{"id":11399,"date":"1999-09-01T00:00:00","date_gmt":"1999-09-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11399"},"modified":"2003-04-01T00:00:00","modified_gmt":"2003-04-01T00:00:00","slug":"candamena_la_barranca_de_las_cascadas","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/1999\/candamena_la_barranca_de_las_cascadas\/","title":{"rendered":"Candameña: la barranca de las cascadas"},"content":{"rendered":"
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Esta narración está compuesta de dos relatos escritos por dos personas. Para hacer más completa la narración, se ha preferido intercalar los textos. De esta manera, el texto en letra normal ha sido escrito por Oliver López mientras que el texto en cursivas es de Carlos Rangel.<\/em> <\/p>\n

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\"\" —¡Ti-ti-ri-ti-ri-ti!, ¡qué frío hace! <\/p>\n

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Estoy todo mojado, casi no me toca espacio bajo la manga para cubrirme de la lluvia y siento que el frío me llega hasta los huesos. <\/p>\n

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—Júntense un poco más que me está cayendo toda el agua en la cabeza. <\/p>\n

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Hace varios días que comenzamos la marcha a través de la sierra, desde el principio sabíamos que sería difícil el progreso por lo abrupto del terreno y sobre todo por las lluvias, que caen como reloj a las tres de la tarde todos los días. Hemos estado buscando exhaustivamente un paso que nos lleve más allá, sin conseguirlo. Por el momento todo lo que nos preocupa es calentarnos, pues hemos estado bajo la lluvia durante un buen rato. <\/p>\n

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Frente a nosotros, apenas cruzando el río, se yergue imponente el Gigante, con sus 885 metros de verticalidad, de rasgos poco accesibles. Hemos observado esta mole de roca durante un buen rato y todavía no conseguimos idear una ruta por la cual pudiese ser escalado. Sin duda debe haber sido una tarea sumamente ardua su conquista. <\/p>\n

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Los escaladores se pasaron tres días escudriñando la pared con un pequeño telescopio para hallar la ruta más factible. El mirador de Huajumar había sido su base y cuando al fin decidieron dirigirse a la pared no tenían más avance en una ruta lógica que un conocimiento más detallado de la pared entera, pero no había una sola ruta lógica. Simplemente cruzaron el río e iniciaron la ascensión por donde les pareció menos improbable. Sin embargo, la búsqueda de la ruta fue ardua, minuciosa y continua durante toda la escalada. Este año (1999), Carlos y Cecilia quisieron repetir la ruta que habían abierto el año pasado, pero incluso ellos no pudieron hallarla con facilidad.<\/em> <\/p>\n

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También cruzando el río, pero un poco más a la izquierda, como escondida, está la cascada de Piedra Volada, bellamente enmarcada por la imponente sierra de Chihuahua. Sin duda este es un gran escenario para ser contemplado con los ojos y el corazón bien abiertos. No obstante, tal vista se ve opacada por las preocupaciones que nos provoca el peligroso aumento en el nivel del río: si las lluvias siguen con esta intensidad, será imposible continuar con la exploración pues se tornaría sumamente peligroso. <\/p>\n

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Llegamos a la ciudad de Chihuahua en donde Carlos Rangel, jefe de la expedición, nos esperaba ya. En esta expedición Carlos jugaba el papel de observador, pues desde el principio la exploración se había concebido como un proyecto propio de los integrantes del curso de Exploración, así que éramos nosotros quienes escogimos el destino de la exploración, su duración, la ruta a seguir y tomábamos todas las decisiones. Carlos era, por decirlo así, un "invitado" que sólo tomaría el mando si las cosas se ponían realmente serias: aprendíamos a ser exploradores haciendo exploración. No había otra manera. <\/p>\n

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Después de recorrer brevemente las bellas calles de la ciudad, Carlos nos condujo a la casa de un amigo suyo, hasta ese momento nadie sabía de quien se trataba y no prestamos más atención al asunto. Llegamos a una casa de bonita apariencia, de dos pisos y bastante amplia. No había nadie, pero de todos modos entramos porque Carlos tenía llave. Nos instalamos y mientras algunos estudiábamos los mapas, otros fueron a comprar víveres. Estábamos inmersos en esto cuando la puerta se abrió y al cruzar el umbral un hombre alto, robusto y de apariencia agradable, Carlos dijo al momento, les presento a mi amigo: Carlos Lazcano. <\/p>\n

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Ese nombre no me era desconocido en lo absoluto, pues se trataba nada más y nada menos que de el primer mexicano en posar su pie a una profundidad mayor de mil metros en la cima Berger, Francia. Compañero de Carlos Rangel durante la Caminata de las Californias a lo largo de toda la península de Baja California, primero en descender las cascadas de Basaseachi y Piedra Volada, es casi un personaje de leyenda. Como yo había practicado espeleología antes de entrar al Grupo de Exploración, tenía más referencias de él en cuanto a espeleología, así que fue todo un honor conocerlo. Era una persona de gran calidad humana. Lazcano nos hospedó en su casa durante dos días y nos comentó sobre sus exploraciones en la zona dándonos algunos consejos útiles, de hecho nos invitó a conocer a los escaladores que están abriendo rutas en la zona cercana de Basaseachi para darle un pegue a esta nueva zona de escalada. Hasta nos regaló un libro autografiado que escribió sobre la barranca de Candameña y del cual tomamos el nombre para el presente artículo. Nuestro agradecimiento y más profundo respeto a este hombre. <\/p>\n

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BASASEACHI<\/p>\n

Dos días después, bajábamos del autobús en el pueblo de Basaseachi. Un hombre se nos acercó y con ese olor característico del alcohol, nos dijo que él nos podría guiar hasta la cascada de Basaseachi. Nos negamos y comenzamos a caminar por una carretera amplia hacia la cascada. Aun desde la distancia, se hacen patentes las impresionantes fuerzas que modelan este hermoso paraje de la Sierra Tarahumara: el agua crea un estruendo que es posible escuchar mucho antes de que el ojo divise el imponente salto de agua; de esta forma, el ánimo y la curiosidad aumentan hasta que uno está al borde de un precipicio donde el agua desaparece. <\/p>\n

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Lo que se percibe es el río aproximándose irremediablemente hacia la barranca y que luego desaparece, pero la caída de agua propiamente dicha no es apreciable en toda su magnitud desde este mirador por lo que después de deleitarnos con la vista de la barranca y sus paredes, buscamos un punto más apto para contemplar la cascada. El resto del día lo pasamos yendo de un punto a otro en busca de la mejor foto posible. Aunque todas eran buenas. <\/p>\n

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Durante la noche, después de haber preparado una abundante cena, discutimos los planes para el día siguiente. Habría un líder por día que se encargaría de trazar un objetivo a cumplir durante la jornada. Le acompañaría el líder del día siguiente para que hubiera continuidad en el plan general. Para los primeros dos días fuimos elegidos Armando y yo. Nuestro objetivo en el primer día era encontrar una ruta para llegar a la cima del Gigante para contemplar desde allí la cascada de Piedra Volada y, sobre todo, evaluar las condiciones de paso en el fondo de la barranca. Para el segundo, deberíamos establecer un campamento en el interior de la barranca, rumbo a la población Candameña, en el fondo de la barranca. <\/p>\n

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Los planes, sin embargo, iban a cambiar porque la sierra es totalmente fotogénica y todos querían tomar la mejor fotografía desde los mejores lugares y eso llevaba tiempo. Así transcurrió el primer día y, por supuesto, no llegamos al Gigante. Armando, Beto y Nancy buscaron un lugar donde pasar la noche y lo hallaron, pero Armando se hizo una fea cortada con un vidrio en el codo, herida que lo limitó bastante durante el resto de la exploración. <\/p>\n

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Esa noche hicimos una especie de mesa redonda para evaluar lo que llevábamos hecho y nos comprometimos a apresurar el paso y recuperar el tiempo perdido. Yo guiaría al día siguiente hacia la cumbre del Gigante. <\/p>\n

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EL GIGANTE<\/p>\n

Por fin partimos hacia el Gigante, sin embargo, llegar a él resulto ser más difícil de lo que habíamos planeado. Tras andar por varias veredas y después de interpretar los mapas, tomamos la dirección adecuada. Nunca dejamos de toparnos con una avalancha de señalamientos puestos por una empresa de ecoturismo de la zona y eso nos desagradó: la sierra perdía el encanto de lo desconocido. <\/p>\n

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Fuimos a un mirador desde el que se ve el fondo de la barranca, pero para ello nos tuvimos que desviar un kilómetro y medio. Horas después, llegamos al río de Piedra Volada, que conduce directamente a la cascada del mismo nombre y que cae 453 metros en vertical. Poco después estábamos de nuevo por encima de los peñascos, pero no podíamos seguir. Una barranca profunda nos cortó el paso. Era muy tarde para poder llegar a la cumbre de El Gigante y regresar a nuestro campamento, así que decidimos regresar. Finalmente, el objetivo de ver el fondo de la barranca estaba cumplido gracias al mirador que habíamos visitado. <\/p>\n

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EN LA BARRANCA<\/p>\n

Al día siguiente nos internamos por fin en la barranca. El avance fue rápido. Hubo que realizar varios cruces del río para encontrar las veredas que en su mayoría son transitadas solamente por animales de carga perdidos o silvestres. Al atardecer llovió y descubrimos que sería un elemento que nos impediría la progresión, por el aumento del cauce del río y porque las veredas son casi intransitables por el lodo que se forma en ellas. Las veredas son tan angostas que muchas veces solamente se puede seguir caminando en ellas poniendo un pie frente al otro. <\/p>\n

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Ese cruce del río al atardecer fue bajo la presión de la lluvia: teníamos que pasar antes de que las rocas se hicieran demasiado resbaladizas. Me quité las botas y brinqué de roca en roca con la mochila puesta. Cada brinco era doloroso en las plantas de los pies, pero era la única forma de pasar sin resbalarse. Como todos los cruces de río que uno tiene que pasar con rapidez, éste tenía su paso difícil que nos dificultaba llegar a la otra orilla: a siete metros de la orilla y sobre aguas turbulentas, teníamos que escalar una roca de casi dos metros completamente mojada. Hice un esfuerzo y a base de pura fuerza de brazos, pude llegar arriba. Los demás fueron izados en medio de la tormenta que se había desatado.<\/em> <\/p>\n

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Establecimos un campamento bajo la protección de una cueva formada en las paredes superiores de la barranca, la cual tuvimos que limpiar de un sin fin de excremento de animales que nos estorbaban para poder acomodar nuestras cosas. Esta tarea que en un principio fue bastante desagradable se convirtió en toda una orquesta de carcajadas cuando Pavel y Lumi se pusieron a jugar baseball con aquellos desechos. Aprovechamos el tiempo platicando, bromeando, descansando y finalmente gozamos de una excelente comida cortesía de la experiencia culinaria de Chema. <\/p>\n

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Al día siguiente formamos un grupo de avanzada que marchara por delante y encontrase un paso. Paco y yo nos ofrecimos de voluntarios y comenzamos a explorar las distintas posibilidades que presentaba el terreno. <\/p>\n

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En esta temporada, el río está tan crecido que es imposible cruzarlo como se hace en temporada de secas, así que nos veíamos obligados a caminar por las pendientes de la barranca, aunque ello supusiera estar muy arriba y luego muy abajo. No teníamos otra alternativa. Sobre la pendiente seguíamos las veredas de animales que, ocasionalmente, se volvían bastante amplias. A veces teníamos que inventar el camino y llegábamos adonde queríamos. <\/em><\/p>\n

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Esto de inventar el camino que uno anda es algo complicado para quien está acostumbrado a andar siempre por caminos con señalamientos. En un terreno como el que estábamos, no había tales y por lo tanto dependíamos exclusivamente de las decisiones que tomáramos en base a la observación del terreno y a la interpretación de los mapas, que pronto dejaron de ser útiles: estábamos en el fondo de una barranca y no teníamos más camino que seguir hacia abajo.<\/em> <\/p>\n

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\"\"DECISIONES<\/strong><\/p>\n

Siento estar a punto de caer en una trampa. Y es que el lugar es un callejón: de donde venimos hemos hecho ya varios cruces que, con una lluvia fuerte, quedan cerrados. Pero aún sin esa lluvia, lo que tenemos por delante es espectacular: la barranca deja de tener laderas y el río, de repente, entra a un cañón abrupto donde la corriente es muy fuerte. El gradiente del río es enorme y detrás de estos rápidos se aprecia una bajada grande. En caso de pasar por aquí, ¿qué nos esperaría más adelante?<\/em> <\/p>\n

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Carlos está parado sobre una roca con la mirada clavada en algún punto del río. La lluvia cedió hace algunos minutos y los demás están instalando el campamento. En su cara puedo ver claramente que algo le preocupa. Me acerco lentamente y cuando por fin llego junto a él, me dice con una voz calmada pero que revela cierto nivel de ansiedad: "No se va a poder". Esta era la primera vez que se intentaba el recorrido de la barranca durante la época de lluvias, y es por una simple razón; con una buena lluvia el nivel del río puede aumentar hasta en siete metros, obligando a cualquiera que se encuentre cerca de su orilla a huir lo más rápido posible a las tierras altas. Los días anteriores ha llovido con singular fuerza, antes de salir nos decía la gente de la ciudad que todo lo que no había llovido en los años anteriores (Chihuahua tenia dos años de sequía extrema) estaba lloviendo ahora. Con esa corta frase Carlos me lo había dicho todo, la situación es delicada. <\/p>\n

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Me quedo de pie junto a él, compartiendo esa clase de desconcierto que se siente cuando podemos ver que un sueño anhelado se desvanece. Me siento un poco decepcionado pero sobre todo me siento furioso por que sé que nada se puede hacer, nosotros no podemos controlar a la naturaleza. Me imagino que éste es el mismo tipo de impotencia que debe sentir un alpinista cuando al estar a algunos cientos de metros se ve obligado a descender ante una tormenta. A veces el corazón del hombre sobrepasa por mucho sus capacidades, nuestro espíritu nos dice "sigue", mientras que la naturaleza nos grita "¡regresa!" <\/p>\n

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Carlos nos dice que continuar por la barranca es imposible, así que debemos contemplar la retirada. Sin embargo, retirarnos no significa en lo absoluto tirar la toalla. Hay otras opciones. <\/p>\n

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La primera es la más obvia: regresar por el mismo camino que hemos recorrido y aunque no me apetece, cumplo con mencionarles esa opción. La segunda es subir por una de las pendientes de la barranca hacia Huajumar, en un terreno que no conocemos y en el que no existen veredas. La última es dirigirnos hacia Candameña, nuestro objetivo, por una serie de quebradas bastante intrincadas que nos tomarían un tiempo no conocido en un terreno no transitable. Una locura, pero la decisión es de ellos. Lo único que espero es que recuerden siempre que la única manera de fracasar es rindiéndose.<\/em> <\/p>\n

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Una decisión debe ser tomada, nos sentamos todos en consejo para determinar lo que vamos a hacer. Pero no es fácil; hemos desechado ya el regreso sobre nuestros propios pasos, así que nos quedan dos opciones: Huajumar o Candameña. Un silencio penetrante en la obscuridad de la barranca, da un cierto aire histriónico a la cara de cada uno de los que ahí, decidían más que un recorrido. Lo que se decide es quien tiene esa capacidad de ser un explorador y quien no, quien tiene el coraje de perseguir el éxito y quien se conforma con la sombría compañía del fracaso. <\/p>\n

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Los que ahí encontraron el valor para seguir adelante en la sierra, quizás hayan encontrado el valor para vivir, pues la vida le pertenece solamente a aquellos osados que han decidido robársela para sí mismos, de aquellos quienes con estrepitosa voz rompen el silencio de la muerte y vociferan a lo alto ¡estoy vivo!, a ellos pertenece y nada más. <\/p>\n

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Es el montañismo una curiosa actividad a la cual dedicarse, continuamente nos enfrenta ente el más temible monstruo de nuestras pesadillas, nos enfrenta a nosotros mismos y en este enfrentamiento a veces corremos despavoridos ante tal visión. Son decisiones como éstas las que templan el alma de los hombres arrojándolos a la máxima luz o a la suprema sombra que en ellos se puede crear, son batallas épicas que tienen lugar en el interior de cada uno de nosotros en la sierra o fuera de ella. <\/p>\n

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Son momentos en los que el hombre puede elevarse sobre su propio ser para ver más allá, son momentos en los que la humanidad ha conseguido sus más valiosos logros, pues solo en esos momento es la vida del hombre un hermoso barro que en sus manos puede transformace en lo que él quiera. Tales son esos momentos y aquellas decisiones. <\/p>\n

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Al final, decidimos no bajar la guardia, sino todo lo contrario: iríamos a Candameña. <\/p>\n

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UNA PARED QUE NO TERMINA<\/strong><\/p>\n

Comenzamos a caminar con el alba, el ambiente es húmedo y se puede percibir un aroma a fresco en el aire, definitivamente es un día excelente para luchar con el destino. Durante toda la salida habíamos sido nosotros mismos quienes decidían el camino, pero en este punto Carlos debe tomar el mando porque lo que nos espera es un ascenso por una ladera de la barranca que quizá termine en pared. Y lo tenemos que hacer en un día. <\/p>\n

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No consulté los mapas porque en realidad no servían para lo que íbamos a hacer. Durante todos los días que habíamos estado en la sierra, me había fijado en todo tipo de senderos de animales, en las paredes rocosas que formaban la parte superior de la barranca y que cerraban constantemente el paso hacia lo más alto. Iba a ser muy tardado y pesado, pero no difícil. Lo único que temo es que al final de todos los esfuerzos, terminemos bajo una pared que no podamos escalar y tengamos que emprender el regreso al fondo de la barranca.<\/em> <\/p>\n

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Impresionante, es simplemente impresionante ver a Carlos abriendo ruta, lo ve, huele, oye y siente todo; su imagen se semeja a un puma en busca de su presa. Esta es la primera vez en que aprecio a Carlos usando todas sus habilidades. <\/p>\n

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El camino por el que iniciamos fue un sendero que se borró al cabo de pocos metros. Después, debíamos abrir camino y marcarlo para poder bajar por el mismo sitio si es que no podíamos subir más. Esa labor de marcaje es especialmente cansada: uno corta ramitas aquí y más allá, todas del mismo lado, todas indicando una dirección determinada. Pero a veces las ramas son fuertes o lo que existen son zacatales y entonces hay que anudar los pastos y que ese nudo apunte en la dirección deseada. A veces aparecían grandes espacios de rocas sueltas, como si hubieran sido morrenas de glaciar. Entonces debíamos dar distancia entre uno y otro para prevenir una caída de piedras. Eso hizo más lento el avance y me distancié del último por muchos metros.<\/em> <\/p>\n

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Como sabíamos lo ardua que iba a ser la jornada dejamos lo que no fuera necesario, incluyendo el agua pues se podía conseguir en el camino. Las horas pasan y la sed aparece rápido. Bastante tiempo después, junto a una pared, veo un escurrimiento de agua. Nunca antes había imaginado que lamer una pared podría llegar a ser algo tan reconfortante, y digo lamiendo pues es la única manera en que se podía conseguir un poco de ese preciado líquido. Carlos se adelanta a inspeccionar el camino con Pavel mientras que los demás al alcanzarme se unen a mí en esa cómica actitud de lamedor de paredes. <\/p>\n

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Después de cuatro horas, llegamos a una pequeña terraza casi plana. Casi para instalar una casa. O al menos así lo pensarían los tarahumares. Pero no hay nada. A un lado, un voladero que cae a la barranca y frente a nosotros la ladera continúa hacia una pared. ¿El retorno? No. Hay que averiguar más, hay que mirar con más detenimiento. Es posible que en aquella parte, ahí donde la vegetación de la enorme terraza donde caminamos se une a la terraza superior, haya un paso. Es posible.<\/em> <\/p>\n

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Hemos caminado como unas diez horas y todavía no esta claro como le vamos a hacer para salir. Estamos cansados, algunos empiezan a deshidratarse y no hemos encontrado aun la salida de la barranca. Aún entonces, cuando comienzo a renegar contra el cielo, poso mi mirada en el horizonte y quedo impresionado por las maravillas que se muestran ante mí. En un alto, Carlos nos invita a comer tréboles silvestres. ¡Qué rico sabe un trébol cuando no se ha comido en horas! Guardo algunos y continuo en mi pesado caminar tratando de mantenerle el paso a Pavel que pareciese no estar cansado en lo absoluto. Entre los tres (Carlos, Pavel y yo) vamos abriendo ruta, tenemos que ir dejando señales para los demás, romper algunas ramas, separar la vegetación y todo esto hacerlo manteniendo un buen ritmo de avance pues la tarde se nos viene encima, y con ella, la lluvia. <\/p>\n

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Estamos ya muy arriba. Todo el tiempo nos hemos guiado por la altura del Gigante. Sabemos que el lugar al que ascendemos es mucho más alto que esa mole de roca, así que cuando estemos por encima, debe faltarnos poco, aunque no sabríamos cuanto. Es la tercera vez que exploro un camino y encuentro una pared como única vía de ascenso. Escalar es algo que nos gusta, pero no en estas condiciones y sin equipo para hacerlo. Sin comentarlo siquiera, siempre me dirijo a otra y otra opción de salida. Tenemos que salir de aquí.<\/em> <\/p>\n

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La preocupación se proyecta en el rostro de todos, estamos ante el ultimo trecho y no podemos encontrar una vía accesible, todas las rutas visibles nos conducen a paredes demasiado verticales pare ser salvadas sin equipo de escalda. Varios minutos transcurren sin que nada se sepa de Carlos que fue a buscar algún paso, yo me encuentro en un punto intermedio entre Carlos y el resto del grupo, saco algunos tréboles de mi bolsa y comienzo a masticarlos maquinalmente para desvanecer la sensación de hambre, cuando a lo lejos escucho a Carlos gritando: "¡por acá!" <\/p>\n

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Me apresura a alcanzar su posición, es fractible, le digo, pero… no había terminado la frase cuando repuso, ni modo es la única opción. Se trataba de una pared de 70° de inclinación y una dificultad de clase V (aproximadamente 5.6) rociada de cactus y con algunas partes donde la roca se tornaba bastante inestable, todo esto en una escalada de unos 40 metros. <\/p>\n

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Había que darse prisa. No debíamos cometer ningún error. Si no se podía por la vía que yo proponía, entonces habría que hacerlo por un canalón donde bajaría toda el agua de lluvia. Estábamos haciendo lo que solíamos hacer en las prácticas, salvo que teníamos un paisaje sumamente vertiginoso a nuestros pies y que si fallábamos…<\/em> <\/p>\n

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Es en estos momento cuando uno se alegra de haber estado escalando entre semana antes de la expedición, me tomo mi tiempo entre paso y paso pues sé que una caída a esta altura resultaría fatal, sin embargo la escalada se me presenta incluso sencilla, pero cuando volteo para ver a mis compañeros me doy cuenta que algunos de ellos están pasando un rato bastante desagradable. Uno a veces pierde la motivación para entrenar diariamente, solamente cuando vemos con qué facilidad libramos dificultades que antes nos hubieran hecho vacilar, es que apreciamos ese esfuerzo constante. Nos tomó algo así como 20 minutos completar la escalada, tras la cual pudimos ver que estabamos efectivamente fuera de la barranca. Lo único que puedo decir de aquel momento es que estabamos completamente exhaustos. <\/p>\n

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Una vez fuera de la pared, caminé diez metros y dejé mi mochila en el piso para apurar a quienes venían detrás y ayudar a quien lo necesitara. Fueron llegando uno tras otro y los envié más arriba, adonde el terreno tenía menos pendiente. Al final venía Chema, con su inconfundible sonrisa. Salió, dio cinco pasos lejos de la barranca y el aguacero se dejó caer sobre la sierra.<\/em> <\/p>\n

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Nos cobijamos los unos contra los otros bajo la protección de algunos mangas, sin embargo cuando nos percatamos de que no iba a menguar, decidimos continuar la marcha en busca de algún refugio. <\/p>\n

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¡Por fin! Una cabaña de trabajo de campo se presenta ante nosotros como una visión salvadora, justo al anochecer. Bajo un abrigo, nos cambiamos de ropas y entramos poco a poco en calor, mientras un grupo sale en busca de agua. Tenemos mucha hambre pero no podemos comer nada sin agua. El grupo que salió a buscar agua regresa con malas noticias, no hay agua, entonces tampoco habrá comida. Nos acomodamos en la cabaña y en dos tiendas, resignados a que si no podíamos comer o beber, entonces dormiríamos. <\/p>\n

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Al día siguiente nos levantamos tarde con la intención de recuperarnos. Tras guardar nuestras cosas evaluamos de nuevo nuestra situación, no sabemos con seguridad donde nos encontramos, y nos preocupa el hecho de que para llegar a Candameña tendríamos que salvar por lo menos tres barrancas, esto implicaría varias jornadas como la de ayer. Pensamos mucho sobre el asunto decidiendo por fin que tendríamos que dejar a Candameña para otra ocasión, por lo pronto Huajumar se planteaba como una mejor opción en vista de las dificultades que nos esperaban. <\/p>\n

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CONCLUSIONES<\/strong><\/p>\n

No conseguimos llegar al destino planteado, sin embargo experimentamos en carne propia los problemas y la responsabilidad que conlleva el organizar y dirigir una expedición. El grupo maduró bastante durante el desarrollo de la expedición, fortaleciéndose los lazos amistosos que ya nos unían desde Guatemala. Se resolvieron problemas técnicos, se mejoró el uso e interpretación de mapas y la jornada de retirada fue todo un logro técnico y personal. <\/p>\n

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La experiencia adquirida es muy valiosa, pero sobre todo nos demostramos que somos capaces de retos más grandes y que si bien no logramos un éxito total, esta expedición no es más que el inicio de proyectos cada vez más ambiciosos, entre los cuales tendrá que estar el terminar esta hermosa barranca de nombre Candameña. <\/p>\n

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APÉNDICE<\/strong><\/div>\n

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Oliver López Corona<\/em><\/div>\n

HUELLAS DE AYER<\/strong><\/p>\n

En el principio todo era caos… <\/p>\n

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Durante este caos, en plena era terciaria, es que la barranca de Candameña fue creada. Producto de un intenso vulcanismo que levantó a la Sierra Madre Occidental, desde las profundidades de la tierra se vertió sobre esta recién formada zona, grandes cantidades de lava y millones de tonelada de cenizas, así, el caos dio paso al orden y la belleza le acompañó con nombre Rarámuri. <\/p>\n

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Durante diez millones de años fue el silencio su único habitante. Sin embargo, un buen día un pie de ágil y rápido caminar piso esta tierra. Pronto fueron muchos los caminantes; algunos de sus nombres se han perdido para siempre en las arenas del desierto o en las profundidades de las barrancas. Tobosos, pataragüeyes y muchos otros, son ahora un recuerdo impreciso registrado por los misioneros. Algunos más dejaron su huella indeleble nombrando a uno de los ríos más importantes de Chihuahua, los conchos. Los menos, viven aún refugiados por las imponentes paredes de sus majestuosos barrancos como los tarahumares, pimas, huarojíos, y tepehuanes. Chihuahua fue también tierra apache y comanche, más tarde sería igualmente manchega, extremeña, vasca y castellana; finalmente, mexicana. <\/p>\n

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\"\" Con sus leyendas sobre muros cubiertos de plata y sus siete ciudades de oro, Chihuahua despertó la ambición de las españoles. En 1540, el virrey Antonio de Mendoza envió a Francisco Vázquez Coronado a la conquista de aquel reino de fábulas. Pero antes de despertar la ambición, la tierra de indígenas y desiertos despertó en los españoles respeto y cariño como se puede constatar al leer la odisea de un náufrago que llegó a Chihuahua para conquistarla y fue conquistado; su nombre: Cabeza de Vaca. <\/p>\n

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Años después un frágil vasco de 16 años de nombre Francisco de Ibarra, sorprendió al virrey y a Diego de Ibarra, su tío, al conquistar aquellas tierras ignotas del norte, fundando villas y descubriendo minas a su paso. Los años y los conquistadores pasaron hasta que, el 30 de abril de 1598, Juan de Oñate pusiera fin al siglo de las conquistas del norte con la toma de las misteriosas tierras de Nuevo México. <\/p>\n

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Se dice que Juan Rangel de Biezma, quebró un buen día una piedra y con el centellar de la plata se pobló una tierra hasta entonces desolada que posteriormente se llamaría San José del Parral. El inagotable río de plata que naciera en aquel lugar consolido el nacimiento de una nueva y rica provincia de nombre Chihuahua. <\/p>\n

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Siguieron años de apogeo económico, pero también de inestabilidad política, hasta que al ser bautizada con la sangre de Hidalgo, Chihuahua definió su futuro, un futuro ligado al de México. Durante las guerras que siguieran al pueril estado mexicano, Chihuahua cumplió y cumplió bien. La sangre de sus jóvenes fue derramada durante la Independencia, la invasión francesa, la Reforma y hasta la Revolución. Fue precisamente en la Revolución que una de los más eminentes Chihuahuenses hiciera su aparición: Francisco Villa. Como un tornado arremetió en todo el Norte, derrotando a las fuerzas huertistas y aniquilando los últimos restos de la dictadura. Villa representó para México, y en especial para Chihuahua, la reivindicación del pueblo, la anarquía y sobre todo la esperanza en un futuro incierto pero con seguridad brillante. El Chihuahua actual es moderno y próspero. Sin embargo su historia no termina aún. Lo andado en las últimas décadas es apenas el inicio de un futuro mejor. <\/p>\n

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EL PROYECTO <\/strong><\/p>\n

Dentro de uno de los sistemas orográficos de barrancas y cañones más imponente del mundo se encuentra la barranca de "Candameña". Dentro de la barranca el mayor atractivo además de su impresionante constitución sería la cascada de Basaseachi. La cascada es accesible por carretera, está situada a 274 Km. al oeste de la ciudad de Chihuahua y se encuentra sobre la Barranca de Candameña. Se localiza en las imponentes montañas de la Sierra Madre Occidental. La distancia desde la Capital del Estado vía aérea es de 215 Km. que se recorren en poco más de una hora y vía carretera son 270 Km. de carretera pavimentada que se recorren en 3.5 horas. <\/p>\n

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Basaseachi quiere decir en lengua rarámuri "Lugar de cascada o de coyotes". Está ubicada en una zona que estuvo sujeta a movimientos tectónicos constantes y a grandes fallas geológicas que provocaron intensos fracturamientos en la corteza terrestre en forma de grietas, muchas de ellas descendieron más de 1,500 metros. El agua de la lluvia y las corrientes subterráneas aprovecharon los surcos formados, dando origen a los arroyos, ríos, lagos y cascadas que confluyeron en los cañones ahondándolos más al socavar y erosionar sus cauces. <\/p>\n

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Basaseachi es considerada una de las cascadas más altas de la República Mexicana, con 246 metros de caída libre sobre la barranca de Candameña. La cascada se convierte en la quinta más alta de América y vigésima primera a nivel mundial. Una vereda de 2 kilómetros permite a los excursionistas descender hasta el fondo, a la mitad del recorrido hay un punto que se le conoce como "La Ventana", mirador desde donde se puede contemplar una espectacular vista desde la cascada. Para protegerla fue elevada al rango de parque nacional, abarcando una superficie de 625.53 hectáreas, siendo un gran paisaje de bosques, barrancas y arroyos. <\/p>\n

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La flora en las partes altas de la cascada y en la zona de miradores, es bosque de varias especies de pino y encino principalmente. En la zona baja abundan varias especies de acacias, agaves y los alisos. Su fauna está compuesta por numerosas especies de aves entre los que destaca el águila, los pájaros carpinteros y el guajolote silvestre. Entre los mamíferos tenemos al puma, el venado y la zorra. En la zona base de la cascada y un poco más adentro del Cañon de Candameña existe el lince, jaguar, mapache, nutria y jabalí, entre otros. La zona alta de la cascada y su región de miradores suele tener un clima templado y fresco, muy frío durante el invierno. La velocidad promedio de caída es de 10 metros cúbicos por segundo y su volumen de precipitación es de 765 mm de promedio anual. <\/p>\n

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Dentro de esta barranca se encuentra otra cascada menos conocida pero mayor en majestuosidad a la de Basaseachi: Piedra Volada. Se encuentra ubicada en la Barranca de Candameña a 7 kilómetros de la comunidad de Basaseachi, y se accede a ella por la pequeña comunidad de Huajumar, después de caminar 25 minutos desde donde se deja el vehículo (todo esto por fuera de la barranca). Su nombre se debe a una saliente rocosa, localizada sobre el arroyo llamado Piedra Volada, el cual alimenta a la Cascada. Este arroyo se encuentra en las cercanías de un rancho del mismo nombre. El acceso al área de miradores de la Cascada no fue explorada sino hasta 1995. <\/p>\n

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La Cascada de Piedra Volada tiene una altura de 453 metros y es considerada la más alta de México, además de ocupar el decimoprimer lugar en todo el mundo. En el área de miradores se aprecian íntegros sus más de 700 metros de vertical absoluta que alzan desde el río de Candameña hasta arriba de la cascada, es ahí en donde se extiende el bosque de varias especies de pino y encino principalmente, también se pueden encontrar madroños y juníperos. En la zona baja de la cascada abundan varias especies de acacias, agaves (destacando el sotol) y los alisos. Esta cascada tiene poco caudal, y en la época de estiaje, Piedra Volada desaparece temporalmente, por lo que no es permanente, como Basaseachi. <\/p>\n

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Pero la exploración no termina ahí, pues es probable que a partir de la Barranca de Candameña se pueda accesar al valle de Otachique. Este atractivo turístico se encuentra ubicado a 50 kilómetros de la cascada de Basaseachi, en el Municipio de Uruachi y colinda con las Barrancas de Charuybo y Oteros. Otachique significa "Lugar de Cañas Altas", cuenta con una superficie de aproximadamente 3,000 hectáreas. Se trata de una serie de valles de medianas dimensiones, rodeados de numerosos acantilados, en los cuales se pueden observar diferentes formaciones rocosas con todo tipo de formas caprichosas. Se tratan de rocas volcánicas de 20 millones de años de antigüedad, esculpidas por la erosión. Este valle se encuentra ubicado en las Barrancas de Charuybo y Oteros, las cuales se consideran de las barrancas más profundas de la Sierra Tarahumara. Además cuenta con ruinas arqueológicas del tipo de cuevas con casas de la cultura Paquimé, pinturas rupestres, bellísimos miradores, algunos manantiales de agua potable y termales, hermosos arroyos de aguas cristalinas con una extensa variedad de peces entre las que podemos nombrar a la trucha. Este sitio natural se encuentra rodeado de un paisaje de bosque de pino y encino. En esta región existe una gran variedad de fauna como el venado, jabalí, mapache, oso negro (en vías de extinción), puma, gato montés, y otros mamíferos. También existen varias clases de aves destacando el águila real (en peligro de extinción), halcón, búho, guacamaya, perico, guajolote silvestre y otras. En este lugar la temperatura promedio es de 20 grados centígrados, frío la mayor parte del año. <\/p>\n

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BIBLIOGRAFIA Y MAPAS <\/strong><\/p>\n

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