{"id":11859,"date":"2001-08-15T00:00:00","date_gmt":"2001-08-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11859"},"modified":"2003-07-04T00:00:00","modified_gmt":"2003-07-04T00:00:00","slug":"linda_va_a_la_montana_novela_de_alpinistas","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2001\/linda_va_a_la_montana_novela_de_alpinistas\/","title":{"rendered":"LINDA VA A LA MONTAÑA: Novela de alpinistas"},"content":{"rendered":"
<\/p>\n

Capítulo IX<\/p>\n

LA TRAGEDIA<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Linda, en su apartamento del hotel, se solazaba tranquila y
feliz en el deleite de un baño tibio y perfumado, sus
brazos ebúrneos salpicados de iridiscente espuma chapoteaban
traviesos sobre el agua de la tina mientras enjabonaban el cuerpo
escultural. Había dormido espléndidamente y se
había levantado tarde, estaba de muy buen humor, pensó
que podría ir esa mañana a ver a Pablo y afrontaría
la situación decididamente, calculó inclusive
la posibilidad de reanudar su vida de casada como si no hubiera
pasado nada. ¿Por qué no? Si aún Pablo
seguía siendo aquel muchacho sano, ingenuo y sencillo
que había escogido, si todavía no había
cambiado, si la ausencia no había sembrado semillas de
odio ni rencor, ella se sentía en esos momentos grandemente
inclinada a aceptar su destino, en reconocer su ligereza de
haber querido huir para siempre de los lazos que con él
la ligaban y estaba dispuesta a volver a empezar. Si él
quería. Tenía los ojos llenos de espuma que no
le permitían ver cuando escuchó indistintamente
un ruido como si alguien bajara por la pared descolgándose
por un cable, temerosa de que alguno pudiera verla desnuda por
la abierta ventanilla del cuarto de baño, Linda se levantó
prontamente de la tina, como una Venus que surgiera de las espumas,
envolvió su cuerpo magnífico en una bata y cerró
bruscamente la ventana. Después pensó que era
prácticamente imposible que una persona pudiera asomarse
pues la altura era considerable. Un tanto preocupada terminó
su toilete, después [pidió] por teléfono
el desayuno en su cuarto y tras de vestirse con la sencilla
elegancia que la caracterizaba, emprendió resueltamente
el camino hacia su antigua casa. Estaba un poco inquieta, como
si fuera una colegiala que regresa al hogar después de
“pintar venado”.<\/p>\n

Cautelosamente abrió la puerta del saguán [sic]
del edificio de apartamientos, no se veía a ningún
vecino por el patio, con sigilo atravesó los corredores
desiertos y el corazón le golpeaba el pecho incontroladamente,
metió la llave en la cerradura y entró violentamente.
¿Estaría Pablo? ¿Estaría otra persona?<\/p>\n

Se dió cuenta que había cometido una imprudencia,
debió haber tocado previamente y esperar, pero ahora
ya era tarde, con voz calmada llamó en voz alta �Pablo�
pero nadie respondió entonces pasó resueltamente
al interior de las piezas. No había nadie. De una ojeada
abarcó el contenido de las habitaciones, el mobiliario
era casi el mismo que ella había dejado, todo estaba
limpio, tranquilo, ordenado con ese olor peculiar a pulcritud
que a ella le gustaba. Sobre una repisa una imagen de la Virgen
María lucía su mirada en éxtasis de fe
y de piedad a la luz mugiente de una veladora pronta a extinguirse.
En una mesita de la diminuta sala estaba aún su retrato
junto a un florero de cristal con una gran rosa encarnada
fresca y fragante. Era su flor predilecta. Tomó el
retrato y leyó la dedicatoria que ella misma había
escrito una vez, decía “Pablo, que nada ni nadie
destruya nuestro cariño. Tuya.” Sintió
algo como un remordimiento fugaz. ¿Había sido
sincera al escribir eso?<\/p>\n

En esos momentos volvió a percibir el ruido extraño
que oyera poco antes en el baño de hotel, sí era
un rumor bien conocido, exactamente el rechinado de un cable
cuando se va bajando a rapel, ¿qué podría
ser? Escuchó asustada y atenta a la vez, se oía
también intermitentemente el choque de unos zapatos estoperoleados
contra la dura roca, conocía perfectamente esos sonidos,
¿sería tal vez algún artesano que estuviera
reparando las paredes? De pronto escuchó un golpe sordo
como el de un fardo cayendo contra el suelo y una especie de
gemido ahogado. Aterrorizada se lanzó hacia la ventana
y se asomó en todas direcciones, no había nada:
salió a los corredores y escudriñó los
patios. Nada, no había nada. El extraño fenómeno
no tenía explicación. Una opresión angustiosa
se anudó a su cuello, desolada entró nuevamente
a las habitaciones con un negro presentimiento clavado en su
pecho. ¿Dónde estaba Pablo? Se le ocurrió
hurgar en el “clóset” donde se acostumbraba
guardar el equipo de montaña. El de ella estaba allí,
como lo había dejado pero el de Pablo no. Presintió
claramente la tragedia. Había llegado demasiado tarde
para evitarla. Había dejado pasar la última oportunidad
de salvar a su marido y sintió desfallecer. Extenuada
se dejó caer en un sillón y estuvo largo rato
luchando con sus propios pensamientos. Forzadamente reaccionó.
No, no podía ser, todo era pura imaginación, no
debía alarmarse tontamente.<\/p>\n

Escribió con letras distorsionadas un mensaje “Pablo,
estoy en el hotel X. Me urge hablarte, llámame en cuanto
llegues” y firmó casi ilegiblemente. Después,
lentamente, maquinalmente, salió a la calle, tomó
un taxi que pasaba y pidió que la llevara al Bosque de
Chapultepec, sentía ahogarse necesitaba oxígeno.<\/p>\n

¿Qué había pasado con Pablo? Estaba a
la orilla del cráter del Popocatépetl, había
lanzado su cable de 80 metros de nylon hacia el interior del
cráter anudando un extremo al antiguo malacate de los
azufreros, se había colocado ya la anilla de cuerda
con el mosquetón en medio, entre las piernas y el cable
pasando por él y la corredera de su hombro. Se preparaba
para saltar al abismo cuando un sonoro graznido le hizo volver
la cabeza. Sobre la nieve, y a pocos pasos de él estaba
un pájaro de negro y reluciente plumaje que le miraba
escrutadoramente con sus ojos rapaces. Era un cuervo. Ante
la vista de aquella ave agorera Pablo se estremeció,
¿sería un mensajero de la Muerte? El cuerdo
adelantó dos pasos y volvió a graznar � ¡croac!�,
después se lanzó nuevamente a las alturas, con
vuelo preciso, matemático, perfecto, el pájaro
subió hasta convertirse en un punto perdido en el cielo
profundamente azul, después se dejó venir “en
picada” rígido como un proyectil, sin aletear
en lo más mínimo hasta el fondo distante del
valle.<\/p>\n

Pablo iba presintiendo que ya iba “pisando su raya”,
pensó en desistir de su atrevido intento, regresaría
nuevamente, pero prontamente desechó tal pensamiento,
no era cobarde y en cierto modo era un fatalista, no podría
huir a su destino. Agarrándose del cable con las enguantadas
manos, dió un brinco sobre el vacío y segundos
después oscilaba pendiente de la cuerda como una araña
colgando su hilo; se deslizaba lentamente con la seguridad de
un experto, empujándose con ambos pies contra la pared
de la roca, las piernas en escuadra, descendía en saltos
regulares, medidos, los “tricounis” de sus zapatos
chocaban contra las lajas basálticas para impulsarse
otra vez hacia fuera.<\/p>\n

Estaba ya a la mitad de la enorme pared cortada a pico cuando
se oyó un estampido, una roca se desprendió de
arriba y caía verticalmente, con movimiento uniforme
acelerado, rebotando en las salientes. Pablo instintivamente
buscó refugio en una estrecha fisura que lo protegió
del diluvio de piedras hasta que pasó el peligro. Sin
embargo los pedruzcos habían pegado en varios puntos
sobre el delicado cable e nylon, más abajo del punto
donde se hallaba Pablo, dañándolo seriamente,
así que cuando él salió de su improvisado
refugio y se deslizó de nuevo en rappel, cuando el mosquetón
llegó a la primera parte averiada del cable éste
se trozó como cortado por unas filosas tijeras.<\/p>\n

Pablo no lanzó ni un grito, casi en la misma posición
continuó su veloz caída hasta chocar, cuarenta
metros más abajo contra el fondo cubierto por una nevada
capa; la fuerza del impacto lo incrustó dentro de la
nieve donde quedó inconsciente por largo tiempo. La
blandura del piso protegió bastante para que no sufriera
heridas exteriores pero interiormente las lesiones eran muy
graves. Después de un gran rato de estar sin sentido,
Pablo volvió otra vez en sí y se dió
cuenta de la gravedad de su situación. Haciendo esfuerzos
sobrehumanos logró incorporarse un poco hasta colocarse
sentado y así se quedó inmóvil, mientras
no se moviera ningún dolor lo atormentaba, pero bastaba
el menor movimiento para que sufriera dolores terribles. Comprendió
que ya iba a morir, con religioso fervor rezó algunas
oraciones en un acto de cristiana contricción imploró
del Todo poderoso encomendándole su alma, contempló
por vez postrera la visión de maravilla del fondo del
cráter, las solfataras humeando como turíbulos,
el verde jade de la laguna y las enormes paredes verticales
que se alzaban cobre él como una gigantesca tumba,
por último sacando de su dedo el anillo de bodas que
siempre llevaba consigo, murmuró quedamente �Adiós
Linda� y expiró sonriente.<\/p>\n

© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
13, octubre 14 de 1950. Páginas 36-38.<\/div>\n

<\/p>\n

<\/div>\n

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Capítulo IX LA TRAGEDIA   Linda, en su apartamento del hotel, se solazaba tranquila y feliz en el deleite de un baño tibio y perfumado, sus brazos ebúrneos salpicados de iridiscente espuma chapoteaban traviesos sobre el agua de la tina … <\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1118,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1013],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-35h","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11859"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1118"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=11859"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11859\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=11859"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=11859"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=11859"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}