{"id":11135,"date":"1998-12-25T00:00:00","date_gmt":"1998-12-25T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11135"},"modified":"2012-03-08T12:59:08","modified_gmt":"2012-03-08T18:59:08","slug":"viaje_interior_en_el_infinito","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/montanismo.org\/1998\/viaje_interior_en_el_infinito\/","title":{"rendered":"Viaje interior al infinito"},"content":{"rendered":"
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Qu\u00e9 grande es el vac\u00edo de un alma humana cuando se encuentra por un instante entre la vida y la muerte a 8,500 metros de altitud. ¿En ese instante la roca, el hielo y la nieve son lo \u00fanico importante? ¿No existe ning\u00fan otro recuerdo, ninguna esperanza? Qu\u00e9 significan entonces la vida y la muerte? Las sensaciones vividas, los momentos de felicidad, de desdicha, se congelan para formar una \u00fanica perspectiva. Se vuelve la vista atr\u00e1s. Pero los muertos no tienen nada que decir, ya est\u00e1n m\u00e1s all\u00e1 de todo eso. Nosotros, los que todav\u00eda estamos aqu\u00ed, relatamos sus historias con la vista puesta en el final, nunca en su transcurso. Esta es la raz\u00f3n de que muchas necrol\u00f3gicas me resulten tan penosas, y que algunas veces sienta la angustia de seguir todav\u00eda vivo.<\/p>\n


\n El resto del mundo<\/b><\/p>\n

Ella me abord\u00f3 en la ISPO de Munich, la mayor feria de art\u00edculos deportivos de todo el mundo. No la reconoc\u00ed inmediatamente pues, a pesar de la mochila y del forro polar, no ten\u00eda aspecto de venir del Eiger o del Everest. “Soy Alison”, se apresur\u00f3 a refrescar mi memoria, y juntos recorrimos algunas salas m\u00e1s. Jane Alison Hargreaves, menuda, rubia y curiosa, no s\u00f3lo estaba razonablemente satisfecha, estaba absolutamente entusiasmada con su actividad, con su viaje interior a las monta\u00f1as. Relat\u00f3 su intento al Everest y la ascensi\u00f3n a las cinco caras norte de los Alpes que hab\u00eda escalado en solitario con el mismo estilo rom\u00e1ntico del gu\u00eda Gaston Rebuffat. Discutimos algunas cuestiones sobre los aludes, el tiempo y los vientos de la monta\u00f1a m\u00e1s alta de la tierra, tambi\u00e9n los pros y los contras de las expediciones comerciales. Aquel paseo gui\u00f3 nuestros pensamientos fuera del ruido y la aglomeraci\u00f3n de personas, llev\u00e1ndonos hasta los altos valles del Himalaya.<\/p>\n

¿Es posible escalar las tres cumbres m\u00e1s altas de la Tierra en el transcurso de un solo a\u00f1o?
\n ¿Y por qu\u00e9 no?
\n ¿Tambi\u00e9n para una mujer?
\n ¡Pero si las mujeres resisten mejor la altura que los hombres!<\/p>\n

Alison se ri\u00f3. Mientras su dedo se\u00f1alaba de un modo err\u00e1tico el material de los distintos estands ?chaquetas t\u00e9cnicas, crampones de titanio, tiendas de Gore-Tex?, me iba relatando sus dos \u00faltimos largos en la cara norte de las Grandes Jorasses, y de pronto me encontr\u00e9 atrapado en sus historias. Nosotros, al igual que todos aquellos alpinistas que pertenecemos a la secta de los “extremos”, convers\u00e1bamos en un lenguaje lleno de sobreentendidos. Alison me cay\u00f3 simp\u00e1tica porque era capaz de se\u00f1alar lo evidente sin que ning\u00fan delirio de grandeza empa\u00f1ara su mirada.<\/p>\n

En mayo de 1995 le\u00ed algo sobre su ascensi\u00f3n al Everest sin ox\u00edgeno. Alison fue uno de los 67 afortunados que en el transcurso de dos periodos de buen tiempo consiguieron la cumbre de la monta\u00f1a m\u00e1s alta de la Tierra, y ella la alcanz\u00f3, a pesar de que el camino hasta la cima estaba preparado previamente, de un modo completamente aut\u00f3nomo ?un logro extraordinario?. Cuando le\u00ed la cr\u00f3nica del Everest de 1995 de Elizabeth Hawley, mi inter\u00e9s se increment\u00f3. A pesar de que algunos medios de comunicaci\u00f3n lo hab\u00edan “vendido” como tal, la propia Hargreaves nunca hab\u00eda descrito su escalada al Everest como una ascensi\u00f3n en solitario.<\/p>\n

Tres meses despu\u00e9s, el 13 de agosto, Alison se encontraba en la ladera de la cumbre del K2. Ya hab\u00eda ca\u00eddo la noche, era muy tarde y la tormenta soplaba del noroeste. ¿Deber\u00eda ascender o descender? ¿D\u00f3nde estaban los dem\u00e1s? Hoy la respuesta no supone ning\u00fan consuelo. ¿Pero qu\u00e9 sucedi\u00f3 entonces?. Seguramente el viento arrojaba cada vez m\u00e1s y m\u00e1s nieve sobre aquella ladera vertical. La huella que Alison y seis hombres m\u00e1s hab\u00edan excavado en la nieve profunda hab\u00eda sido borrada por el viento y ya no se distingu\u00eda. Tampoco se ver\u00eda la cumbre. No hab\u00eda ni el menor atisbo de luz. ¿D\u00f3nde estaban los dem\u00e1s? Hab\u00edan desaparecido. La ventisca y la oscuridad los rodeaban a todos, el fr\u00edo apagaba cualquier otra sensaci\u00f3n. S\u00f3lo se o\u00eda la tormenta. Alison se encontrar\u00eda mirando hacia la oscuridad interminable con los brazos y las piernas profundamente en terrados en la nieve cuando de pronto empez\u00f3 a deslizarse. Todo a su alrededor era blanco y ligero. Se dej\u00f3 caer con un grito. Por fin, y a causa de la tremenda presi\u00f3n ?¿era el viento o la nieve lo que cay\u00f3 con ella?? se olvidar\u00eda del resto del mundo.<\/p>\n

El \u00faltimo instante siempre es una liberaci\u00f3n para quien va a morir.<\/p>\n

Pero qu\u00e9 peligroso y fr\u00edo es el mundo en la monta\u00f1a por encima de los 8,000 metros de altitud. ¿C\u00f3mo es la muerte, tan temida, intuida y maldita por los que quedaron atr\u00e1s? ¿C\u00f3mo se llaman los muertos? Alfred F. Mummery, George L. Mallory, Willo Welzenbach, Hermann Buhl, Mike Burke, Yazuo Kato, Jerzy Kukuczka s\u00f3lo son nombres, y cada a\u00f1o se a\u00f1aden unos cuantos m\u00e1s a la lista.<\/p>\n

Enfrentarse al peligro, estar expuestos a los propios miedos, anhelos y desesperanzas, no es como el dolor. Es una locura. S\u00e9 lo mal que funcionan las manos y los pies cuando est\u00e1n congelados. No obstante, al amanecer llegas a descender sin utilizar las cuerdas para asegurarte. Los aludes y desprendimientos de rocas no son nada en comparaci\u00f3n con esa lejan\u00eda de todo lo que est\u00e1 vivo, con el lento apagarse de la conciencia. ¿C\u00f3mo es cuando ya no se es capaz de encontrar el camino hacia los dem\u00e1s? No escuchar m\u00e1s que el retumbar de la propia respiraci\u00f3n. All\u00ed arriba no existen ni el silencio ni el m\u00e1s m\u00ednimo calor. Pero la \u00faltima pregunta no es qu\u00e9 vuelve a una persona insensible, ciega y sorda; la \u00faltima pregunta consiste en saber qu\u00e9 es aquello que hace perder la raz\u00f3n.<\/p>\n

¿Cu\u00e1nto dura un vivac en la zona de la muerte? Con frecuencia no hay sitio para estar de pie o para caminar y en cuclillas el fr\u00edo penetra con mucha m\u00e1s rapidez. ¿Cu\u00e1ndo comenzar\u00e1 el amanecer? ¿Ser\u00e1 en la ventisca el d\u00eda igual a la noche? No hay camino. ¿Y ahora qu\u00e9? ¿C\u00f3mo hay que seguir? ¿Habr\u00e1 llegado el fin aqu\u00ed y ahora? ¿El fin de qu\u00e9?<\/p>\n<\/div>\n

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S\u00f3lo preguntas<\/b><\/p>\n

Cuando quiero hacer un relato de todo esto y los dem\u00e1s s\u00f3lo quieren o\u00edr cifras, las respuestas me abandonan. ¿Qu\u00e9 alto, r\u00e1pido y lejos? ¿Cu\u00e1ntos ochomiles ha escalado Benoit Chamoux? ¿Cu\u00e1ntas horas necesit\u00f3 para ascender al Everest? ¿Cu\u00e1ntos a\u00f1os para conseguir sus ochomiles? Cuando en 1990 nos encontramos en Chamonix, los dem\u00e1s nos clasificaron de acuerdo con toda una serie de criterios que no ten\u00edan una existencia real.<\/p>\n

Hay en d\u00eda, al igual que ayer o que en sus or\u00edgenes, en el contexto de la cada vez m\u00e1s disparatada relaci\u00f3n entre el hombre y la monta\u00f1a, todas estas preguntas carecen de respuesta. Preguntas innumerables. Y cada respuesta es a su vez una nueva pregunta que se plantea a los supervivientes y al resto del mundo. As\u00ed pues, antes de que me atreva a seguir contando algo de Benoit Chamoux o de Alison Hargreaves, quiero mantenerme un minuto en silencio para escuchar a sus seres queridos antes de seguir.<\/p>\n

Al igual que cualquier trekker o alpinista, puedo encontrarme con nieve de varios metros de profundidad cuando estoy de camino hacia las grandes monta\u00f1as, en cualquier pradera de alta monta\u00f1a o peque\u00f1o campamento, por ejemplo cerca de Gokio al pie del Cho Oyu. Pero les posible que, mientras planto mi tienda un poco m\u00e1s arriba, en las s\u00f3lo aparentemente estables caba\u00f1as de piedra, situadas entre el lago y la ladera, encuentre un par de docenas de alucinados por el Himalaya que tampoco pueden dormir. Mientras fuera sigue nevando, ellos esperan que amanezca el nuevo d\u00eda tumbados sobre colchonetas de un dedo de grueso. Est\u00e1n contentos porque, al menos, dentro de los sacos se est\u00e1 caliente, porque no tienen que levantarse continuamente para desenterrar las tiendas. Escuchan con atenci\u00f3n los sonidos: el viento, los crujidos del interior…<\/p>\n


\n El llanto an\u00f3nimo<\/b><\/p>\n

Una noche as\u00ed en un campamento a 6.000 metros de altura en el Everest, con tienda o incluso sin ninguna protecci\u00f3n en el Collado Sur, les ser\u00eda completamente insoportable. Pero junto al hogar de piedra en el que todav\u00eda arden las brasas del esti\u00e9rcol del yak, uno puede reconciliarse con las circunstancias, sentirse seguro.<\/p>\n

Incluso cuando uno de ellos se retrae dentro de s\u00ed mismo y no dice nada: ahora estoy caliente y ma\u00f1ana descender\u00e9. Pueden llegar a convencerse de ello aunque fuera empiece a tronar. Todos escuchan, se apoyan en el compa\u00f1ero m\u00e1s cercano, los ojos abiertos, fijos en la oscuridad. ¿Ha sido eso un ligero temblor? Tan s\u00f3lo pueden imaginarse el peque\u00f1o grupo de caba\u00f1as de piedra y nada m\u00e1s. Quiz\u00e1s tengan tambi\u00e9n una vaga imagen del lugar tan lejano del que proceden. Fuera no hay ni un alma. Es de noche. Invierno. Las monta\u00f1as se encuentran completamente cubiertas de nieve. En el espacio vac\u00edo de all\u00ed arriba sopla espesa la ventisca.<\/p>\n

¿De d\u00f3nde vienen los truenos? ¿D\u00f3nde est\u00e1 el sur? ¿D\u00f3nde la ladera? El terror los paraliza cuando la avalancha alcanza la primera caba\u00f1a. Ya no piensan nada mientras, acurrucados, la nieve, las piedras y las astillas golpean sobre sus cabezas. Todo est\u00e1 abierto, el tejado, las ocas, los ojos. Ya no se habla del alud. ¡Demasiado tarde! Un cuerpo todav\u00eda con vida se debate entre el p\u00e1nico. Incrustado entre la roca y la nieve puede gritar, puede mover sus miembros, pero no puede liberarse a s\u00ed mismo. ¿Es una chica, un lugare\u00f1o? ¿O es quiz\u00e1s un turista de los que llegan a miles todos los a\u00f1os?<\/p>\n

Reinhard Karl pernoct\u00f3 aqu\u00ed antes de morir en el Cho Oyu, el sherpa Sungdare lo hizo con frecuencia antes de suicidarse, y los pastores de yaks vienen haci\u00e9ndolo desde hace m\u00e1s de 400 a\u00f1os. Antes, en el invierno, todos descend\u00edan al valle, las caba\u00f1as permanec\u00edan vac\u00edas. Pasadas las avalanchas, la aldea de piedra se reconstru\u00eda en primavera casa por casa. Los escombros de los tejados se retiraban todos los a\u00f1os. Pero desde que existe el turismo de trekking, en noviembre es temporada alta y ning\u00fan padre sherpa est\u00e1 dispuesto a perd\u00e9rsela.<\/p>\n

Esta vez el equipo de rescate acude en helic\u00f3ptero y desentierra dos docenas de cad\u00e1veres sepultados entre los escombros. En los peri\u00f3dicos de todo el mundo se leen noticias sobre la mayor cat\u00e1strofe de la historia del alpinismo en el Himalaya. ¿Supone alg\u00fan consuelo el hecho de que a este desastre le seguir\u00e1n otros muchos? Mientras haya personas en las monta\u00f1as, habr\u00e1 gente que seguir\u00e1 muriendo en ellas. Pero apenas unos pocos pueden imaginarse realmente de lo que est\u00e1n hablando. Aquellos que se dejaron sorprender por las masas de nieve est\u00e1n muertos. Hasta el ultimo de ellos. Tampoco pueden decir nada los muertos que arrebat\u00f3 una avalancha de barro en los barrancos de Manaslu. Tan s\u00f3lo queda ese espacio vac\u00edo, un tremendo abismo.<\/p>\n


\n Grandes egos<\/b><\/p>\n

Si Alison Hargreaves, la excepcional alpinista brit\u00e1nica de 33 a\u00f1os y madre de dos ni\u00f1os, hubiera sobrevivido al intento de alcanzar la cumbre del K2, sin duda habr\u00eda intentado tambi\u00e9n el “Kangch”, la tercera monta\u00f1a m\u00e1s alta de la Tierra, m\u00e1s dif\u00edcil que el Everest y m\u00e1s peligrosa que el K2. Nadie hubiera podido apartarla de ella. Ella hab\u00eda escogido los escenarios para su ego. Al respecto, su marido se manifestaba as\u00ed sobre la carrera profesional de su mujer: “Es mejor haber vivido un solo d\u00eda como un tigre que un millar de a\u00f1os como un cordero”. Esta frase no s\u00f3lo aparece al principio y al final de una historia inconfundible, de un viaje que siempre ha de continuar m\u00e1s all\u00e1 de toda seguridad y protecci\u00f3n. Tambi\u00e9n puede aplicarse a medio siglo de alpinismo en el Himalaya. El hecho de que una madre al morir deje m\u00e1s en la estacada a sus hijos que un padre puede que sirva de excusa al modo t\u00edpicamente masculino de huir de la realidad, pero no ayuda en absoluto a paliar el m\u00e1s terrible de los abandonos. Los ni\u00f1os necesitan a su padre y a su madre. Alison s\u00f3lo estaba al comienzo de su obsesi\u00f3n cuando muri\u00f3. Benoit Chamoux, con 34 a\u00f1os, ya estaba al final de sus 14 ochomiles.<\/p>\n

Vaya d\u00eda aquel en el que el rapid\u00edsimo alpinista Chamoux, mientras ascend\u00eda en pos de su rival suizo Lor\u00e9tan, por el Kangchenjunga, perdi\u00f3 primero a un sherpa, despu\u00e9s a su compa\u00f1ero y, por \u00faltimo, la raz\u00f3n.<\/p>\n

El franc\u00e9s hab\u00eda escalado las grandes monta\u00f1as m\u00e1s r\u00e1pido que sus competidores. Fue el l\u00edder de dos operaciones de car\u00e1cter publicitario: “Quota 8.000” y “Esprit d’\u00e9quipe”, las cuales estaban destinadas a aumentar su fama y sus medios a trav\u00e9s de los titulares y del esp\u00edritu de equipo. Se mirara como se mirara, un hombre de \u00e9xito.<\/p>\n

Erhard Lor\u00e9tan, el alpinista m\u00e1s genial de los \u00faltimos diez a\u00f1os, no busc\u00f3 ni provoc\u00f3 aquel encuentro con Chamoux que tuvo tan terribles consecuencias. Fue por deseo de Chamoux que ambos equipos iniciaran a la vez el ascenso a la cumbre. Lor\u00e9tan y Troillet iban ya muy por delante cunado se despe\u00f1\u00f3 un sherpa de los franceses. No pudieron ver el accidente. Pero tambi\u00e9n Chamoux sigui\u00f3 adelante. Dej\u00f3 que los otros sherpas recogieran a su compatriota; \u00e9l ten\u00eda que seguir, quer\u00eda llegar a su “decimocuarto cielo”.<\/p>\n<\/div>\n

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Sin consuelo<\/b><\/p>\n

Lor\u00e9tan alcanz\u00f3 la cumbre el 5 de octubre de 1995 junto con su experimentado compa\u00f1ero, Jean Troillet. Mientras tanto, Chamoux, que hab\u00eda llegado al campamento base con un s\u00e9quito de periodistas, radiaba informes sobre su ascensi\u00f3n. Las noticias se transmit\u00edan inmediatamente v\u00eda sat\u00e9lite hasta Francia y se publicaban en todo el mundo. Chamoux sab\u00eda muy bien que el primero ser\u00eda quien diera la noticia del \u00e9xito en primer lugar, y no el primero en llegar arriba.<\/p>\n

Mientras los dos suizos descend\u00edan, 200 metros por debajo de la cumbre, vieron c\u00f3mo ascend\u00edan los dos franceses. Pierre Royer abandon\u00f3 poco despu\u00e9s, Benoit Chamoux sigui\u00f3 adelante, despacio, demasiado despacio. ¿Es posible que ya no se encontrara en forma? ¿Ser\u00eda que su ego lo estaba llevando demasiado lejos? ¿O es posible que todo se debiera a las expectativas suscitadas en el p\u00fablico, a la sempiterna necesidad de h\u00e9roes, vivos o muertos? La muerte en la monta\u00f1a siempre se vende mejor que cualquier \u00e9xito. Chamoux, inmerso en su laberinto, no pensar\u00eda en ello, ni en Francia. Ã?l no es un h\u00e9roe tr\u00e1gico al modo del capit\u00e1n Scott. \u00c9l ya no piensa nada.<\/p>\n

All\u00ed arriba, bajo la cumbre del “Kangch”, el hombre que exhib\u00eda sus ochomiles conquistados como si fueran condecoraciones, ya no pudo encontrar la salida. A la ma\u00f1ana del d\u00eda siguiente radi\u00f3 su \u00faltimo informe. Despu\u00e9s silencio. Sin embargo, las retransmisiones en directo desde el campamento base siguieron adelante. Salieron expediciones de b\u00fasqueda, despegaron helic\u00f3pteros y avionetas. Hombres experimentados en salvamento sobrevolaron el flanco de la monta\u00f1a. ¡nada! El peque\u00f1o y bravo Chamoux se qued\u00f3 fuera de la cuenta atr\u00e1s y desapareci\u00f3 en el fin del mundo. Cuando su voz call\u00f3, multitud de voces extra\u00f1as saltaron al \u00e9ter, voces tristes, interrogantes, enardecidas, fascinadas; voces que no comprend\u00edan nada siguieron relatando su historia, una historia que ya no ten\u00eda nada que ver con \u00e9l.<\/p>\n

Quiz\u00e1 la mujer de Chamoux se decida a peregrinar al “Kang” en busca de consuelo, en el silencio que Benoit dej\u00f3 tras de s\u00ed. Jim Ballard, el marido de Alison, tiene dos ni\u00f1os peque\u00f1os que consolar y a quienes ense\u00f1ar el K2. “No estoy triste porque haya muerto. Estar\u00eda mucho m\u00e1s triste si no hubiera alcanzado la cumbre”. A mi, como superviviente, no puede consolarme con estas palabras. A sus hijos seguro que tampoco. Los espectadores de detr\u00e1s de la barrera, sujetando entre las manos el peri\u00f3dico de la ma\u00f1ana, cuando lean sobre la targedia en el Pisang Peak, el Nanga Parbat o el K2, tan s\u00f3lo menear\u00e1n la cabeza. Simplemente por una raz\u00f3n, el ser humano ciertamente no tiene el deber de ascender a ninguna monta\u00f1a.<\/p>\n

Lo que encontramos arriba de las monta\u00f1as no lo mostramos a nadie cuando publicamos nuestras expediciones, simplemente se trata de la experiencia vital que extraemos de los abismos de nuestro yo y que finalmente logramos llevar de regreso al valle.<\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

Existe un lugar en la tierra que no pertenece al dominio del hombre. Donde el abismo, el silencio y lo desconocido campan a sus anchas. Donde la vida se difumina. Es la frontera de las alturas, donde algunos alpinistas encuentran un viaje sin retorno. Reinhold Messner, el primero en alcanzar las 14 cumbres principales más elevadas del planeta, viaja ahora con los desaparecidos, Alison Hargreaves, Benoit Chamoux y tantos otros, hacia las profundidades ocultas de un interior que aflora cuando la luz se apaga.<\/i><\/div>\n

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