{"id":11444,"date":"2000-02-15T00:00:00","date_gmt":"2000-02-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11444"},"modified":"2012-03-12T19:40:21","modified_gmt":"2012-03-13T01:40:21","slug":"tras_los_andes_chilenos","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2000\/tras_los_andes_chilenos\/","title":{"rendered":"Tras los Andes chilenos"},"content":{"rendered":"
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Muy temprano pas\u00f3 por nosotros la camioneta que nos llevar\u00eda hasta la base de las monta\u00f1as. Una parte del paisaje nos record\u00f3 mucho lo que por fotos conocemos del Himalaya, por lo que nos vimos a\u00fan m\u00e1s inspirados y emocionados. Llegamos a un lugar que se llama Ba\u00f1os Morales (por unas termas que ah\u00ed se encuentran y que al regreso visitar\u00edamos) donde se consiguieron tres mulas para cargar los pesados costales de comida y equipo que llev\u00e1bamos, adem\u00e1s se hizo necesario contratar un caballo para cada quien ya que el acercamiento es tremendamente largo y bastante sinuoso.<\/p>\n

Nos la pasamos como nunca, pues nos ve\u00edamos unos a otros y no pod\u00edamos creer que ya estuvi\u00e9ramos tan cerca del sue\u00f1o que hab\u00edamos perseguido desde varios meses atr\u00e1s. Para sorpresa de todos, los arrieros se fueron hasta atr\u00e1s del grupo y nuestra gu\u00eda fue una de las mulas, que obviamente habr\u00e1 recorrido tantas veces el camino que ni por un momento dud\u00f3 por donde seguir. Fue muy divertido ver como nos pele\u00e1bamos por hacer que nuestros respectivos caballos nos hicieran caso porque a veces se iban para un lado, otras de plano se quedaban quietos; incluso uno decidi\u00f3 que era hora de descansar y simplemente se tir\u00f3 al suelo, rompiendo terminantemente esa regla que dice que los caballos descansan de pie. S\u00f3lo hasta que lleg\u00f3 uno de los arrieros a moverlo pudimos seguir pues el caballo se negaba a continuar. A\u00fan as\u00ed hay que reconocer que estos animales son incre\u00edbles.<\/p>\n

Con todo, pudimos disfrutar casi sin preocupaciones del recorrido por el hermoso lugar. Primero fue un camino empedrado para salir de Ba\u00f1os, luego este camino se convert\u00eda en un sendero entre la poca vegetaci\u00f3n y las rocas, despu\u00e9s ven\u00eda un largo estero en donde cruzamos un caudaloso r\u00edo y por \u00faltimo unas pendientes impresionantes con roca suelta que nos parecieron interminables. No quiero ni recordar el miedo que sent\u00edamos cada vez que alguno de los caballos resbalaba, nada m\u00e1s de pensar en la pendiente por donde and\u00e1bamos nos hac\u00eda recapacitar sobre los motivos que nos hab\u00edan tra\u00eddo hasta ac\u00e1. Pero tan s\u00f3lo de ver c\u00f3mo se impon\u00eda frente a nosotros, cada vez m\u00e1s grande, la mole de roca que escalar\u00edamos, cualquier miedo se desvanec\u00eda transform\u00e1ndose en energ\u00edas para seguir adelante. Afortunadamente no hubo ning\u00fan incidente y llegamos sanos y salvos hasta el refugio, a 3,130 m.<\/p>\n

Refugio Plantar<\/b><\/p>\n

Este refugio tiene una historia peculiar. Lo construy\u00f3 Enrique Plantat hace sesenta a\u00f1os para su uso personal, pues acostumbraba venir ac\u00e1 a cazar y necesitaba de un lugar c\u00f3modo donde pasar largas temporadas. Despu\u00e9s, los andinistas comenzaron a usarlo como escala obligada antes de continuar hasta las cimas del San Jos\u00e9 o del Marmolejo. Hasta que se convirti\u00f3 eventualmente en “el Refugio Plantat”. Algo muy bonito que se puede encontrar aqu\u00ed son los testimonios de los monta\u00f1eros que han pasado por el lugar. El Sr. Plantat comenz\u00f3 a dejar cuadernos en blanco donde quien quisiera pod\u00eda escribir sus impresiones, comentarios, tristezas… lo que quisiera. Cuando el cuaderno se termina siempre hay alguien que se encarga de llev\u00e1rselo de regreso a su due\u00f1o original, quien actualmente posee todo un librero lleno de estos cuadernos. Ã?l se encarga de fotocopiarlos y alguien m\u00e1s regresa estas copias al refugio, donde cualquiera puede leerlos. Actualmente el Sr. Plantat cuenta con m\u00e1s de 80 a\u00f1os pero a\u00fan es fiel seguidor de los acontecimientos que suceden en las monta\u00f1as.<\/p>\n

Llegamos bastante cansados y nos dormimos muy temprano, ya con la imagen fresca de las monta\u00f1as en la mente. Al d\u00eda siguiente realizamos un porteo para preparar lo que ser\u00eda el Campo Base Avanzado (CBA). Subimos principalmente las raciones de comida de los siguientes d\u00edas. De vuelta en el refugio continuamos organizando el ascenso. Por suerte, aqu\u00ed encontramos un par de mapas que nos ayudaron mucho. La emoci\u00f3n de estar aqu\u00ed se acentuaba porque no sab\u00edamos qu\u00e9 esperar, en muchas maneras era territorio desconocido para todos. Por la noche, la luna iluminaba todo el paraje llenando las monta\u00f1as de alrededor con una tenue luz plateada que inspirar\u00eda hasta al m\u00e1s parco. No pod\u00edamos quitar los ojos del cielo estrellado.<\/p>\n

Hhacia arriba<\/b><\/p>\n

Al siguiente d\u00eda preparamos las mochilas y ascendimos al CBA. A todos nos pareci\u00f3 m\u00e1s corto el camino, despu\u00e9s de todo nos sent\u00edamos un poco familiarizados con \u00e9l. Hasta el momento la monta\u00f1a nos hab\u00eda tratado muy bien, a pesar de las condiciones del lugar, que distaban mucho de ser un ascenso cualquiera. Como muchas zonas altas, el terreno aqu\u00ed es pedregoso y arenal, lo que hac\u00eda de la marcha algo cansado. A\u00fan as\u00ed era incre\u00edble poder contemplar c\u00f3mo las rocas a nuestro alrededor iban tomando diferentes tonalidades en tanto oscurec\u00eda, desde el amarillo hasta el violeta, pasando por el naranja y el rojo. Desde el principio todos quedamos embelesados con la visi\u00f3n de la pared Oeste del San Jos\u00e9, similar al Aconcagua pero de menores dimensiones. Esta pared abarca gran parte del paisaje por la ruta que \u00edbamos siguiendo. En la parte alta pod\u00edamos ver, un poco m\u00e1s atr\u00e1s, la cima, con la forma de un domo y constantemente azotada por nubarrones que a veces tomaban formas caprichosas, casi irreales. Y mientras, nosotros simplemente disfrutando de la vida a nuestra muy especial manera.<\/p>\n

Con muy buen humor nos levantamos al d\u00eda siguiente y temprano hicimos un porteo, esta vez al Campamento 1 (C1) a 3,700 m. Al regreso nos desviamos un poco para conocer m\u00e1s el terreno y verificar las posibles rutas alternas de ascenso, debo recordar que todo era nuevo para nosotros; es muy diferente ver fotos, mapas y aprender de los que ya han estado ah\u00ed, que pararse frente a la monta\u00f1a y verla en toda su magnitud. Antes de atardecer se nubl\u00f3 sorpresivamente y el fr\u00edo aument\u00f3 de manera dr\u00e1stica, lo que nos oblig\u00f3 a refugiarnos pronto en las tiendas al abrigo de nuestros sacos de dormir. Ya nos hab\u00edan advertido acerca de \u00e9ste fen\u00f3meno, que consiste en que alrededor de los 4,000 m y hasta las cimas se asienten bancos de nubes que no permiten visibilidad alguna, y esto principalmente despu\u00e9s de mediod\u00eda para que al d\u00eda siguiente amanezca de nuevo despejado.<\/p>\n

Contra lo esperado, la ma\u00f1ana ven\u00eda acompa\u00f1ada de lluvia, no demasiado fuerte pero s\u00ed lo suficiente para hacer que los \u00e1nimos disminuyeran por la posibilidad de aplazar los planes. A\u00fan as\u00ed se opt\u00f3 por continuar y ese mismo d\u00eda nos trasladamos hasta el C1.<\/p>\n

Monta\u00f1a viva<\/b><\/p>\n

A veces o\u00edamos desprendimientos de rocas procedentes de la pared oeste, a relativamente poca distancia de nosotros. Pero no por ser com\u00fan dej\u00f3 de ser atemorizante, nunca sab\u00edamos cuando iba a ocurrir el siguiente ni donde. Este tipo de experiencias son las que le recuerdan a uno que la monta\u00f1a est\u00e1 viva en cierta forma y que en ning\u00fan momento se debe bajar la guardia. La belleza de \u00e9stos lugares radica en que se imponen sin miramientos, sin consideraciones por ser vivo alguno. A nosotros, invasores, corresponde mantenernos en nuestros lugares y no pretendernos superhombres.<\/p>\n

Comenzamos a realizar porteo y ascenso al mismo tiempo, por lo que las cargas de cada quien se vieron aumentadas. Hicimos un mayor esfuerzo y llegamos hasta el C2 justo cuando el clima comenzaba a cambiar. Hacia el valle, a nuestras espaldas, se segu\u00eda viendo un paisaje espectacular, propio de las alturas; hacia la cima la cosa era diferente: una gran masa de nubes cubr\u00eda gran parte de la cordillera. A\u00fan pod\u00edamos haber seguido avanzando, pero con el riesgo de un mal clima sobre nosotros con lo que esto conlleva. Haciendo gala de prudencia instalamos el nuevo campamento y esperamos.<\/p>\n

Para nuestra fortuna amaneci\u00f3 bastante despejado y de nuevo pudimos ver la cima del San Jos\u00e9 frente a nosotros, \u00fanica referencia tangible con que cont\u00e1bamos. La cima del Marmolejo a\u00fan se manten\u00eda escondida detr\u00e1s del escenario de nieve y roca a la izquierda de la ruta que llev\u00e1bamos. El sabor de la aventura no hab\u00eda disminuido con el ascenso; al contrario, aumentaba con cada jornada que llev\u00e1bamos a cabo.\n <\/p>\n<\/div>\n

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\nObst\u00e1culos<\/b><\/p>\n

Como era de esperarse, no tardamos mucho en llegar a una verdadera encrucijada: glaciar a la izquierda (grietas), una extra\u00f1a combinaci\u00f3n de rocas y hielo de frente (desprendimientos) y, lo que parec\u00eda m\u00e1s viable, una larga pendiente de nieve que corr\u00eda junto a una canaleta (m\u00e1s desprendimientos) a la derecha. Por experiencias tenidas en otras monta\u00f1as, sab\u00edamos que lo m\u00e1s seguro para continuar ser\u00eda la pendiente de la derecha, siempre teniendo la precauci\u00f3n de mantenernos separados de la zona de deslaves, aunque en ocasiones esto no ser\u00eda posible. Recordando los consejos de ruta recibidos por monta\u00f1istas chilenos optamos, por fin, por esta pendiente. Era tan empinada que los crampones se hicieron necesarios. En apariencia ser\u00eda una ascensi\u00f3n de unas dos horas antes de salir a una zona rocosa, pero la carga, la inclinaci\u00f3n y los penitentes de nieve que inundaban el lugar hicieron de la jornada una casi interminable y extenuante.
\n Despu\u00e9s de esta largu\u00edsima y empinada rampa de nieve llegamos a la mencionada roca, que result\u00f3 m\u00e1s arenal que otra cosa. Muy cansados pero con los \u00e1nimos por delante llegamos a la orilla de un glaciar gigantesco. Nos hab\u00edan indicado que deb\u00edamos seguir por la arista que ah\u00ed iniciaba hasta llegar poco m\u00e1s arriba de la mitad del glaciar para evitar pasar por la zona de grietas; desde ah\u00ed s\u00f3lo quedaba cruzar el hielo diagonalmente manteniendo la cima al frente para llegar al emplazamiento del \u00faltimo campamento, el C3, en aproximadamente dos horas; de esta manera la cima quedaba a s\u00f3lo un d\u00eda de distancia.<\/p>\n

El \u00faltimo tramo<\/b><\/p>\n

Calculamos realizar llegar al C3 en menos de las dos horas previstas. Nada m\u00e1s errado que esto. Despu\u00e9s de subir por la arista nos enfrentamos, ahora s\u00ed, con la magnitud del glaciar. Aunque pod\u00edamos ver nuestro destino ilusoriamente al alcance de la mano, con cada paso que d\u00e1bamos parec\u00eda alejarse m\u00e1s. Para nuestra fortuna, la nieve era menos profunda de lo que esper\u00e1bamos, unos 50 cm en promedio. A veces era hielo lo que pis\u00e1bamos y el paso se volv\u00eda peligroso. La enga\u00f1osa suavidad de la nieve pod\u00eda hacernos sentir seguros pero cada vez que cruz\u00e1bamos uno o dos metros de hielo la situaci\u00f3n se volv\u00eda contra nosotros. Un resbal\u00f3n y s\u00f3lo el suelo varios kil\u00f3metros abajo nos detendr\u00eda, no obstante nuestra preparaci\u00f3n y precauciones tomadas. Los nervios iban de punta.<\/p>\n

Nos turnamos muchas veces para ir abriendo paso. Descans\u00e1bamos cada vez con m\u00e1s frecuencia y el d\u00eda se terminaba. El “una hora m\u00e1ximo” se estaba desintegrando en las garras de la realidad. Todos ascend\u00edamos y todos \u00e9ramos los agotados. Por fin, ya con un sol crepuscular a nuestras espaldas, uno a uno fuimos saliendo del interminable glaciar. No obstante nuestro objetivo se manten\u00eda lejos. Todav\u00eda nos faltaba subir otros 300 o 400 metros antes de tirar a un lado las cosas y gritar “¡Llegamos!” La monta\u00f1a nos acababa de recordar una enorme lecci\u00f3n de humildad, axioma que deber\u00eda estar presente en cada monta\u00f1ista, y el precio hab\u00eda sido un agotamiento casi extremo.<\/p>\n

\u00daltimo campamento<\/b><\/p>\n

Todav\u00eda ten\u00edamos que derretir hielo para rehidratarnos y comer algo. La verdad es que no ten\u00edamos energ\u00edas ni siquiera para organizar nuestro campamento. El glaciar hab\u00eda extra\u00eddo la \u00faltima calor\u00eda de nuestros cuerpos; si derretir hielo para preparar agua potable se nos tornaba insoportablemente desgastante, no lo fue menos preparar el terreno para las tiendas, tarea que se hab\u00eda vuelto prodigiosa a \u00e9stas alturas (a poco m\u00e1s de los 5,000 metros). Necesit\u00e1bamos descansar cuanto antes. A rega\u00f1adientes comimos cualquier cosa, at\u00fan o jam\u00f3n, ya que bajo estas especiales circunstancias el hambre no suele ser una visita frecuente. Despu\u00e9s de preparar de mala gana la tienda simplemente me guard\u00e9 en la bolsa de dormir y me olvid\u00e9 de todo. Afuera hac\u00eda un fr\u00edo intenso y no quedaban ganas ni para platicar con el compa\u00f1ero.<\/p>\n

Despertamos s\u00f3lo porque la luz hab\u00eda llegado con el siguiente d\u00eda, creo que nadie escuch\u00f3 despertador alguno. De cualquier manera era d\u00eda de descanso. S\u00f3lo hasta este momento recapacitamos en la gran fortuna que hab\u00edamos tenido al no habernos enfrentado con las nubes caracter\u00edsticas de la cota por donde and\u00e1bamos. No menos extra\u00f1o nos pareci\u00f3 al reconocer los alrededores que ninguna formaci\u00f3n nubosa se divisaba en kil\u00f3metros a la redonda. Tal parec\u00eda que hab\u00edamos llegado al lugar previsto en el momento adecuado.<\/p>\n

En este punto est\u00e1bamos justo entre la cima del San Jos\u00e9 y la del Marmolejo, un collado conocido como el Portezuelo y que es frontera entre Argentina y Chile. Un andinista chileno nos hab\u00eda hecho una c\u00f3mica petici\u00f3n: “Por favor pongan las carpas del lado chileno y el ba\u00f1o del lado argentino”.<\/p>\n

El volc\u00e1n San Jos\u00e9<\/b><\/p>\n

A pesar de estar tan cerca del Marmolejo, a\u00fan no lo hab\u00edamos visto del todo. Se hizo necesario una excursi\u00f3n a las lomas que se interpon\u00edan para verlo en todo su esplendor. Impresionante. Un trapecio gigantesco erguido a imponentes 6,100 metros. Glaciares inmensos a todo su derredor, lagunas color turquesa al final de estos, nieve hasta la cima. En suma, una monta\u00f1a hermosa y desafiante. As\u00ed mismo, caminamos un poco entre las dos monta\u00f1as en direcci\u00f3n a Argentina para ver que se pod\u00eda divisar desde estas alturas. No hab\u00eda sorpresas, s\u00f3lo el paisaje inh\u00f3spito caracter\u00edstico de semejantes altitudes.<\/p>\n

Deb\u00edamos mantener la calma y planear las cosas bien. Nuestro primer objetivo era la cima del volc\u00e1n San Jos\u00e9. Con el nuevo d\u00eda nos alistamos para subir. La ruta no parec\u00eda demasiado dif\u00edcil, por lo menos no en apariencia, pero despu\u00e9s de la lecci\u00f3n reci\u00e9n recibida sab\u00edamos que deb\u00edamos esperar casi cualquier cosa.<\/p>\n

D\u00eda de cima<\/b><\/p>\n

Nuestro principal enemigo en ese momento se materializ\u00f3 en el intenso fr\u00edo que reinaba. Tra\u00edamos agua que en las mochilas de ataque ya se estaba congelando, clara indicaci\u00f3n de temperaturas bajo cero. El viento era fort\u00edsimo y no dejaba que uno estuviera parado sin tambalearse de un lado a otro, lo que de vez en cuando arrancaba comentarios c\u00f3micos pues nos hac\u00eda parecer borrachos. Atravesamos un arenal, rocas sueltas y tuvimos que rodear por el borde un enorme cr\u00e1ter que emanaba bocanadas de azufre.<\/p>\n

Por fin, pasadas las once, llegamos a la cima. Estamos a 5,830 metros. La emoci\u00f3n de ver todo bajo nosotros era incontenible; nos abrazamos y felicitamos. Fotos y m\u00e1s fotos, con la bandera de M\u00e9xico, sin la bandera, cualquier foto era buena. La visi\u00f3n de los dos cr\u00e1teres junto a nosotros era lo m\u00e1s maravilloso que hab\u00edamos visto adem\u00e1s del Marmolejo frente a nosotros, esper\u00e1ndonos. No pod\u00edamos quedarnos arriba mucho tiempo pues la racha de buen tiempo pod\u00eda terminar ese mismo d\u00eda. Por otro lado, dos de nuestros compa\u00f1eros comenzaban a presentar algunos malestares en apariencia propios de la altitud, no obstante nuestra aclimataci\u00f3n.<\/p>\n

Sue\u00f1os y realidad<\/b><\/p>\n

Ahora, tras haber logrado terminar uno de los objetivos de nuestra expedici\u00f3n, s\u00f3lo era cuesti\u00f3n de d\u00edas culminar la siguiente cima, pero esa cumbre que se nos fue de las manos. Uno de nosotros ya no estaba en condiciones de un esfuerzo m\u00e1s. Su energ\u00eda se hab\u00eda disipado justo a la llegada cima del San Jos\u00e9 debido al extremo esfuerzo al que nos hab\u00edamos visto sometidos. Otro presentaba un intenso malestar en las v\u00edas respiratorias: tos, dolor de garganta; y una irremediable mengua de energ\u00eda. Ni a\u00fan con el descenso al C3 su condici\u00f3n mejor\u00f3. Esto cambiaba radicalmente los planes. Por un momento se contempl\u00f3 la posibilidad de esperar un d\u00eda m\u00e1s para observar alguna mejor\u00eda. Pero las afecciones no parec\u00edan disminuir.<\/p>\n

Por otro lado nos encontramos con una terrible realidad: el clima volv\u00eda a tornarse en nuestra contra y permanecer ah\u00ed en espera de una mejor\u00eda supondr\u00eda una merma en los alimentos destinados al ascenso del Marmolejo. No obstante nuestros concienzudos planes y la organizaci\u00f3n log\u00edstica, nos dimos cuenta que si quer\u00edamos permanecer los d\u00edas necesarios para completar la segunda cima tendr\u00edamos que enfrentarnos, tarde o temprano, con una escasez de comida.<\/p>\n

Descendimos, y m\u00e1s por la seguridad de nuestros compa\u00f1eros enfermos que por el hambre que podr\u00eda afectarnos despu\u00e9s. Seguro que a nadie hubiera importado apretar el est\u00f3mago con tal de seguir adelante. Pero hab\u00eda que mantener la cordura y ubicarnos manteniendo la unidad del grupo. Primero estaba la salud.<\/p>\n

Hacia la base<\/b><\/p>\n

Ese mismo d\u00eda, bajando de la cima, se tom\u00f3 la decisi\u00f3n de regresar cuanto antes as\u00ed que ni siquiera nos quedamos a descansar. Cre\u00edmos bajar en m\u00e1ximo dos d\u00edas, era el glaciar, el arenal, la rampa y una tortuosa pendiente antes de llegar al refugio. Cuando dos personas no se encuentran en las mismas condiciones que el resto del grupo, es de esperarse que el descenso se torne lento. Pero para nuestra sorpresa hicimos much\u00edsimo menos tiempo de lo que pensamos.<\/p>\n

Con las \u00faltimas luces del d\u00eda, bastante cansados pero aliviados, escuchamos un sonido como de campana que proven\u00eda del refugio. Era el Sr. Nelson, acostumbrado visitante del refugio, que tocaba con un palo un trozo de v\u00eda f\u00e9rrea colgado junto a la puerta en se\u00f1al de felicitaci\u00f3n reservada s\u00f3lo a los que vuelven de la cima. Recuerdo que hasta el clima nos premi\u00f3 con un regalo muy especial: antes de que el sol se ocultara parec\u00eda rodearnos un halo de luz verde. A todos nos llam\u00f3 la atenci\u00f3n pero nadie supo explicar la raz\u00f3n de \u00e9ste fen\u00f3meno. Quiz\u00e1 ven\u00edamos a\u00fan con el \u00e9xtasis de la cima en nuestra mente y ve\u00edamos todo color de rosa, o en este caso, extra\u00f1amente verdoso.<\/p>\n

Esa noche la pasamos estupendo, sentados en una mesa y comiendo bien. La tos de uno y el agotamiento del otro comenzaban a ceder. Dormimos como reyes, sin preocuparnos por el viento de fuera, ni por los ruidos extra\u00f1os, ni por nada. Simplemente descansamos.<\/p>\n

La monta\u00f1a pendiente<\/b><\/p>\n

Temprano del d\u00eda siguiente partimos hacia Ba\u00f1os Morales, con una monta\u00f1a en nuestro haber y otra en la lista de pendientes. Sobra decir el despilfarro de gritos y porras cuando nos encontramos abajo, cuando pudimos decir: “lo logramos y hemos regresado sanos y salvos”.<\/p>\n

Constituy\u00f3 esta experiencia el mejor bautizo andino que pudimos haber recibido los novatos. Con orgullo dimos un \u00faltimo vistazo al San Jos\u00e9, que ahora se nos presentaba como una monta\u00f1a amiga, digna del m\u00e1ximo esfuerzo que uno pueda dar por alcanzarla.<\/p>\n

Participantes<\/b>: Joaqu\u00edn Durand, David L\u00f3pez, Juan Cabello, Claudia L\u00f3pez de Lara y Octavio Mancilla, Salvador Mendoza y Raymundo Arciniega (jefe de la expedici\u00f3n). Diciembre de 1999. \n <\/p>\n

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Localizaci\u00f3n del Nevado San Jos\u00e9, en los Andes chilenos<\/p>\n

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Esta pared abarca gran parte del paisaje por la ruta que íbamos siguiendo. En la parte alta podíamos ver, un poco más atrás, la cima, con la forma de un domo y constantemente azotada por nubarrones que a veces tomaban formas caprichosas, casi irreales. Y mientras, nosotros simplemente disfrutando de la vida a nuestra muy especial manera. <\/i><\/div>\n

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