{"id":11573,"date":"2001-03-15T00:00:00","date_gmt":"2001-03-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11573"},"modified":"2003-05-08T00:00:00","modified_gmt":"2003-05-08T00:00:00","slug":"la_serrania_de_guadalupe_y_calvo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2001\/la_serrania_de_guadalupe_y_calvo\/","title":{"rendered":"LA SERRANÍA DE GUADALUPE Y CALVO"},"content":{"rendered":"
Al sur del estado de Chihuahua, la gran cordillera que es la Sierra Madre Occidental se yergue desde las profundidades de las barrancas con 300 metros de altitud hasta la elevada cumbre del Mohinora, a tres mil trescientos metros de altitud, donde los venados han encontrado un lugar de refugio indiscutible. En esa serranÃa, el 30 de octubre de 1835, “un arriero de Don José de Ochoa, llamado Miguel de UrÃas descubrió una rica veta mineral de oro y plata”* y poco después se fundaba el mineral al que ahora llegábamos. En honor a la Virgen de Guadalupe y al entonces gobernador del estado de Chihuahua, don José JoaquÃn Calvo, lleva desde entonces por nombre Guadalupe y Calvo. Después de haber recorrido la Sierra Madre en Durango, ¿qué encontrarÃamos en Chihuahua?<\/p>\n
De manera un poco brusca, nos encontrábamos en la mitad de ese pueblo, con calles pavimentadas, con restaurantes de lujo, con supermercados… ¿Estábamos realmente en la Sierra Madre? Desde la última vez que lo visitamos, ocho años antes, cuando la gente celebraba el siglo y medio de la fundación, el pueblo se habÃa transformado y estábamos más que asombrados. Pero no sabÃamos que nos esperaban sorpresas. Y de diferentes clases.<\/p>\n
EN LO ALTO DE LA SIERRA MADRE<\/b><\/p>\n
Allá se esconden los animales que han sido desplazados por el hombre; allá no es posible vivir durante todo el año porque las nieves del invierno duran hasta muy avanzada la primavera y los vientos son gélidos hasta al mediodÃa. AllÃ, en un dÃa neblinoso en plena temporada de lluvias, se escuchó de repente un grito: “¡Mira!, ¡mira! ¡Unos venados! ¡Unos venados!” Paco y Gustavo, que caminaban por donde no habÃa vereda, se vieron de frente con un par de venados y fue tal la sorpresa de los cuatro, que unos corrieron a saltos por encima de los arbustos de más de dos metros de altura y los otros no pudieron sacar la cámara fotográfica.<\/p>\n
Yo caminaba solo. Mis compañeros habÃan tomado diferentes caminos para llegar a la cumbre y no alcanzaba a escucharlos. La inmensidad ahà es tan amplia que el sonido enmudece y la vista… bueno, la vista topaba con árboles verdes, arbustos violetas y una masa blancuzca por encima y por todos lados. Cuando la neblina comenzó a desvanecerse, las nubes quedaban ya por debajo de nosotros, pero una vez que hube pisado la cumbre, quedé maravillado: habÃamos llegado a la cima del Mohinora por la parte más accesible y ahora se nos plantaba por delante nuestro un desnivel de varios cientos de metros. La vista corrÃa libre porque a partir de ahà todo estaba despejado. PodÃamos ver hacia todas partes. Hacia el norte quedaban las imponentes barrancas del estado: Güérachi, Batopilas, Munérachi y Urique y, un poco más lejos, La Candameña, donde está la cascada Basaseachi.<\/p>\n
HabÃamos caminado entre plantas florecidas y altas, pero sobre todo llenas de agua, pues toda la noche anterior habÃa llovido con abundancia y aunque tratábamos de mantenernos lo más secos posible era prácticamente imposible, asà que terminamos por meternos por donde nos pareciera mejor sin importar el grado de humedad que alcanzáramos. Pero el espectáculo lo valÃa. La vieja pregunta (“¿Qué se siente escalar una montaña?”) reaparecÃa inútil. Ahà estábamos, por encima de todo el estado de Chihuahua, en el Mohinora.<\/p>\n
NABOGAME: LUGAR DE NOPALES<\/b><\/p>\n
El viejo camino real que une a Guadalupe y Calvo con Nabogame es difÃcil de seguir ahora, pues una carretera para autos ocupa su lugar. Es la misma vieja historia de los caminos reales, destinados a desaparecer por obra de los vehÃculos motorizados. Pero después de algunas horas de caminar, desde una cuesta, divisamos un valle amplio y verde, abastecido de agua por un rÃo que lo cruzaba: Nabogame, que en lengua tepehuana quiere decir “lugar de nopales” y es, claro, un pueblo tepehuán.<\/p>\n
El lugar nos sorprendió tanto con su belleza agreste, con su iglesia del siglo XVIII hecha de adobe, con la tranquilidad visual del verde esmeralda y el murmullo del rÃo corriendo a un lado del pueblo que decidimos quedarnos un dÃa para descansar. ¿Qué logramos averiguar de Nabogame? Lo que ya he dicho: tranquilidad. DÃas después llegarÃamos a Baborigame, otro pueblo donde viven tepehuanes, pero en el valle donde estuvimos más de 24 horas nos encontramos con un muro de silencio. De este pequeño poblado salió rumbo a Guadalupe y Calvo una carta muy curiosa a finales del siglo pasado:
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Pueblo de Navogame, Enero 29 de 1893.<\/p>\n
Estimado Sr. Retratista:<\/p>\n
Hágame Ud. el favor de no venir al pueblo retratar como sé que intenta hacerlo. Creo que lo mejor que puede Ud. hacer es ir primero a Baborigame, porque en lo que respecta este pueblo, yo no lo permito.
En consecuencia, sÃrvase no pasar el dÃa en este pueblo tomando fotografÃas.<\/p>\n
Su atto. servidor,<\/p>\n
José H Arroyos, General, Al Sr. Retratista.**
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El destinatario de tal carta era Carl Lumholtz, el explorador noruego que nos heredarÃa años después su libro “Unknown Mexico”. En cien años, las cosas habÃan cambiado mucho: una camioneta nos ayudó a cruzar el rÃo por las varias vueltas en que hay que hacerlo, la gente nos recibió bastante bien y platicábamos cordialmente, pero no dejaba de sentirse la barrera de alejamiento con la que todos los grupos indios se han tenido que recubrir para evitar una intrusión a su cultura. Por supuesto, resultó todo un contraste después de haber estado en la cabecera municipal y puesto que no podÃamos hacer mucho, sólo descansamos en medio de los cerros, con atardeceres luminosos y esperando que la gente platicara de sà misma con nosotros.<\/div>\n
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RUMBO A SANTA ROSALÃ?A<\/b><\/p>\n
Fue algo muy curioso, una de esas situaciones de las cuales se está seguro que no se repetirán. Caminábamos sin ver el piso, puestos los ojos en las copas de los árboles que estaban a la altura de nuestros ojos porque a nuestra derecha estaba el arroyo. Esperábamos ver un nido y tomarle una foto y de seguro asà hubiéramos seguido si no hubiéramos sentido un silbido fuerte muy cerca de nosotros, como el que arrojan algunas serpientes para ahuyentar de sà el peligro.<\/p>\n
Por supuesto, ambos volteamos al mismo tiempo y tuvimos el tiempo suficiente para tomar nuestras cámaras y disparar, pero Polo no lo hizo por esperar el momento adecuado y yo sólo pude disparar una sola vez antes de que el águila se elevara aleteando con fuerza mientras la gran serpiente seguÃa silbando y se alejaba lentamente del camino. La imagen de la fundación de Tenochtitlan, un águila en lucha con una serpiente, la habÃamos tenido ante los ojos por un espacio de tiempo lo suficientemente corto como para tomar las fotos adecuadas pero lo necesariamente intenso como para quedarnos hablando de ello por un par de dÃas.<\/p>\n
Nunca supimos si la serpiente abrazaba al águila y ya la habÃa mordido, en cuyo caso el ave morirÃa, o si ésta se habÃa asustado con nuestra presencia tan cercana que decidió emprender la retirada y dejar su presa.<\/p>\n
ALGO ACERCA DE LAS CONFUSIONES<\/b><\/p>\n
Â?Arriba las manos! Â?dijo la voz de un hombre que saltaba de una camioneta, rifle en mano, silueta recortada de la oscuridad por los faros de halógeno de la camioneta que venÃa detrás¡.<\/p>\n
Los muchachos obedecieron, por supuesto, y se detuvieron cerca de los hombres.<\/p>\n
Â?¡Las manos a la pared! [y, corrigiéndose en voz baja] Ah, no, si aquà no hay pared… [Y subiendo la voz nuevamente] ¡Las manos al cofre de la camioneta!<\/p>\n
¿Un asalto en medio de la sierra? Desde lejos vi a los muchachos acercarse a la camioneta y poner las manos en el cofre. Alguno de ellos pidió permiso de quitarse la mochila porque pesaba bastante. “Pero despacito y de uno en uno”, fue la respuesta. Yo seguà caminando hacia las luces que rasgaban la noche y cuando me vieron no repitieron la orden. Sólo esperaron a que hiciera lo mismo que los otros, asà que me quité la mochila y dejé que me revisaran.<\/p>\n
Acabadas las cortesÃas de este tipo de casos, comenzaron las preguntas, explicaciones, petición de identificaciones y, finalmente, unas honradas disculpas por parte de ellos. Y hay que reconocerlo: los policÃas Â?que tales eranÂ? se portaron siempre de la manera más amable.<\/p>\n
La razón de toda esta confusión fue la siguiente: caminábamos rumbo a Baborigame, pero en pleno crepúsculo y aunque la distancia que nos faltaba por caminar era pequeña, no querÃa, de ser posible, recorrerla a pie, pues nunca me ha gustado llegar a los pueblos en plena noche, cuando cualquier viajero es desconocido en la oscuridad y las malas interpretaciones suelen ocurrir con frecuencia.<\/p>\n
Por eso habÃamos pedido un “raite” a una camioneta manejada por un muchacho de 15 años, para obviar los tres kilómetros que faltaban, pero cuando supo que éramos más de los que él suponÃa al principio, se asustó. TenÃa sus motivos, pues era la zona en donde los asaltos eran muy frecuentes, algo que nosotros no sabÃamos.<\/p>\n
El resto es sencillo de deducir: el muchacho arrancó a toda velocidad y llegó al pueblo diciendo que le habÃamos querido asaltar, por lo que salieron dos camionetas “a perseguirnos” y se encontraron con un grupo demasiado estrafalario para ser asaltante. Mientras todo se aclaraba, los comentarios giraban en torno a la belleza de cierta lámpara de mano, a su precio, al modelo de la camioneta sobre la que tenÃamos las manos puestas y otros por el estilo y debo reconocer que algunos de estos comentarios estaban tan fuera de lugar que los policÃas dudaban sobre nuestra cordura. Seguramente nunca se habÃan topado con una situación asÃ.<\/p>\n
Por supuesto, no se trata del único caso de confusión, pues el viajero de la Sierra es confundido frecuentemente con fayuquero, judicial, soldado, narcotraficante o gringo… El mismo dÃa, horas antes, mientras descansábamos bajo una sombra, una camioneta llena de judiciales nos habÃan confundido con ladrones, y por la mañana nos habÃan preguntado qué vendÃamos que cargábamos tanto en la mochila.<\/p>\n
Entramos a Baborigame en la camioneta de la policÃa y escoltados por una segunda camioneta donde iban los policÃas armados y como nos hospedaron en la presidencia municipal, donde está la cárcel, con toda seguridad el pueblo respiró tranquilo esa noche pensando que ya habÃan detenido a los asaltantes. ¡Cuál serÃa su desilusión cuando, al dÃa siguiente, policÃas y “presos” nos bañábamos en el mismo arroyo platicando y bromeando de lo sucedido la noche anterior!<\/p>\n
BABORIGAME: LUGAR DE PIEDRAS AZULES<\/b><\/p>\n
Baco s’ri kat boi Güérachi babaski?<\/i> (¿Por dónde está el camino para la barranca de Güérachi?). La pregunta, hecha en tepehuán, sorprendÃa a los mismos tepehuanes a quienes preguntábamos. ¿Cómo era que un forastero a quien no conocÃan pudiera hablar como ellos? La respuesta es muy simple. Baborigame habÃa sido nuestra escuela de la lengua tepehuán y aunque estuvimos sólo dos dÃas, aprendimos unas cuantas palabras gracias a un muchacho que, tras pedirle un vaso de agua para mitigar la sed, nos invitó a pasar al patio de su casa para que nos guardáramos del sol.<\/p>\n
La invitación nos salvó de dos cosas: primero, de seguir buscando una casa de una familia tepehuana para platicar con ellos y, segundo, de continuar bebiendo vasos con agua, pues ya habÃamos ingerido algunos litros utilizando la misma excusa para conseguir que nos invitaran a entrar y platicar un poco.<\/p>\n
Aunque tradicionalmente Baborigame ha sido el pueblo más grande de los tepehuanes del norte, éstos viven ahora en los lÃmites del pueblo, en la parte norte. En el centro todos ubican esa zona con un poco de desdén: “allà viven los tepehuanes y no se quieren juntar con nosotros”. Los tepehuanes también marcan la diferencia: “¡Yo soy tepehuán!”, es una expresión que afortunadamente escuché varias veces, pero también es la manera en que ellos se sienten por encima de los mestizos.<\/p>\n
En esa casa nos dieron agua, sombra, un banco para sentarnos y una plática que giraba en torno a ellos, deseosos de ratificar su identidad. Por los rasgos faciales, por la vestimenta y por el habla (todos hablan “el castilla”), no se les puede reconocer. Es únicamente en el seno del hogar que tienen su propia lengua, su propio mundo, un mundo al que nosotros no pudimos entrar.<\/p>\n
Asà que a todos los que nos decÃan el camino a seguir, les contestábamos “ICSI ad Yam Diana” (Gracias. Literalmente: Dios se lo pague). Ã?bamos a Güérachi nuevamente, pero ahora por el otro lado de la sierra o, como es conocido por allá, “desde la otra sierra”.<\/p>\n
PALOS MUERTOS: HACIA EL PASADO<\/b><\/p>\n
Al llegar a Baborigame, el presidente seccional nos dijo:<\/p>\n
Â?Si están conociendo Guadalupe [y Calvo], serÃa bueno que fueran a mi rancho, en Palos Muertos. Por ái está una cueva donde están unas pinturas en las paredes. Dicen que es obra de los antiguos. También hay ollitas y si se busca bien, hasta figuritas. Dice la gente de por aquà que ahà vivieron los cocoyomes, unos indios muy bárbaros que comÃan gente. Si me esperan a que regrese, yo mismo los llevo.<\/p>\n
Desafortunadamente, partÃa hacia Parral al dÃa siguiente y tardarÃa en regresar entre cinco y siete dÃas. No disponÃamos de tanto tiempo y debÃamos cruzar la barranca para llegar a Guachochi. Ahà nos separarÃamos: de los siete que éramos, sólo dos nos quedarÃamos para seguir nuestra incursión por la sierra. Ahora nos adentrarÃamos en la Tarahumara. ¿Y Palos Muertos? QuedarÃa para otra ocasión más propicia. <\/div>\n
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<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"