{"id":11168,"date":"2003-01-15T00:00:00","date_gmt":"2003-01-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11168"},"modified":"2003-03-10T00:00:00","modified_gmt":"2003-03-10T00:00:00","slug":"viajando_por_el_silencio","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/2003\/viajando_por_el_silencio\/","title":{"rendered":"VIAJANDO POR EL SILENCIO"},"content":{"rendered":"
Avanzar el bastón, dar un paso; avanzar el bastón dar otro paso; así nos vamos abriendo paso en este basto océano de arena, viento y silencio llamado Altar.
Ubicado en el extremo noroccidental de Sonora, Altar es el lugar más caliente de todo el hemisferio norte con temperaturas máximas que han llegado a 56.7° C y uno de los más secos con una precipitación anual menor de 52 mm anuales. Altar es una de las regiones más inhóspitas del planeta así como una de las menos exploradas. Aun cuando Francisco Vázquez Coronado lo cruzó alrededor de 1540 y el Padre Eusebio Francisco Kino algunos años después de él; la primera travesía moderna de la cual se tiene registro se dio en 1977 por cuatro universitarios bajo el mando de Armando Altamira. Partiendo del kilómetro 100 de la carretera Sonoita-San Luis Río Colorado, viajando entre los meridianos 113°50� y 114°, llegaron tras cuatro días a Puerto Peñasco completando con ello un recorrido de aproximadamente 80 Km. Posteriormente han habido varias exploraciones como las dirigidas por José Cruz Narváez pero todas ellas se han concentrado en el lado oriental de la reserva.
Después de ser dejados en medio de la nada sobre la carretera, por Francisco Contreras de la oficina del Municipio de San Luis Río Colorado, nos preparamos para comenzar a caminar bajo el embate de un viento tormentoso. Me pongo a la espalda la mochila con más de 25kg de peso y comienzo a avanzar rumbo a una duna gigante de unos 50m de altura. Mi compañera, Elvia Ramírez, avanza muy cerca de mí quizá para protegerse de la arena que se mete por todos lados o quizá para sentir un poco de compañía en medio de esta inmensidad.
La primera hora fue bastante desconcertante, un momento antes estaba en una camioneta platicando sobre los problemas de la frontera mientras que ahora me encuentro leyendo un mapa para determinar el mejor rumbo a seguir. Todas las dudas del mundo se me vinieron encima cuando empezamos a caminar. ¿Estamos preparados? ¿Nos habremos bajado antes? ¿Venimos muy cargados? ¿Y si nos muerde una serpiente? Me duele un poco mi tobillo, ¿y si a la mitad ya no puedo seguir?
Estaba asustado y sentía mucha responsabilidad. No quería que nos pasará algo, definitivamente no estaba dispuesto a morir por cruzar Altar. En mi cabeza se arremolinaban las incontables voces que antes de venir nos decían que era muy peligroso, que no teníamos experiencia, que fuéramos poco a poco, que conociera mejor el desierto, que estaba muy inmaduro… Sin embargo, mientras luchaba con todo esto en mi interior, voltee a ver a Elvia, ella me miró de regreso y algo en su forma de verme me dijo: confía en ti mismo.
Estaba viviendo mi sueño e iba a luchar por realizarlo. Ese fue un punto crucial, en verdad lo más difícil del comienzo para mí fue deshacerme de todas esas personas que venía cargando, de todas esas opiniones, incluso mis pretensiones y expectativas. Una vez que lo logré me sentí sereno y pude empezar a ver, sentir y escuchar al desierto. Más Altar es un lugar tan poderoso que por momentos me sentía completamente intimidado por él. No obstante seguimos caminando, esperando que Altar nos dijera si debíamos seguir o dar marcha atrás.
Del punto inicial hasta la primera línea de dunas, que a lo lejos pareciera más bien un cerro, nos separan unos 20km. Aquí el suelo es completamente arenoso con algunas zonas duras. Todo esta más o menos poblado por arbustos secos que van desapareciendo conforme nos acercamos a las dunas. Aquí y allá rastros de vehículos… ¿narcos?
La temperatura, para nuestra sorpresa es confortable, incluso tenemos que ponernos los rompevientos en lo que entramos en calor pues el viento es muy fuerte. Una de las razones por las cuales pensé en venir a Altar es por que es un misterio. Casi no existe literatura sobre él y la gente que ha venido lo ha hecho en otra zona y en otras épocas, así que no sabíamos bien que esperar. Por ejemplo cuando Altamira vino, en primavera, las temperaturas llegaban fácilmente a los 40° C. Cuando Narváez vino en verano era mayor a los 50° C. Yo por mi parte tuve una experiencia sumamente fuerte cuando fuimos en primavera al desierto de Coahuila, donde aún cuando no teníamos termómetro, estimo que estábamos a poco más de 40° C. Esto fue en un desierto que no es ni tan cálido ni árido como Altar. Así que cuando planeamos la expedición lo hicimos bajo la hipótesis de que la temperatura máxima sería de 30-40° C.
Llego el mediodía y le pregunté a Elvia si quería descansar. Eso era lo planeado, pero dado que el calor era muy leve y nos presionaba que avanzábamos poco aún cuando nuestro paso era rápido, decidimos seguir. Así llegamos para el atardecer a la altura del gran erg que vimos en un principio. En realidad quería llegar a él y no, pues sabía muy bien que pasado ese punto nos internábamos verdaderamente en lo desconocido.
El erg era un coloso impresionante, me hubiera gustado subir hasta su cima, pero sabía muy bien que debía guardar mis fuerzas pues no sabíamos aún lo que tendríamos que pasar. Alrededor, las formas comenzaron a hacerse cada vez más caprichosas, la arena un espectáculo realmente hermoso. Similar a un glaciar, las dunas tienen además algo que no sabría describir, que le hacen sentir a uno que se encuentra en otro planeta. El sol comenzó a descender sobre el occidente. La luna, muy grande y llena, se veía ya con mucha claridad. Nos detuvimos en una hondonada para comer algo y taparnos pues comenzaba a hacer frío. Mientras comíamos unas barras energéticas, pudimos gozar de uno de los más bellos atardeceres que he visto. Me es muy difícil describir los colores, pero la sensación que me provocó, fue de seguridad, como si altar nos diera la bienvenida, incluso más.
�Tómale una foto� me dijo Elvia. Saque la cámara, tomé la foto y a la hora de guardarle dentro de la mochila, descubrí un pequeño escarabajo, que con sus pequeñitas patas dejaba sus huellas impresas sobre la finísima arena del Desierto. Elvia se movió y nuestro amiguito la siguió, se movió de nuevo y la volvió a seguir. Luego le dio por seguir a Elvia y de nuevo a mi.
Cargamos las mochilas, prendimos las lámparas y reanudamos la marcha. Si de día Altar parece un planeta diferente, de noche ese sentimiento se acentúa enormemente. En la noche todo es diferente, la perspectiva cambia, los colores son diferentes y uno se siente más solo que nunca.
�Vamos por allá, por lo plano, luego damos la vuelta en herradura, subimos la arista de esa duna y nos vamos aristeando hasta aquel punto� digo señalando el punto con mi bastón. Sin embargo algunos metros más adelante, lo que parecía plano resulto ser una subida de arena floja. Así nos pasó muchas veces: subidas y bajadas inesperadas, combinadas con arena floja y muchos rodeos, nos retrasaron mucho, a tal grado que cuando nos detuvimos a ver el mapa, sólo habíamos avanzado un kilómetro y medio en mucho tiempo caminado.
Desde que planeamos esta expedición, teníamos dos opciones, una ruta de 80 km lineales y otra de 60 km. Por supuesto que cuando empezamos queríamos hacer la larga, pero ahora el propio desierto nos obligaba a tomar una decisión. A esta velocidad, 1-1.5 km por hora en las dunas y 2-3.5 en lo plano, no llegaríamos a nuestro destino en los dos días planeados. Habíamos pensado en dos días por dos razones. La primera es que pensábamos en el desierto como una situación de sobrevivencia, algo parecido a la zona de la muerte: mientras más rápido salgas mejor. La segunda fue que ése era el tiempo en el que pensábamos poder recorrer la distancia deseada y a la vez el máximo tiempo que pensábamos poder soportar en una situación de esfuerzo continuado con falta de sueño.<\/div>\n

<\/p>\n

En la realidad, Altar nos recibió muy bien, no fue para nada la situación de sobrevivencia que yo esperaba pero el avance en la zona de dunas fue mucho más lento de lo esperado. Con el mapa en mano, nos dimos cuenta de que no saldríamos en menos de tres días, posiblemente cuatro. Como pensábamos caminar toda la noche, no llevábamos ropa de abrigo, bolsas de dormir o casa de campaña, pues nuestro refugio de día lo pensábamos hacer con mantas térmicas. Tres días sin dormir en esfuerzo, es demasiado. Por supuesto que pudimos optar por dormir de día y caminar de noche, pero sinceramente lo que llevábamos de noche que caminando en Altar había sido ya demasiado impactante.
Tengo que admitir, que durante esa noche en el Desierto, sentí un profundo miedo, un miedo primitivo. Nuestra preparación fue desde el inicio para dos días, así que aceptando nuestras limitaciones decidimos continuar con la ruta de 60Km. Aún con ese cambio, estábamos muy cortos de tiempo, si no nos apurábamos, no saldríamos antes de la próxima noche. Esto fue lo que nos obligó a no detenernos, nunca fue el anhelo de poner un récord de tiempo o algo parecido.
Tras nuestra decisión pasamos de la inseguridad y el estrés a la convicción de que todo saldría bien. Por lo menos sólo tendríamos que pasar una noche, no tres, ese sólo pensamiento era tranquilizador.
Navegar por las dunas gigantes de Altar de noche, no es algo sencillo. No tardamos mucho en darnos cuenta de que si usábamos el GPS combinado con la brújula, ahorrábamos mucho tiempo, en comparación de usar sólo la brújula. El uso del GPS es algo polémico. Exploradores de la talla de Carlos Rangel se rehúsan a usarlo. Pero seamos honestos, es más fácil navegar con él, sobre todo en terrenos tan complicados como este, o en selvas muy frondosas, en alta montaña con mala visibilidad. Por supuesto todo se puede hacer con mapa y brújula, pero no por usar GPS nos deslindamos de ellos. Podríamos escalar con botas, como se hacía antes, ¿pero no es más fácil con tenis de escalada? Podríamos asegurar también al cuerpo o entrar en una caverna con velas. Nuestro deporte como los demás, no está exento de ir adquiriendo ventajas tecnológicas. Por supuesto, si barrenamos todo lo que queramos no hay paredes imposibles, pero tampoco habría aventura. Es menester encontrar un equilibrio. Yo creo que el GPS es una herramienta éticamente válida. Pero sobre todo para nosotros fue además de una herramienta de navegación, un elemento importante de seguridad, pues con el podíamos saber cuanto avanzamos, determinar nuestra situación y tomar mejores decisiones.
Así, fue en la oscuridad que cruzamos la mayor parte de Dunas. El tiempo en el desierto, o por lo menos en Altar, transcurre muy lentamente. �Debo llevar como un millón de pasos desde la última cresta�, pensaba, pero al ver el reloj habían pasado sólo unos minutos. Aún ahora hay muchas cosas que no alcanzo a entender por completo de lo que vivimos ahí. Una ocasión me detuve a la mitad de una frase pues me di cuenta de que todo lo que veía, lo que estaba haciendo y diciendo, ya lo había vivido.
Estando ahí comprendí que mi percepción se encontraba alterada, me encontraba como en sueños. ¡Sí!, todo aquello fue un sueño. Un día me fui a dormir en un hotel barato de San Luis Río colorado y al despertar recordaba haber soñado que cruzaba Altar. Ese sentimiento lo tengo incluso mientras escribo estas páginas, es por eso que me cuesta tanto hacerlo. ¿Qué fue lo que realmente pasó?
Nos detuvimos un poco antes del amanecer, pues parecía que mientas siguiéramos caminando el sol nunca saldría y ya queríamos salir de las tinieblas. Queríamos ver un mundo al cual pudiéramos reconocer. Envueltos en mantas térmicas, calados por el frío, esperamos al sol. Debo haber dormido como nueve horas, me siento muy bien.
�¿Qué hora es? � me pregunta Elvia. Al contestarle veo que sólo han pasado veinte minutos.
Y como lo esperábamos, al dejar de caminar el sol salió y con él, recobramos las fuerzas. Nos encontrábamos ya en el terreno plano, muy parecido al del inicio. A unos cientos de metros detrás de nosotros se levantaba una cadena de dunas que llegaban más allá de donde mi vista alcanzaba.
¿Venimos de ahí? No creo.
Ahora sólo faltaban unos veinte kilómetros y habríamos salido. En un día de entrenamiento normal yo corro veinte kilómetros en dos horas, pero aquí esa misma distancia nos tomó todo al día.
Llegamos con los últimos rayos de luz a la carretera. Durante algunos momentos me parecía que nunca llegaríamos.
¡Lo habíamos logrado! Una ruta nueva. Quizás la más rápida: 34 horas. La primera en este �estilo alpino�. La primera en el lado occidental, por lo menos hasta donde hemos sabido.
La nueva generación de montañistas universitarios. ¡Ya…! Puras tonterías. Eso no son más que titulitos que nos inventamos para sentirnos importantes, para darle renombre a nuestro club, para sentir que lo que hicimos tiene valor. Pero en verdad no tiene la más mínima importancia. Estoy seguro que lo que hicimos y estas palabras difícilmente significarán algo para alguien. Lo que hicimos sólo es importante y valioso para nosotros. Para mi fue una experiencia tan valiosa y en la que aprendí tanto sobre mí mismo, que todavía no termino de asimilar. Altar me habló y lo hizo a la vez con amor y poder. Y creo que de eso se trata el montañismo, por lo menos para mí.
Esta es la forma en yo puedo ir más allá dentro de mí mismo y al hacerlo, he entendido que soy uno con todos los Espíritus de la Tierra. Somos uno con cada roca, planta y animal que vive en la Tierra. Esto es lo que sentí en Altar, aunque lo exprese de manera tan burda. A mí me hablo Altar, pero a ti posiblemente te esté hablando una pared o una montaña.
Hemos realizado nuestro sueño, sin embargo no hubiera sido posible sin el apoyo de El séptimo grado<\/i><\/a>, equipo de montaña; MATRA<\/i>, mantenimiento de transformadores; a las autoridades de la Facultad de Ciencias, en especial al Herpetario de la Facultad; a las autoridades del Municipio de San Luis Río Colorado, en especial a Francisco Contreras y a Mario Abad de la revista �poca<\/i>. <\/div>\n

<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

La travesía del Gran Desierto de Altar en 34 horas, algo que puede ser comparado con el estilo alpino de la alta montaña.<\/div>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1012,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1007],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-2U8","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11168"}],"collection":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1012"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=11168"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11168\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=11168"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=11168"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=11168"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}