Montañistas parásitos y cultura de montaña
27 enero 2012
El día de hoy encontré en un blog una idea que me llamó la atención: “montañistas parásitos”. El autor se refiere a aquellas personas que usan los servicios de una expedición comercial para beneficiarse.
|
|
|
El día de hoy encontré en un blog una idea que me llamó la atención: “montañistas parásitos”. El autor se refiere a aquellas personas que usan los servicios de una expedición comercial para beneficiarse. Habla de haber llegado al campo 1 y encontrado ahí a dos montañistas que ocupaban una de sus tiendas. Cuando el jefe de la expedición les preguntó por qué estaban ahí respondieron que habían descendido durante la tormenta y que confundieron la tienda.
“Pero su tienda estaba mal plantada, era de un color diferente y era mucho más pequeña. Era claro que mentían. Como un cliente que paga una expedición comercial completamente surtida, veo las cosas ligeramente diferentes. Sé que no podría escalar esta montaña [Manaslu] sin asistencia, así que pagué por el apoyo que necesitaba. No veo por qué los recursos por los que pagué deban ser usados por unos tacaños que creen que pueden escalar la montaña sin amarrarse los cordones de los zapatos.”
Así llegó al concepto de montañistas parásitos y su debate es en torno a ellos. El concepto llamó mi atención porque no sólo se ve en los ochomiles, donde se oye de robo de cuerdas, tiendas y comida o más. También en nuestras montañas los hay. Hace muchos años encontré un grupo grande en la montaña y uno de ellos, particularmente fuerte, llevaba una mochila excesivamente ligera. Cuando le pregunté si no llevaba equipo para acampar, me respondió que no, porque estando en un grupo grande, jamás le pasaría nada. Sus compañeros no permitirían que pasara frío o hambre.
En cierto sentido, tenía razón. No pasó hambre ni frío. Pero perdió a sus amigos esa misma noche. Y lo que nunca se planteó fueron dos puntos distintos del caso: que alguien podría necesitar de él y no estaría preparado para auxiliarlo y que en la montaña se trata de ser autosuficiente.
Messner escribió alguna vez que sólo pasan frío los tontos y los flojos. Los tontos por no saber qué necesitan para no tener frío, los flojos por saberlo y no llevarlo.
La actitud de parásito puede ser algo cómoda en la ciudad o donde uno puede pagar lo que sea, pero en la montaña no hay lugares donde comprar comida o una tercera capa cuando se necesite.
Muchas veces leí en libros de montañismo la idea ampliamente difundida de que el montañismo hace a una persona diferente y que sólo cultiva los valores positivos: camaradería, amistad, fraternidad. Como todos, también me tragué el anzuelo porque durante décadas esa idea había logrado que el montañista se sintiera alguien muy diferente al ser humano común, al “hombre de los valles”, diría Armando Altamira.
Lionel Terray, entre otros, admitía que esto no era cierto, que a la montaña va el hombre tal como es: con sus defectos, virtudes, vicios, cualidades, amores y odios. Va un hombre nacido y criado lejos de una cima, así que debe esperarse que el hombre se comporte como cualquier hombre, pero en una situación de montaña.
Posiblemente este tipo de argumentos no gustaron a muchos pero el caso es que aún hoy muchos creen que en la montaña son más puros y que sólo prolifera lo mejor del hombre. Lo cierto es que el hombre es como es y también alimenta rencores, esté o no en la montaña.
Los montañistas parásitos existen. Vaya si existen. Conforme el deporte se va haciendo de más participantes, es más fácil verlos y también se ven a los montañistas bien formados hacer berrinches en la montaña, en foros, en Facebook o en vivo usando argumentos en los que muchos ya no creen.
Ambos polos son opuestos y poco se logrará enfrentándolos. Aunque ya no comulgo con la idea de que por ir a la montaña soy mejor, creo que el montañismo sí es una gran herramienta que puede transformar caracteres y mejorar la vida de las personas si se enfrentan a retos propios y los alcanzan, sobre todo si quienes estén cerca tienen la completa certeza de que no son posibles.
Esa educación debería convertirse en una cultura de montaña que nos orille a tomar la decisión de aprender lo que se necesita para no tener frío y de llevarlo cuando se requiere. Y también a la idea de que aunque uno vaya con pocos recursos a una expedición al Himalaya, son sus propios recursos con los que cuenta y nada más. Los demás están ahí por mera coincidencia y podrán ayudar en un momento dado, pero es mejor pensar en estar capacitados para ayudar a los demás, cuando lo necesiten.
Sólo entonces la idea romántica de la montaña comenzaría a ser una realidad. Y aunque me gusta pensar en ello, prefiero actuar con lo que tengo a la mano y trabajar en ello para lograrlo.
Ojalá que entre las ideas de muchos se pueda lograr esa cultura de montaña para erradicar a los montañistas parásitos… y sus derivados.
Sobre los montañistas parásitos