{"id":11461,"date":"2000-10-01T00:00:00","date_gmt":"2000-10-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11461"},"modified":"2003-04-11T00:00:00","modified_gmt":"2003-04-11T00:00:00","slug":"expedicion_akemati_1999","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2000\/expedicion_akemati_1999\/","title":{"rendered":"EXPEDICION AKEMATI 1999"},"content":{"rendered":"
¿POR QU� HACER MONTA�ISMO? <\/b>
Hoy en día parece lejano aquel junio de 1990 cuando me decidí a tomar un curso básico de montañismo en la UNAM. Parecería gracioso y hasta cierto punto increíble, que alguien como yo, miedoso a las alturas, tomara por voluntad propia un curso donde primordialmente hay que enfrentarse a las �alturas�.
Nueve años después creo que he alcanzado una de las metas más anheladas dentro del montañismo universitario, y no sólo eso, sino también en el ámbito nacional e internacional. Nueve años de andar por nuestras montañas, cavernas o bosques y de aquilatar nuestras riquezas naturales se pueden resumir en lo siguiente: Curso Básico 1990; Curso Técnico Espeleología 1993; Curso Técnico Alta Montaña 1994; Curso Científico de Espeleología (Pinar del Río, Cuba) 1994; Curso Superior Espeleología 1994; Instructor Cursos Básicos 1997; Expedición UNAM Sótano de Akemati 1998; Grupo 1 de Armado, Expedición Mexicana de la UNAM al Sótano de �Akemati 1999�: 1,135 metros de profundidad.
¿Cómo ha influido el montañismo en mi vida personal y profesional? La seguridad que te da en tu vida diaria y laboral el saber que si allá abajo o escalando te encuentras en alguna situación extrema, en condiciones normales vas a poder superarla. Baste decir que en este medio fue donde conocí a Adriana, mi más grande amor y la compañera de mi vida; y que a nuestro primer hijo le puse nombre de cueva, esperando que para el segundo(a) se aplique la misma fórmula.
¿Qué es para los espeleólogos de la UNAM formar parte de un proyecto de tal magnitud como lo fue �Akemati 99�? En primer lugar buscábamos ser los primeros mexicanos en descender a una profundidad tal, porque aunque la misma Universidad ostentaba el récord de -1,070 metros. en �Pozo Verde� (1993), nunca antes una expedición netamente mexicana había rebasado los -1,100 metros. Cabe señalar que espeleólogos destacados de la talla de Carlos Lascano o Ramón Espinasa han estado a más de mil metros de profundidad, pero con la característica de participar en expediciones extranjeras.
AKEMATI 1999, PREPARATIVOS<\/b>
¿Cómo empezaron los preparativos? A mediados de octubre del año pasado (1998) nos reunimos un grupo de montañistas inquietos en el afán de concluir la meta que en ese mismo año no pudimos alcanzar: conseguir el descenso de esta cueva de más de 1,000 metros de profundidad para convertirnos así en la única institución en conseguir dos eventos de tal magnitud (Pozo Verde -1,070 metros de desnivel, que como ya dije fue coronado por nuestro grupo en 1993); y los primeros mexicanos en obtener esta sima ya que únicamente una expedición belga (1988) es quien se había atrevido a descenderla.
A finales del año pasado y principios del actual, tuvieron lugar un par de �Salidas�\/ �Excursiones� que tuvieron el fin de integrarnos como grupo, así como de seguir poniendo en práctica los conocimientos de armado y desarmado que algunos integrantes del GEU necesitábamos corroborar y afinar. Dichas excursiones tuvieron carácter obligatorio y por consiguiente esta fue una primera etapa de depuración.
Pero la selección final se dio a raíz de dos hechos significativos:
1) Una prueba física que consistió en aplicar una �Prueba de Cooper Plus�. ¿En que consistió esta prueba? La prueba de Cooper consiste en dar el mayor número de vueltas a una pista en un lapso de 12 minutos. Nuestra prueba �plus� consistió en determinar en un circuito similar, cuánto tiempo haríamos en 10 vueltas. El promedio general fue de 23 ó 25 minutos por persona. A los ocho días de esta prueba física, se nos incrementó el tiempo de carrera a 45 minutos por persona.
2) Una prueba técnica que consistió en descender un sótano en completa soledad. Nos trasladamos a
principios de febrero al Sótano de los Hernández, ubicado en el Estado de Querétaro �en el pueblo de San Joaquín Ranas, adelante de San Juan del Río y Tequisquiapan� para someternos a esta prueba que además sería algo innovador dado que en cualquier descenso a cuevas estamos acostumbrados a ir acompañados.
Esta vez tendríamos que superar obstáculos como frío, agua, lodo, oscuridad y pasos complicados (puestos a propósito) en completa soledad. La prueba se hizo contra reloj y su objetivo fue probar que teníamos la técnica adecuada para descender y ascender sin ninguna dificultad, y sobre todo sin la necesidad de que alguien más nos cuidara, resolviendo completamente solos las dificultades dentro de la cueva. La prueba, en resumen, fue psicológica, de rapidez y astucia técnica. El límite de profundidad fue de 150\/180 metros y se hizo un promedio de 2 horas y media por persona.
Independientemente de este tipo de pruebas, hay que especificar que desde que se planteó el proyecto �Akemati 99�, cada sábado e incluso entre semana estábamos llevando un programa de acondicionamiento físico general, aunado a pruebas técnicas que se desarrollaban en nuestras instalaciones de Ciudad Universitaria (circuitos para correr, prácticas de descenso y ascenso en las gradas de la alberca olímpica, trabajo de gimnasio, etc.).
Se organizaron fiestas, eventos y rifas para obtener fondos que nos ayudaran a solventar los gastos de compra de equipo (cuerdas, mosquetones, maillones, anillas, etc.), de transportación, de comida, etc. Y además se creó un fondo común. Con todo esto pudimos comprar cuerda y comida que eran los gastos más fuertes; los gastos de transportación corrieron por cuenta de cada quien. (Un agradecimiento a las marcas �Ricolino�, �Bosch� y �Vertimanía� que donaron a la expedición 250 paquetes de dulces, 2 rotomartillos y descuentos de hasta el 70% en la compra de equipo, respectivamente). Los dulces fueron incluidos en cada una de las raciones a consumir dentro de la caverna debido a las calorías que estos contienen; los rotomartillos nos ahorraron el trabajo para poner spits, que de hacerlo manualmente nos llevaría de 15 a 20 minutos (los rotomartillos perforan la piedra en dos minutos o tal vez menos); finalmente, de no haber contado con ese descuento tan importante por parte de Vertimanía, los costos personales para cada uno de los miembros de la expedición se hubieran disparado considerablemente.<\/p>\n
PREÃ?MBULO<\/b><\/div>\n

JUEVES 25 MARZO 1999<\/b>
Por fin llegó la fecha tan esperada, a diferencia del año pasado en que se trabajó como un solo grupo, en esta ocasión trabajaríamos en cinco grupos �independientes� sin olvidar el objetivo final: el bien del grupo en general. Mi cordada (la número 1, seleccionada mediante sorteo), saldría a las 11:45 p.m. de la terminal Tapo hacia la ciudad de Córdoba, Veracruz. Por la excesiva carga de trabajo (tratando de no dejar muchos pendientes antes de irme de vacaciones en mi trabajo) y el nerviosismo de la expedición, llegué un poco tarde a la cita. Habíamos quedado de vernos a las 11:00 p.m. para documentar maletas y yo llegué a las 11:20 p.m.; cuando por fin estuvimos listos el camión por poco se va sin nosotros: !éramos los cuatro pasajeros que estaban voceando para salir de inmediato hacia Córdoba!
Viajábamos hacia la ciudad veracruzana, Angélica, Edgar, Dany Sánchez (mejor conocido como �Dany Boy�) y yo. Allá nos encontraríamos con Soriano, Lorenzo y Joel. Soriano acababa de participar recientemente en una expedición internacional y se conectaría con nosotros desde Tehuacán Puebla; mientras que Joel y Lorenzo habían tenido que viajar al sótano de Popoca a rescatar equipo que semanas antes había olvidado Rodrigo al momento de desarmar.
VIERNES 26 MARZO 1999<\/b>
Llegamos a Córdoba como a las 4:00 a.m. y ahí vimos a Manuel y a Juan que ya llevaban una carga considerable de equipo y personas en sus camionetas. Tuvimos que esperar a dieran las 6:00 a.m. para hacer el transbordo al poblado de Tezonapa (a una hora de camino de Córdoba).
En Tezonapa estábamos como a las 7:30 a.m. situación que nos ponía en desventaja a los que viajábamos en transporte público ya que nuestro próximo destino, Tepequexpa, no era de fácil acceso: tendríamos que viajar rumbo a Tlacotepec que está del otro lado del Akemati y en algún punto bajarnos para después esperar a ver qué nos transportaba (¿una camioneta de redilas, otro camión, a pie? ¡Y con todo el equipo! Realmente lo ignorábamos). Afortunadamente llegó una noticia grandiosa: nos enteramos de que salía un camión directo a Tepequexpa a las 11:30 a.m., ahorrando con ello una hora y otro transbordo ya que el camión hacia Tlacotepec salía hasta las 12:30 p.m.
En lo que esperábamos a que dieran las 11:30 a.m. fuimos a desayunar y a comprar algunos víveres. A las 11:00 a.m. comenzamos a cargar las mochilas y los costales de cuerda en el camión. Fue imposible que los siete cupiéramos en los asientos: como es el único camión que sube hacia Tepequexpa, mucha gente de las comunidades náhuatl aledañas lo atiborró de inmediato; el problema es que hay que aguantarse entre dos y tres horas hasta llegar al destino final. De repente en una vuelta vemos como empiezan a subir decenas y decenas de gente al camión �que para entonces venía a media capacidad� ¡qué manera de llenar el camión! Más adelante Soriano, con todo y que no cabía un alfiler más, sale de la parte trasera y me empieza a echar bronca de que ya nos habíamos pasado, el problema es que yo venía dormido y no me acordaba del paraje donde nos teníamos que bajar.
En Tepequexpa nos enteramos que Manuel y Juan habían pasado desde temprano. Conclusión: seríamos los últimos en llegar al campamento base. Afortunadamente tuvimos una segunda buena noticia: habían abierto un camino nuevo hacia Huitzmáloc, el último poblado importante antes de llegar al campamento base. El traslado en la camioneta de redilas nos ahorraría unas horas de camino y nos dejaría casi a tiro de piedra para alcanzar a los demás que ya nos llevaban una ventaja considerable. Durante el trayecto de Tepequexpa a Huitzmáloc nos encontramos a Marisol, Claudia, Rodrigo, Arturo y Amílcar. Un poco antes de llegar a Huitzmáloc nos tuvimos que bajar de la camioneta ya que un trascabo (maquinaria para arreglar caminos) nos tapó el paso, ahí cargamos a las mulas que rentamos para que subieran el equipo y las mochilas personales. Llegamos a Huitzmáloc como a las 3:00 p.m. y comenzamos a caminar atrás de las mulas (por un camino de subida) durante una hora o más hasta un punto en el cual ni ellas mismas pueden subir. De aquí en adelante nosotros mismos tendríamos que subir todo hasta la entrada de la caverna y todavía más arriba es donde estaba el campamento base.
A las 5:00 p.m. ya habíamos depositado todo el material para el trabajo dentro de la cueva, intentando ponerlo en un lugar a salvo de lugareños que pudieran pretender quedarse con algo. Desafortunadamente aunque las cosas estaban en un lugar medio escondido, lo inesperado sucedió: nos robaron un costal con 100 metros de cuerda, primer punto negro de la expedición. Sólo nos quedaban dos horas de luz y todavía necesitábamos regresar al punto donde habían descargado las mulas para subir nuestras mochilas hasta el campamento base. Llegamos como a las 8:00 o 9:00 p.m. y procedimos a la instalación de las tiendas de campaña. ¡Había que descansar bien ya que al día siguiente daría inicio la gran aventura!<\/div>\n

<\/p>\n

EL DESCENSO<\/b><\/div>\n

<\/p>\n

SABADO 27 MARZO 1999<\/b>
Pensando que la pesada jornada del día anterior había hecho mella en Manuel, creí ingenuamente que de menos a las 8:00 a.m. nos despertaríamos para ultimar detalles sobre el plan original, pero a las seis se levantó y comenzó a nombrarme para ver en qué tienda de campaña me encontraba; verdaderamente no tenía ninguna intención de contestarle y mucho menos de pararme después de la friega del día anterior, pero creo que tuve que resignarme y poner en práctica el plan original: a las ocho tendría que empezar a armar hasta �290 metros. El problema no era que tuviera que bajar primero, finalmente esa parte que me tocaba armar ya la conocía del año anterior, lo que yo necesitaba era descansar un poco más y alimentarme bien. En fin, los nervios no permitieron ni una cosa ni la otra, había que tomar al toro por los cuernos y asumir mi responsabilidad como líder de la cordada uno. Dany y yo habíamos acordado dividirnos el armado, pero como él no pudo salir de la Ciudad de México con nosotros, tendría que armar los 290 metros yo solo.
Cada grupo tendría un límite de 12 horas para armar su tramo correspondiente:<\/p>\n
    \n
  1. Norman\/Daniel Castro: Hasta -290 metros.\n
  2. Lorenzo\/Arturo: Hasta -530 metros.\n
  3. Manuel\/Daniel Sánchez: Hasta -750 metros.\n
  4. Javier Vargas\/David\/Oscar: Hasta -1,050 metros.\n
  5. Soriano\/Javier Martínez: Hasta -1,135 metros.<\/ol>\n

    Mi grupo iba retrasado y no empezamos a armar sino hasta las diez, lo que me daba un total de 10 horas en lugar de 12. Sin embargo traté de no presionarme y tomar las cosas con calma. Organizamos dos bandolas, una con la mayor parte del material para mí, y una menos nutrida para Joel, quien me proveería de cuerda. El segundo en la cuerda es quien va checando los roces que pudiera tener la cuerda y que el armador dejó sin protección y esto ahorra tiempo al que va en la punta.
    En lo personal era una gran emoción ser el primero de todo el grupo en bajar a este imponente sótano. Cuando puse la primera cuerda de 5 metros comenzó la gran aventura; me siguieron Joel, Angélica y al final Edgar. De antemano sabía que Dany no llegaría y yo tendría que cargar con toda la responsabilidad del armado.
    Después del primer tiro de cinco metros se encuentra un salón en forma circular que se divide en dos estratos. Para continuar y encontrar el siguiente tiro de 50 metros hay que seguir por el estrato superior, caminar un poco y realizar una pequeña desescalada de dos metros. En el inicio del tiro de 50 metros anclé en una formación de tamaño regular que caía en libre hasta otra pequeña repisa donde coloqué otro anclaje (más tarde Manuel y su grupo rearmaría la primera parte de este tiro, colocando un �desviador� �anclaje que desvía el curso de la ruta original� casi al inicio del mismo). Después de la repisa todavía faltan unos 20 metros para llegar al final del tiro y se puede apreciar una pequeña poza. En la repisa buscaba yo un lugar para poner un spit del lado derecho, y de hecho lo puse sólo que Angélica se percató que del lado izquierdo ya había uno puesto y que era más funcional, por lo que decidí usar este último. Descendimos esos 20 metros finales y llegamos a uno de los pasos más �odiados� de toda la caverna: �la ratonera�. Este nombre se lo pusimos ya que en efecto parecería que sólo habría cupo para alguien del tamaño de un roedor. Y lo peor de todo es que no se trata de una simple �gatera�, sino que hay una pequeña caída de dos metros y hay que usar cuerda para pasar por ahí. Sobra decir que pasar por ahí con equipo y cuerdas le da un sabor un tanto más amargo.
    Después de esos dos metros de desnivel en la ratonera siguen un sinnúmero de desescaladas, pequeños tiros y un mediano-largo andar a través de �meandros� hasta llegar a otro tiro de 20 metros. Fue aquí tiros donde perdí el equilibrio y mi propio peso hizo que el tornillito que lleva la marimba al final del arco, me hiciera una profunda herida en el dedo cordial de la mano derecha. Aquí empezaría toda la serie de golpes y heridas que me llevé en las manos. Al finalizar el tiro de 20 metros se llega a un gran salón completamente horizontal y de unos 200 metros de longitud. Este largo pasillo fue bautizado por los belgas como el �Cicloespeleódromo� y es uno de los pocos lugares dentro de todo el recorrido donde se puede hacer vivac cómodamente. Hasta aquí encontramos una profundidad aproximada de 135 metros. En el Cicloespeleódromo dejamos algunas bolsas de comida, cargas de carburo y demás cosas que consideramos no nos serían útiles más abajo.
    Tan sólo un breve descanso y a continuar armando los siguientes tiros que para nuestra cordada eran los obstáculos a vencer, no por la dificultad técnica, porque como ya lo comenté esta parte ya la conocíamos del año pasado, sino porque era una de las más aéreas de todo el sótano y siempre, como quiera que sea, uno no deja de tenerle respeto a la altura. Así pues, los tiros eran de 73 y 90 metros.
    Mientras yo buscaba los lugares más propicios para anclar, mis compañeros de cordada esperaban ansiosamente a que yo terminara para poder descender y entrar en actividad; la espera es siempre cruenta cuando te enfrías y estás soportando la constante caída de agua que, por muy tenue que sea, es siempre molesta y desesperante. Finalmente sólo bajaron Angélica y Joel, decidiendo Edgar quedarse ya que de cualquier manera bajaríamos todos más adelante. Los tiros quedaron armados dentro del tiempo límite (terminé de armar a las 8:00 p.m.), justo a tiempo para cederle la estafeta a la cordada dos. Salimos de la cueva, no sin antes ver a un auténtico �gamo� de las cavernas, Lorenzo, quien al olvidar material de armado tuvo que regresar corriendo. !Casi hasta la entrada! Mi cordada salió y tomó un breve descanso de un día (el domingo 28 de marzo).
    DOMINGO 28 MARZO 1999<\/b>
    En el transcurso del domingo llegaron Dany Castro, Javier Martínez y Gustavo. Con la inclusión de Dany en nuestra cordada, estábamos completos para iniciar al día siguiente el ataque a sima.
    LUNES 29 MARZO 1999<\/b>
    Nos levantamos muy temprano para tomar algo ligero y preparar el descenso, que estaba programado para llegar hasta -480 metros. Lugar donde pernoctaríamos y esperaríamos largas horas a fin de dar oportunidad a que las demás cordadas llegaran al fondo. El descenso hasta -480 metros nos tomó seis horas (10:00 a.m. a las 4:00 p.m.) y descubrimos que las horas largas que tendríamos que esperar serían extra largas (aproximadamente 25 horas): Lorenzo se había equivocado y en una intersección para desviarse al ramal fósil tomó el camino equivocado y se fue por el activo, lo que ocasionó que tuviera que desarmar la parte que llevaba del activo y regresar a la intersección para colocar las cuerdas por el lugar correcto, mejor conocido como �Le Sec�, nombre que le fue dado por los belgas.
    Aquí sería nuestro vivac número 1 y el descanso sería prolongado. Faltaban muchos metros hacia abajo y deberíamos estar en la mejor forma posible. Javier Vargas colocó una serie de spits de los cuales colocamos nuestras hamacas de un solo punto. Casi podría decir que por fin comprendía a los murciélagos cuando duermen colgados de los techos de las cavernas. Para algunos de nosotros la posición era incómoda; en lo personal sólo permanecí en la hamaca unas cuatro horas y después tuve que bajarme al suelo, que igualmente era incómodo, pero al menos ya no me producía la sensación de inmovilidad y es que en verdad uno parece una auténtica quesadilla humana. Mi cuerpo nuevamente tendría que amoldarse a las piedras que se encontraban en la pequeña rampa que elegí para dormir. Una de las plaquetas quedó muy afuera de la base donde estábamos vivaqueando, y aunque el tiro hacia abajo no era tan profundo (unos 3 metros), creo que nadie de nosotros envidiaba a Edgar que había tenido que dormir colgado de allí.
    MARTES 30 MARZO 1999<\/b>
    Reiniciamos el descenso por la mañana aunque esto sólo lo sabíamos por el reloj de pulso, ya que todo el tiempo estábamos en la oscuridad. En esta ocasión Edgar ya no iría con nosotros. Se había acordado que quien no quisiera bajar más tenía el derecho de elegir si se regresaba a la superficie, siempre y cuando no afectara el trabajo de la cordada. Creo que Edgar tomó una sabia decisión y valoró que su límite había llegado. Le deseamos muchísima suerte, deseo que fue mutuo pues a nosotros también nos haría falta para llegar a la sima.
    Después de ese Vivac 1 seguía un mediano paso estrecho (como de cuatro metros de largo) que, aunque no era muy largo, muchos de nosotros tuvimos que quitarnos el arnés y el equipo (incluyendo el casco) para atravesarlo. Charlando y bromeando un poco con Dany, nos decía que probablemente ahí acabaría su participación en la expedición pues dudaba de poder pasar, pero al final pasó. Muchos de nosotros no dejamos de maldecir en más de una ocasión dicho pasito. Después, la estrechez continúa aunque ya te da oportunidad de incorporarte a medias y luego sigue otro paso estrecho, aunque no tan criminal como el primero. Al final de una serie de tiros llegas a encontrar nuevamente el ramal activo.
    La delantera de nuestra cordada la tomó Dany junto con Angélica, mientras que Joel y yo íbamos a la retaguardia, y de hecho así nos mantuvimos durante un buen tramo: yo al final con Joel por una serie de �tiritos�, desescaladas y riachuelos; para entonces ya había demasiada agua dentro de caverna. Como a los -600 metros nos encontramos a Marisol, Amílcar y Rodrigo, que venían de regreso: al igual que Edgar habían llegado a su límite, aunque habían alcanzado la profundidad de 750 metros, a excepción de Rodrigo que había alcanzado los -800 metros. Unos tiros más abajo nos encontramos a Juan, que se había lastimado los pies seriamente y descansaba para tratar de recuperarse. Nos platicó que había estado un poco más de 24 horas completamente solo, disfrutando de su soledad y de la belleza del silencio dentro de la caverna.
    Como a las 3:00 o 4:00 p.m. alcanzamos la profundidad de -880 metros, lugar donde haríamos nuestro segundo vivac. El lugar no era muy cómodo que digamos: sobre un pasillo muy estrecho, fracturado por la parte media, existía una grieta hacia la derecha, sobre la pared, donde uno podría más o menos acomodarse. Pero la fractura y el suelo inestable hicieron que todas las maniobras para quitarnos el equipo y ponernos ropa seca fueran unos cuatro metros atrás, donde había suelo firme (aunque seguía igual de estrecho).
    Cabe citar que éste era uno de los momentos de mayor angustia de todos: era excelente llegar todo cansado y mojado y poder quitarte la ropa mojada junto con el equipo pesado, pero cuando tenías que ponerte en actividad nuevamente debías ponerte la ropa húmeda. La humedad no era tan alta pero la ventilación dentro de la cueva era constante y esto impedía que la ropa se secara.
    Después de ponernos ropa seca y saborear una deliciosa comida, procedimos a incrustarnos en la grieta. Sí, literalmente: ¡incrustarnos en la grieta! Por mi tamaño no cupe en el lugar que había elegido; de hecho no había mucho espacio de donde escoger. Gracias al alma caritativa de Joel, que me cambió su lugar, quedé acomodado al lado de Dany. La desventaja en este lugar era que estábamos durmiendo en pleno paso. Esta preocupación de estar estorbar aunado a que mi almohada era un pedazo de roca filosa, me impidieron dormir lo suficiente como para estar relajado y descansado.<\/div>\n

    <\/p>\n

    MIERCOLES 31 MARZO 1999<\/b>
    Nos programamos para salir muy temprano (6:00 a.m.). Ahí íbamos los cuatro miembros de la cordada 1, dispuestos a atacar la sima después de ponernos nuevamente el overol húmedo. Después del vivac viene una serie de tiros que te llevan a una gran base de piedra, lugar propicio para la caída de piedras pequeñas. Hay que seguir a la izquierda por otra serie de tiritos que te llevan a la parte que describen los belgas en su texto como �un agradable recorrido por un largo pasillo en declive�.
    No es que no me haya parecido agradable, pero ya habíamos rebasado los 900 metros de profundidad y quizá me sentía ahora sí tan profundo (y no estoy hablando en sentido filosófico) que pensaba en todo lo que faltaba para tocar fondo �otros 235 metros� ¡y en todo lo que faltaba para subirlos! Incluso comenzaba a sentir más hostil a la caverna. Y esta percepción no era gratuita: a esta profundidad ya resentíamos en las manos y en la ropa lo filoso de las rocas pues muchos tramos que ya habíamos descendido estaban compuestos de coral de caverna, una piedra en exceso filosa. Se había filtrado agua en cantidades abundantes, lo que hacía más problemático el moverse dentro de la cueva. En lo personal mis manos empeoraban conforme entraban en contacto con la piedra, comenzaban a hincharse y aparecían múltiples golpes.
    Después del segundo vivac me tocó bajar casi por completo en absoluta soledad, un sentimiento sublime. Es increíble apreciar ese paisaje subterráneo que te invita a meditar y valorar cuánto vale la vida en comunión con la naturaleza. Llegué a los -960 metros como a las 2:00 p.m. y ahí se encontraban Lorenzo, Javier Martínez, Arturo y Gustavo; más tarde se reuniría nuestra cordada 1. En estos últimos tramos antes de los -960 metros utilizamos las cuerdas que hace 11 años habían dejado allí los belgas. De hecho por el tiempo que llevaban allí tratamos de hacer uso moderado de ellas: en tramos muy cortos y en donde existía relativa seguridad en el descenso.
    No bajaríamos más allá de esta profundidad (-960 metros) ya que todavía faltaba un tiro de 100 metros que estaba en una zona de roca descompuesta y por tal habría que manejar cierta técnica para evitar tirar bloques de piedra sobre los compañeros de abajo. Además el trabajo de progresión, tanto de descenso como de ascenso, nos retrasaría aún más de lo que ya estábamos. Después del tiro de 100 metros habría que baja otros 75 metros. Ante tales circunstancias no descenderíamos todos. Se tomó la decisión general de que sólo dos personas del grupo rebasarían los 1,000 metros de profundidad: José Antonio Soriano y Víctor Chávez.
    No era un fracaso para los demás que sólo nos quedamos a -960 metros, era un gran triunfo del Grupo Espeleológico Universitario (G.E.U.), que con esta conquista, aunque no se hizo sima, conseguía convertirse en la primera institución o grupo de montañismo que conseguía dos cavernas de más de mil metros de profundidad. En 1993 un grupo de 20 espeleólogos de la UNAM había conseguido con éxito la sima de Pozo Verde, de 1,070 metros. Ahora estábamos a -1,060, a sólo 55 metros de la sima. José Antonio Soriano conseguía así su tercer menos mil (Pozo Verde, -1,070 metros, 1993; Sistema Cheve, -1,386 metros, 1997; Akemati, -1,060 metros, 1999), Javier Vargas conseguía dos menos miles (Pozo Verde y Sistema Cheve) y Víctor Chávez obtenía su primer menos mil, que junto con todos los que llegaron al fondo de Pozo Verde en 1993, se sumaba al selecto grupo de mexicanos que han rebasado los 1,000 metros de profundidad.
    Yo todavía no lo podía creer, era de los primeros mexicanos en llegar hasta ahí, en Akemati. Antes sólo extranjeros habían logrado esa meta. Es un orgullo por mi país, por mi universidad, por mi grupo de espeleología y por mi persona en sí. Estaba agotado, tenía mucho frío, hambre y sed, pero el tamaño de la satisfacción triplicaba por mucho todos los sufrimientos anteriores. Gritos, abrazos, goyas y las lágrimas cuando dedico este triunfo a mi hijo que había muerto un mes antes de un nacimiento prematuro de cinco meses; solidaridad y consuelo encuentro por parte de mis amigos �cueveros�. El triunfo es también dedicado a nuestro fallecido amigo Polo que se nos adelantó, al sufrir un accidente en los andes ecuatorianos.
    EL ASCENSO<\/b>
    A descansar un buen rato y a comer la última reserva de dulces que nos habían dado pues faltaba un buen rato para que Soriano y Víctor regresaran de los -1,060 metros. Tendríamos que esperarlos para festejar, y sobre todo nosotros, la cordada 1 para subir cargando material de armado y pesadas cuerdas. Inicia el retorno a la superficie y me toca un �marrano� �gordo� con 100 metros de cuerda mojada. El ascenso es lento y tortuoso, sobre todo en aquellos tramos donde tienes que quitarte el gordito de la espalda porque no pasas con él, y en los pasos de �fraccionamiento� donde el peso puede ser un problema. Como a las 7:00 p.m. llegamos a la grieta donde habíamos pernoctado una noche antes, comimos algo para tener energías y continuamos el ascenso.
    Un poco más arriba de la grieta, como a los -800 metros tuve un accidente como a las 9:00 p.m. Me tocó subir por la cuerda antes que Lorenzo, y tal parecería que cuando él se acomodó en una repisa que estaba frente al tiro para ver cómo subía yo, presentía lo que pasaría en unos minutos. Cuando llegué al fraccionamiento y traté de pasarme a la otra cuerda, no jalé la cuerda por abajo del croll lo suficiente como para estar plenamente seguro de que el sistema ventral funcionaría. Por este error, cuando quité mi �puño� para pasarlo arriba del croll y seguir subiendo ya en la otra cuerda, el peso del gordo me jaló hacia abajo, ocasionando que volara. El impacto en el croll, que como mencioné no estaba perfectamente colocado en la cuerda, hizo que se rompiera el seguro de éste y quedara colgado de un solo punto de seguro: del puño. (Muchos me preguntaron por qué no tenía el �cabo de seguro� al nudo del fraccionamiento a lo cual les respondí que fue por la sencilla razón de que el movimiento que hice fue natural: quitar el seguro y seguir subiendo. Mucho influyó también que ese fraccionamiento estaba demasiado abierto y por consiguiente el paso era en diagonal).
    Me quedé colgado únicamente del puño y entré en un estado de shock que me impedía pensar qué hacer. Afortunadamente abajo estaba Lorenzo, que subió rápidamente por la otra línea y me ayudó a quitarme el gordo que pesaba bastante y que me impedía incorporarme para tratar de escalar y conseguir un lugar más seguro. La naturaleza y Dios son tan grandes, que justo en el lugar donde quedé colgado, me pusieron dos pequeñas �cazuelas� donde pude meter los dedos; escalé y descansé un poco. Definitivamente no iba a aguantar mucho, por lo cual cuando Lorenzo me quitó el gordo, pude conectarme nuevamente a la línea; respiré hondo y subí ese último tramo hasta estar en un sitio más firme. La caída hubiera sido como de unos 10 ó 15 metros. Todo pasó en fracciones de segundo, pasó por mi mente como de rayo: el reflejo de tu vida, tus seres queridos y todo lo que representa vivir. Inmediatamente pensé en Adriana y Mauricio, sólo pedí verlos una vez más, con eso me conformaba.
    JUEVES 1 ABRIL 1999<\/b>
    Medio repuesto, aunque no controlado del todo, llegamos hasta donde estaban Amílcar, Rodrigo y Marisol (como a los -750 metros). Los primeros en subir de nuestra cordada éramos Angélica y yo, ya que Dany y Joel se quedarían a desarmaban la última parte la caverna. Yo no sé qué semblante traíamos Angélica y yo que los que nos vieron llegar (David y �scar, que iban hacia arriba) nos recomendaron que nos fuéramos de inmediato a descansar al vivac donde había estado Javier Vargas. Angélica y yo no podíamos, no deseábamos movernos de ahí; nos quedamos recargados espalda con espalda en pleno paso del agua. No nos importaba; lo único que queríamos era dormir. Sabia fue la decisión de todos nuestros compañeros al recomendarnos que nos fuéramos al vivac. Contra mi voluntad (no sé si contra la de Angélica también) tuve que ponerme de pie y escalar un poco para llegar al vivac. Un poco más tarde llegarían Dany y Joel, también con síntomas de cansancio. Creo que esa noche-madrugada (era como la 1:00 a.m.) no comimos de lo cansados que estábamos. Este tercer vivac, que definitivamente había sido el mejor de toda la expedición, se hallaba en una parte situada arriba del cauce del río, completa y absolutamente seca, pero lo mejor de todo fue que estaba plano (apenas un merecido descanso para nuestras maltrechas espaldas). El único detalle es que estaba un poco en declive, pero era lo que menos importaba.
    A las 11:00 a.m. reiniciamos el ascenso y llegamos hasta -600 metros donde estaba Manuel, le comentamos el problema que yo había tenido y me cambió el sistema de ascenso. Colocó mis ascensores para que mi puño fungiera como croll y viceversa. Tan sólo tomamos unos minutos para comer y descansar, pero a pesar de que no había tenido tan mala noche, yo ya no deseaba moverme de ahí, y eso que me hicieron favor de ayudarme con mi gordo desde el incidente de la cuerda. Nuestro comedor estaba justo en el cauce del agua y no había otro modo de cocinar ya que los lugares relativamente secos estaban ocupados por Manuel y su cordada. De los -600 metros hacia arriba, seguía la serie de tiritos por donde había transito solo con Joel de bajada, después de este tramo nuestro siguiente objetivo era �Le Sec� a -480 metros para hacer nuestro probable último vivac antes de salir a la superficie.<\/div>\n

    <\/p>\n

    VIERNES 2 ABRIL 1999<\/b>
    Llegamos a �Le Sec� como a la 1:00 o 2:00 a.m., dos o tres tiros antes de llegar a la zona de vivac Dany ya no aguantaba el roce de su arnés en el cuerpo, Juan y yo veníamos juntos desde muchos tiros atrás y los tres llegábamos al vivac severamente lastimados. Hacía muchos metros que yo no cargaba mi gordo de cuerda, sólo el personal y Dany ya no llevaba ninguno de los dos. Yo seguía muy impresionado por lo del accidente, además de no soportar el dolor en las manos que estaban hinchadas y golpeadas. Fue un error no haber llevado guantes. Juan venía muy lastimado de sus pies y al igual que Dany y yo, anhelaba con ansia llegar al vivac. Hubo personas que me echaron una manísima (espero no olvidar a alguno): Angélica, Dany Sánchez, Javier Martínez.
    El lugar de vivac no era, a comparación del lunes (donde habíamos estado a principios de semana), el mismo: se encontraba ahora más congestionado, y al menos yo, lo sentía más frío. Javier Vargas y su cordada habían ocupado ahora la parte superior, mientras que a nosotros nos tocó en la parte de abajo que estaba muy angosta. Como pudimos nos acomodamos Dany, Juan y yo, tratando de no lastimarnos en nuestras múltiples heridas, lo que nos costaba mucho trabajo pues cuando uno se movía, los otros dos salían afectados.
    Nos duró poco el gusto de estar durmiendo ya que como a las cuatro horas (cuando ya más o menos tu cuerpo se había amoldado al reducido e incómodo espacio), llegó Víctor con muchas energías, gritando: �¡Levántense, es esto un menos mil o el maratón de la hueva!� Este cuarto vivac había sido el peor de todos, fue el más incómodo y casi no descansamos. Nunca había yo odiado a alguien tanto en mi vida como a Víctor entonces. Contra nuestra voluntad tuvimos que ponernos por enésima ocasión el overol húmedo y equiparnos. Nuestra siguiente meta: el Cicloespeleódromo, y de aquí ver cómo íbamos para saber si hacíamos allí un último vivac o si le dábamos de lleno hasta arriba.
    Hacia arriba de �Le Sec� y antes de llegar al tiro de 90 metros se encuentra una zona denominada �Queso Gruyère� por estar la roca agujerada en muchas de sus partes. Pero no me acuerdo haber pasado por ahí de bajada, lo que es normal, pues de bajada apreciamos la cueva de una manera, y de subida de otra; tal parecería que son dos cosas muy diferentes. Fue en esta parte que Juan perdió una de las partes del depósito de su carburera y no lo culpo ya que al ir subiendo parece que el paso es por abajo, pero cuando estás a punto de llegar al otro extremo de ese pequeño túnel, se estrecha tanto que sólo una ardilla cabría por ahí. Bueno en realidad no era tan estrecho, pero con sólo saber que a Angélica �que es pequeña y de complexión delgada� le costó trabajo pasar por ahí, era prácticamente imposible que los demás pasáramos. Y muchos de nosotros erramos el camino: de vuelta y a escalarle por arriba para conseguir conectarse a la cuerda.
    Mi gordo personal se atoró un sinnúmero de veces en el tramo �equivocado� del queso gruyère. Cuando logro escalar el tramito que me llevará hacia la cuerda, ya llevo conmigo la parte de la carburera que le hace falta a Juan, se la doy de inmediato porque voy mojado. Esperamos un buen rato y por fin nos toca subir el tramo que nos llevará a la base del tiro de 90 metros.
    Estoy al borde de la hipotermia, no aguanto más. En lo que sube Juan el tiro de 90 saco mi manta espacial y tiritando, sin tener algún control sobre mí, cuento ansiosamente los minutos que faltan para que empiece a subir y así entrar en calor. Por fin el tan ansiado grito llega: �¡Librreeeee!�. Comienzo a subir con las manos entumidas por el frío y empiezo a recuperarme conforme avanzo. Después del tiro de 90 metros, viene el de 73 metros antes de llegar al Cicloespeleódromo. Juan me advierte que se aproxima un paso bastante aéreo y en diagonal exactamente igual a aquel en el que tuve el accidente a -800 metros. Más de uno, después de saber mi experiencia, se acordó de mí en dicho pasito. Al llegar ahí me doy cuenta que está rearmado; Soriano lo cambió porque se botó uno de los anclajes que yo puse: Gustavo �voló� y Soriano tuvo que volver a poner un anclaje.
    Durante este tramo nos caía bastante agua de subida, a diferencia de los días en que empezamos a bajar. Esto se debió a que el lunes llovió muy fuerte afuera (lo cual supimos por Edgar). Amílcar, Rodrigo y Marisol, se dieron cuenta de esto después de los 500 metros de profundidad y construyeron un dique para desviar el curso del agua. Esto, aunque parece una situación sencilla y sin importancia, tuvo grandes resultados porque facilitaron el trabajo de los que llegamos a -960 y -1,060 metros. No obstante fue imposible librarnos de toda el agua que caía sobre nuestros hombros y era casi un hecho quedar empapado los tiros que precedían al Cicloespeleódromo. El armado dentro de estos dos tiros se había convertido en un ascenso dentro de cascadas que ponían a nuestros cansados cuerpos al borde de la hipotermia. A las 9:30 p.m. ya estábamos cenando y una hora después nos disponíamos a dormir una última noche en Akemati. La mayoría de nosotros deseaba descansar para salir con los rayos del sol del día siguiente y ahora sí festejar el éxito.
    SÃ?BADO 3 ABRIL 1999<\/b>
    Inicio el ascenso como a las 12:00 p.m. y en unas cuantas horas estoy arriba, a punto de subir por el último tiro de 50 metros que tiene el desviador hasta arriba y que es una marca porque significa que sólo nos separan unos cuantos metros de la superficie. Rodrigo me grita que la cuerda está libre y que puedo subir un poco más. Tan sólo un poco más y ¡por fin encuentro el desviador; tres metros más y está el nudo! Me quito de la cuerda, le grito a Marisol que suba, escalo el pequeño obstáculo de dos metros, doy vuelta a la izquierda y llegó al meandro de dos niveles donde se encuentra el inicio de la cueva. Subo el tirito inicial de escasos 5 metros y ¡por fin! Camino unos metros y veo el color de la luz después de varios días bajo tierra. No sólo los colores, sino también los sonidos y los olores del exterior cobran un matiz hermoso. Me abrazo con Rodrigo. Por fin, ¡lo hicimos! Y estamos con bien arriba. Edgar nos recibe en la entrada y sólo porque es hombre, pero estuve a punto de darle un beso cuando nos llevó unas cervezas. Rodrigo me toma unas fotos, esperamos a Marisol y los abrazos siguen. Son ahora las 3:30 p.m. ¡He pasado 5 días, 5 horas y 30 minutos dentro de la caverna!
    Regreso al campamento yo solo, tengo ganas de disfrutar el bello paisaje de la sierra por el caminito de terracería que me llevará al campamento base. Deseo admirar todo lo que tengo a mi alrededor yo solo, tengo ganas de platicar conmigo mismo. Más arriba alcanzo a ver la silueta de Chabela, que junto con Susana y Gerardo nos han ido a recibir y apoyar. Claudia Soriano estuvo con nosotros desde el principio de la expedición apoyándonos y cuidando el campamento base. La primera en recibirme es Luna, la perra de Chabela, poco más tarde veo a los demás bañándose y celebrando. Me quito todo el equipo, saco ropa limpia y ¡a bañarse! Durante este tiempo soy testigo presencial de las curaciones que Bety le hace a Juan y decido hacerme el desentendido ya que no deseo que me cure a mí también las manos.
    Mi agradecimiento pleno a la gente tan sencilla y bella de la sierra que aunque materialmente tiene menos de lo que cualquiera de nosotros en la ciudad pudiera poseer, le brindan a uno su amistad incondicional y lo poco que tienen lo comparten contigo. Napoleón y Alfredo, dos niños indígenas, quedarán por siempre grabados en mi mente y mi corazón; nunca dejaron de estar al tanto de nuestros avances, preguntaban todo sobre el equipo y las tiendas de campaña. Napoleón se cortó una mano con el machete al intentar abrirnos paso a la entrada de Akemati cuando llegamos ya que ésta se encontraba tapada por una abundante vegetación, afortunadamente gracias a Bety se pudo evitar que la cortada empeorara.
    DOMINGO 4 ABRIL 1999<\/b>
    Nos levantamos temprano a acomodar el equipo y el material que utilizamos para la expedición, las mochilas están también listas y sólo hay que aguardar la llegada de los señores que traen las mulas para cargar las cosas y regresar a la contaminada, pero bella ciudad de México. Siete integrantes del grupo (Maru, Lorenzo, Dany Sánchez, Víctor, Gustavo, Joel y Soriano) se quedaron algunos días más a recuperar las cuerdas que se habían quedado dentro de la caverna porque varios abandonamos equipo en ciertos puntos de la caverna.
    Algunos de nosotros denominamos a esta salida como la �expedición del terror� en broma: yo había sufrido un accidente a 800 metros de profundidad; a Javier Vargas le cayó un bloque de piedra en la pierna cuando Soriano perdió el equilibrio y por accidente lo movió; hubo una pequeña explosión con carburo; a algunos se les rompió el estribo; Amílcar casi incendia a Rodrigo con la carburera; Dany Castro y sus heridas causadas por el arnés; Juan con los pies como Cristo Rey; a Dany Castro, Juan y Manuel les falló carro y camionetas.
    Manuel Casanova anunciaba su decisión de retirarse del grupo con este éxito, Javier Vargas era nombrado nuevo Jefe del GEU. La celebración por tanto era nostálgica y no nos quedaba más que desearle la mejor de las suertes a los dos.
    ¿Por qué hablar del éxito de la expedición hasta que estuvimos todos afuera? Bajar a una caverna de más de mil metros de profundidad requiere de una preparación logística, física, técnica y mental. Hay personas que aseveran que conseguir un �menos mil� es el equivalente a escalar una montaña de más de 8,000 metros de altitud en el Himalaya. Lo que sí es cierto, es que nuestro proyecto fue una gran empresa que concluyó con éxito: la meta de convertir a la UNAM en el único grupo netamente mexicano en descender a dos cavernas de más de mil metros de profundidad. La satisfacción personal de saber que se puede controlar el miedo y la angustia al desenvolverse en un medio que habitualmente no es el propio soportando frío, hambre, dolor, desesperación y el constante fluir de la adrenalina por las venas. Los que hacemos este deporte-ciencia sabemos que podemos vencer este tipo de pruebas, que estamos capacitados para enfrentar cualquier otro reto en la vida diaria. �El éxito no consiste en conseguir la cumbre, sino hay que regresar con ella en el bolsillo hasta el campamento base para sabernos conquistadores de las grandes alturas�. Esta máxima del himalayismo creo que se podría aplicar a la espeleología.<\/div>\n

    <\/p>\n

    <\/div>\n

    <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

    La experiencia del Sótano Akemati dejó una profunda huella en los participantes de la expedición y Norman Magaña, otro de los participantes, escribió sus experiencias tiempo después. Esta otra versión ayuda a comprender que cada persona ve las mismas situaciones de forma diferente.<\/div>\n

    <\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1060,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1006],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-2YR","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11461"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1060"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=11461"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11461\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=11461"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=11461"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=11461"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}