hasta Tulúm. Debería ser el medio. Lo suficiente para no sentirme una corcholata vacilante ni una bala de proyectil. <\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n <\/td>\n <\/tr>\n <\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n
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