Soriano\/Javier MartÃnez: Hasta -1,135 metros.<\/ol>\nMi grupo iba retrasado y no empezamos a armar sino hasta las diez, lo que me daba un total de 10 horas en lugar de 12. Sin embargo traté de no presionarme y tomar las cosas con calma. Organizamos dos bandolas, una con la mayor parte del material para mÃ, y una menos nutrida para Joel, quien me proveerÃa de cuerda. El segundo en la cuerda es quien va checando los roces que pudiera tener la cuerda y que el armador dejó sin protección y esto ahorra tiempo al que va en la punta.
En lo personal era una gran emoción ser el primero de todo el grupo en bajar a este imponente sótano. Cuando puse la primera cuerda de 5 metros comenzó la gran aventura; me siguieron Joel, Angélica y al final Edgar. De antemano sabÃa que Dany no llegarÃa y yo tendrÃa que cargar con toda la responsabilidad del armado.
Después del primer tiro de cinco metros se encuentra un salón en forma circular que se divide en dos estratos. Para continuar y encontrar el siguiente tiro de 50 metros hay que seguir por el estrato superior, caminar un poco y realizar una pequeña desescalada de dos metros. En el inicio del tiro de 50 metros anclé en una formación de tamaño regular que caÃa en libre hasta otra pequeña repisa donde coloqué otro anclaje (más tarde Manuel y su grupo rearmarÃa la primera parte de este tiro, colocando un Â?desviadorÂ? Â?anclaje que desvÃa el curso de la ruta originalÂ? casi al inicio del mismo). Después de la repisa todavÃa faltan unos 20 metros para llegar al final del tiro y se puede apreciar una pequeña poza. En la repisa buscaba yo un lugar para poner un spit del lado derecho, y de hecho lo puse sólo que Angélica se percató que del lado izquierdo ya habÃa uno puesto y que era más funcional, por lo que decidà usar este último. Descendimos esos 20 metros finales y llegamos a uno de los pasos más Â?odiadosÂ? de toda la caverna: Â?la ratoneraÂ?. Este nombre se lo pusimos ya que en efecto parecerÃa que sólo habrÃa cupo para alguien del tamaño de un roedor. Y lo peor de todo es que no se trata de una simple Â?gateraÂ?, sino que hay una pequeña caÃda de dos metros y hay que usar cuerda para pasar por ahÃ. Sobra decir que pasar por ahà con equipo y cuerdas le da un sabor un tanto más amargo.
Después de esos dos metros de desnivel en la ratonera siguen un sinnúmero de desescaladas, pequeños tiros y un mediano-largo andar a través de Â?meandrosÂ? hasta llegar a otro tiro de 20 metros. Fue aquà tiros donde perdà el equilibrio y mi propio peso hizo que el tornillito que lleva la marimba al final del arco, me hiciera una profunda herida en el dedo cordial de la mano derecha. Aquà empezarÃa toda la serie de golpes y heridas que me llevé en las manos. Al finalizar el tiro de 20 metros se llega a un gran salón completamente horizontal y de unos 200 metros de longitud. Este largo pasillo fue bautizado por los belgas como el Â?CicloespeleódromoÂ? y es uno de los pocos lugares dentro de todo el recorrido donde se puede hacer vivac cómodamente. Hasta aquà encontramos una profundidad aproximada de 135 metros. En el Cicloespeleódromo dejamos algunas bolsas de comida, cargas de carburo y demás cosas que consideramos no nos serÃan útiles más abajo.
Tan sólo un breve descanso y a continuar armando los siguientes tiros que para nuestra cordada eran los obstáculos a vencer, no por la dificultad técnica, porque como ya lo comenté esta parte ya la conocÃamos del año pasado, sino porque era una de las más aéreas de todo el sótano y siempre, como quiera que sea, uno no deja de tenerle respeto a la altura. Asà pues, los tiros eran de 73 y 90 metros.
Mientras yo buscaba los lugares más propicios para anclar, mis compañeros de cordada esperaban ansiosamente a que yo terminara para poder descender y entrar en actividad; la espera es siempre cruenta cuando te enfrÃas y estás soportando la constante caÃda de agua que, por muy tenue que sea, es siempre molesta y desesperante. Finalmente sólo bajaron Angélica y Joel, decidiendo Edgar quedarse ya que de cualquier manera bajarÃamos todos más adelante. Los tiros quedaron armados dentro del tiempo lÃmite (terminé de armar a las 8:00 p.m.), justo a tiempo para cederle la estafeta a la cordada dos. Salimos de la cueva, no sin antes ver a un auténtico Â?gamoÂ? de las cavernas, Lorenzo, quien al olvidar material de armado tuvo que regresar corriendo. !Casi hasta la entrada! Mi cordada salió y tomó un breve descanso de un dÃa (el domingo 28 de marzo).
DOMINGO 28 MARZO 1999<\/b>
En el transcurso del domingo llegaron Dany Castro, Javier MartÃnez y Gustavo. Con la inclusión de Dany en nuestra cordada, estábamos completos para iniciar al dÃa siguiente el ataque a sima.
LUNES 29 MARZO 1999<\/b>
Nos levantamos muy temprano para tomar algo ligero y preparar el descenso, que estaba programado para llegar hasta -480 metros. Lugar donde pernoctarÃamos y esperarÃamos largas horas a fin de dar oportunidad a que las demás cordadas llegaran al fondo. El descenso hasta -480 metros nos tomó seis horas (10:00 a.m. a las 4:00 p.m.) y descubrimos que las horas largas que tendrÃamos que esperar serÃan extra largas (aproximadamente 25 horas): Lorenzo se habÃa equivocado y en una intersección para desviarse al ramal fósil tomó el camino equivocado y se fue por el activo, lo que ocasionó que tuviera que desarmar la parte que llevaba del activo y regresar a la intersección para colocar las cuerdas por el lugar correcto, mejor conocido como Â?Le SecÂ?, nombre que le fue dado por los belgas.
Aquà serÃa nuestro vivac número 1 y el descanso serÃa prolongado. Faltaban muchos metros hacia abajo y deberÃamos estar en la mejor forma posible. Javier Vargas colocó una serie de spits de los cuales colocamos nuestras hamacas de un solo punto. Casi podrÃa decir que por fin comprendÃa a los murciélagos cuando duermen colgados de los techos de las cavernas. Para algunos de nosotros la posición era incómoda; en lo personal sólo permanecà en la hamaca unas cuatro horas y después tuve que bajarme al suelo, que igualmente era incómodo, pero al menos ya no me producÃa la sensación de inmovilidad y es que en verdad uno parece una auténtica quesadilla humana. Mi cuerpo nuevamente tendrÃa que amoldarse a las piedras que se encontraban en la pequeña rampa que elegà para dormir. Una de las plaquetas quedó muy afuera de la base donde estábamos vivaqueando, y aunque el tiro hacia abajo no era tan profundo (unos 3 metros), creo que nadie de nosotros envidiaba a Edgar que habÃa tenido que dormir colgado de allÃ.
MARTES 30 MARZO 1999<\/b>
Reiniciamos el descenso por la mañana aunque esto sólo lo sabÃamos por el reloj de pulso, ya que todo el tiempo estábamos en la oscuridad. En esta ocasión Edgar ya no irÃa con nosotros. Se habÃa acordado que quien no quisiera bajar más tenÃa el derecho de elegir si se regresaba a la superficie, siempre y cuando no afectara el trabajo de la cordada. Creo que Edgar tomó una sabia decisión y valoró que su lÃmite habÃa llegado. Le deseamos muchÃsima suerte, deseo que fue mutuo pues a nosotros también nos harÃa falta para llegar a la sima.
Después de ese Vivac 1 seguÃa un mediano paso estrecho (como de cuatro metros de largo) que, aunque no era muy largo, muchos de nosotros tuvimos que quitarnos el arnés y el equipo (incluyendo el casco) para atravesarlo. Charlando y bromeando un poco con Dany, nos decÃa que probablemente ahà acabarÃa su participación en la expedición pues dudaba de poder pasar, pero al final pasó. Muchos de nosotros no dejamos de maldecir en más de una ocasión dicho pasito. Después, la estrechez continúa aunque ya te da oportunidad de incorporarte a medias y luego sigue otro paso estrecho, aunque no tan criminal como el primero. Al final de una serie de tiros llegas a encontrar nuevamente el ramal activo.
La delantera de nuestra cordada la tomó Dany junto con Angélica, mientras que Joel y yo Ãbamos a la retaguardia, y de hecho asà nos mantuvimos durante un buen tramo: yo al final con Joel por una serie de Â?tiritosÂ?, desescaladas y riachuelos; para entonces ya habÃa demasiada agua dentro de caverna. Como a los -600 metros nos encontramos a Marisol, AmÃlcar y Rodrigo, que venÃan de regreso: al igual que Edgar habÃan llegado a su lÃmite, aunque habÃan alcanzado la profundidad de 750 metros, a excepción de Rodrigo que habÃa alcanzado los -800 metros. Unos tiros más abajo nos encontramos a Juan, que se habÃa lastimado los pies seriamente y descansaba para tratar de recuperarse. Nos platicó que habÃa estado un poco más de 24 horas completamente solo, disfrutando de su soledad y de la belleza del silencio dentro de la caverna.
Como a las 3:00 o 4:00 p.m. alcanzamos la profundidad de -880 metros, lugar donde harÃamos nuestro segundo vivac. El lugar no era muy cómodo que digamos: sobre un pasillo muy estrecho, fracturado por la parte media, existÃa una grieta hacia la derecha, sobre la pared, donde uno podrÃa más o menos acomodarse. Pero la fractura y el suelo inestable hicieron que todas las maniobras para quitarnos el equipo y ponernos ropa seca fueran unos cuatro metros atrás, donde habÃa suelo firme (aunque seguÃa igual de estrecho).
Cabe citar que éste era uno de los momentos de mayor angustia de todos: era excelente llegar todo cansado y mojado y poder quitarte la ropa mojada junto con el equipo pesado, pero cuando tenÃas que ponerte en actividad nuevamente debÃas ponerte la ropa húmeda. La humedad no era tan alta pero la ventilación dentro de la cueva era constante y esto impedÃa que la ropa se secara.
Después de ponernos ropa seca y saborear una deliciosa comida, procedimos a incrustarnos en la grieta. SÃ, literalmente: ¡incrustarnos en la grieta! Por mi tamaño no cupe en el lugar que habÃa elegido; de hecho no habÃa mucho espacio de donde escoger. Gracias al alma caritativa de Joel, que me cambió su lugar, quedé acomodado al lado de Dany. La desventaja en este lugar era que estábamos durmiendo en pleno paso. Esta preocupación de estar estorbar aunado a que mi almohada era un pedazo de roca filosa, me impidieron dormir lo suficiente como para estar relajado y descansado.<\/div>\n
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MIERCOLES 31 MARZO 1999<\/b>
Nos programamos para salir muy temprano (6:00 a.m.). Ahà Ãbamos los cuatro miembros de la cordada 1, dispuestos a atacar la sima después de ponernos nuevamente el overol húmedo. Después del vivac viene una serie de tiros que te llevan a una gran base de piedra, lugar propicio para la caÃda de piedras pequeñas. Hay que seguir a la izquierda por otra serie de tiritos que te llevan a la parte que describen los belgas en su texto como Â?un agradable recorrido por un largo pasillo en decliveÂ?.
No es que no me haya parecido agradable, pero ya habÃamos rebasado los 900 metros de profundidad y quizá me sentÃa ahora sà tan profundo (y no estoy hablando en sentido filosófico) que pensaba en todo lo que faltaba para tocar fondo Â?otros 235 metrosÂ? ¡y en todo lo que faltaba para subirlos! Incluso comenzaba a sentir más hostil a la caverna. Y esta percepción no era gratuita: a esta profundidad ya resentÃamos en las manos y en la ropa lo filoso de las rocas pues muchos tramos que ya habÃamos descendido estaban compuestos de coral de caverna, una piedra en exceso filosa. Se habÃa filtrado agua en cantidades abundantes, lo que hacÃa más problemático el moverse dentro de la cueva. En lo personal mis manos empeoraban conforme entraban en contacto con la piedra, comenzaban a hincharse y aparecÃan múltiples golpes.
Después del segundo vivac me tocó bajar casi por completo en absoluta soledad, un sentimiento sublime. Es increÃble apreciar ese paisaje subterráneo que te invita a meditar y valorar cuánto vale la vida en comunión con la naturaleza. Llegué a los -960 metros como a las 2:00 p.m. y ahà se encontraban Lorenzo, Javier MartÃnez, Arturo y Gustavo; más tarde se reunirÃa nuestra cordada 1. En estos últimos tramos antes de los -960 metros utilizamos las cuerdas que hace 11 años habÃan dejado allà los belgas. De hecho por el tiempo que llevaban allà tratamos de hacer uso moderado de ellas: en tramos muy cortos y en donde existÃa relativa seguridad en el descenso.
No bajarÃamos más allá de esta profundidad (-960 metros) ya que todavÃa faltaba un tiro de 100 metros que estaba en una zona de roca descompuesta y por tal habrÃa que manejar cierta técnica para evitar tirar bloques de piedra sobre los compañeros de abajo. Además el trabajo de progresión, tanto de descenso como de ascenso, nos retrasarÃa aún más de lo que ya estábamos. Después del tiro de 100 metros habrÃa que baja otros 75 metros. Ante tales circunstancias no descenderÃamos todos. Se tomó la decisión general de que sólo dos personas del grupo rebasarÃan los 1,000 metros de profundidad: José Antonio Soriano y VÃctor Chávez.
No era un fracaso para los demás que sólo nos quedamos a -960 metros, era un gran triunfo del Grupo Espeleológico Universitario (G.E.U.), que con esta conquista, aunque no se hizo sima, conseguÃa convertirse en la primera institución o grupo de montañismo que conseguÃa dos cavernas de más de mil metros de profundidad. En 1993 un grupo de 20 espeleólogos de la UNAM habÃa conseguido con éxito la sima de Pozo Verde, de 1,070 metros. Ahora estábamos a -1,060, a sólo 55 metros de la sima. José Antonio Soriano conseguÃa asà su tercer menos mil (Pozo Verde, -1,070 metros, 1993; Sistema Cheve, -1,386 metros, 1997; Akemati, -1,060 metros, 1999), Javier Vargas conseguÃa dos menos miles (Pozo Verde y Sistema Cheve) y VÃctor Chávez obtenÃa su primer menos mil, que junto con todos los que llegaron al fondo de Pozo Verde en 1993, se sumaba al selecto grupo de mexicanos que han rebasado los 1,000 metros de profundidad.
Yo todavÃa no lo podÃa creer, era de los primeros mexicanos en llegar hasta ahÃ, en Akemati. Antes sólo extranjeros habÃan logrado esa meta. Es un orgullo por mi paÃs, por mi universidad, por mi grupo de espeleologÃa y por mi persona en sÃ. Estaba agotado, tenÃa mucho frÃo, hambre y sed, pero el tamaño de la satisfacción triplicaba por mucho todos los sufrimientos anteriores. Gritos, abrazos, goyas y las lágrimas cuando dedico este triunfo a mi hijo que habÃa muerto un mes antes de un nacimiento prematuro de cinco meses; solidaridad y consuelo encuentro por parte de mis amigos Â?cueverosÂ?. El triunfo es también dedicado a nuestro fallecido amigo Polo que se nos adelantó, al sufrir un accidente en los andes ecuatorianos.
EL ASCENSO<\/b>
A descansar un buen rato y a comer la última reserva de dulces que nos habÃan dado pues faltaba un buen rato para que Soriano y VÃctor regresaran de los -1,060 metros. TendrÃamos que esperarlos para festejar, y sobre todo nosotros, la cordada 1 para subir cargando material de armado y pesadas cuerdas. Inicia el retorno a la superficie y me toca un Â?marranoÂ? Â?gordoÂ? con 100 metros de cuerda mojada. El ascenso es lento y tortuoso, sobre todo en aquellos tramos donde tienes que quitarte el gordito de la espalda porque no pasas con él, y en los pasos de Â?fraccionamientoÂ? donde el peso puede ser un problema. Como a las 7:00 p.m. llegamos a la grieta donde habÃamos pernoctado una noche antes, comimos algo para tener energÃas y continuamos el ascenso.
Un poco más arriba de la grieta, como a los -800 metros tuve un accidente como a las 9:00 p.m. Me tocó subir por la cuerda antes que Lorenzo, y tal parecerÃa que cuando él se acomodó en una repisa que estaba frente al tiro para ver cómo subÃa yo, presentÃa lo que pasarÃa en unos minutos. Cuando llegué al fraccionamiento y traté de pasarme a la otra cuerda, no jalé la cuerda por abajo del croll lo suficiente como para estar plenamente seguro de que el sistema ventral funcionarÃa. Por este error, cuando quité mi Â?puñoÂ? para pasarlo arriba del croll y seguir subiendo ya en la otra cuerda, el peso del gordo me jaló hacia abajo, ocasionando que volara. El impacto en el croll, que como mencioné no estaba perfectamente colocado en la cuerda, hizo que se rompiera el seguro de éste y quedara colgado de un solo punto de seguro: del puño. (Muchos me preguntaron por qué no tenÃa el Â?cabo de seguroÂ? al nudo del fraccionamiento a lo cual les respondà que fue por la sencilla razón de que el movimiento que hice fue natural: quitar el seguro y seguir subiendo. Mucho influyó también que ese fraccionamiento estaba demasiado abierto y por consiguiente el paso era en diagonal).
Me quedé colgado únicamente del puño y entré en un estado de shock que me impedÃa pensar qué hacer. Afortunadamente abajo estaba Lorenzo, que subió rápidamente por la otra lÃnea y me ayudó a quitarme el gordo que pesaba bastante y que me impedÃa incorporarme para tratar de escalar y conseguir un lugar más seguro. La naturaleza y Dios son tan grandes, que justo en el lugar donde quedé colgado, me pusieron dos pequeñas Â?cazuelasÂ? donde pude meter los dedos; escalé y descansé un poco. Definitivamente no iba a aguantar mucho, por lo cual cuando Lorenzo me quitó el gordo, pude conectarme nuevamente a la lÃnea; respiré hondo y subà ese último tramo hasta estar en un sitio más firme. La caÃda hubiera sido como de unos 10 ó 15 metros. Todo pasó en fracciones de segundo, pasó por mi mente como de rayo: el reflejo de tu vida, tus seres queridos y todo lo que representa vivir. Inmediatamente pensé en Adriana y Mauricio, sólo pedà verlos una vez más, con eso me conformaba.
JUEVES 1 ABRIL 1999<\/b>
Medio repuesto, aunque no controlado del todo, llegamos hasta donde estaban AmÃlcar, Rodrigo y Marisol (como a los -750 metros). Los primeros en subir de nuestra cordada éramos Angélica y yo, ya que Dany y Joel se quedarÃan a desarmaban la última parte la caverna. Yo no sé qué semblante traÃamos Angélica y yo que los que nos vieron llegar (David y Ã?scar, que iban hacia arriba) nos recomendaron que nos fuéramos de inmediato a descansar al vivac donde habÃa estado Javier Vargas. Angélica y yo no podÃamos, no deseábamos movernos de ahÃ; nos quedamos recargados espalda con espalda en pleno paso del agua. No nos importaba; lo único que querÃamos era dormir. Sabia fue la decisión de todos nuestros compañeros al recomendarnos que nos fuéramos al vivac. Contra mi voluntad (no sé si contra la de Angélica también) tuve que ponerme de pie y escalar un poco para llegar al vivac. Un poco más tarde llegarÃan Dany y Joel, también con sÃntomas de cansancio. Creo que esa noche-madrugada (era como la 1:00 a.m.) no comimos de lo cansados que estábamos. Este tercer vivac, que definitivamente habÃa sido el mejor de toda la expedición, se hallaba en una parte situada arriba del cauce del rÃo, completa y absolutamente seca, pero lo mejor de todo fue que estaba plano (apenas un merecido descanso para nuestras maltrechas espaldas). El único detalle es que estaba un poco en declive, pero era lo que menos importaba.
A las 11:00 a.m. reiniciamos el ascenso y llegamos hasta -600 metros donde estaba Manuel, le comentamos el problema que yo habÃa tenido y me cambió el sistema de ascenso. Colocó mis ascensores para que mi puño fungiera como croll y viceversa. Tan sólo tomamos unos minutos para comer y descansar, pero a pesar de que no habÃa tenido tan mala noche, yo ya no deseaba moverme de ahÃ, y eso que me hicieron favor de ayudarme con mi gordo desde el incidente de la cuerda. Nuestro comedor estaba justo en el cauce del agua y no habÃa otro modo de cocinar ya que los lugares relativamente secos estaban ocupados por Manuel y su cordada. De los -600 metros hacia arriba, seguÃa la serie de tiritos por donde habÃa transito solo con Joel de bajada, después de este tramo nuestro siguiente objetivo era Â?Le SecÂ? a -480 metros para hacer nuestro probable último vivac antes de salir a la superficie.<\/div>\n<\/p>\n
VIERNES 2 ABRIL 1999<\/b>
Llegamos a Â?Le SecÂ? como a la 1:00 o 2:00 a.m., dos o tres tiros antes de llegar a la zona de vivac Dany ya no aguantaba el roce de su arnés en el cuerpo, Juan y yo venÃamos juntos desde muchos tiros atrás y los tres llegábamos al vivac severamente lastimados. HacÃa muchos metros que yo no cargaba mi gordo de cuerda, sólo el personal y Dany ya no llevaba ninguno de los dos. Yo seguÃa muy impresionado por lo del accidente, además de no soportar el dolor en las manos que estaban hinchadas y golpeadas. Fue un error no haber llevado guantes. Juan venÃa muy lastimado de sus pies y al igual que Dany y yo, anhelaba con ansia llegar al vivac. Hubo personas que me echaron una manÃsima (espero no olvidar a alguno): Angélica, Dany Sánchez, Javier MartÃnez.
El lugar de vivac no era, a comparación del lunes (donde habÃamos estado a principios de semana), el mismo: se encontraba ahora más congestionado, y al menos yo, lo sentÃa más frÃo. Javier Vargas y su cordada habÃan ocupado ahora la parte superior, mientras que a nosotros nos tocó en la parte de abajo que estaba muy angosta. Como pudimos nos acomodamos Dany, Juan y yo, tratando de no lastimarnos en nuestras múltiples heridas, lo que nos costaba mucho trabajo pues cuando uno se movÃa, los otros dos salÃan afectados.
Nos duró poco el gusto de estar durmiendo ya que como a las cuatro horas (cuando ya más o menos tu cuerpo se habÃa amoldado al reducido e incómodo espacio), llegó VÃctor con muchas energÃas, gritando: Â?¡Levántense, es esto un menos mil o el maratón de la hueva!Â? Este cuarto vivac habÃa sido el peor de todos, fue el más incómodo y casi no descansamos. Nunca habÃa yo odiado a alguien tanto en mi vida como a VÃctor entonces. Contra nuestra voluntad tuvimos que ponernos por enésima ocasión el overol húmedo y equiparnos. Nuestra siguiente meta: el Cicloespeleódromo, y de aquà ver cómo Ãbamos para saber si hacÃamos allà un último vivac o si le dábamos de lleno hasta arriba.
Hacia arriba de Â?Le SecÂ? y antes de llegar al tiro de 90 metros se encuentra una zona denominada Â?Queso GruyèreÂ? por estar la roca agujerada en muchas de sus partes. Pero no me acuerdo haber pasado por ahà de bajada, lo que es normal, pues de bajada apreciamos la cueva de una manera, y de subida de otra; tal parecerÃa que son dos cosas muy diferentes. Fue en esta parte que Juan perdió una de las partes del depósito de su carburera y no lo culpo ya que al ir subiendo parece que el paso es por abajo, pero cuando estás a punto de llegar al otro extremo de ese pequeño túnel, se estrecha tanto que sólo una ardilla cabrÃa por ahÃ. Bueno en realidad no era tan estrecho, pero con sólo saber que a Angélica Â?que es pequeña y de complexión delgadaÂ? le costó trabajo pasar por ahÃ, era prácticamente imposible que los demás pasáramos. Y muchos de nosotros erramos el camino: de vuelta y a escalarle por arriba para conseguir conectarse a la cuerda.
Mi gordo personal se atoró un sinnúmero de veces en el tramo �equivocado� del queso gruyère. Cuando logro escalar el tramito que me llevará hacia la cuerda, ya llevo conmigo la parte de la carburera que le hace falta a Juan, se la doy de inmediato porque voy mojado. Esperamos un buen rato y por fin nos toca subir el tramo que nos llevará a la base del tiro de 90 metros.
Estoy al borde de la hipotermia, no aguanto más. En lo que sube Juan el tiro de 90 saco mi manta espacial y tiritando, sin tener algún control sobre mÃ, cuento ansiosamente los minutos que faltan para que empiece a subir y asà entrar en calor. Por fin el tan ansiado grito llega: Â?¡Librreeeee!Â?. Comienzo a subir con las manos entumidas por el frÃo y empiezo a recuperarme conforme avanzo. Después del tiro de 90 metros, viene el de 73 metros antes de llegar al Cicloespeleódromo. Juan me advierte que se aproxima un paso bastante aéreo y en diagonal exactamente igual a aquel en el que tuve el accidente a -800 metros. Más de uno, después de saber mi experiencia, se acordó de mà en dicho pasito. Al llegar ahà me doy cuenta que está rearmado; Soriano lo cambió porque se botó uno de los anclajes que yo puse: Gustavo Â?volóÂ? y Soriano tuvo que volver a poner un anclaje.
Durante este tramo nos caÃa bastante agua de subida, a diferencia de los dÃas en que empezamos a bajar. Esto se debió a que el lunes llovió muy fuerte afuera (lo cual supimos por Edgar). AmÃlcar, Rodrigo y Marisol, se dieron cuenta de esto después de los 500 metros de profundidad y construyeron un dique para desviar el curso del agua. Esto, aunque parece una situación sencilla y sin importancia, tuvo grandes resultados porque facilitaron el trabajo de los que llegamos a -960 y -1,060 metros. No obstante fue imposible librarnos de toda el agua que caÃa sobre nuestros hombros y era casi un hecho quedar empapado los tiros que precedÃan al Cicloespeleódromo. El armado dentro de estos dos tiros se habÃa convertido en un ascenso dentro de cascadas que ponÃan a nuestros cansados cuerpos al borde de la hipotermia. A las 9:30 p.m. ya estábamos cenando y una hora después nos disponÃamos a dormir una última noche en Akemati. La mayorÃa de nosotros deseaba descansar para salir con los rayos del sol del dÃa siguiente y ahora sà festejar el éxito.
SÃ?BADO 3 ABRIL 1999<\/b>
Inicio el ascenso como a las 12:00 p.m. y en unas cuantas horas estoy arriba, a punto de subir por el último tiro de 50 metros que tiene el desviador hasta arriba y que es una marca porque significa que sólo nos separan unos cuantos metros de la superficie. Rodrigo me grita que la cuerda está libre y que puedo subir un poco más. Tan sólo un poco más y ¡por fin encuentro el desviador; tres metros más y está el nudo! Me quito de la cuerda, le grito a Marisol que suba, escalo el pequeño obstáculo de dos metros, doy vuelta a la izquierda y llegó al meandro de dos niveles donde se encuentra el inicio de la cueva. Subo el tirito inicial de escasos 5 metros y ¡por fin! Camino unos metros y veo el color de la luz después de varios dÃas bajo tierra. No sólo los colores, sino también los sonidos y los olores del exterior cobran un matiz hermoso. Me abrazo con Rodrigo. Por fin, ¡lo hicimos! Y estamos con bien arriba. Edgar nos recibe en la entrada y sólo porque es hombre, pero estuve a punto de darle un beso cuando nos llevó unas cervezas. Rodrigo me toma unas fotos, esperamos a Marisol y los abrazos siguen. Son ahora las 3:30 p.m. ¡He pasado 5 dÃas, 5 horas y 30 minutos dentro de la caverna!
Regreso al campamento yo solo, tengo ganas de disfrutar el bello paisaje de la sierra por el caminito de terracerÃa que me llevará al campamento base. Deseo admirar todo lo que tengo a mi alrededor yo solo, tengo ganas de platicar conmigo mismo. Más arriba alcanzo a ver la silueta de Chabela, que junto con Susana y Gerardo nos han ido a recibir y apoyar. Claudia Soriano estuvo con nosotros desde el principio de la expedición apoyándonos y cuidando el campamento base. La primera en recibirme es Luna, la perra de Chabela, poco más tarde veo a los demás bañándose y celebrando. Me quito todo el equipo, saco ropa limpia y ¡a bañarse! Durante este tiempo soy testigo presencial de las curaciones que Bety le hace a Juan y decido hacerme el desentendido ya que no deseo que me cure a mà también las manos.
Mi agradecimiento pleno a la gente tan sencilla y bella de la sierra que aunque materialmente tiene menos de lo que cualquiera de nosotros en la ciudad pudiera poseer, le brindan a uno su amistad incondicional y lo poco que tienen lo comparten contigo. Napoleón y Alfredo, dos niños indÃgenas, quedarán por siempre grabados en mi mente y mi corazón; nunca dejaron de estar al tanto de nuestros avances, preguntaban todo sobre el equipo y las tiendas de campaña. Napoleón se cortó una mano con el machete al intentar abrirnos paso a la entrada de Akemati cuando llegamos ya que ésta se encontraba tapada por una abundante vegetación, afortunadamente gracias a Bety se pudo evitar que la cortada empeorara.
DOMINGO 4 ABRIL 1999<\/b>
Nos levantamos temprano a acomodar el equipo y el material que utilizamos para la expedición, las mochilas están también listas y sólo hay que aguardar la llegada de los señores que traen las mulas para cargar las cosas y regresar a la contaminada, pero bella ciudad de México. Siete integrantes del grupo (Maru, Lorenzo, Dany Sánchez, VÃctor, Gustavo, Joel y Soriano) se quedaron algunos dÃas más a recuperar las cuerdas que se habÃan quedado dentro de la caverna porque varios abandonamos equipo en ciertos puntos de la caverna.
Algunos de nosotros denominamos a esta salida como la Â?expedición del terrorÂ? en broma: yo habÃa sufrido un accidente a 800 metros de profundidad; a Javier Vargas le cayó un bloque de piedra en la pierna cuando Soriano perdió el equilibrio y por accidente lo movió; hubo una pequeña explosión con carburo; a algunos se les rompió el estribo; AmÃlcar casi incendia a Rodrigo con la carburera; Dany Castro y sus heridas causadas por el arnés; Juan con los pies como Cristo Rey; a Dany Castro, Juan y Manuel les falló carro y camionetas.
Manuel Casanova anunciaba su decisión de retirarse del grupo con este éxito, Javier Vargas era nombrado nuevo Jefe del GEU. La celebración por tanto era nostálgica y no nos quedaba más que desearle la mejor de las suertes a los dos.
¿Por qué hablar del éxito de la expedición hasta que estuvimos todos afuera? Bajar a una caverna de más de mil metros de profundidad requiere de una preparación logÃstica, fÃsica, técnica y mental. Hay personas que aseveran que conseguir un Â?menos milÂ? es el equivalente a escalar una montaña de más de 8,000 metros de altitud en el Himalaya. Lo que sà es cierto, es que nuestro proyecto fue una gran empresa que concluyó con éxito: la meta de convertir a la UNAM en el único grupo netamente mexicano en descender a dos cavernas de más de mil metros de profundidad. La satisfacción personal de saber que se puede controlar el miedo y la angustia al desenvolverse en un medio que habitualmente no es el propio soportando frÃo, hambre, dolor, desesperación y el constante fluir de la adrenalina por las venas. Los que hacemos este deporte-ciencia sabemos que podemos vencer este tipo de pruebas, que estamos capacitados para enfrentar cualquier otro reto en la vida diaria. Â?El éxito no consiste en conseguir la cumbre, sino hay que regresar con ella en el bolsillo hasta el campamento base para sabernos conquistadores de las grandes alturasÂ?. Esta máxima del himalayismo creo que se podrÃa aplicar a la espeleologÃa.<\/div>\n<\/p>\n
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La experiencia del Sótano Akemati dejó una profunda huella en los participantes de la expedición y Norman Magaña, otro de los participantes, escribió sus experiencias tiempo después. Esta otra versión ayuda a comprender que cada persona ve las mismas situaciones de forma diferente.<\/div>\n
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