A veces uno se topa con muros inamovibles. Uno de ellos fue la noticia del fallecimiento de Maricarmen Peña Monroy. Un muro que no se mueve y que tiene uno que saltear para continuar pero al mismo tiempo, ¡cuán pesado …
A veces uno se topa con muros inamovibles. Uno de ellos fue la noticia del fallecimiento de Maricarmen Peña Monroy. Un muro que no se mueve y que tiene uno que saltear para continuar pero al mismo tiempo, ¡cuán pesado es darle la vuelta a una vida llena de todo!
Es en esos momentos cuando uno se pregunta el porqué de muchas cosas o el porqué de su muerte. Es cuando uno trata de huir a la realidad y se queda pasmado sin saber qué hacer, ni qué palabras decir a los familiares, a los amigos, a uno mismo, que lamenta tanto esa ausencia. Claro que se puede elegir el callar, evitarse todo eso y hacer de cuenta que no pasó nada, que sigue dentro de cada uno de nosotros, que al fin de cuentas eso sucede.
Pero sería injusto dejar de hablar sobre Maricarmen sólo porque ya no está con nosotros, sobre todo porque en la montaña se aprende a enfrentar los problemas por muy duros que sean. Maricarmen fue tenaz hasta el fin. Guerrera por la vida, no se dio por vencida cuando el cáncer la atacó. Ella era así. Por eso, leer frases como “víctima del cáncer” o “perdió la lucha contra el cáncer” carecen de sentido. Maricarmen no perdió una lucha porque la afrontó día a día hasta el final y tampoco fue víctima, salvo de su propia vida, pletórica de ella.
A Maricarmen la conocí hace varios años, cuando yo estaba aprendiendo sobre el descenso de ríos. Íbamos a un río pequeño y caudaloso, de alto nivel y aguas frías que venían del deshielo del Nevado de Toluca. Alguien había arrojado al río una alacena de metal por inservible, pero sí que pudo rasgar un pontón de la balsa y estropearnos el descenso. Ella estaba ahí y nos ayudó a salir y cuando estuvimos ya en la orilla se marchó. Nos saludó antes de dar vuelta en el siguiente recodo del río frío por su agua helada del deshielo del Nevado de Toluca.
Seguí sabiendo de ella y sus logros, sea por la comunicación de boca en boca o porque aparecía algo en el periódico. Ya había subido las diez montañas más altas de América y luego el Everest. Con esto se convertía en la cuarta mexicana en lograrlo, sólo unos minutos después de Badía Bonilla, compañera de expedición. Y era la mujer número 75 a nivel mundial.
La vi poco después de su regreso del Everest, durante una cena ofrecida para festejar a quienes habían subido ese año (2002) a la montaña más alta del mundo. Me sorprendió que recordara el incidente del río pero fue muy grato saber que para ella el Everest no era una montaña a la que tenía que llegar como meta de su vida. No se había preparado en un par de años sino a lo largo de cientos de ascensos y cursos recibidos e impartidos.
Para ella el Everest no era la cereza del pastel, sino un paso más que había que dar. Al final, la montaña ahí estaba y ¿por qué no subirla? Mientras platicaban de la expedición, la imaginaba en el punto más alto del planeta con esa sonrisa ancha y contagiosa que siempre tuvo. El Everest: un reto más que pasaba a ser historia para ella.
Como suele pasar, volvimos a perdernos de vista y sólo supe de ella por Toni de Baja, un kayakista español que se había enamorado de Baja California y navegaba en el Mar de Cortés solo. Estaba preparando un viaje para cruzar el Mar de Cortés en su kayak para reunir fondos y ayudar a Mari Carmen, que tenía cáncer. Toni terminó su travesía e hizo una presentación con fotografías en donde estuvo presente Maricarmen. Ahí le entregaron el dinero que su viaje había recaudado. Pero más importante que eso, Maricarmen estaba rodeada de muchos amigos que le daban ánimo en todos sentidos.
Poco después de esta reunión, Maricarmen falleció. Se llevó todo, menos su risa, sus enseñanzas, su gran trayectoria deportiva, su presencia dentro de cada uno. Es decir: se quedó entre nosotros.
El muro inamovible sigue ahí, pero Maricarmen no. Es curioso cómo la ausencia de una persona la puede hacer más fuerte, si es que hizo lo correcto todo el tiempo, si es que dejó esa huella de enseñanza y sonrisa a quienes conoció, si es que… El caso es que Maricarmen no está y por mucho que ese muro inamovible sea muy fuerte por su vida tan rica en todo, el dolor no deja de fluir y seguimos preguntándonos los porqués.
Maricarmen: muchas gracias por tu huella en la montaña y en la vida.
Breve currículum de Maricarmen
Nació el 11 de septiembre de 1961. Terminó sus estudios como técnico dental en 1983 pero el año anterior había descubierto su pasión por las montañas. Como miembro activo del Club Exploraciones de México (CEMAC) tomó varios cursos, incluyendo primeros auxilios y rescate. Practicó la bicicleta de montaña, la equitación, el descenso de ríos, parapente y buceo.
Como buena montañista apasionada, Maricarmen viajó a diferentes lugares para subir montañas diferentes: las montañas más altas de México y algunas de Centroamérica, para comenzar. Más tarde se convirtió en guía oficial del CEMAC y luego fue cofundadora de la sección Toluca del propio CEMAC.
Realizó más de 30 expediciones al extranjero y en ellas alcanzó la cumbre del Everest, el Elbrus, el Kilimanjaro y el McKinley (cuatro de las Siete Cimas); el Alpamayo por la ruta vasco-francesa (700 metros de escalada en hielo) y las diez montañas más altas de América: Aconcagua (6,962 metros), Pissis (6,882), Incahuasi (6,638), Walter Penck (6,658), Ojos de Salado (6,864), Tres Cruces (6,749), Bonete (6,759), Mercedario (6,770), Llullaillaco (6,739) y Huascarán (6,764). Intentó el Cho Oyu y el Gasherbrum I.
También incursionó en la escalada en roca y escaló el Half Dome, la East Butress, en el Capitán, Yosemite, además de hacer diferentes escaladas en hielo en Ouray, Colorado. Como deportista participó en el Eco Challenge de Patagonia (1999). El descenso de ríos los practicó en México, Patagonia y Nepal.
Trabajó en actividades al aire libre, sobre todo siendo guía de montaña y ofreciendo cursos de bicicleta de montaña, escalada y otras actividades a niños.
Recibió reconocimientos por su trayectoria deportiva: el galardón Internacional Excelsis Diamante (2008-2009); Presea al Deporte en el Municipio de Metepec (1995 y 2007); reconocimiento del gobierno del Estado de México por su ascenso al Everest, pergamino al merito de la Mujer Mexiquense "Sor Juana Inés de la Cruz" (julio de 2003), y el galardón Excelsis Diamante otorgado por Global Quality Foundation.
Las 10 más altas de América: Mari Carmen Peña. 1997